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Esperanza desesperanzada o desesperanza esperanzada (y 3)
Solo morimos una vez, pero la muerte se deja sentir a lo largo de toda nuestra vida
La última cuestión a reflexionar sería
-y de forma exclusiva para los cristianos- el hecho de la
conmoriencia de Cristo, quien resucitó, quien juzga y quien
puede perdonar por su infinita misericordia, compatible con su
infinita justicia. La redención como exacta manifestación de
que Dios hecho hombre como nosotros, nos ha hecho partícipes de
su muerte, como lo hará de su resurrección. Es la Desesperanza
Esperanzada.
Cuando entramos a estudiar el factor de la transcendencia, como
hilo conductor de todas las religiones, aludíamos de pasada a
religiones -y por supuesto filosofías- a creencias que no tienen
un concepto ni igual ni siquiera semejante, ni de Dios, ni del
alma ni del Más Allá y por supuesto de la muerte, a lo hasta
aquí expuesto. Son los partidarios del panteísmo.
Las teorías panteístas se fundamentan en que las almas son
partes de la divinidad o efluvios de la misma pero que en ambos
casos están destinadas a unirse en la divinidad que es un todo.
Es decir, las almas son eternas desde el punto de vista
panteísta, no creadas como afirman las otras religiones.
De esta consideración se dilucida que el alma tiene su propia
"vida", distinta al cuerpo, que es como su cárcel y
decimos cuerpo cuando en realidad deberíamos decir cuerpos,
puesto que el panteísmo va íntimamente unido a las tesis
reencarnacionistas.
Realmente estimamos que en las personas adscritas a esta tesis,
debe surgir un "tertium genus", intermedio entre la
angustia y el miedo, lo que podríamos denominar psicosis de la
distorsión del yo o esquizofrenia ontológica (perdónensenos
los neologismos). Es el no saber quien soy aquí en este momento,
y percibir que el yo de aquí y de este momento, está condenado
tal como es a la absoluta aniquilación.
Con razón exponía Unamuno en "Del sentimiento Trágico de
la Vida" : Decir que todo es Dios y que al morir volvemos a
Dios, mejor dicho seguimos en El, nada vale a nuestro anhelo ;
pues si es así antes de nacer, en Dios estábamos, y si volvemos
al morir donde antes de nacer estábamos, el alma humana, la
conciencia individual es perecedera. Y como sabemos muy bien que
Dios, el Dios personal y consciente del monoteísmo cristiano, no
es si no el productor y sobre todo el garantizador de nuestra
inmortalidad, de ahí que se dice y se dice muy bien que el
panteísmo no es si no un ateísmo disfrazado. Y yo creo que sin
disfrazar.
Sólo nos resta para finalizar esta reflexión general sobre la
muerte, hacer un breve análisis de la posición que parte de la
ignorancia absoluta, de lo que es la muerte.
Esta postura tienen como fundamento la afirmación apriorística
-a nuestro modo de ver- de que tanto las religiones como la
ciencia han querido sumir al hombre en la permanente ignorancia ;
las primeras por una acción deliberada con el fin de someter con
el miedo ; la segunda por omisión, por no efectuar todas las
investigaciones posibles acerca de cuándo y cómo se produce el
óbito de los seres humanos, con el fin de no enfrentarse a los
intereses creados de la sociedad.
Según esta tesis no existe aún hoy una definición exacta de lo
que es la muerte, no garantizándose cuando sobreviene la
auténtica muerte en el cuerpo. Como no saben cuando se produce
la muerte tampoco saben en qué consiste, de ahí que podamos
sacar otras conclusiones refiriéndonos a tres actitudes vitales
ante el enigma
a) aquellos temerosos del proceso previo de la muerte,
concretamente a la enfermedad, al sufrimiento, serían los
partidarios de la mal llamada eutanasia activa. Se les podría
aplicar aquella frase de Montaigne: no temo a la muerte, temo al
morir b) Un segundo aspecto, es el que corresponde a quienes
poseen un lógico terror a morir sin estar muertos. Ciertamente
han habido investigaciones científicas -no nos vamos a extender
tampoco en este campo por motivos obvios- que demuestran que
muchas personas han sido despedazadas en un instituto forense,
embalsamadas o enterradas sin estar realmente muertas. c) En el
tercer tipo encontraríamos a los agnósticos, a los que no
entienden lo que es la muerte, no saben lo que acontece después
y, por consiguiente, no toman partido ni por la opción
transcendente ni por la atea -materialista-. Se debaten en la
permanente duda.
Veamos aquí una frase de Albert Fina, un agnóstico militante
que en su libro
"Conviure amb el Cancer" nos dice :
Vaig començar a familiaritzar_me amb la idea de la mort. Em deia
a mi mateix que la´havia d´acceptar com un fet real, humà, i
que tanmateix coneixem des que naixem, malgrat que sovint optem
-neuròticament- por ignorar_lo com si no fos cosa nostra (...)
Ningú té, però, experiència de la mort. No sabem què és
morir, aunque después, en el mismo libro, surge el ateo.
Realmente los que adoptan esta actitud están en la desesperanza
aunque aparece con los matices necesarios y distintos del puro
ateísmo, una expectativa de esperanza, por aquello de por si
acaso ni afirmo ni niego. Es una esperanza revestida con una duda
permanente, se convierte en la expresión de una expectativa ante
la posibilidad de la existencia de Dios.
Hemos pretendido trazar unas líneas que reflejan a nuestro modo
de ver las tres actitudes vitales y/o intelectuales que los
humanos adoptamos frente a la muerte, si bien como decíamos al
principio, no son compartimentos estancos.
La conclusión que nos atrevemos a esbozar es la de que bien el
miedo, bien la angustia, o bien la combinación de estas dos
alteraciones de la mente y de la voluntad se arrastran durante
toda la vida.
Viene aquí, como anillo al dedo, aquella frase de La Bruyere :
Solo morimos una vez, pero la muerte se deja sentir a lo largo de
toda nuestra vida, o bien aquella del mismo autor : Es más
fácil padecerla (la muerte) que asumirla. Esto es lo cierto ;
tanto el creyente como el no creyente, tanto el espiritualista
como el materialista, el agnóstico como el ateo tienen en la
muerte como la espada de Damocles.
Claro está que los creyentes tenemos el consuelo de la fe, la
cual aunque no nos evita el miedo y la angustia, nos la suaviza,
tal como dice Karl Rahner la tiniebla y el mortal silencio
pendientes sobre esta muerte, nos avisan que la muerte puede ser
también el comienzo de la muerte eterna. Pero, en este temor y
temblor podemos oír el alegre mensaje de la muerte que es vida :
el mensaje del Adviento del Señor que es aquella vida que no
conoce muerte, aunque llegue a nosotros en la muerte.
Jaime Serrano de Quintana
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"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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