Arbil cede
expresamente el permiso de reproducción bajo
premisas de buena fe y buen fin |
Para
volver a la Revista Arbil nº 126
Para volver a la tabla de
información de contenido del nº 126 |
Pedro de Valdivia y la empresa de Chile
por
Gonzalo Larios M.
Recorremos sus orígenes familiares y sus primeras actividades militares en los tercios españoles de Carlos V; continuamos con su llegada al Perú, su fructífera colaboración con Francisco Pizarro y las dificultades de la organización de la aventura de Chile. También las peripecias del viaje a Chile y la fundación de Santiago y concluimos con el destructivo ataque de Michimalonco y la persistencia de un puñado de españoles de afianzar una conquista que, aunque parecía incierta hacia fines de 1541, dos años después se reanima con el regreso de Monroy con un nuevo contingente.
Esta nueva etapa decisiva nos muestra a un Valdivia inclaudicable en sus afanes por consolidar la conquista de Chile. Los riesgos y la aventura son los propios de una etapa fundadora y el conquistador los enfrenta con el talante de un verdadero emprendedor, al extremo de dar su vida en el cumplimiento de su tarea.
|
Nace nuestro fundador cinco años después del
Descubrimiento de América y de la Conquista de Granada, los
dos acontecimientos auguraban gloria y grandeza a un imperio que
comenzaba a gestarse a través del matrimonio de Isabel de
Castilla y Fernando de Aragón, consolidando, los llamados
Reyes Católicos, la unidad territorial y religiosa de una
incipiente unidad española, al derrotar al último reino
moro de la península.
La guerra de Reconquista finalizaba entonces con la toma de Granada
por los Reyes Católicos, los combates entre moros y cristianos
ya se trasladan sólo al Mediterráneo o al este del
continente, esta disputa de siglos contra el invasor islámico
ha forjado en la península un catolicismo militante, que
convertirá a España en baluarte de la Iglesia Católica
ante la arremetida de la Reforma Protestante.
El mismo año de 1492, se descubre América y se abre un
mundo de aventuras y posibilidades para renovar y desplegar el
espíritu caballeresco que la guerra de Reconquista había
mantenido en tierras ibéricas cuando ya había
desaparecido del resto de Europa. América será el nuevo
escenario para que el ideal caballeresco sobreviva, con luces y
sombras, en las nuevas tierras. Por otra parte, en la península
itálica ha comenzado a desplegarse el Renacimiento, cuyo
espíritu enfatiza el individualismo, un afán de fama y
riquezas y un refinamiento estético no exento de violencia.
Una intención de crítica y búsqueda dirigida a
nuevos horizontes, integra también esta nueva corriente.
Valdivia es un hombre de su tiempo, integrador y dividido entre la
caballería que da sus últimas señales de honor,
dignidad y valentía y el individualismo renacentista que
aspira a la fama y al goce de las riquezas de esta vida; entre el
medioevo que había levantado su mirada a Dios y el
renacimiento que redescubre al hombre.
Son los tiempos en que España alcanzará mediante
temperamentos fuertes y decididos, como los de Valdivia, el sitial de
potencia europea y mundial, constituyendo un Imperio donde no se pone
el sol, en defensa de una monarquía cristiana que expande su
dominio político y su fe hacia un continente tan inmenso como
atractivo y desconocido. La tarea de la Hispanidad, que por sus
dimensiones y trascendencia cristiana se sitúa como una de las
grandes empresas de la Historia de la Humanidad, dio origen a un
mestizaje del cual emergen decenas de naciones, que como Chile, no
serán ya ni indígenas ni hispanas, sino mestizas.
Hidalguía y destino militar.
El lugar de nacimiento de Pedro de Valdivia se lo disputan tres
pequeños pueblos: Castuera, Campanario y Villanueva, todos
situados en el valle de La Serena, actual provincia de Badajoz, en la
española región de Extremadura, al sur oeste de la
península, cercanos a Portugal.
Aún no se encuentran datos que permitan dilucidar el lugar de
su nacimiento. Proviene Valdivia de una estirpe de hidalgos
castellanos de raigambre militar. Es decir, como buena parte de los
españoles, ilustran, con más orgullo que riqueza,
antiguos blasones de nobleza familiar.
El apellido Valdivia hace referencia al Valle de Ibia, del reino de
León, de donde provienen sus ancestros, algunos de ellos se
habrían destacado en las armas y figuran como caballeros de
las órdenes de Santiago y Calatrava. Luis Ruiz de Valdivia con
sus hijos Pedro y Diego destacaron en el cerco de Granada siendo de
los primeros en escalar las torres del alcázar de la magnífica
Alhambra. Su bisabuelo, Hernando de Valdivia, habría sido
hermano de don Luis. La estirpe militar es entonces tradición
entre los Valdivia, así lo expresa el lema que se lee en el
escudo de familia: “La muerte menos temida, da más
vida”. Pedro de Valdivia desplegará entonces lo que la
estirpe familiar le señala y su tiempo favorece, fiel a su
destino militar, a favor de una España que consolida con el
emperador Carlos su hegemonía en Europa y un nuevo mundo en
América.
Soldado de los tercios de España.
Al bordear los veinte años el joven extremeño forma
parte de los afamados tercios españoles en Flandes, tierra
donde no se regala nada y que se constituyó para España
en un permanente y costoso dolor de cabeza. Es curioso que donde
Valdivia comienza su carrera militar tiene una cierta analogía
con la tierra donde la termina.
La indomable Araucanía será también una zona que
requerirá de constantes sumas de las arcas hispanas sin dar
tampoco los resultados anhelados. Por ello se llamará a la
guerra de Arauco el “Flandes indiano”.
