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Francisco de Sales, o la caridad militante en una cristiandad rota.
Un modelo como Pastor, predicador y director espiritual y de bien entender las relaciones entre el poder temporal y espiritual
Recién estrenado el siglo XVII, en 1602,
el rey Enrique IV, que tenía entonces cuarenta y nueve años,
conoce a don Francisco de Sales, de treinta y cinco. ¿Será
capaz este "don Juan" de valorar al obispo auxiliar de
Saboya? Este devoto humanista predica por primera vez ante su
majestad el segundo domingo de Pascua (14 de abril de 1602). El
rey se encuentra encantado hasta el punto de que, según los
atónitos cortesanos, manifestó "una gran satisfacción
por el sermón del orador y lo recibió durante largo tiempo en
el Louvre".
Este será el comienzo de una permanente simpatía mutua que
durará ocho años. El "Bearnés" la plasmará gustoso
en sus tajantes afirmaciones, a las que parece tener gusto.
Citamos una de ellas, especialmente elogiosa : "¡es el
fénix de los obispos, una rara avis¡". Este soberano
pragmático, que desearía que todos sus súbditos, hasta los
más humildes, pudieran poner "un pollo en la cazuela de
los domingos", se entiende maravillosamente bien con el
misionero de la contrarreforma católica: el astuto monarca
aprecia la "sencilla bondad" del obispo. ¿Por
qué? Nadie ha respondido mejor a esta pregunta, cuatro siglos
después, que el eclesiástico académico, Henri Bremond, el
historiador autor de El sentimiento religioso en Francia .
Escuchemos a este orfebre de la pluma: "A pesar de su
vivo gustopor la especulación platónica, Francisco de Sales no
era ni filósofo ni teólogo de profesión
tendría que
haber sido llamado doctor experimentalis (doctor experimental),
de no haber sonado tan mal esta expresión. De todo lo que
aprendió en los diferentes libros de dogmática, probó su plena
verdad por medio de largas experiencias propias y en los
demás".
Conozcamos pues, más de cerca esta rara avis, este
experimentador espiritual tan instruido. Podrá enseñarnos
muchas cosas, especialmente cómo adquirir y cultivar la
"verdadera devoción" (fervorosa diligencia en el
servicio de Dios), finalmente útil en todo y para todos.
En este inicio del siglo XVII,¡que carrera episcopal tan
fecunda! Su escenario es, primero, la diócesis de
Ginebra-Annecy, pero también Francia entera y la curia romana.
Vamos a esbozar su campo de acción en tres sectores
fundamentales:
1) Su labor como pastor: Monseñor de Sales destaca en primer
lugar en su oficio de obispo, pastor fiel y prudente. El comienzo
de su episcopado coincide con la vuelta de los jesuitas a
Francia, después de un exilio de ocho años. En septiembre de
1603, un edicto real publicado en Rouen reanuda las relaciones
con la Compañía de Jesús. Gracias a la habilidad diplomática
del P. Aquaviva,a la sazón prepósito general de la Compañía
de Jesús, Enrique IV permite el regreso de los "buenos
padres". Francisco de Sales no dudará en elogiar a los
padres jesuitas delante de su clero. Reformador de monasterios,
el santo obispo restablece la disciplina en gran parte. En esta
tarea, el reformador no se anda con pelos en la lengua: "Algunas
órdenes antiguas se han convertido en seminarios del escándalo.
Hay que volver a poner orden en ellas" (Carta 92).
Vicente de Paúl exclamará: "¡Qué bueno ha de ser
Dios, puesto que monseñor de Sales es tan bueno!". El
mismo apóstol nos revela el secreto de su sencillo método: "Si
el hombre es demasiado áspero y rudo, la devoción será la miel
que lo suavizará".
2) La predicación: Gran predicador, Francisco hace pasar al
sermón de la elocuencia académica, a la charla familiar. El
mismo santo expone su método: "Si decís maravillas
(cosas extraordinarias) pero no las decís bien, no sirve de
nada; si decís poco (cosas sencillas) y lo decís bien,
entonces ya es mucho
Vuestras palabras han de estar
inflamadas, no a base de gritos y gestos desmesurados, sino por
el afecto interior. Han de saliros del corazón más que de la
boca" (Carta a Monseñor de Frémyot, 1604). En todas
las ocasiones que predica, habla con sencillez, sin efectismos
que busquen el impresionar, sino como un padre a sus hijos. Un
secreto muy sencillo explica el éxito de este apóstol de las
conversiones al catolicismo: "Quien predica con amor
está predicando en buena medida contra la herejía, aunque no
pronuncie una sola palabra contra ella".
3) La dirección espiritual: En este intercambio admirable, un
maestro espiritual (el director de conciencia) ayuda al alma que
se le confía (el alma dirigida) a descubrir y cumplir la
voluntad de Dios. Esto no podría ser simplemente una obra
humana, sino que es una orientación común hacia el Señor.
Escuchemos a Francisco de Sales describir la conducta
indispensable:
"No depositéis vuestra confianza en aqueste (el
director), ni en su saber humano, sino sólo en Dios, el cual os
favorecerá, os hablará por mediación de este hombre" (Tratado
del amor de Dios, t.3,24).
