|
El perdón de la Iglesia.
Ante el "mea culpa" que, con motivo del Jubileo, ha entonado la Jerarquía de la Iglesia parece oportuno y a la vez honesto formular tres aclaraciones. Todas las cuales -necesarias en sí mismas- se vuelven perentorias por el agravante de la horrenda e intencional falsificación llevada a cabo desde algunos medios de comunicación, o el silencio que, en otros casos, ha lastimado tanto como la tergiversación. Por eso es necesario resaltar
1) lo bueno que se dijo y que se ha ocultado por los medios
2) lo que se dijo y con amor filial nos preocupa
3) lo que, respetuosamente, quisiéramos que se hubiera dicho
1) Lo bueno que se dijo y que se ha
ocultado por los medios
-"La Iglesia, desde siempre, ha sabido discernir las
infidelidades de sus hijos (...) La Iglesia es también maestra
cuando pide al Señor perdón" (monseñor Piero Marini,
maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, 7-3-2000,
con ocasión de explicar el alcance de la celebración litúrgica
pontificia del mea culpa del 12 de marzo)
-"Es importante recalcar que (Memoria y Reconciliación: la
Iglesia y las culpas del pasado) se trata de un documento de la
Comisión Teológica Internacional (Esto no significa que sea un
documento de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe.
No es por tanto, un texto de la Santa Sede y mucho menos del
Papa. El mismo Cardenal Ratzinger, al presentarlo esta mañana,
explicó que con este texto la Iglesia no pretende erigirse en
juez del pasado, ni encerrarse de manera pesimista en sus propios
pecados" (Comunicado de la Comisión Teológica
Internacional, Agencia Zenit, 7-3-2000)
-"El documento (Memoria y Reconciliación...etc) no es más
que el resultado de un grupo de teólogos (...) Cuando se habla
del pasado de la Iglesia, se cuentan muchas cosas que, con
frecuencia, son calumnias, mitos. La verdad histórica es la
primera exigencia" (Padre Georges Cottier, Secretario de la
Comisión Teológica Internacional, autora del texto, 8-3-2000)
-"La Iglesia del presente no puede constituirse como un
tribunal que sentencia sobre el pasado. La Iglesia no puede y no
debe expresar la arrogancia del presente (...) El protestantismo
ha creado una nueva historiografía de la Iglesia con el objetivo
de demostrar que no sólo está manchada por el pecado, sino que
está totalmente corrompida y destruida (...) La situación se
agravó con las acusaciones de la Ilustración, que desde
Voltaire hasta Niezstche, ven en la Iglesia el gran mal de la
humanidad que lleva consigo toda la culpa que destruye el
progreso (...) Necesariamente hubo de surgir una historigrafía
católica contrapuesta para demostrar que , a pesar de los
pecados, la Iglesia sigue siendo la Iglesia de los santos: la
Santa Iglesia (...) No se pueden cerrar los ojos ante todo el
bien que la Iglesia ha hecho en estos últimos dos siglos
devastados por las crueldades de los ateísmos" (Cardenal
Joseph Ratzinger, 7-3-2000, con ocasión de presentar en la Sala
de Prensa de la Santa Sede, el documento Memoria y
Reconciliación...)
-"La confessio peccati, sostenida e iluminada por la fe en
la Verdad que libera y salva (confessio fidei), se convierte en
confessio laudis dirigida a Dios, en cuya sola presencia es
posible reconocer las culpas del pasado y las del presente (...)