La vida de Pedro de Valdivia corre paralela a la de su Rey Carlos I y
con él a la del imperio que se despliega para España y
Europa. Si enormes fueron los territorios que hereda Carlos (España,
Flandes, territorios de Austria, reino de Nápoles, América
y el imperio alemán al que luego accederá por
elección), no de menor significación fueron los
desafíos que debió enfrentar, entre ellos: la amenaza
del imperio turco que se desbordó hacia Europa; el conflicto
político y religioso que supuso la Reforma protestante;
continuar en ultramar el descubrimiento y conquista de América
y, como si fuera poco, la rivalidad permanente de su multi vecino
Francia.
Carlos obtuvo resultados diversos en cada una de éstas
gigantes tareas, pero lo más importante, las asumió con
innegable responsabilidad, consecuente al destino que pesaba sobre
sus hombros y a la fe que hereda de sus ancestros.
Fue un emperador no sólo español sino europeo, que
recorrió Europa en más de 40 viajes, con todo lo poco
agradable que era trasladarse durante el siglo XVI.
El legado que recibió Carlos, nieto de los Reyes Católicos,
y del Emperador germánico le constituye en un adversario
histórico de Francia que sintió amenazadas sus
fronteras, con razones y sin ellas, por los extensos territorios
heredados por Carlos I de España y V de Alemania, que
prácticamente rodeaban a una ya poderosa Francia. El escenario
natural del enfrentamiento entre españoles y franceses fue el
norte de la península itálica, la disputada Lombardía,
el Milanesado. Valdivia participa en los tercios de infantería
españoles que toman Milán a los franceses en 1522. En
1524, al mando del marqués de Pescara atacan Marsella sin
éxito retornando en septiembre a Italia.
Francisco I, rey de Francia, dará pruebas de que es un monarca
de espíritu renacentista, de un pragmatismo que recuerda a
Maquiavelo al no trepidar en pactar con cualquier adversario de
Carlos, ya sea protestante o mahometano, con tal de defender los
intereses de una Francia, que con ello da cuenta hasta donde puede
llegar a alcanzar la “razón de Estado”.
Francisco reorganiza sus tropas para contratacar en Italia, el
marqués de Pescara abandona Milán ante la cercanía
de las tropas francesas y los estragos de una epidemia, se refugia en
Lodi. Desde allí, durante un nevado invierno, corría
noviembre de 1524, la infantería de Pescara se toma de noche,
con audacia y sigilo la fortaleza de Melzo, cercana a Milán.
Mientras, Antonio de Leiva con otro contingente de tropas españolas
resistía el fuerte asedio de los franceses en Pavía, en
espera de refuerzos de tercios españoles y tudescos (alemanes
y austriacos).
El marqués de Pescara y su infantería fueron
fundamentales en la batalla de Pavía, en enero de 1525, que
permitió levantar el cerco a la ciudad provocando una fuerte
derrota a las tropas francesas.
A tal punto, que entre los prisioneros se encontró nada menos
que al propio Rey de Francia, Francisco I, que fue trasladado a
Madrid y liberado luego de la firma de un tratado, al año
siguiente, en el que renuncia a sus aspiraciones sobre el Milanesado,
Nápoles, Flandes, Artois y Borgoña.
En aquella trascendente batalla de Pavía, entre los tercios
españoles se encontraban dos jóvenes que luego
escribirán con sus actos páginas relevantes de los
inicios de la Historia de Chile: Pedro de Valdivia, y quién
más tarde será uno de sus más fieles
colaboradores en las tareas de conquista, Francisco de Aguirre.
De Extremadura a América.
Su acción en los campos de batalla le otorga merecidamente el
grado de capitán con el que orgulloso regresa a su Extremadura
natal.
En 1527, contrae matrimonio en Zalamea de La Serena con Marina Ortíz
de Gaete, oriunda de Salamanca. El joven matrimonio residirá
en Castuera, pero la vida plana y algo aburrida de las áridas
tierras del sur de España parece que no se avienen con el
temperamento audaz y aventurero de un joven Valdivia que no resiste
al llamado que realiza Jerónimo de Alderete, en 1535, para
enrolarse en una expedición a Venezuela.
Valdivia representa como pocos, tan fielmente, el talante firme y
aventurero de los conquistadores españoles. Quizás,
vista su trayectoria, era la oportunidad que esperaba, y el destino
Venezuela, fue a la larga sólo un accidente. Jerónimo
de Alderete, quien lo había sacado de Castuera, es quien
recibirá de Valdivia el encargo, diecisiete años
después, de traer a Chile a su mujer. Los esposos no se
volvieron a ver, cuando llega doña Marina al Chile fundado por
Valdivia, el conquistador ha muerto.
El sólo viaje a América en la primera mitad del siglo
XVI debió ser una enorme aventura a bordo de aquellas débiles
carabelas que durante semanas se sometían a la inmensidad y
fuerza del océano. Sabe Valdivia que requiere un escenario
donde pueda demostrar su experiencia militar ganada con valor e
inteligencia en los campos de batalla europeos. Es lo que puede
distinguirlo del resto del contingente de conquistadores.
Por ello, su estadía en Venezuela fue efímera, allí
conoció a Francisco Martínez quien luego sería
su socio en la empresa de Chile. No tarda Valdivia en continuar su
aventura, pero en el Perú, respondiendo al pedido de soldados
que Francisco Pizarro solicita a la Audiencia de Santo Domingo, para
afianzar la conquista del imperio Inca.
Con Pizarro en el Perú
Desde Panamá se embarca hacia el sur y desde la bahía
de Tumbes, al norte del Perú, se dirige por tierra a la Ciudad
de los Reyes, muy pronto Lima. Allí Valdivia se pone a las
órdenes de Francisco Pizarro, por entonces en contiendas de
límites con su antiguo colaborador, Diego de Almagro.
Rápidamente Valdivia se convierte en un asesor cercano a
Pizarro, su experiencia militar debió ser muy estimada ante la
doble necesidad de sofocar las disputas con su antiguo compañero
y consolidar la conquista del imperio Inca. Valdivia fue Maestre de
Campo de Pizarro cargo al que honrará con su talento y audacia
en la batalla de las Salinas.
