Terminada una clase sobre el Gulag, el grupo de asistentes -todos profesionales de larga trayectoria y muy fundada cultura- preguntó lo obvio: ¿Por qué tanta ignorancia sobre el más espantoso procedimiento de "moler carne humana" (así lo llegaron a llamar los propios rusos) que se haya desarrollado en la Historia de la Humanidad?
Por varias razones, estimados.
Primero, porque los libreros ocultan en el mundo entero buena parte de la información.
Recorra usted las librerías de Santiago y pida a Solzhenitsin, o El libro negro del Comunismo o pregunte si están a la venta las obras de Orlando Figes, quien en dos semanas más visita Chile (ilustrísimo investigador sobre la vita cotidiana durante el terror de Stalin). Y en Blockbuster, pida el gran video de HBO sobre Stalin. Todo se lo negarán.
Segundo, porque nuestros amigos judíos no han podido entender que la difusión del Gulag (27.6 millones de personas pasaron por el sistema, según Anne Applebaum), en nada minimiza el espantoso Holocausto. Por el contrario, dos dramas paralelos explican mejor dos crímenes reales y de magnitudes similares (Hannah Arendt, judía, no se hizo problema alguno al compararlos en Los orígenes del Totalitarismo).
Tercero, porque en las Universidades, si explicas el Gulag, no falta el joven comunista que te denuncia por fascista; igual cosa hace el mismo muchacho, ciertamente, si un profesor no dedica tiempo infinito al Holocausto nazi. Y, para qué decir, si la conferencia es pública: en pocos sitios no estás expuesto a la funa.
Y, para rematar, los comunicadores. De ellos, se ha dicho ya casi todo. Lo grave es que en esta materia, simplemente callan. ·- ·-· -······-·
Gonzalo Rojas Sánchez
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