Este ofrecimiento de perdón aparece particularmente
significativo si se piensa en tantas persecuciones como los
cristianos han sufrido a lo largo de la historia" (Memoria y
Reconciliación, Introducción)
-"La dificultad que se perfila es la de definir las culpas
pasadas, a causa sobretodo del juicio histórico que esto exige,
ya que en lo acontecido se ha de distinguir siempre la
responsabilidad o la culpa atribuibles a los miembros de la
Iglesia en cuanto creyentes, de aquella referible a la sociedad
(...) o de las estructuras de poder(...) Una hermenéutica
histórica es, por tanto, necesaria más que nunca, para hacer
una distinción adecuada entre la acción de la Iglesia (...) y
la acción de la sociedad (...) Es justo por otra parte, que la
Iglesia contribuya a modificar imágenes de sí falsas e
inaceptables, especialmente en los campos en los que, por
ignorancia o por mala fe, algunos sectores de opinión se
complacen en identificarla con el oscurantismo y la
intolerancia" (Memoria y Reconciliación, 1, 4)
-"¿Se puede hacer pesar sobre la conciencia actual una
"culpa" vinculada a fenómenos históricos
irrepetibles, como las Cruzadas o la Inquisición? ¿No es
demasiado fácil juzgar a los protagonistas del pasado con la
conciencia actual, como hacen escribas y fariseos, según Mt. 23,
29-32...? (Memoria y Reconciliación, 1, 4,)
-"(...)Es convicción de fe que la santidad es más fuerte
que el pecado en cuanto fruto de la gracia divina: ¡son su
prueba luminosa las figuras de los santos, reconocidos como
modelos y ayuda para todos! Entre la gracia y el pecado no hay un
paralelismo, ni siquiera una especie de simetría o de relación
dialéctica (Memoria y Reconciliación, 3, 4)
-"Es necesario preguntarse: ¿qué es lo que realmente ha
sucedido?, ¿qué es exactamente lo que se ha dicho y hecho?
Solamente cuando se ha ofrecido una respuesta adecuada a estos
interrogantes, como fruto de un juicio histórico riguroso,
podrá preguntarse si eso que ha sucedido, que se ha dicho o
realizado, puede ser interpretado como conforme o disconforme con
el Evangelio (...) Hay que evitar(...) una culpabilización
indebida que se base en la atribución de responsabilidades
insostenibles desde el punto de vista histórico" (Memoria y
Reconciliación, 4).
-"Juan Pablo II ha afirmado respecto a la valoración
histórico-teológica de la actuación de la Inquisición: 'El
magisterio eclesial no puede evidentemente proponerse la
realización de un acto de naturaleza ética, como es la
petición de perdón, sin haberse informado previamente de un
modo exacto acerca de la situación de aquel tiempo. Ni siquiera
puede tampoco apoyarse en las imágenes del pasado transmitidas
por la opinión pública, pues se encuentran a menudo
sobrecargadas por una emotividad pasional que impide una
diagnosis serena y objetiva (...) El primer paso debe consistir
en interrogar a los historiadores, a los cuales se les debe pedir
que ofrezcan su ayuda para la reconstrucción más precisa
posible de los acontecimientos, de las costumbres, de las
mentalidades de entonces, a la luz del contexto histórico de la
época" (Memoria y Reconciliación, 4)
-"Debe evitarse cualquier tipo de generalización. Cualquier
posible pronunciamiento en la actualidad debe quedar situado y
debe ser producido por los sujetos más directamente
encausados(...) La Iglesia es propensa a desconfiar de los
juicios generalizados de absolución o de condena respecto a las
diversas épocas históricas. Confia la investigación sobre el
pasado a la paciente y honesta reconstrucción cientifica, libre
de prejuicios de tipo confesional o ideológico...(Memoria y
Reconciliación, 4, 2)
-"(...) No caer en el resentimiento o en la
autoflagelación, y llegar mas bien a la confesión del Dios
'cuya misericordia va de generación en generación' "
(Memoria y Reconciliación, 5, 1)
-"Nunca se puede olvidar el precio que tantos cristianos han
pagado por su fidelidad al Evangelio y al servicio del prójimo
en la caridad" (Memoria y Reconciliación, 6, 1)
-"Además, hay que evaluar la relación entre los beneficios
espirituales y los posibles costos de tales actos (de perdón)
también teniendo en cuenta los acentos indebidos que los
'medios' pueden dar a algunos aspectos de los pronunciamientos
eclesiales(...) Hay que subrayar que el destinatario de toda