Almagro de regreso de su frustrada expedición a Chile, libera
Cuzco sitiada por los indígenas y toma la ciudad reclamándola
dentro de su gobernación que ha recibido del rey; Pizarro, por
su parte, la considera dentro de la que él ha recibido del
mismo rey. Almagro mantiene prisioneros en el Cuzco a los hermanos
Hernando y Gonzalo Pizarro. Gonzalo escapa y Hernando es liberado a
condición que se dirija a España como lo requiere el
rey. Finalmente, una vez liberado, Hernando decide encabezar a los
pizarristas y acabar con la amenaza de Diego de Almagro.
En la batalla de las Salinas los almagristas son derrotados y
Valdivia fue, como Maestre de Campo, uno de los principales
responsables de la victoria. Almagro será condenado a muerte
por Pizarro sin posibilidad de apelar al rey.
No terminarán, como veremos, las contiendas civiles entre los
conquistadores en el Perú. Valdivia por su parte fue muy bien
recompensado por el marqués Pizarro, sus méritos
militares le merecieron una encomienda en el valle de La Canela
(Charcas) y una mina de plata en el cerro de Porco (Potosí).
No fueron pocos los españoles que miraron con envidia lo que
recibía el que consideraban “un recién llegado”.
Es que lo obtenido por Valdivia aseguraba el futuro de cualquiera,
la tranquilidad y seguridad material no parecen ser lo que anhelaba
el aventurero y audaz conquistador. Con la misma decisión con
la que había abandonado su Extremadura natal, ahora abandonará
el Alto Perú.
La aventura de la empresa de Chile
A fines de 1539, el marqués Francisco Pizarro visita el Alto
Perú recibiendo los numerosos requerimientos de sus alejados
colonos y conquistadores. Se sorprende el gobernador de Nueva
Castilla ante una solicitud de su respetado Valdivia, que le lleva a
responder inicialmente con un “Os habéis vuelto locos”,
y es que el valiente militar no le ha expuesto quejas o
requerimientos económicos sino un disparatado proyecto, nada
menos que en la “infamada” tierra de Chile.
No podía aparecer quizás ninguna idea más
impopular y temeraria que la de retornar a Chile donde, apenas hacía
tres años, Almagro había comenzado a labrar su ruina
personal en una expedición que con 500 españoles había
salido de Cuzco como una de las más auspiciosas de su tiempo y
regresó diezmada y fracasada. Pero la sorpresa no terminaba
allí, Valdivia dejaría disponibles su encomienda y su
mina de plata y, más aún, no requería apoyo
económico para la empresa, ya que éstas se financiaban
por cuenta de los mismos conquistadores, sino una sola autorización
para pasar a Chile como su Teniente-Gobernador.
Tenía ya Valdivia la idea y la autorización para
llevarla a cabo, pero no faltaron dificultades para lograr los
recursos materiales que permitiesen la empresa y para obtener lo más
importante, el reclutamiento de españoles dispuestos, como él,
a emprenderla. En lo material, Valdivia comprometió sus
recursos y además se endeudó, pero no bastaba, debió
asociarse con el comerciante Francisco Martínez quien a cambio
de capital exigió la mitad de los beneficios que produjese la
empresa. Socio menor fue también Alonso de Monroy. En lo
referente al reclutamiento la situación fue aún más
compleja debido al nefasto antecedente de la expedición de
Almagro. Escribe Valdivia, en 1545, a su Rey desde Chile “no
había hombre que quisiera venir a esta tierra …quedo
tan mal infamada, que como pestilencia huían de ella”.
Pero aún como si fueran pocos los inconvenientes, cuando se
disponía a emprender la marcha, llega a Cuzco Pedro Sánchez
de la Hoz, antiguo secretario de Pizarro que había vuelto a
España a casarse y que regresaba con una cédula real
que le facultaba a explorar las tierras al sur del Estrecho de
Magallanes, dándole el título de Gobernador a las que
desde allí descubriese. La situación era compleja para
el ya alistado Valdivia. Sánchez de la Hoz, con relaciones en
la corte, podía poner en riesgo la empresa que tanto había
costado levantar. Pizarro busca mediar en la situación,
favoreciendo un acuerdo entre los que partían y el que
llegaba, mediante el cual éste último debía
reunirse por mar equipando dos buques con mercadería para
apoyar la expedición a la que debían reunirse en cuatro
meses.
Es en la capacidad de Valdivia de superar dificultades con innegable
tesón donde se calibra su tremenda decisión
emprendedora, que acompañada de un liderazgo natural y sentido
de la oportunidad, le permite no sólo idear, sino llevar a
cabo la empresa de la conquista de Chile venciendo todo tipo de
obstáculos. Valdivia se juega no sólo la vida en una
incierta idea por la que muchos pensaron que había perdido el
juicio al poner en juego su próspera y cómoda
situación. Valdivia arriesga lo mucho que ya ha obtenido para
mirar más alto: “Dejar fama y memoria de mí”,
por sobre comodidades mundanas y riquezas triviales, es lo que el
emprendedor Valdivia confiesa le anima en su empresa de Chile.
La travesía del desierto y la fundación de Santiago
Desde Cuzco inician la marcha en enero de 1540 apenas once españoles
junto a cientos de yanaconas. Además, una española,
Inés Suárez, que como viuda de un soldado muerto en la
batalla de las Salinas, había recibido una pequeña
encomienda en el valle de la Canela, donde conoció a Valdivia.
La expedición tomó rumbo al desierto de Atacama y
esperaba se le fueran reuniendo nuevos contingentes que debían
llegar desde el altiplano. Desde el inicio aparece la dificultad en
lo acometido. Aún en el Perú, en el valle de Talama, el
socio Francisco Martínez es herido gravemente por un ataque
indígena por lo que debe regresar a Arequipa. En Atacama
deciden levantar campamento, recuperar fuerzas en espera de los otros
contingentes, se suman primero Francisco de Villagra con 30 soldados,
luego Juan Bohón con otros 60. También llega Rodrigo de
Araya con 16 soldados más. No será sólo el
número sino la calidad del nuevo contingente entre ellos
también Jerónimo de Alderete, viejo amigo de Valdivia,
y el capellán Rodrigo González Marmolejo.
