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Portada revista 53

¿Para qué?. Indice de Revistas  ¿Qué futuro hay para España?

ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

Editorial .

Arbil cumple cinco años de presencia en la red difundiendo los valores por los que apuesta

El foro Arbil nació como laboratorio de ideas destinado a promover la reflexión en torno a los pilares fundamentales del pensamiento español y ha logrado consolidarse como una referencia nítida en dicho ámbito y en el más general de las publicaciones que contribuyen a la formación de la opinión pública en España.

Arbil ha desarrollado una actividad de estudio y divulgación de los fundamentos de la civilización, siguiendo las reglas de oro del Derecho Natural de gentes en defensa de los valores de la Justicia Social, de la Dignificación del Trabajo, de la Vida, de la Familia, y de la Patria, frente a la amenaza constante de las "ideologías", del consumismo, el libertinaje liberticida y, en general, del desmantelamiento moral de la sociedad que corrompe las mentes y enerva las voluntades.

En esta línea de pensamiento hemos querido ser constantes en nuestras páginas en la denuncia de la injusticia del capitalismo, tanto en su versión estatista o comunista como en la ahora triunfante en forma de plutocracia transnacional. La economía capitalista ha impuesto su hegemonía fáctica tras los decorados fantasmagóricos de las formas políticamente correctas. El siglo XX nos ha legado un statu quo caracterizado por el pacto tácito entre el capitalismo financiero internacional y el marxismo, que ha triunfado siguiendo las consignas gramscianas. Aquél planifica el comportamiento económico de miles de seres humanos al servicio de las consignas materialistas que éste elabora para el resto de las esferas de la vida social. El capital supranacional e impersonal es el que día a día impone una optimización implacable de las estructuras productivas, reduciendo el trabajo humano a un mero factor en la fórmula de cálculo del coste. El talento y el esfuerzo personal dejan paso a la astucia en la captación de mercados, mediante la promoción y posterior explotación del vicio y la depravación moral. Los antiguos monopolios de servicio público se transforman, como por ensalmo, en oligopolios privados en los que la partitocracia asegura su predominio mediante el vergonzoso arriendo de la soberanía social a grupos económicos tutelados por hombres de su confianza. Las grandes concentraciones económicas consiguen sustraerse a sus deberes sociales mediante la adopción de formas anónimas, impersonales e irresponsables. De este modo, las decisiones realmente significativas para la vida social se adoptan por una criptocracia omnipotente que tiene cautivas las voluntades con la amenaza de la exclusión de los circuitos internacionales del gran capital financiero.

Frente a este panorama, Arbil ha defendido con tesón la necesidad de construcción de un sistema económico al servicio del hombre y de las sociedades concretas en las que transcurre su existencia cotidiana, rechazando una conceptuación meramente mercantil del trabajo humano y declarando como primera misión de la autoridad pública la implantación de un orden de justicia, que distribuya equitativamente las cargas y los beneficios sociales.

La familia es otro gran valor en peligro cuya defensa ha asumido Arbil con auténtico entusiasmo. La razón profunda de la inquina liberal contra la familia reside en que ésta, por su misma naturaleza, es siempre una reserva de antiigualitarismo uniformizante, desde el sexo hasta la patria potestad, que configura una esfera de autoridad que escapa a la corrección política imperante por su carácter no electivo y por su resistencia innata a la planificación estatal. Contra estas desigualdades vienen luchando denodadamente las fuerzas del mal, muy especialmente con la difusión de la pornografía, y la promoción de las aberraciones homosexuales.

El divorcio, el aborto y la eutanasia configuran la tríada satánica de asunción inaplazable para todo proceso constituyente. No me resisto a transcribir las palabras de un ilustre jurista de nuestro tiempo, por si pueden mover a reflexión a los eternos apologetas del mal menor: "El aborto es un crimen execrable: el asesinato de una criatura inocente e indefensa. Pero, desde el punto de vista de su repercusión social, el impacto del divorcio es todavía mayor, porque atenta directamente contra la institución familiar y destruye el entramado mismo de la sociedad". El mal ya está hecho pero, por primera vez en muchos años, una persona constituida en autoridad se ha atrevido a hablar de "desastre" para calificar la conducta profundamente egoísta e irresponsable de toda una generación.