posible petición de perdón es Dios (...) Se debe evitar(...) la
puesta en marcha de procesos de autoculpabilización indebida
(Memoria y Reconciliación, 6, 2)
-"Lo que hay que evitar es que actos semejantes (los del
perdón) sean interpretados equivocadamente como confirmaciones
de posibles prejuicios respecto al cristianismo. Sería deseable
por otra parte, que estos actos de arrepentimiento estimulasen
también a los fieles de otras religiones a reconocer las culpas
de su propio pasado (...) La historia de las religiones (no se
refiere aquí a la católica) está revestida de intolerancia,
superstición, connivencia con poderes injustos y negación de la
dignidad y libertad de las conciencias" (Memoria y
Reconciliación, 6, 3)
-"Su petición de perdón (el de la Iglesia) no debe ser
entendida como (...) retractación de su historia bimilenaria,
ciertamente rica en el terreno de la caridad, de la cultura y de
la santidad" (Memoria y Reconciliación, Conclusión)
-"Se debe precisar el sujeto adecuado que debe pronunciarse
respecto a culpas pasadas (...) En esta perspectiva es oportuno
tener en cuenta, al reconocer las culpas pasadas e indicar los
referentes actuales que mejor podrían hacerse cargo de ellas, la
distinción entre magisterio y autoridad en la Iglesia: no todo
acto de autoridad tiene valor de magisterio, por lo que un
comportamiento contrario al Evangelio, de una o más personas
revestidas de autoridad no lleva de por sí una implicación del
carisma magisterial (...) y no requiere por tanto ningún acto
magisterial de reparación" (Memoria y Reconciliación, 6,
2)
El católico al menos, tiene que saber entonces, que es falso que
la Iglesia le haya pedido perdón al mundo o a sus adversarios y
no a Dios; que haya renunciado a su pasado de glorias y triunfos
de la Fe; que haya negado a sus santos y a sus héroes; que haya
aceptado las mentiras históricas elaboradas por sus difamadores
y detractores; que haya admitido las argumentaciones masónicas
que la retratan como oscurantista o inhumana, que haya condenado
a las Cruzadas, a la Inquisición, a la Evangelización o a la
Conquista de América; que haya obviado toda referencia a las
persecuciones de que fue y es objeto y a los gravísimos errores
de los ateísmos y de las demás religiones. Es falso que este
mea culpa sea un nuevo dogma, una resolución ex catedra o una
retractación del Magisterio. Es falso incluso que toda palabra o
conducta de una autoridad eclesial deba ser tomada como docente,
incluyendo las palabras y las conductas de los intérpretes o
aplicadores de este pedido de perdón. Todo esto y tantísimo
más es falso, pero se ha propalado desde los medios, desde
ciertas cátedras seglares o religiosas y desde las usinas de la
intelligentzia, sin encontrar al menos ele elemental correctivo
de remitirse a las fuentes.
2) Lo que se dijo y
con amor filial nos preocupa
-Nos preocupa que se pida perdón cuando no se advierte culpa. La
Iglesia, por ejemplo, no es culpable de la división de los
cristianos causada por la herejía protestante, o por el accionar
de otros tantos heresiarcas, antes y después de la Reforma. No
es culpable de los cismas, aunque una vez provocados alguien
pudiera señalarle actitudes aisladas poco caritativas. No es
culpable del extravío del paganismo, como la esclavitud o el
menoscabo de las mujeres; ni de los crímenes del capitalismo,
como el abandono de los pobres o el desprecio por necesitados; ni
de las aberraciones del materialismo, como la supresión de los
no nacidos; ni de los atropellos del imperialismo, del
neopaganismo y del sionismo, como la persecución a razas y
etnias, ni de las atrocidades del marxismo, como las campañas
genocidas. No sólo no es culpable la Iglesia sino que es
víctima, y en gran medida por oponerse sistemáticamente con su
testimonio a tan graves pecados.
-Nos preocupa que tras las disculpas por presuntas faltas de
respeto a otras culturas y creencias , se pueda justificar el
salvajismo, el tribalismo y la idolatría, cayendo en un
relativismo cultural, religioso y ético que vuelve ilícita
cualquier tarea apostólica o inhibe todod fervor misionero o el
obligado llamamiento a la conversión. O que desacredite las
grandes gestas evangelizadoras de la historia, las hazañas de
sus testigos, las epopeyas martiriales de sus guerreros santos.
