|
Una reflexión sobre la corrupción
La corrupción en beneficio personal de un político, siéndolo mucho, es menos grave que la que beneficia a un partido para su sostenimiento y expansión y sobre todo para influir en los procesos electorales
Durante los últimos años vienen
proliferando a lo largo y a lo ancho de Europa casos clamorosos
de corrupción en las instituciones políticas que se pretenden
desviar del ámbito del enriquecimiento personal -que por otra
parte sería en muchas ocasiones solo parcial y de muy difícil
prueba- al de su utilización como medio de financiación
electoral, como si ello disminuyera su gravedad. Sin embargo una
sucinta reflexión nos lleva a la conclusión de que la
corrupción en beneficio personal de un político, siéndolo
mucho, es menos grave que la que beneficia a un partido para su
sostenimiento y expansión y sobre todo para influir en los
procesos electorales.
Si el beneficiario es una persona además de una mayor
posibilidad de tipificación penal y de reparación del daño, no
existe una incidencia directa sobre la obtención del poder
político, pero si es un partido el que se lucra de la
corrupción se generan una serie de consecuencias gravísimas que
ordinariamente no se examinan.
Hemos de partir de un hecho básico y reconocido por todos, el de
que para tener éxito en unas elecciones se necesita macho
dinero, lo cual, por sí mismo, es una incitación a la
corrupción. Si el mismo es aportado por militantes o
simpatizantes sin contrapartida ni promesa alguna, nada habría
que decir .Por el contrario, si se abusa del poder o de las
posibilidades de obtenerlo ofreciendo directa o indirectamente
contrapartidas al que aporta dinero, quedan totalmente
deslegitimados los resultados electorales. Por ello, en el
momento en que obteniendo un partido buenos resultados en unas
elecciones, se demostrara; después que había habido dinero
procedente de la corrupción para la financiación del mismo,
ello, dentro de la más estricta justicia, debería conllevar la
anulación de las elecciones y la dimisión de todos los cargos
elegidos, ya que se habrían obtenido por media de una
"causa ilícita", de manera análoga a como en un
negocio jurídico civil; intervención de una cause ilícita lo
vicia de nulidad radical.
Claro está que esta lucubración teórica es inaplicable en la
práctica porque normalmente cuando se podría probar la
corrupción ya estaría agotada la legislatura y tampoco podrían
anularse las leyes elaboradas por los injustamente elegidos, pero
es inexplicable que no se profundice en esta cuestión, que es un
verdadero talón de Aquiles de la democracia liberal puesto que
pone en entredicho su propia legitimidad y se busquen soluciones,
que las hay, para evitar esta auténtica degeneración de la
democracia en partitocracia.
He aquí un tema para la reflexión aunque puede plantearse la
duda, yendo más lejos, de si pueden subsistir los partidos
políticos sin corrupción, lo que nos llevaría a la conclusión
de que hay que cambiar el propio sistema.
Por otra parte ¿quien le pone el cascabel al gato cuando el gato
está prevenido y con las garras afiladas porque sabe que si le
ponen el cascabel se morirá de hambre?
Samuel Clua Palau *
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
La reproducción total o parcial de estos documentos esta a
disposición de la gente siempre bajo los criterios de buena fe y
citando su origen.