Teniendo noticias de que Francisco de Aguirre bajaba con españoles
desde el altiplano a plegarse a la expedición, abandona
Valdivia el campamento para adelantarse a su encuentro. Mientras,
Pedro Sánchez de la Hoz, socio de Valdivia, junto a otros
cuatro españoles irrumpen sigilosamente de noche en el
campamento escogiendo la tienda de Valdivia donde para su sorpresa
sólo encuentran a Inés Suárez que alarmada da
avisos de la intempestiva invasión. La situación es
tensa ya que sospechan que lo que urdía Sánchez de la
Hoz era el asesinato de Valdivia. No había podido cumplir su
parte del acuerdo, y de los barcos y provisiones nada, había
huido de Cuzco perseguido por acreedores y decidió traicionar
a su socio para tomar el liderazgo de la expedición. Valdivia
avisado del incidente, regresa al campamento con la buena nueva del
encuentro con Francisco de Aguirre y Rodrigo de Quiroga con otros
veinticinco soldados. Astuto Valdivia estudia la situación de
la sospechosa llegada de Sánchez de la Hoz y finalmente dicta
sentencia perdonando a los conspiradores pero a cambio de su
inmediato regreso al Perú. Dos de ellos suplican les permita
continuar, Sánchez entre ellos, a lo que accede obteniendo una
escritura por la que renunciaba a sus derechos de sociedad por
incumplimiento de lo acordado.
Después de dos meses recuperando fuerzas, prosiguen en agosto
para finalizar la travesía del desierto de Atacama. La
expedición se divide en cuatro grupos, uno tras otro con un
día de diferencia entre cada uno, buscando aprovechar mejor y
permitir la recuperación de las escasas fuentes de agua. El
andar es lento, el calor abrasador del día se transforma en
gélidas noches, los cadáveres de la expedición
de Almagro marcan el rumbo pero debilitan el ánimo. Juan Ruiz,
desalentado, comienza a buscar adeptos para emprender el regreso,
Valdivia conocedor de lo que podía significar en aquellas
condiciones una división de la hueste no trepida en hacer
ahorcar por traición al insurgente.
En octubre, finalmente alcanzan el valle de Copiapó, no habían
sido pocas las bajas entre los yanaconas al cruzar el desierto.
Valdivia debía marcar luego de la penosa travesía un
hito esperanzador para toda su expedición. De allí que
hiciera una ceremonia de toma de posesión con la mayor
relevancia que se lo permitían las duras circunstancias. Bajo
la bendición de una cruz en lo alto, luego de un Te Deum, con
la tropa ostentando sus uniformes, redoble de tambores incluidos, el
conquistador con el pendón de castilla en una mano y la espada
en la otra llamó a esta tierra y la por descubrir hacia el
sur, la Nueva Extremadura, en recuerdo a su región natal.
Tomaba posesión de ella a nombre de S. M. el Rey de España,
no del Gobernador Pizarro, con ello daba a entender sus intenciones
de ser él mismo gobernador, como su liderazgo natural avalaba.
Antes de continuar hacia el sur recibieron un último refuerzo
de unos veinte hombres, entre ellos, Alonso de Córdoba.
En diciembre estaban junto al cerro Huelén, probablemente el
día 13, el de Santa Lucía. El paisaje primaveral del
valle del Mapocho, su tierra fértil y una mayor cantidad de
indígenas motivan a Valdivia y su hueste a fundar allí
la primera población el 12 de febrero de 1541, en la amplia
isla que el propio Mapocho formaba entre dos brazos del río,
que junto a los cerros favorecía su defensa. Ha transcurrido
más de un año desde la salida del Cuzco. La futura
capital de Chile recibía el nombre de Santiago, patrono de
España. El Apóstol había sido inseparable
compañero de las huestes cristianas durante la reconquista
frente al Islam, ahora su devoción alcanzaba a los confines de
América. Trazó la ciudad, Pedro de Gamboa siguiendo
forma de damero; se reparten los sitios y se levantan las chozas de
barro y paja.
En marzo, se establece cabildo, alcaldes y procuradores. Nada más
asentarse comenzó a correr el rumor de que Pizarro habría
muerto a manos de una conspiración almagrista, lo que mueve al
Cabildo a entregar a Valdivia el título de Gobernador y
Capitán General Interino a nombre del Rey. Valdivia, astuto,
sabe que debe dejar constancia de su desapego al poder, fue Pizarro
quien le autorizó la expedición como su Teniente
Gobernador, por lo que si no ha muerto Pizarro, el aceptar podría
hacerlo sospechoso de traición. Rechaza entonces el
ofrecimiento, pero el Cabildo, luego de unos días, insiste e
incluso presiona amenazando con entregar a otro el gobierno.
Finalmente, Valdivia acepta no sin preocuparse de que quede
constancia de que lo hace contra su voluntad, y por petición
del Cabildo, que le hace ver que así serviría mejor a
Dios y al rey. Efectivamente, Pizarro fue asesinado por los
almagristas, pero el 26 de junio de 1541, cuando ya Valdivia había
aceptado el título de Gobernador.
Destrucción y penurias
La fundación de Santiago supuso un primer asentamiento no
exento de riesgos y problemas que no tardaron en aparecer. La
búsqueda de oro los llevó a establecer lavaderos en el
Marga-Marga y cerca de allí, en las playas de Concón,
manda construir un bergantín que permita el traslado del oro
al Perú y con ello alentar y financiar el envío de
auxilios. Supervisando estas labores se encontraba Valdivia, cuando
recibe alarmantes noticias que enviaba desde Santiago su Teniente
Gobernador Alonso de Monroy advirtiéndole que sospecha de una
rebelión entre sus huestes. Al llegar a Santiago y reunirse
con sus más cercanos, concluyen mantenerse alertas sin reunir
pruebas contundentes de conspiración. Días después,
Gonzalo de los Ríos, quien tenía a cargo los lavaderos
y el astillero se presentaba exhausto, en compañía del
negro Juan Valiente, eran los únicos sobrevivientes de los
levantamientos indígenas que en ambas faenas habían
aniquilado a más de veinte españoles. Al dirigirse
Valdivia al lugar, el cronista Mariño de Lobera pone lágrimas
en el rostro del Gobernador a la vista del desastre.
