El estrecho de Ormuz (en persa : تنگه هرمز, Tangeh-ye
Hormoz; en árabe:
مضيق هرمز, Maḍīq
Hurmuz) es un estrecho
angosto entre el golfo
de Omán, localizado al sudeste, y el golfo Pérsico, al
sudoeste. En la costa norte se localiza Irán y en la costa sur
Omán.
Fue guarida de piratas desde el siglo VII a. C.
hasta el XIX. Comparte su
nombre con una pequeña isla en la que están los restos de un castillo
portugués, testigo ibero de otro tiempo en el que Occidente también penetró en
el Oriente siempre misterioso y peligroso. Por aquel entonces, el petróleo eran
las especias.
Como sabrán los lectores,
actualmente tiene gran importancia estratégica debido a que se encuentra en la
salida del golfo Pérsico, que es rico en petróleo. Se estima que
aproximadamente el 40% de la producción petrolífera mundial es exportada por
este canal. Su anchura en el cabo es de 60 kilómetros. Se considera la clave para el control del petróleo mundial.
Ahora, en vez de redundar en las
crecientes informaciones sobre fragatas y navíos que suelen ser la actual
versión de los viejos tambores de guerra, siempre más emocionantes que la CNN y Al-Yazira, por cierto esta cadena árabe puede traducirse y es otra evocación peligrosa
en segundo escalón para España, como Algeciras. Significa “la isla” o “la
península”, pues para los árabes del. S VII, eran lo mismo, y a la vez ambas
cosas eran la península arábiga y la ibérica.
Pero antes de los árabes y el
Islam, los que por allí mandaban eran los persas, de cuya religión quedan muy
pocos residuos directos. En Irán les llaman los “magos”, son tolerados por
pocos e inofensivos, a modo de una reserva india, y tienen como sagrados
algunos fuegos donde el petróleo afloraba espontáneamente al suelo. Y no
andaban muy despistados, pues, desde luego, el petróleo sigue siendo sagrado,
al menos por el tiempo que le quede. Parece claro que el título de los “Reyes
Magos”, procede de esa procedencia geográfica y de sus notables conocimientos
astronómicos, comunes a todos los herederos de los caldeos. Otra pervivencia,
más vigorosa, es el dualismo.
El libro sagrado de los persas era
el Avesta< , atribuido
a Zoroastro, un filósofo
medo que vivió en el siglo
VI a. C. Nietzsche le llamó “Zaratustra”, y es cosa seria
por que el desequilibrado filósofo era un gran filólogo y escribía muy bien. El
asunto es que esa doctrina reconoce un Ser Supremo, que es eterno, infinito,
fuente de toda belleza, generador de la equidad y de la justicia, sin iguales,
existente por sí mismo o incausado y hacedor de todas las cosas. Hasta aquí
bien, y nos entendemos todos.
Del núcleo de su persona salieron Ormuz
y Arimán, principios de
todo lo bueno y de todo lo malo, respectivamente. Ambos produjeron una multitud
de genios buenos y malos, en todo acordes con su naturaleza. Y así, el mundo
quedó dividido bajo el influjo de estos dos grupos de espíritus divididos y
bien diferenciados. Esto es lo que explica la lucha en el orden físico y moral,
en el universo. El alma es inmortal y más allá de esta vida, le
está reservada la obtención de un premio o de un castigo. La carne es
pecaminosa e impura. La antropología de Platón está emparentada con esta línea,
y ni el San Agustín ni Lutero se escapan a ella, influidos el primero por el
maniqueismo, y el segundo por el contrapeso Gracia&pesimismo antropológico.
Lo que podemos simplificar como antropología católica nuclear está más bien en
la línea unitiva, vinculada a Aristóteles y al principio de Encarnación. Pero
sigamos con el dualismo. La inclinación hacia el mal tiene su origen en el
pecado con el que se contaminó el primer hombre. Esta denodada lucha entre
Ormuz y Arimán, tan equilibrada como la del día y la noche, ha de tener un desenlace
final, y el triunfo debe ser de Ormuz, el principio del bien. El dualismo del
bien y del mal es paralelo, aunque no coincidente, con el del espíritu y la
carne.
