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El ocaso de la Metafísica
El intento de imponer un "pensamiento único", contra los valores Metafísicos de los pueblos
Cuando el Estado norteamericano debió
retirarse de Vietnam, vencido finalmente (ya que las guerras no
se definen únicamente por la potencia de fuego, sino por otros
factores también, incluidos los psicológicos y morales), cuando
se cumplió tan dramática decisión a partir de los acuerdos de
París de febrero de 1973, las empresas capitalistas vieron
peligrar su futuro, pues el gran Garante ya no garantizaba su
supervivencia y desarrollo. Para más, las empresas capitalistas
ya no eran las clásicas empresas cuyos respectivos Estados las
instrumentaban al servicio de sus políticas: ahora eran empresas
transnacionales, cuyo capital no era propiedad de súbditos de un
solo Estado, sino de naciones de diversos países, por lo que la
legislación de ninguno de ellos podía regularlas. Dentro de la
lógica mundana del Poder, no les quedaba otro camino que el
marcado por Rockefeller y Ford, o sea la asociación de dichas
empresas y la asunción de la estrategia política mundial. Tal
cosa ocurrió el 23 de octubre de 1973, en la ciudad de Tokyo,
creándose una Organización internacional no gubernamental
permanente, universal y políticoeconómica, llamada Trilateral
Commission. Semejante Organización tenía un Consejo
Directivo de treinta y cinco personas físicas que representaban
a las principales Transnacionales de Estados Unidos, Japón y
Europa Occidental. Pero también integraban el cuerpo ejecutivo algunas
personalidades intelectuales, porque la Trilateral
Commission había sido propuesta por Brzsinski y apoyada por
Kissinger, o sea los dos asesores presidenciales intelectuales de
Estados Unidos. Era una Organización de Empresas económicas,
pero tenía fines políticos, incluso el de llegar a sustituir a
la Organización política de los Estados (ONU), al menos en el
pensamiento de Brzsinski, en su conocido libro "Between two
ages", traducido entre nosotros como "La Era
tecnotrónica". La estrategia era muy sencilla: en los
países en vías de desarrollo, había que dominar los
mercados y endeudar a los Estados. De ahí a imponer las
políticas no solamente económicas, había un fácil paso. Y en
los países desarrollados, el negocio de transferir
tecnología de punta a cambio de poder político. Los
ministros de Gobierno, o del Interior, dejaron de ser los
principales en los gabinetes, y el lugar vacío lo ocuparon los
Ministros de Economía. Los debates institucionales o sobre
objetivos políticos pasaron a tener un cierto olor de
antigüedad y Los nuevos temas de las dirigencias versaron
sobre privatizaciones e inversiones, o sea cómo abrir el dominio
interior a las Empresas transnacionales. El viejo almacén, el
viejo y querido almacén, dejó su lugar a modernos hipermercados
y la Bolsa de los valores centró la atención de los
comentaristas "finos" de la política. Tal el disloque
universal, pues sabido es que, en un orden racional y humano, la
Economía debe ser dirigida por la Política y la Política debe
ser dirigida por la Etica. Y si avanzamos un poco más diremos
que la Etica deriva de la metafísica. Y entonces encontraremos el
punto de conexión actual entre Economía y Educación: si no
hay Metafísica, no hay Etica, no hay Política; si no hay
Política, sólo reina la Economía, que es lo que se quería
imponer.
Muerte, pues, a la metafísica. Esto no es una consecuencia, sino
una conditio sino qua non, del nuevo orden mundial
instaurado sobre la base de las Empresas Económicas
Transnacionales. Si para el nuevo imperio es necesario que los
Estados languidezcan, para que la voz de los pueblos no pueda
poner freno a sus ambiciones, así también es necesario el
destierro de la metafísica para que la voz de la razón no pueda
poner frenos a sus ambiciones. Porque el punto débil del
Imperio de las Transnacionales está precisamente en su
fundamento último, y la metafísica lo revelará como
irracional y arbitrario. Por eso, antes del Nuevo Orden, la
dirigencia capitalista empezó a oponer, para decirlo en nombres
simbólicos a Comte contra Marx. Mientras éste partía de una
errónea metafísica materialista, aquél prohibía pensar el
"insondable origen de las cosas". Mientras Marx
proponía una cosmovisión, Comte propiciaba solamente el
análisis de las relaciones constantes de los hechos sensibles.
Mientras la Unión Soviética enviaba adoctrinadores, Estados
Unidos enviaba conjuntos de rock pesado.