Los problemas continúan, de regreso en Santiago la intriga se
hace evidente ante la indiscreción de Alonso de Chinchilla que
no contiene su alegría al ver a un Valdivia desalentado por la
tragedia. No eran pocos los conspiradores, entre ellos el procurador
Pastrana y el regidor Solier y el infaltable Sánchez de la
Hoz. El proceso decide la horca de cinco españoles, entre
ellos Chinchilla, Pastrana y Solier. Sánchez de la Hoz vuelve
a salvar la vida, quizás Valdivia no quiere ganarse enemigos
en el Perú o en la Corte donde sabe que el poco fiable Sánchez
mantiene vínculos. Valdivia escribe al Rey que ha dejado pasar
con disimulo a algunos involucrados “y con esto aseguré
la gente”. Puede parecer dura la sentencia a los ojos de hoy,
pero era la segunda intentona de darle muerte, las condiciones en que
se encontraban los conquistadores exigía rigurosidad en las
condenas para los cabecillas y Valdivia no trepidó en
otorgarla. Mientras, luego de las tragedias de Concón y
Marga-Marga, los rumores de nuevos levantamientos indígenas
eran cada vez mayores. Los indios acababan con los alimentos en torno
a Santiago y Valdivia, ante la escasez de alimentos y la inminente
amenaza tomaba prisioneros a siete caciques de las inmediaciones.
Supo entonces el Gobernador de dos concentraciones de indígenas,
una en el valle de Cachapoal, la otra en el de Aconcagua, y decidió
no esperar su ataque, sino acometer con 90 soldados para disolverlas.
No obstante, era lo que esperaba Michimalonco, la separación
de sus adversarios, en Santiago quedaban sólo unos cincuenta
españoles y los yanaconas todos al mando de Monroy.
Avanzada la noche que esperaba el amanecer del domingo 11 de
septiembre de 1541, Michimalonco a la cabeza de unos 8000 indígenas,
del Aconcagua y el Mapocho, inician los atronadores gritos de ataque
al incipiente poblado de Santiago que vigilante pero disminuido se
alista a la defensa. En la oscuridad, los indígenas se
preocupan de encender fuego a los techos de las débiles
cabañas mientras los arcabuceros españoles, sin
visibilidad, no pueden aprovechar la superioridad de las armas de
fuego. El amanecer confirma una desoladora situación, el
poblado está semi destruido y pareciera vulnerable, lo que
renueva el ataque indígena. Los siete caciques presos viendo
cercana su liberación, avivan desde el interior con sus
propios gritos a sus guerreros para acelerar su rescate. Inés
Suárez, que atendía a los heridos se percata de la
situación límite a la que está expuesta la
incipiente ciudad, y con una espada se dirige a la habitación
de los presos exigiendo al par de guardias “Que matasen luego a
los caciques antes que fuesen socorridos de los suyos” a lo que
perturbado uno de ellos responde “Señora, ¿De que
manera los tengo yo que matar?”, la Suárez no titubea y
actúa “¡Desta manera! Y ella misma los decapitó”,
y siguiendo al cronista Jerónimo de Vivar, la mujer con la
espada ensangrentada en una mano y la cabeza de una de sus víctimas
en la otra, se dirigió al frente para enrostrarles su acción
a sus atacantes, ante lo cual, habrían disminuido su
entusiasmo. Valdivia escribió que esta acción permitió
evitar que “no quedara español vivo en toda la dicha
ciudad”, destacando que después de dar muerte a aquellos
caciques “salisteis a animar a los cristianos que andaban
peleando, curando a los heridos y animando a los sanos”. No hay
duda que el gesto brutal de la Suárez debió tener
relevancia en el ánimo de los suyos y el desaliento de sus
adversarios, pero no sabemos cuanta en realidad. En la tarde, una
carga de caballería liderada por Francisco de Aguirre permitía
repeler el asedio.
La leyenda señala, como atestigua la crónica de Mariño
de Lobera, que Michimalonco mandaba espías a contar
repetidamente cuantos eran los españoles a caballo y de a pié,
esperando ratificar bajas en las filas españolas, tenía
certeza el cacique luego de varios testimonios que los a caballo eran
32. Pero en medio del asedio llegan distintos informantes con la
inesperada noticia que los de a caballo no eran menos, sino uno más,
33. Michimalonco se rió de ellos pensando se les había
pasado la mano con la chicha que los avivaba para el combate. Envió
nuevos espías que para su sorpresa confirmaron los 33.
Francisco de Villagra, también habría notado que los a
caballo eran 33 y no los 32 conocidos. Mariño de Lobera
escribe que aquel valeroso jinete desconocido no era otro que “el
glorioso Apóstol Santiago, enviado de la divina Providencia
para dar socorro al pueblo de su advocación, que invocaba su
santo nombre”.
No sólo el apóstol Santiago fue entonces venerado, la
fe católica llega a Chile con los primeros españoles.
Valdivia traía consigo una sencilla imagen de la Virgen del
Socorro, a la que con el tiempo se le habría ubicado una
ermita, de popular veneración, con los años se habría
construido allí la Iglesia de San Francisco. Hoy aquella
histórica imagen de la Virgen del Socorro preside aquella
Iglesia.