-Nos preocupa que pueda sasociarse toda violencia con la
negación del Evangelio; cuando es un hecho que, tanto de las
fuentes vétero y neotestamentarias surge la legitimidad de una
fortaleza armada al servicio de la Verdad desarmada. Este deber
cristiano de la lucha halla su fundamento y su necesidad tanto en
las Escrituras como en las enseñanzas patrísticas y
escolásticas, tanto en las obras de los grandes teólogos de
todods los tiempos como en la mismísima hagiografía y en la
Cátedra bimilenaria de Pedro, hasta la actualidad y sin
exclusiones.
-Nos preocupa que se les reproche a los católicos el poco
esfuerzo "por remover los obstáculos que impiden la unidad
de los cristianos", sin hacer referencia a la única unidad
posible y duradera cual es la que brota del arrepentimiento y de
la conversión de quienes están en el error, y de su
consiguiente regreso a la Iglesia, fuera de la cual no hay
salvación, aún teniendo en cuenta los casos de ignorancia
invencible, ya que quien se salva, se salva dentro de la Iglesia.
-Nos preocupa que se imponga como criterio de autoacusación la
falta de respeto por la libertad de la conciencia individual,
cuando el fundamento de la conciencia no es la libertad sino el
dictado de la sindéresis o recto sentido moral objetivo. Que
prevalezca asimismo la criteriología de los derechos humanos -su
conculcación o su respeto irrestricto como divisoria universal
de aguas- sin tomar jamás expresa distancia de la
ideologización, desnaturalización, y manipulación que se viene
haciendo de esos derecchos desde el Iluminismo y hasta pareciendo
a veces que se coincide con tal perspectiva.
-Nos preocupa que para atemperar las hipotéticas faltas de la
Iglesia en el pasado, se cuestione la unión de lo temporal con
lo espiritual durante "los siglos llamados de
cristiandad"; o que se aluda a los cambios de paradigmas
situacionales en el transcurso de los tiempos. Lo primero puede
conducir a la convalidación del secularismo, lo segundo a la
adopción del historicismo.
-Nos preocupa que una vez reconocida la existencia de una
historiografía facciosa, alimentada por el odium Christi, se
desaliente la apologética. Y que una vez reconocidas igualmente,
tanto la necesidad como la urgencia de la rigurosidad cientifica
en el terreno de los estudios del pasado, se omita toda mención
a las grandes obras y a los autores magistrales que ya han
dilucidado períodos, acontecimientos y actores justamentte
vilipendiados. Incluyendo aquellos que han tenido lugar en el
transcurso del siglo XX.
-Nos preocupa que la jerarquía eclesiástica presente, eleve a
los altares a quienes entregaron su vida durante guerrras justas
por la defensa del sentido cristiano de sus respectivas patrias-
verbigratia los Cristeros y los combatientes de la Cruzada
Española- y desapruebe a la vez "las formas de violencia
ejercida en la represión y corrección de los errores".
Tamaña paradoja podría dar pie a una visión pacifista, ajena
al espíritu de la doctrina católica, como al riesgoso equívoco
de creer que el bien se impone sin el esfuerzo y sin el
sacrificio del buen combate.
-Nos preocupa que en la condena al nacionalsocialismo prevalezcan
más esos prejuicios de la opinión pública a los que
sensatamente se alude en relación con otros hechos pretéritos,
antes que los juicios suscitados por la rigurosidad de los
estudios científicos, por negativos que pudieran resultar; o los
tópicos de la propaganda aliada antes que las claras y empinadas
admoniciones de Pío XI en la Mit brennender Sorge. Que no se
tengan en cuenta las teorías anticristianas de sus fundadores,
ni ciertas prácticas anticatólicas de sus gestiones
gubernamentales, ni el martirio a que fueron sometidos, entre
otros, Santa Edith Stein o San Maximiliano Kolbe, sino la
discutible cuestión de "la shoah", más próxima a la
propaganda política de posguerra que a la verad histórica, y
más próxima también a la agitación proselitista de las
izquierdas que a la realidad de lo acontecido.
