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Carne vulnerable, acero indolente .
Vivimos en nuestros días el armisticio (y aun la regalada pleitesía) para con el cuerpo y el estado de guerra para con el espíritu
Conviene de vez en cuando insistir en lo positivo de una postura reflexiva que pasa la conducta por el cedazo del criterio moral y más cuando por mantener la vigencia de unos principios intemporales nos hemos conformado en tantas ocasiones con una impropia etiqueta de dureza, obsolescencia de pensamiento y falta de sensibilidad para con el resto de la sociedad.
En una época de adocenamiento, cuando un grupo se fortifica en el baluarte del criterio, da hacia las hordas del asedio, la apariencia de dureza, terquedad e intransigencia y tanto más, cuanto más airados son los embates y más miserables y sibilinas las industrias y maquinaciones para hacer claudicar a aquellos en su empeño de resistir en el interior de un "castillo pasado de moda".
Conviene pues, actualizar con cierta regularidad la certeza de que aquella imagen de dureza de corazón no se corresponde ni mucho menos con la realidad.
Paradójicamente, quien mantiene criterio propio (premisa para la coherencia) es mucho más sensible, mucho menos "duro", aunque oculte el rictus del dolor bajo la visera de un yelmo que protege la faz contra el mandoble de la "intransigencia liberal" y contra el artero y siniestro sablazo de la homologación democrática en lo "políticamente correcto".
Pasa, que aquel que ocultaba la expresión de dolor sabe levantar la visera para mostrar, cuando procede una afable sonrisa y quien se recreaba y participaba a todos de su espíritu "sensible" y lastimero, en rara ocasión conoce la alegría y mucho menos la puede participar.
En tiempos de paz, la parafernalia militar no es de obligada uniformidad, ni siquiera tiene sentido alguno pero en tiempos de guerra, a la inermidad de la carne se le da revestimiento con gélidos petos y corazas para resistir el ataque y debido a la inocuidad de unas manos obligadas a dar respuesta marcial, se llegan a blandir templados aceros de dos filos.
Vivimos en nuestros días el armisticio (y aun la regalada pleitesía) para con el cuerpo y el estado de guerra para con el espíritu. Por eso, es positivo un rearme muy especial : la prevención ideológica, el contraataque contra la ilegítima agresión moral, la firmeza en la expresión de los principios, el reforzamiento del conocimiento y el ejercicio de la voluntad. Son pesadas armaduras que cuesta mover pero deben revestir nuestra consabida vulnerabilidad.
Ahora sí, por favor, no lleguemos a creernos nunca que nuestro corazón está reforzado por el acero de la armadura porque es precisamente el motor para ganar la paz y el pálpito para batirse con hombría y acabar cuanto antes la contienda.
Mambrino.
"ARBIL, Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el Foro Arbil
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