Siguiendo estas indicaciones, el obispo de Ginebra guiará a
muchas "damas de calidad". Además de la baronesa de
Chantal durante dieciocho años, destacamos nombres importantes:
Louise de Charmoisy, Magdalena de la Fléchère, Enemunda le
Blanc de Moius, Isabel Arnauld de Gouffiers
Para todas
ellas, Francisco de Sales es un piloto exigente que predica el
abandono meritorio en manos de la Providencia. En noviembre de
1615 le indica a la madre Favre : "Tened confianza: Dios
os librará de las dificultades y de los malos caminos".
Estos son los tres polos en torno a los cuales san Francisco de
Sales gastará su vida por el bien de la Iglesia. Si sólo
dijéramos esto, podríamos llegar a pensar que su vida fue un
jardín de rosas, sin más tumultos ni preocupaciones que su vida
espiritual. Pues no; Monseñor de Sales todo esto lo desarrolló
en un tiempo y lugar tremendamente turbulento. Es el tiempo
anterior a la guerra de los treinta años y las tensiones entre
católicos y protestantes aumentaban a pasos agigantados. Y un
lugar: Ginebra, la Roma protestante, donde Calvino puso la sede
de su reforma, y donde la autoridad temporal se regía conforme a
los principios reformados. En este momento y lugar Francisco de
Sales desarrolló su ministerio, y lo que le ganó la adhesión
de su pueblo fue que a diferencia de sus opositores, no lanzaba
soflamas panfletarias, sino que lo que hizo fue expresar su fe en
la verdad católica, y no fue un predicador en contra de nadie,
sino solo a favor de Cristo y de su Iglesia.
Así lo expresó cuando con veintiséis años fue elegido
preboste del cabildo de la catedral de Ginebra, con un discurso
auténticamente programático: "¿Qué vamos a hacer,
señores capitulares? Hay que derribar las murallas de Ginebra
por medio de la caridad; por la caridad hay que ocuparla, por la
caridad hay que recuperarla
No os propongo ni la espada ni
la pólvora, cuyo olor y sabor recuerdan a los fuegos del
infierno. Que vuestro campo de batalla sea el campo de
Dios
". Hay que recordar asimismo, que en el año
de 1593, el bearnés se había convertido al catolicismo
abjurando del protestantismo. Berna y Ginebra, que habían
buscado el apoyo de Francia para conquistar el Chablais tienen
que contemporizar con el duque de Saboya. Ahora bien, anexionados
cincuenta y siete años atrás, los autóctonos se han pasado en
masa al protestantismo. Para intentar recuperarlos, monseñor
Granier hace un llamamiento pidiendo voluntarios. Tan solo se
presentan dos: el preboste Francisco y su primo Luis de Sales.
Ambos van a inaugurar una misión delicada en Chablais (su
capital es Thonon) donde sus cincuenta parroquias dependen del
deanato. El enfrentamiento está servido: la Iglesia reformada de
Berna pretende recuperar sus fundaciones y establecer allí a sus
pastores. Gracias a un estilo pacífico en las controversias, a
las octavillas y panfletos distribuidos de modo incesante, a la
oración, especialmente las cuarenta horas ante el santísimo,
Francisco y sus compañeros obtienen tales éxitos que el
contramaestre de esta obra misionera transmite al equipo
apostólico el siguiente balance: "Cuando llegamos, no
había más de quince católicos en Chablais; ahora, no hay más
que una quincena de calvinistas".
Asimismo, en sus controversias, Francisco no hablaba de cosas
conocidas solamente por el saber libresco, ya que el tormento por
la salvación que tanto caracteriza las doctrinas protestantes,
en especial el calvinismo, las había sentido profundamente
,llegando en su juventud casi a desesperarse. En efecto, es en el
año 1586-1587, al acabar sus estudios de humanidades y antes de
decidirse por el sacerdocio, cuando se produce su tremenda crisis
de conciencia, que podríamos titular "cruel debate
entre la predestinación y la gracia". Dicho de modo
más sencillo, el planteamiento de Francisco es : "¿voy
a ir al infierno?¡ ya está decidido, pues Dios lo sabe!".
El joven estudiante se ve en un cruel dilema: "¿Estaré
entre los elegidos o entre los condenados?". Pierde el
apetito -ni come ni bebe-, el sueño y la tranquilidad. Un buen
día de 1587, la cuestión queda resuelta por un heroico abandono
a la Voluntad de divina: "Sea cual fuere vuestra
decisión sobre mí, Señor, yo os amaré, al menos en esta vida
si no me es concedido en la vida eterna". Así, Dios
permitió que a Francisco le asaltaran las mismas dudas que
habían asaltado a los reformadores, para mostrar que en Ginebra
había dos caminos: dos hombres predicaban que el hombre estaba
muerto por el pecado, y que sus obras no valían nada, si Dios no
las aceptaba. Pero para uno, la muerte de Cristo tenía un valor
absoluto que remediaba toda esa situación y abría un camino
para dirigirse a Dios desde el hombre. El otro no. Tales hombres
eran San Francisco de Sales y Juan Calvino.
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Fdo. Canisius (Ps.)
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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