-Nos preocupa que aquella indiscutible condena al
nacinalsocialismo, ya aludida, no tenga su correlato en otra
análoga a la intríseca perversidad comunista, responsable de la
muerte de cien millones de cristianos, ni a las sostenidas
acciones terroristas y a la justificación de la tortura
sostenida desde el Estado israelí. Que ningún perdón se les
exija a aquellos judíos que fueron los principales ideólogos o
ejecutores del marxismo, o que ningún perdón se eleve por los
católicos cómplices de colaboracionismo comunista, ya por
acción u omisión. Que ninguna disculpa implique a los
bautizados que, aún con rasgos jerárquicos eclesiales, fueron
compañeros de ruta de la guerrilla roja, responsable de tantas
muertes y desolaciones.
-Nos preocupa que se aluda a la hostilidad de numeroso cristianos
hacia los hebreos, cuando los textos religiosos basales del
judaísmo están impregnados de una estremecedora animadversión
hacia los cristianos; cuando una gran parte sustantiva y dolorosa
de la Iglesia, es la historia de las maquinaciones hebreas contra
Ella.; cuando la documentación seria prueba la existencia de
numerosos casos de católicos víctimas de crímenes perpetrados
por judíos, en tanto tales, y por odio a la Fe de Jesucristo,
cuyas víctimas han sido elevadas a los altares por la Iglesia,
desde San Esteban hasta Santo Dominguito del Val, San Simeón de
Trento, San Guillermo de Norwich o el santo Niño de la Guardia.
Y cuando es un hecho actual, notorio y visible por todos, el
hostil desprecio y la vulgar agresión de cierta jerarquía
judía hacia el santo Padre, hacia su humilde pedido de perdón y
hacia el esfuerzo de su viaje apostólico al corazón de Israel.
Sin que faltaran allí los miembros del Jabad Lubavitch, que
envueltos en el taledo y haciendo sonar el shofar pidieron
ritualmente su asesinato, ante la indiferencia de quienes
debieron reprobarlos enérgicamente.
-Nos preocupa al fin, que se hable del antisemitismo cristiano
como factor coadyuvante del antisemitismos nazi, y hasta del
retaceo de la ayuda ante el maltrato del que fueron objeto los
judíos durante el Tercer Reich. No existe un antisemitismo
cristiano, sino una explicación cristiana del misterio de la
enemistad teológica de Israel; y en el más doloroso de los
casos, un conjunto de prevenciones dadas oportunamente por la
Iglesia para evitar los conflictos recíprocos. Existe en cambio
un anticristianismo judaico, teórico y práctico. que arrancó
los primeros gritos de dolor en el Nuevo Testamento:
"¡Matásteis al Autor de la Vida!" (Hechos 3, 13-15),
"¡Crucificásteis al Señor de la Gloria!" (1 Cor. 2,
8). Existió un Pío XII que se desveló por la suerte de los
hijos de la Antigua Alianza, y no conocemos de la existencia de
ninguna autoridad rabínica equivalente que haya tomado como
propia la suerte de los cristianos asesinados en los gulags.
-Nos preocupa que en el legítimo afán de aliviar las heridas
que pudieran haber recibido los judíos durante su larga
historia, se eche al olvido el drama teológico que significó su
defección y apostasía, del que nos habla San pablo en los
capítulos noveno a undécimo de su Epístola a los Romanos, que
se pase por alto el drama mayor del deicidio, corroborado por el
Señor cuando dijo "Sé que sois linaje de Abraham, pero
buscáis matarme, porque mi palabra no ha sido acogida por
vosotros" (Jn, 8, 37); y sobretodo, que se evite pronunciar
cuidadosamente todo deseo o reclamo de conversión a Jesucristo,
verdadero Dios y verdadero Mesías.
-Nos preocupa en definitiva, que este pedido de perdón,
imprudente de por sí, torcido por los medios, malinterpretado
por los pseudointelectuales con poder, escamoteado en sus
significaciones más nobles y capitalizado por los innúmeros
calumniadores de la Fe católica sin aclaraciones condignas y
autorizadas, instale artificialmente -para desconcierto de todos-
la dialéctica de una Iglesia pre-meaculpa y postmeaculpa, de
consecuencias tan dañinas como otras divisiones dialécticas ya
probadas
3) Lo que,
respetuosamente, quisiéramos que se hubiera dicho
No tenemos dudas de que en la Iglesia ha existido y existe el
antitestimonio; de que muchos de sus hijos - desde la autoridad o
desde el llano- han sido y son causa del pecado de escándalo; de
que la memoria necesita purificarse de semejantes vicios.
