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ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

Radiografía de España.

Pretenden diferenciar entre nacionalismo moderado y el exacerbado, entre el violento y el democrático, sin darse cuenta de que aunque es evidente que no todos están en el mismo estado, todos cogieron su enfermedad en el mismo sitio y, lo que es peor, todos tienen parecida tendencia

En esta, nuestra querida Valencia, poco a poco las cosas cambian. Soplan nuevos aires que vienen del norte.

De forma lenta, casi inconscientemente, se nos pega el mismo mal que tiene al borde de la cama a muchas regiones que en otros momentos se sentían orgullosas de formar parte de algo más grande, de una hermandad, de la España que generaciones y generaciones han querido y sentido como suya.

Pero este mal nacionalista, esta hidra venenosa, para la cual nadie parece tener la vacuna adecuada, adopta distintas caras según el enfermo. Si el enfermo es abertzale se viste de odio, de cóctel molotov, de coche bomba o de tiro en la nunca y se engalana con pactos de Estella con liftings de nacionalismo democrático y colonia de frases ambiguas. Sin embargo, si el enfermo es catalanista sus prendas son la indiferencia, el ignorar a España, el mirar hacia el otro lado, la insolidaridad. La patología de los enfermos intermedios es variada. Los hay como los navarros que frente a al exaltación de lo vasco exaltan lo navarro. Hablar de Navarra no es hacer política, pero hablar de España sí. Cuadro médico similar tiene el paciente del Levante, cuya defensa ante el mal catalanista pasa por inyectarse de nacionalismo valenciano. Y así todos los enfermos gallegos, baleares, canarios,... uno a uno se presentan ante nuestra mirada, unos más y otros menos, todos van pero ninguno vuelve.

Muchos afirman que su enfermedad no es igual que la del de al lado. Pretenden diferenciar entre nacionalismo moderado y el exacerbado, entre el violento y el democrático, sin darse cuenta de que aunque es evidente que no todos están en el mismo estado, todos cogieron su enfermedad en el mismo sitio y, lo que es peor, todos tienen parecida tendencia. Así todos cambian y transforman la historia, unos sólo un poco, otros, como el abertzale, sencillamente inventan su historial clínico.

Ninguno entiende la realidad sin nacionalismo, porque sus esquemas son limitados, afirman que en el fondo los de enfrente son nacionalistas como ellos, pero que tienen otro nacionalismo, el español. Hablan de España como cárcel de naciones, pero se olvidan de lo que sus patrias chicas, con todo cariño, han hecho por esa "prisión". Niegan así el trabajo y el esfuerzo de tantos vascos, navarros, canarios, valencianos, catalanes,... que sabiéndose en parte diferentes, pero también en gran parte iguales (como lo son los hermanos), han dejado lo mejor de sí mismos en hacer una vieja patria llena de historia llamada España.

Mirándoles a los ojos, se notan manchas amarillas. Algo que no cuadra cuando se dice que la historia no debe obligar a que estemos todos los españoles juntos, que se debería votar, y, sin embargo, la historia sí que obliga a que Alava esté unida al País Vasco y no se pueda independizar. No se discute tampoco que Castellón esté unido a Valencia, ni mucho menos que Tarragona lo esté a Cataluña. También resultan curiosos los ejemplos que se ponen. Quebecs que quieren que se vote cada cierto tiempo la independencia, y una vez secesionado, que no se vote más.

Yo, por mi parte, no he estudiado medicina, poco sé de estos males, pero intuitivamente me doy cuenta de que el enfermo empieza a oler mal cuando se piensa que un andaluz pueda dejar de ser un compatriota o un hermano y pueda convertirse en un extranjero.

Creo que ha llegado el momento de llamar al médico.

Carlos Gredilla


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