El balance fue desolador pero pudo haber sido aún peor: cuatro
españoles y veintitrés caballos muertos, la destrucción
de casi todo lo que se había traído y levantado con el
esfuerzo de meses. Quedaron tres cerdos, unos pollos y dos puñados
de trigo, lo cual debieron sembrar y cultivar durante un par de años
sin alimentarse de ello. Los dos años siguientes, demuestran
la tenacidad extraordinaria de poco más de un centenar de
españoles, que sin apoyo exterior y ante la amenaza indígena
siempre latente, subsisten con lo mínimo echando mano a raíces
y a la mínima caza de la región.
Valdivia está conciente que en esas condiciones la conquista
es incierta, envía a Alonso de Monroy y otros cinco españoles
a buscar refuerzos al Perú. Sólo se sabrá de
ellos dos años después al recalar en septiembre de 1543
el Santiaguillo, como adelanto de los socorros que enviaba
Monroy, luego de increíbles peripecias. El fiel colaborador de
Valdivia camino al Perú, había sobrevivido tan sólo
con uno de sus acompañantes, escapando de un cautiverio de
meses entre los indígenas de Copiapó. Ahora, dos meses
después del arribo del Santiaguillo, llegaba por tierra
con setenta españoles, que sumados a los ya instalados,
constituían alrededor de doscientos, comenzaba así una
nueva etapa de la aventura de la conquista de Chile.
El arribo de Pastene y la primera expedición al sur de
Chile
Vista la experiencia reciente de Monroy, Valdivia decide establecer
una ciudad hacia el norte que haga escala facilitando la comunicación
con el Perú. Juan Bohón será el encargado, en
1544, junto a treinta españoles de fundar en el Valle de
Coquimbo la ciudad de La Serena.
Ese mismo año llega otro barco, el San Pedro, enviado
con enseres por el Gobernador del Perú Vaca de Castro, y
piloteado por el genovés Juan Bautista Pastene. Poco después,
por encargo de Valdivia y al mando de los dos pequeños navíos,
el Santiaguillo y el San Pedro, Pastene realiza una
exploración de la costa hacia el sur, de la que regresa
después de haber alcanzado hasta la latitud de la actual
Osorno. La magnitud de los ríos, la fertilidad de la tierra
avistada y la abundancia de indígenas, fundamental para un
futuro reparto de encomiendas, le permiten transmitir su optimismo al
mismo Valdivia. Pero el Gobernador sabía que para avanzar
hacia el sur requeriría de mayor fuerza sino quería
poner en riesgo lo ya logrado.
Para atraer a nuevos contingentes debía enviar oro que
alentara a españoles dejar el Perú. Logra reunir
veinticinco mil pesos de oro que entrega a Monroy para que vuelva al
Perú, paralelamente por mar, envía también a
Pastene.
Las encomiendas en los valles cercanos a Santiago se hacían
pocas ante los requerimientos de los nuevos contingentes, lo que
motiva al Gobernador a dirigirse hacia el sur, en enero de 1546, con
sesenta soldados, que se maravillaban de las tierras, ríos y
bosques que proliferaban a medida que avanzaban, tanto como de la
crecida población indígena que avistaban. Cruzaron el
Itata incluso el ancho Bío-Bío, instalando campamento
en la bahía de Penco, de noche son atacados con una ferocidad
desconocida, angustiados, finalmente, la caballería pudo
romper el cerco, reagruparse y emprender la retirada. La noche
siguiente a orillas del Andalién, temiendo un nuevo ataque
mapuche dejaron los fuegos encendidos y el campamento a medio hacer
para regresar esa misma noche hacia Santiago por la costa. De esta
escaramuza, entre los indios capturados, se encontraría un
joven de unos doce años, Leftrarú, luego yanacona y
paje de Valdivia, será el mismo Lautaro.
En busca de refuerzos y con La Gasca en el Perú
El sur de Chile se logra con apoyo del norte, pero Monroy y Pastene
no regresaban. El Gobernador decide enviar a Juan de Ávalos
con más préstamos de oro de los colonos, siempre para
alentar nuevos contingentes.
Después de más de dos años regresó
Pastene, pero sin Monroy, que había muerto de una fulminante
enfermedad en el Callao, tampoco traía mercaderías pues
otro de los españoles que los acompañaba, Antonio de
Ulloa, los había traicionado uniéndose a la rebelión
de Gonzalo Pizarro contra la Corona, y llevándose en ello el
oro y el bergantín San Pedro.
Las calamidades no parecen cesar, ha perdido a su más leal
colaborador, otro lo ha traicionado y otro regresa impedido de
cumplir su misión. Para colmo, la situación en el Perú
es confusa, producto esta vez de una rebelión nada menos que
ante la Corona, que responde enviando a nombre del Rey desde Panamá
al clérigo La Gasca. Las noticias son deprimentes, pero
Valdivia ve en ellas una oportunidad de confirmar la conquista de
Chile a través de su personal esfuerzo en el Perú. Pero
para cumplir su cometido requiere guardar sus planes con reserva y
reunir recursos de los que no abundan en la Nueva Extremadura. En el
paso del desierto, hacía ya seis años Valdivia había
anunciado la prohibición del retorno sin autorización
de cualquier español, medida que justificaba en defensa de la
misma empresa de conquista. El Gobernador se las ingenia ahora para,
coludido con Villagra y Alderete, anunciar que por primera y única
vez se permitirá regresar al Perú en el Santiago,
barco en el que regresó Pastene, incluso con el oro de que
dispongan. La en apariencia generosa oferta fue aceptada por al menos
quince españoles que embarcan sus posesiones reducidas a oro,
mientras en la costa el Gobernador los despide con una fiesta,
retirándose él primero para fugazmente embarcarse e
izar velas hacia el norte. El engaño es artero, los afectados
blasfeman en la playa mirando como el fruto de su trabajo es vilmente
esquilmado, se dirigen a Villagra quien trata de explicar que la
necesidad ha exigido este “préstamo forzoso” y que
aguarden con paciencia lo que se les devolverá; y sin más,
sabiendo que no es el momento de comprensión, se dirige
galopando a Santiago a llevar al cabildo los despachos de Valdivia en
los que lo nombra Teniente Gobernador, durante su ausencia. Ambos han
acordado comunicarse en Quintero, donde Valdivia astutamente espera
noticias de lo que ha sucedido tras su inesperado zarpe. Un emisario
de Francisco de Villagra le entrega las esperadas noticias de que el
cabildo ha reconocido al teniente gobernador y que le trae cartas de
recomendación del mismo Cabildo dirigidas al Rey y a La Gasca,
le agrega que hay cierta efervescencia por la trampa urdida y el
intempestivo viaje. Ya se preparaba a zarpar, cuando aparece otro
emisario que le da cuenta que de esa efervescencia se levantó
una rebelión urdida por Pedro Sánchez de la Hoz y un
tal Romero, que al parecer desde hacía tiempo y coludidos
antes con el mismo Antonio de Ulloa, planeaban la sedición.
