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El ejército en la cultura del siglo de oro
En España, en sus épocas de plenitud, como dijo el clásico "Nunca la Pluma estuvo reñida con la Espada"
Desde los primeros tiempos los hombres de
la milicia han dejado testimonio de tener aficiones
complementarias a las artes de Marte.
En la Grecia clásica, Tucidides y Jenofonte escribieron las
crónicas militares de su tiempo aprovechando el protagonismo que
ellos tuvieron en ellas, consiguiendo ser los pioneros en la
salvaguarda de nuestra historia. Del mismo modo, en Roma el
ejemplo griego se prolongó en los latinos, Quinto Horacio,
contemporáneo de Virgilio y estudiante de filosofía en Atenas,
fue soldado a las órdenes de Augusto, del cual se hizo amigo.
Las obras de Horacio teñidas de consejos morales y su lírica
serena, clara y elegante denotan la austeridad y sencillez de las
cualidades militares del legionario romano. Su influjo se hizo
notar en el Renacimiento, época donde otros soldados siguieron
su ejemplo.
Con los reyes Católicos, se inicia el inicio del florecimiento
de los literatos que llenaran el siglo XVI.
Jorge Manrique (1440-1479), poeta de carácter cortesano y famoso
por su obra "Coplas por la muerte de su padre",
participó activamente en las guerras civiles de Castilla en el
bando de Isabel la Católica. Murió combatiendo en el campo de
Calatrava, frente al castillo conquense de Garci-Muñoz, luchando
contra el marqués de Villena.
En la vecina Corona de Aragón, el valenciano Ausias March
(1397-1459), nacido en una familia de poetas, recibió una severa
formación de caballería, y sirvió de halconero al rey Alfonso
V, participando en sus campañas de Córcega y Cerdeña. Su
lírica en valenciano, funde la técnica trovadesca provenzal con
la filosofía escolástica y el humanismo renacentista. Su vida
amorosa fue tumultuosa y le creó problemas, y fue antecedente de
los grandes poetas españoles del XVI.
Juan Boscán (fines del XV-1542), barcelonés, acompañó en
calidad de ayo al duque de Alba en diferentes hechos de armas, y
se hizo famoso por su introducción del endecasílabo en el
castellano y su habilidad en la técnica de las formas
octosilábicas, fue el precursor de la perfección de Garcilaso.
El toledano Garcilaso de la Vega (1501-1536), fue el símbolo
más representativo de la simbiosis armas y letras, siendo un
héroe de la milicia y el mejor poeta de su tiempo. Participó en
las campañas de Túnez, Rodas, defensa de Navarra, Florencia y
murió en el asalto al castillo de Le Muey en Fréjus. Junto con
el catalán Boscán introdujo los metros italianos en el
castellano. Su idealismo en el amor a Isabel, fue el cenit de la
poesía humanista del Renacimiento. Garcilaso fue un hábil
militar, poeta, políglota (latín, griego y francés) y tañedor
del arpa y la vihuela.
Distinto Garcilaso es el llamado el Inca, hijo de una princesa
india y un conquistador, participante en la campaña de las
Alpujarras y en la Armada Invencible, humanista, traductor e
historiador es representante del intelectual del momento y está
dentro de la corriente universalizadora y católica en que estaba
situada la vida española de la época. Así debate la
conveniencia de cristianizar la Florida e incorporarla al Imperio
Español, pues concibe a España como el brazo de la Providencia
en el mundo. En su prosa histórica, abundante, clara y
expresiva, mezcla datos de economía política, problemas de
cronología, concordancia de fuentes orales y escritas y aporta
documentos de primera mano.
Otro de los principales humanistas guerreros fue Diego Hurtado de
Mendoza (1503-1575), sobrino del marqués de Santillana, también
recibió una esmerada educación en Granada y Salamanca. Estuvo
combatiendo en Italia (Pavía) a las órdenes del emperador
Carlos V, donde en los descansos invernales aprovechó para
frecuentar las academias renacentistas italianas. Experto en
lenguas muertas, numismática, traductor de Cicerón, arabista,
mecenas, poeta y autor religioso. Su papel posterior fue en la
diplomacia, pero entre sus obras destacó La guerra de Granada
hecha por el rey don Felipe II contra los moriscos. Juan de
Herrera, el genial arquitecto de El Escorial, también participó
como soldado en las duras campañas del Piamonte y Flandes, y
formó parte de la guardia personal del emperador Carlos V a su
vuelta a España.
Alonso de Ercilla y Zúñiga, cortesano, soldado, viajero, lector
de los clásicos y poeta, su vida sintetiza las características
principales del hombre ideal del Siglo de Oro. Participó en
diversas campañas por América y en especial en la de los
Araucanos, en Chile, donde compuso el poema épico La Araucana
exaltando el valor y nobleza de los caudillos indígenas.
Caballero de Santiago y Gentilhombre de Felipe II tuvo
importantísimas misiones diplomáticas. Entre los soldados
anónimos, tenemos a Miguel de Cervantes (1547-1616) quien
combatió en Lepanto contra el turco y participó en la
expedición de Túnez, aunque fue apresado y llevado a Argel.
Después fue el genial escritor de El Quijote, la mejor obra de
nuestra lengua.
En la decadencia, Calderón de la Barca (1600-1681), fue uno de
los últimos príncipes de las letras que simultaneó por un
corto período el arte de las armas y las letras. Estuvo en
Italia y en Flandes, y como miembro de la orden de Santiago,
combatió contra los franceses en la liberación de Cataluña de
su poder. Después, el autor de La vida es sueño, El Alcalde de
Zalamea y El gran teatro del mundo entró en la vida religiosa
abandonando su vida militar.
Estos son solo algunos ejemplos destacados entre la multitud de
soldados ilustrados
Nunca como entonces fue cierto el contenido que expresaba D.
Quijote en su "discurso de las armas y las letras",
donde nos cuenta como los soldados defienden y extienden la
civilización y la cultura.
Jose Luis Orella *
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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