Cuando cae el muro de Berlín, y termina para respiro de la
humanidad la larga noche del stalinismo soviético; cuando se
extingue formalmente la Unión Soviética el 8 de diciembre de
1991 y la bandera es arriada por última vez del Kremlin, el 25
de diciembre de ese año; cuando la Unión Soviética es vencida
en la Guerra Fría, un nuevo poder ya imperaba en el mundo:
el de Las Empresas Transnacionales. La pretensión de Bush
de convertir al Estado norteamericano en gendarme del mundo,
quedaba sometida a la orden superior del Poder Económico
Mundial.
Pero quedaba una tarea por completar: la muerte de la
metafísica, porque un pensamiento que pretenda llegar al
fundamento último, es un peligro letal para el dominio
económico. Y aquí prestaron y prestan servicios muchos ex
comunistas, que, después de la derrota, aceptaron la nueva
situación, centraron su mira en la educación, y buscaron
aferrarse a todo pensamiento que desterrara el peligro
metafísico. No hay mejor servidor del capitalismo
triunfante que un stalinista derrotado . Porque pone a su
servicio la crueldad fría de sus métodos implacables. El ajuste
se vuelve interminable y se hace escarnio, con particular odio,
de todo lo que implique Derecho, norma jurídica y Ley.
Pero resulta que la metafísica, en sus más de veinte siglos,
había vuelto insustanciales, sin fundamento, sin éxito, a los
argumentos contrarias a la existencia de un Ser absoluto, de un
espíritu en el hombre, de una dignidad personal en cada ser
humano. Es decir, de todo aquello que lleva a rebelarse
contra el lucro insaciable y contra el dominio irrestricto del
Poder económico. Para servir a esta demolición de la
metafísica no quedaba argumento, salvo el de decir que todas las
razones de la metafísica carecen de sentido, por no poder
remitirse a una experiencia sensible. Se comete un doble error.
Primero, es que no toda experiencia humana es remitible a un
hecho sensible. Segundo, que toda verdad metafísica tiene
perfecta expresión en el mundo sensible, simplemente porque
aquélla versa sobre el ser y éste se integra de seres que,
aunque sean sensibles, son.
La derrota de la Unión Soviética exhibió tres grandes
caminos a los comunistas confundidos y derrotados con ella:
la de los leales, que siguieron fieles al Partido; la
de los que habían acudido buscando en el comunismo un
camino de justicia social y que hoy buscan ese camino en
los movimientos nacionales; y los acomodados que
buscan el servicio del capitalismo, particularmente desde los
estrados académicos. Son los negadores de la metafísica.
El capitalismo imperial tenía ahora buenos instrumentos
intelectuales, a los que se les unían ciertos profesores
cristianos dóciles al Poder y, desde luego, los entusiastas del
liberalismo económico. Pero esto no es lo grave, sino la
pretensión de que determinadas visiones del mundo, la búsqueda
de una visión última, de un fundamento universal, configuran
una especie de delito intelectual. Contra el espíritu
democrático avanza en nuestras sociedades la idea de cierta
dirigencia de que hay cosas que está prohibido pensar. Y las
cosas que está prohibido pensar son exactamente aquéllas que
ponen en peligro el consenso requerido por el capitalismo
imperial. El disenso es el enemigo; es el pensamiento el arma
secreta de la humanidad que debe ser destruida. Tal la lógica
del Sistema.
Sostener, por ejemplo, que todo hombre tiene una naturaleza que
debe ser respetada y que él mismo debe respetar; que ninguna
realidad temporal de la vida satisface plenamente al hombre; que
la historia universal tiene un sentido universal también; que
más allá de los entes existe un Ser absoluto, personal y
providente; que el Estado es la expresión (o debe serlo) de la
racionalidad colectiva y, por consiguiente, tiene derecho y deber
de regular a las fuerzas económicas sin ahogar la libertad
primaria; que un Estado no existe sin poder, por lo que las
Fuerzas Armadas deben cubrir una función esencial en defensa de
la soberanía nacional y no configurar un regimiento de un
Ejército internacional manejado vaya uno a saber por quién; que
los partidos políticos deben ser vehículos de la participación
ciudadana y no opresores de ésta; que los sindicatos tienen más
responsabilidad que nunca en su deber de proteger los derechos de
los trabajadores; sostener todo esto y hasta poner en duda que la
economía de mercado sea la adecuada, configuran delitos
intelectuales para el Sistema, algo así como lo que en
"1984", la hoy por los hechos superada novela de George
Orwell, era el "caracrimen". La furia del Sistema
contra la libertad del pensamiento metafísico, denuncia su
impotencia para el debate y más bien muestra la desesperación
de quien sabe que le queda poco tiempo.
Pedro Baquero
(Nuestro agradecimiento a Betty Buela) *
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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