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Estructura política y fraude semántico
"Existen límites al poder constituyente de una nación, entre ellos el del respeto a su propia existencia"
En estos tiempos de fraude semántico que se tergiversan las palabras, es realmente conveniente reflexionar sobre la confusión entre Estado unitario y entre federalismo y descentralización, aprovechados hábilmente para corroer y socavar la unidad política e histórica de España.
El Estado unitario ha sido el objetivo de la formación de las distintas comunidades política que vinieron definiénose en la historia de occidente y cuyo resultado fue una forma de organización y convivencia denominada Estado nacional, creación propia y exclusiva de la civilización occidental.
Una vez conseguida la unidad política se fueron articulando métodos de organización del Estado de tal manera que por mucha que fuera la variedad interna, fuera posible atenderla. Técnica y prácticamente un estado unitario puede, mediante diversas fórmulas, tutelar cualesquiera peculiaridades internas pero sin mengua de su soberanía. Mientras este baluarte se mantenga incólume cualquier experimento de organización administrativa puede surgir y prosperar en función de su eficacia.. Nada tiene que ver, por tanto, el centralismo con el Estado unitario cuando existe una fórmula verdaderamente representativa.
Pero he aquí que se viene hablando de federalismo como sinónimo de descentralización cuando son dos conceptos antagónicos. El Estado federal presupone necesariamente la preexistencia de determinadas soberanías que renuncian a parte de ellas para aglutinarse en un Estado federal. El federalismo une lo desunido pero jamás desune lo unido y si se intenta esto último mediante un fraude semántico al que me he referido, ello es una aberración histórica y un contrasentido además de un anacronismo.
En España el art.º 1-2º de la constitución proclama que la soberanía nacional reside en el pueblo español del que emanan todos los poderes del Estado, pero dicho esto se acude a un medio híbrido y teratológico, el del estado de las Autonomías, que se ha ido desbordando premeditadamente hasta el punto de que se habla de Estado cuasi federal, cosa imposible técnicamente mientras exista dicho artículo.
Pero existen límites al poder constituyente de una nación, entre ellos el del respeto a su propia existencia y si aquella se debilita y se socava y se tiende a un federalismo de facto, nos hallamos ante lo que l constitucionalista Leon Duguit consideraba una tiranía es decir la aberración intolerable e impugnable de un cuerpo electoral.
Cuando los conceptos se enturbian y trastruecan y a través de ello se pretenda la desintegración nacional creando las premisas para la quiebra de la propia existencia de la Nación surge para los ciudadanos el derecho y hasta el deber de internar evitarlo con todas sus fuerzas.
Samuel Clua Palau *
"ARBIL, Anotaciones de Pensamiento y Critica", es editado por el Foro Arbil
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