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Editorial
Os voy a
hablar, pues, como hablaría con mi patria misma, que es para
mí, como para todo hombre, parte de mi conciencia.
El carearse con ella, como el carearse con Dios, equivale, por lo
tanto, a realizar ese acto trascendente para el que las gentes de
ahora empiezan a perder la aptitud; acto inexcusable para marchar
con dignidad humana por la vida, que se llama el examen de
conciencia.
(Marañón)
Nuestra vida humana necesita ideas, pues
se teje con ideas. Las ideas informan de manera decisiva nuestra
vida. Por eso, el riesgo radical e insoslayable de nuestro vivir,
consistirá en que las ideas que alcancemos a formarnos de las
cosas sean verdaderas y no falsas, que coincidan con la realidad
misma de las cosas.
Nos conviene decisivamente que la consistencia intelectual con
que lleguemos a entender las cosas, sea tal, que se pueda
cabalmente decir que no se trata ya de ideas que
"tenemos", sino que "somos", que informen
nuestra vida humana entera.
"La verdad os hará libres", nos dice la Sabiduría
siempre viva. Y la sabiduría entra por el escuchar. Por eso
alguien dijo que "es preciso leer con los oídos, no con los
ojos".
Respaldamos animosamente la radical afirmación, por la cual,
existen valores objetivos, permanentes, vivos, que merecen
nuestra plena aceptación total, intelectual y cordial, personal.
Porque cuanto más rigor se vierta en la indagación, más y
mejor se ve que son fuente inagotable de todo bien, de nuestro
más sabio vivir "individual y social" de la máxima
nobleza que a nuestra vida le es dado alcanzar.
Con demasiada frecuencia olvidamos esos valores y su carácter
absoluto, pero, aun más, olvidamos las exigencias con que nos
gravan esos valores. Exigencias sobre su cumplimiento personal y
exigencias para con nuestra comunidad a la que le debemos la
oportunidad de que puedan conocer esos valores a través de
nuestra difusión de los mismos.
Estos valores deben encontrar en nosotros servidores permanentes,
a alerta para defenderlos y siempre voluntarios para extenderlos.
Recoge Escohotado como el griego Empedocles para sus trabajos
filosóficos recurrió a dos fuerzas cósmicas que llamó amor y
odio, representante la primera de la tendencia a la unidad y
representante la segunda de lo inverso, la separación.
Que la fuerza del amor tienda a unirnos entorno a los valores, a
mantenernos solidarios dentro de la comunidad nacional y nos
defienda del odio insolidario de los que aspiran a separarnos y
dividirnos buscando el enfrentamiento entre regiones, el
enfrentamiento entre padres e hijos, el enfrentamiento entre las
clases, el enfrentamiento entre los sexos.... para poder superar
los retos que tenemos planteados para desarrollarnos
armónicamente, de acuerdo en un futuro que podamos mirar con
optimismo. *
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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