El reconocimiento jurídico favorable de la familia, entidad natural, es para Arbil una conquista irrenunciable del estado de civilización. La situación presente es, en este punto, desoladora. Ya no existe una tradición que conservar, sino una realidad, casi germinal y a recuperar,  que testimonia la libertad y la dignidad inquebrantable del espíritu humano. Los que hemos tenido la dicha incomparable de nacer en el seno de una familia no vemos esta tarea como un quehacer ingrato, sino como un deber de gratitud hacia nuestros padres y hermanos, y un gesto sincero de solidaridad con quienes han sufrido o se aprestan inconsicientemente a sufrir las penas y amarguras propias de una existencia infrahumana.

La confusión entre el concepto natural y moral de Patria y el político y polémico de Nación es una lacra social que también nos ha legado el pensamiento liberal. La Patria, en la fórmula inmortal de Maeztu, es espíritu. No se identifica con una lengua, con una etnia o con un territorio, aunque éstas y otras circunstancias puedan, en ocasiones, desempeñar una función aglutinante. La Patria es un vínculo de índole espiritual que crece en círculos concéntricos, cada vez más amplios, uniendo a los hombres en comunidades concretas. En ellas nace la cultura, que plasma los valores clásicos y perennes en las circunstancias de tiempo y de lugar en que discurre la existencia humana cotidiana.

Esta intrínseca humanidad del patriotismo ha sufrido los embates sucesivos del materialismo histórico, del nacionalismo romántico, finalmente del cosmopolitismo financiero actualmente imperante. La criptocracia globalizante persigue la aniquilación de las Patrias en aras de un monstruoso superestado universal que pretende legitimarse por la superación de los conflictos nacionalistas del mismo modo que el Estado moderno se justificaba por la construcción de un Derecho Natural Racionalista "superador de las guerras de religión". El resultado es muy similar: así como el estatismo de cuño hegeliano llegó a despojar al hombre de aquello que sólo debía a su familia, la corrección política imperante pretende que el hombre postmoderno se sacrifique no por una comunidad a la que pertenece y de la que se siente deudo, sino por una superestructura altamente tecnificada que le presta una serie de servicios destinados a garantizarle una existencia muelle y tranquila pero que, a cambio, planifica hasta los detalles más mínimos de su desenvolvimiento vital como condición inexcusable para el correcto funcionamiento de un mecanismo de proporciones gigantescas. El utilitarismo materialista está generando un estado de criminalidad de tales magnitudes en las sociedades desarrolladas que hace vacilar la legitimidad de los poderes constituidos.

Por último, Arbil ha formulado una solemne detestación de la doctrina totalitaria. Sólo una sociedad basada en la separación nítida entre la autoridad y la potestad constituye una promesa sincera de libertad auténtica. El poder no puede pretender ostentar la prerrogativa de ser el creador del orden moral, zafándose mediante diversos sofismas de la obligación que recae sobre todo hombre: dar razón de sus actos. En la práctica, dado el relativismo y el agnosticismo reinantes, el Derecho Natural actúa como norma operativa allí donde se escucha la voz de la Iglesia, que lo proclama y lo interpreta auténticamente. La defensa de la identidad social católica implica una actitud de reconocimiento de la Verdad y de la Justicia como dones divinos que la sociedad no puede alcanzar por la mera acumulación gregaria de "voluntades" proveniente de un sufragio corrompido.

Ésta es la apuesta de Arbil. Éstos son los valores sustantivos e irrenunciables en torno a los cuales pretendemos congregar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.



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"ARBIL, Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el Foro Arbil

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