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El roble y el junco
Es posible que el futuro necesite para su reconstrucción de los juncos y que su permeabilidad permita siempre la supervivencia, pero déjenme el orgullo de luchar de frente como el roble ante el viento del septentrión, por la vida, por la familia, por nuestra patria, por la justicia, de frente y de pie.
En nuestro días estos aires de
relativismo que nos invade nos producen la sensación de estar en
desventaja con respecto a la sociedad actual que se mueve sin
valores o más bien que adapta sus pautas de conducta a los
condicionamientos sociales imperantes en ese momento. El consejo
más práctico, que es recomendado es el de volverse como un
junco. No abandonar los valores cristianos en los cuales naciste,
estar enclavados en sus raíces y ser fiel a ellos, pero saber
mecerte al compás del aire que mueva en ese momento, aunque tu
te mantengas firme en tu suelo, en ese suelo nutricio que te vio
nacer, del cual te has alimentado, del cual se alimentaran tus
hijos y sus generaciones. Pero saberse mecer para sobrevivir y
saber capear el temporal, después de la tempestad viene la calma
y los juncos por su flexibilidad y adaptabilidad han sobrevivido
y están presentes en la nueva situación.
No cabe duda de que es un consejo práctico, ampliamente
divulgado, llevado a la práctica con éxito, aunque muchos
abandonan la raíces morales en las que se criaron, porque ya
sabemos que la carne es débil, y el bolsillo de algunos más. Y
no deja de ser un sabio consejo ampliamente explotado por la
Iglesia que durante 2000 años ha tenido que convivir con
multitud de imperios, reinos y civilizaciones que iban a durar
una eternidad.
Sin embargo, yo quiero defender al roble, quizás porque yo
provenga de una familia de antiguos robles y estoy hasta la
coronilla de las acusaciones de actitud poco práctica de estos
nobles árboles que son los paganos y víctimas de todos los
ataques. Me explico, el roble es una actitud firme en la defensa
de los valores y de un modo de vida, que se encrespa más, en
situaciones límite, cuando la supervivencia va ligada a la
renuncia de la dignidad humana, tal como la conocemos. El roble
es firme, leal a lo heredado, se alimenta con sus profundas
raíces de una tradición heredada por generaciones y depurada de
fallos por sus mayores, una herencia esencial que se modernizada
en el momento y adaptada según la primavera política que se
viva. Pero el roble, quizás pecando del orgullo de su confianza
en la defensa de la verdad, confía en la frondosidad de su
fuerza ante los avatares que le pueden venir. Por eso es que su
actitud no siempre es aconsejable, se enfrenta firme y altivo a
las circunstancias con la contrariedad de ser arrancado de cuajo.
Es cierto, pero saben que, yo soy hijo de robles, y soy un roble
duro, firme y cabezota, y me gusta enfrentarme a las adversidades
altivo, con la confianza en Dios, como el Montejurra o la Peña
de Ibañeta. Es posible que el futuro necesite para su
reconstrucción de los juncos y que su permeabilidad permita
siempre la supervivencia, pero déjenme el orgullo de luchar de
frente como el roble ante el viento del septentrión, por la
vida, por la familia, por nuestra patria, por la justicia, de
frente y de pie. Aquella Iglesia del silencio sufrió durante la
segunda mitad de este siglo la losa de la iniquidad del
comunismo, pero la supo afrontar con la suerte del roble del
martirio, de cuyos surcos resurgen las ramas de un nuevo bosque
más florido que el que fue.
Por favor, aprendamos de los europeos orientales que supieron ser
robles como los polacos y los croatas, tengamos fe que aunque
seamos arrancados, nuestro ejemplo servirá de abono para un
nuevo bosque más fuerte, numeroso y hermoso. Confíen en los
robles, bajo sus ramas poderosas se cobijan los juncos cuando
arrecia el temporal, por algo será, aunque ese temporal nos
arranque de raíz, si Dio lo vuole, por algo será.
José Luis Orella *
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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