Descubiertos y apresados, Villagra los ha ahorcado, “y esto os
vengo a decir”. Valdivia respaldó la sentencia del
Teniente Gobernador, Sánchez de la Hoz había estado
detrás de cada intriga en su contra, por lo que zarpa ya junto
a Alderete y pocos más hacia el Perú.
El objetivo es alcanzar a llegar para reunirse a las tropas de La
Gasca y prestar su experiencia militar al enviado de su rey y acabar
con la rebelión de Gonzalo Pizarro. Con ello favorecer la
confirmación de su nombramiento de Gobernador. Tras
desembarcar en el Callao, Valdivia se apertrechó para la
contienda y lideró una hueste de partidarios del Rey que salen
rápido desde Lima hacia Cuzco para reunirse a La Gasca. En
febrero de 1548 cerca de Cuzco lo recibe cordial pero con un simple
trato de capitán, antes de enfrentarse a los rebeldes. No
obstante, la trayectoria militar de Valdivia es considerada y le
permite ser nombrado como uno de sus maestres de campo. La Gasca
despliega sus dotes diplomáticas ofreciendo amnistía a
las ya debilitadas tropas de Gonzalo Pizarro para que decidan
abandonar la rebelión. Por su parte, Valdivia demuestra
nuevamente su gran capacidad militar rodeando al ejército
adversario y atacándolo con orden y sorpresa de madrugada. El
ataque en Jaquijahuana provocó tal desconcierto entre los
rebeldes que, tras escasos combates, favoreció la aceptación
de la amnistía ofrecida por La Gasca. Se dice que cuando éste
agradecido recibió tras la batalla a su Maestre de Campo,
exclamó “¡Ah Señor Gobernador, que Su
Majestad os debe mucho!”, ello suponía que Valdivia era,
finalmente, Gobernador de Chile por el Rey.
El regreso del Gobernador
No hay tiempo que perder y Valdivia acelera el alistamiento en el
Cuzco de 80 soldados y los envía con un capitán para
que inicien camino, mientras, él levanta bandera de
alistamiento en Lima, Arequipa y Alto Perú, compra navíos,
caballos y provisiones, todo es para Chile. Su empuje fue tal que no
reparó en contravenir instrucciones de La Gasca, de no enrolar
a connotados pizarristas, ni tomar indios peruanos, su voluntarismo
le traerá consecuencias.
Cerca de Tacna, en plena ruta hacia Chile, Valdivia es detenido por
Pedro de Hinojosa, enviado por La Gasca con orden de hacerle regresar
a Lima a rendir cuenta de acusaciones en su contra. Valdivia se
somete a la autoridad y obedece. La Gasca había tenido noticia
de la ejecución de Pedro Sánchez de la Hoz, lo que
sumado a las faltas mencionadas en el alistamiento, más las
acusaciones de soldados que habían llegado desde Chile que lo
culpan con razón y sin ella, con argumentos pero evidente
pasión y envidias, le mueven a abrir investigación y
resolver los asuntos del cuestionado Gobernador de Chile. Pesan en su
contra acusaciones de rebeldía a la autoridad real, ambición
de mando, crueldad con soldados y pobladores e inmoralidad y
escándalo de vida. En su favor, Valdivia cuenta con la llegada
de Pedro de Villagra con cartas del Cabildo de Santiago y españoles
que testifican a su favor. La sentencia, de noviembre de 1548, lo
absuelve y lo confirma como Gobernador, pero le impone algunas
condiciones. Entre ellas, que no tomara represalias contra sus
adversarios, que dentro de seis meses de su llegada a Chile casará
o enviará a España a Inés Suárez, y que
devolviese los caudales burlados a los particulares al viajar a Perú.
Podría esperarse que el regreso del Gobernador cambiase de una
vez la incertidumbre de la afanosa conquista de Chile. Pero nada más
llegar a La Serena las expectativas se derrumban ante la terrible
evidencia de una constante, quizás de toda nuestra Historia:
el permanente requerimiento de tener que comenzar, repetidamente, una
y otra vez, y, en ocasiones, casi desde cero.
Volvía con el apoyo de 200 soldados, más de los que
había dejado al partir pero las penurias no tardaron en
aparecer. La Serena estaba destruida, los indios de Huasco habían
acabado con todos, más de treinta españoles. Dejó
un contingente que iniciara la reconstrucción y sigue por mar
hacia Valparaíso, donde arriba en abril de 1549. Es recibido
con esperado júbilo por la población de Santiago.
Sin espera enviaba al aguerrido Francisco de Aguirre a pacificar la
región de La Serena y a refundar aquella ciudad; y al leal
Francisco de Villagra, al Perú, por más refuerzos.
Al sur, nuevas ciudades, pero mayor dispersión
Anhelaba Valdivia regresar y emprender lo inconcluso, afianzar el
sur. En 1550, vuelve a cruzar el Bío-Bío, su salud está
algo resentida pero no interrumpe su marcha, montado a caballo y
también, a veces, llevado por sus yanaconas. A orillas del
Andalién se enfrentan a miles de araucanos en furiosa batalla
de más de tres horas. Valdivia se instala en el lugar donde
nacería Concepción. En la batalla habría muerto
Michimalonco y amputa la mano derecha a decenas de indios como
escarmiento.