Hubiera sido oportuno en tal sentido hablar del proceso de
autodemolición al que se refiriera, denunciándolo, Paulo VI,
cuyos responsables tienen nombres y apellidos; de la tolerancia,
cuando no de la aquiescencia para con ese "humo de
Satán" que se dejó entrar en el templo de Dios, según
dolorosísima expresión del precitado Pontífice; de las
"verdaderas y propias herejías que se han propalado",
tal como lo reconociera Juan Pablo II el 6 de febrerro de 1981, y
en particular de ese "conglomerado de todas las
herejías", como llamó San Pío X al modernismo, así como
de su sucesora, "la concepción que no se puede definir sino
con el término ambiguo de progresista (y que) no es ni cristiana
ni católica" (Paulo VI, mensaje a los católicos de Milán,
15-8-1963)
Hubiera sido oportuno pedir perdón por la desacralización de la
liturgia, por la profanación de tantas celebraciones
eucarísticas, por el vaciamiento de los Sagrados Textos, por la
falsificación de la catequésis, por la adulteración de la
dogmática, por el escamoteo de la ascética, por la
desnaturalización de la pastoral, por el inmanentismo, el
secularismo y y el horizontalismo en todos los terrenos que han
desarrollado muchos sacerdotes. Perdón por el falso ecumenismo y
el sincretismo, por el pluralismo ilimitado e irrestricto, por la
protestatización de la Misa, la marxistización de la teología,
la cabalización de la Fe, el aseglaramiento de los clérigos, la
reconciliación con el "mundo". Perdón por las
ceremonias inter-religiosas o pluriconfesionales en las que el
Vicario de Cristo queda homologado con los líderes de las falsas
creencias, y el Dios Uno y Trino con los profetas demasiado
humanos de los cultos antiguos o modernos.
Hubiera sido oprtuno pedir perdón por los pastores medrosos,
cómplices del liberalismo y del comunismo; por los curas
guerrilleros o agitadores tercermundistas, por los obispos que
confunden a su grey con palabras y hechos que no son sino
contemporizaciones con los enemigos de la Iglesia; por los que
ensayaron todos los errores filosóficos del siglo y se olvidaron
de la filosofía perenne; por los innovadores que terminaron
siendo socios activos de la Revolución; por los que llamaron
renovación a la apostasía y traicionaron a sabiendas la
Tradición. Perdón por las deserciones en nombre del
antitriunfalismo, por el temporalismo, el activismo, y la malsana
mundanización. Perdón por no haber predicado explícita y
contundentemente la Realeza de Nuestro Señor Jesucristo.
Mas como no sea cosa que se crea que estos deseados pedidos de
perdón reconocen su punto de partida en los días posteriores al
Concilio Vaticano II, hubiera sido oportuno además, que se
entonara un mea culpa especialmente doloroso y trágico, por ese
mal enorme y antiguo del fariseísmo que resume y contiene a
todos los otros, y que desde lejos viene corroyendo y afeando el
Santo Rostro de la Santa Madre Iglesia.
Hubiéramos deseado que se dijera -enfáticamente, con toda la
energía y el ardor de la caridad- que la Iglesia está acechada
por dentro y por fuera, tal vez como no lo estuvo nunca en su
bimilenaria historia. Que semejante situación exige, por
supuesto, católicos capaces de reconocer sus verdaderas culpas y
de pedir humildemente perdón a Dios y al prójimo genuinamente
ofendido. Católicos penitentes y rezadores, con el sayo de los
peregrinos contritos y suplicantes; pero también y por lo mismo,
católicos militantes, llenos de lucidez y de coraje, con la
armadura de los caballeros victoriosos, conscientes de que Cristo
vuelve, de que Cristo Vence, de que Cristo Reina e Impera. Y de
que entonces, como lo dijera San Pablo, "nadie será
coronado, si no ha valientemente combatido".
Antonio Caponnetto.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
La reproducción total o parcial de estos documentos esta a
disposición de la gente siempre bajo los criterios de buena fe y
citando su origen.