El maniqueísmo se ha presentado en
diversas formas antiguas y modernas. No hay que confundir su acepción
específica, los seguidores de Manes, otro persa, del s. III, que sumó al
zoroastrismo elementos gnósticos, ocultistas, algo no tan demodé como pudiera
pensarse, dado que eso que de hay unos elegidos, en el secreto de la Luz, y otros oyentes, enterados de lo que los primeros suministran, es invento
suyo. En un sentido amplio se utiliza como sinónimo de dualismo. Y este término
en cuanto completa simetría o paridad, puesto que el Bien y el Mal es claro que
se enfrentan sin necesidad de tanta palabrería, por ej. en cualquier western o
cuento infantil. Pero si entramos en profundidad, reparando en el mensaje y no
en que se trate o no de ficción, Saruman del Tolkien, Lucifer en el Génesis,
o por descargar densidad el Caballero Negro, de una mesa artúrica, no rigen
como principio propio, como Mal Absoluto autónomo del todo y en paridad con el
Bien, si no que son originarios de ese mismo Bien que por algún misterio,
asociado a que el bien moral exige libertad, la soberbia hace que algunos, así
sean el ángel más bello, opten por el mal.
Retomemos el libro sagrado Avesta,
donde se encuentran vestigios de diversas creencias primitivas: los dogmas de la unidad divina, de la creación, de
la inmortalidad del alma, de premios y castigos en una vida futura. Es de
señalar que en esta lucha entre los genios malos y buenos, hay un paralelismo
con la concepción bíblica, (mejor que decir judeocristiana, pues es concepto
delicado, además que puede usarse para enfrentarlo al Islam, y, al menos en
esto, no corresponde), de la lucha entre los ángeles sumisos al Creador y los que contra él se
revelaron. Pero la diferencia grande está en que para Dios, dicho al modo
“monista”, unitario, sea o no trino, Él es la fuente de todo. Descartando el
pulso entre iguales, como no son parejas la luz y la oscuridad; la oscuridad no
tiene otra definición que la falta de luz, o el frío, el de la falta de calor,
por mucho que sepamos de dinámica de moléculas. Pues lo mismo para con el mal,
en cuanto ausencia de bien. No es tan absoluto. Como “la esperanza es lo último
que se pierde”, ¿quién sabe si al final el diablo no se arrepiente?. Dejemos
ese misterio para la magnanimidad del único Creador, y pasemos ya de tejas para
abajo.
Ya sabemos que Irán es una potencia
regional, que está en vías de desarrollo nuclear, y que Israel sostiene una
doctrina de la guerra preventiva que, justificada o no, explicaría un trato
similar al recibido ya por el Irak de Sadam. EEUU suele hacer el papel de
guardaespaldas de Israel, y de sus encuestas y elecciones presidenciales
depende más que de la justicia de sus bombardeos su próxima actuación. Nosotros
dependemos del petróleo totalmente, repartido a la sazón la mar de
maniqueamente por Alá, y somos de la OTAN. Nunca mejor dicho, el asunto está “crudo”. El mundo árabe-mediterráneo también está caliente, y Siria está al
caer, con gran disgusto de Rusia. El gas nos llega mitad de Rusia, mitad de
Argelia. En fin, que quede claro que está crudo por una biológica lucha por la
supervivencia entre poderes, intereses y estados, como mañana podrá ser por el
agua dulce, y no por la del bien y del mal, viejo cuento donde el mal es el
otro, siempre. El Bien es la Paz y la Justicia, entre nosotros, la posible dentro de lo posible, el Mal, la soberbia, la prepotencia. El querer hacer un
gobierno mundial a partir del consenso de los poderosos, y no de una ley
natural previa. Es la tentación de la serpiente. ·- ·-· -······-·
Francisco Javier Díaz de Otazú
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