Instalado durante 1550 en el fuerte de Penco, humilde realidad de la
denominada Santa María de la Inmaculada Concepción,
instala Real Audiencia y al parecer eran sus planes establecer allí
la capital. No tendría oportunidad, ni intención, al
menos por entonces, de regresar a Santiago.
En febrero de 1551, en compañía de Pedro de Villagra y
170 españoles inicia una campaña desde Concepción
al sur. A orillas del río Cautín, deja a Villagra con
un grupo terminando un fuerte. Un año después de su
salida de Concepción funda cerca de la costa la ciudad de
Valdivia. Un par de meses después, al interior, La Imperial.
Fue en esta campaña cuando se habría dado a la fuga su
paje Lautaro. Hacia la costa y hacia la cordillera, incansable,
también funda Villarrica a orillas de un gran lago,
asentamiento de minas de plata. Nada parece detener el tesón
de Valdivia, su audacia lo llevaría nada menos que hasta el
golfo del Reloncaví, a la altura de la actual Puerto Montt.
Mientras, ha instruido a su viejo amigo Jerónimo de Alderete a
viajar a España con importantes encargos: entregar el Quinto
Real, confirmar su nombramiento de Gobernador mediante cédula
Real, traer a Chile a su esposa doña Marina Ortíz de
Gaete, y solicitar el obispado para González Marmolejo.
Más que ciudades, las nuevas fundaciones debían tener
características de plazas fuertes, los síntomas de un
alzamiento indígena se hacen evidentes en la atmósfera
del verano de 1553, cuando Valdivia establece los fuertes de Tucapel,
Arauco y Purén. La fundación de ciudades había
comenzado a dispersar la escasa población española en
un territorio boscoso de difícil comunicación.
Un despacho compuesto por seis españoles desde La Imperial
hacia el fuerte de Tucapel es emboscado y sólo dos logran
sobrevivir refugiándose en el fuerte de Arauco. Mientras, el
fuerte de Purén era atacado por Caupolicán y resiste
apenas gracias a refuerzos llegados desde La Imperial. El ambiente
desde Concepción al sur se hacía cada vez más
tenso y difícil, los últimos enfrentamientos daban
cuenta de que los araucanos atacaban distinto que en las batallas
iniciales. Habían asimilado las tácticas españolas
y comenzaban a reconocer sus debilidades, lo mismo que a aprovechar
sus propias ventajas.
La muerte menos temida, da más vida
No fue Valdivia un hombre que esperara a que los acontecimientos
sucedieran, su temperamento lo llevó siempre a salir al
encuentro de ellos.
Notificado el Gobernador de la gravedad de la situación su
lugar no podía ser otro que liderando la campaña. El 23
de diciembre sale rumbo al fuerte de Tucapel, desde Concepción,
con 50 españoles para reunirse allí con Juan Gómez
de Almagro que debía llegar desde Purén. Luego de un
día de marcha decide enviar una avanzada de cinco españoles
a cargo de Luis de Bobadilla. Encontrándose al día
siguiente cercanos a Tucapel extraña no tener noticias de
Bobadilla, luego, algunos indios de servicio anuncian el desastre, el
fuerte que encuentran estaba totalmente destrozado y de sus ocupantes
españoles no hay rastro y se teme lo peor. Al llegar el
silencio es aún más inquietante, se saben vigilados.
Mientras establecen campamento entre los restos humeantes del fuerte,
el día de Navidad de 1553, irrumpen desde la profundidad de la
naturaleza los gritos salvajes de los araucanos que estremecen el
alma de los ya inquietos conquistadores. Comienza el ataque de
cientos que ahora sorprenden porque una vez repelido el primer choque
no se aquieta el fragor del combate, aparecen sin tregua otros nuevos
cientos que renuevan la embestida. Siguen las órdenes de
Lautaro, así una y otra vez los ataques mapuches se repetían
sucesivos y renovados, agotando poco a poco la resistencia de la
hueste del fundador de Chile. Entre quienes lo acompañan en la
trágica batalla, estaba el clérigo Pozo, así la
cruz y la espada se entrecruzan presentes también en la hora
de la muerte, como parecieran haber compartido toda su vida.
No quedaron españoles vivos en Tucapel y no tenemos más
que lo escrito por los cronistas de la época, la muerte de
Valdivia no era la de cualquiera y Lautaro lo sabía muy bien
porque conoció de cerca la autoridad del liderazgo del
extremeño. Unos señalan que fue torturado durante tres
días antes de morir, y que habrían extraído a
carne viva su corazón para devorarlo, mientras su cráneo
fue conservado como trofeo para beber chicha y devuelto medio siglo
después por Pelantarú, junto al del Gobernador Martín
Oñez de Loyola, también muerto en combate.
Sólo sabemos que en Tucapel dio testimonio al lema de su
escudo familiar, porque bien supo el conquistador que “la
muerte menos temida, da más vida”. ·- ·-· -······-·
Gonzalo Larios M.
***
Visualiza la realidad del aborto: Baja el video Rompe la conspiración de silencio. Difúndelo.
|
|
Para
volver a la Revista Arbil nº 126
Para volver a la tabla de
información de contenido del nº 125
La página arbil.org
quiere ser un instrumento
para el servicio de la dignidad del
hombre fruto de su transcendencia y
filiación divina
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y
Crítica", es editado por el Foro
Arbil
El contenido de
estos artículos no necesariamente
coincide siempre con la línea editorial
de la publicación y las posiciones del
Foro ARBIL
La reproducción total o parcial
de estos documentos esta a disposición
del público siempre bajo los criterios
de buena fe, gratuidad y citando su
origen.
|
Foro
Arbil
Inscrita en el
Registro Nacional de Asociaciones. N.I.F.
G-47042954
Apdo.de Correos
50080 Zaragoza (España)
ISSN: 1697-1388
|
|
|