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¿Qué es la nación?
La Nación, su anatomía, los elemento físicos, espirituales y formales o jurídicos; su fisiología, la memoria, el corazón y la voluntad; su patología, por el ataque a la infraestructura (elementos ónticos), a la estructura (elemento espiritual), a la unidad de historia, a la unidad de convivencia con el separatismo geográfico, social y humano, y el ataque a la unidad de destino, por querer ser otro, por renunciar a ser, por diluir el ser en una ingenua y utópica "societas universalis" y por desesperar de la plenitud del ser; su terapeútica para la restauración nacional ; la plerosis de la nación.
La Nación es, tras el Hombre, el segundo
de los ejes del Sistema, en tanto en cuanto constituye la
comunidad superior en la que el hombre está enraizado a través
de las unidades básicas de convivencia.
Antes de comenzar podemos aclarar que aquella comunidad social
superior se conoce, no sólo con el nombre de Nación sino
también con el de Patria. Los dos vocablos expresan el mismo
concepto, pero lo enfocan y matizan, complementándose, desde dos
puntos de mira diferentes. Patria hace referencia,
subjetivamente, al pasado, es decir, a la tierra de los padres y
de las generaciones que nos han precedido, y, objetivamente, al
patrimonio, es decir, al caudal o herencia material, cultural y
religiosa que de ellos recibimos. Gracias a ese patrimonio que
nos entregaron los padres, cada niño que aparece en el mundo se
halla en condiciones muy distintas a aquellas en que se
encontraba el recién nacido en la época del Hombre de
Neardenthal.
Nación, desde el otro ángulo opuesto de mira, viene de
"natus" y hace referencia a las generaciones que nacen
o están por nacer. Nación es, por tanto, la tierra de los que
van a nacer y nacerán, de los "nascituri" y
"nondum concepti", que reciben y han de seguir
recibiendo el patrimonio que, acrecentado y perfeccionado, le
entregan o deben entregarle los padres y las generaciones
precedentes.
Ahora bien: si siempre nos hemos preguntado: ¿qué es el
Hombre?, ahora en idéntica línea argumental, debemos
preguntarnos, ¿que es la Nación?. La respuesta a la pregunta
mencionada exige que la misma enfoque no sólo el aspecto que
pudiéramos llamar estático o anatómico de la nación, sino
también su dinámica o fisiología; sus enfermedades o heridas,
es decir, su patología; el tratamiento de unas y otras y, por
tanto, su terapéutica, y las condiciones óptimas para su
desarrollo saludable o plerósis. Procedamos pues al estudio de
cada uno de los citados aspectos
Anatomía de la
nación
La Nación, en su estado de normalidad, cuenta con tres elementos
fundamentales, a saber: el físico, el espiritual y el formal.
-El elemento físico
Según la pauta de clásica, comprende, de una parte, la tierra
que nutre, de otra, la gente que engendra y se multiplica. Ambos
constituyen el presupuesto material, apriorístico y
prehistórico de la nación. Con la tierra no hay mas que
geografía, extensión despoblada en espera. Con la gente, ya
sobre la tierra, tendremos demografía, población y, a lo sumo,
pueblo.
No se debe sin embargo, olvidar que la terminología
"tierra" y "gente" abarca todo aquello que
encaja en el ámbito de la Economía, como "utiliter
gestum" de los bienes directos o indirectos que la tierra
produce para la gente que, en cualquier caso, vive directa o
indirectamente de ella.
Pues bien; reunida "la tierra y la gente", no habrá
otra cosa, que "una entidad física individualizada por sus
accidentes orográficos o étnicos"*; y asociada la gente
para explotar su tierra, no habrá sino un complejo mercantil o
productivo ordenado a la distribución equitativa de los costos y
de las ganancias, de conformidad con unas leyes y reglamentos
fiscales y laborales.
Para que el pueblo -idea que corresponde al ámbito de la
sociología-, asentado sobre la tierra y, asociado o no, se
transforme en patria, se requiere la incorporación de
-El elemento espiritual,
Que al encarnarse en la infraestructura óntica, a la manera de
genio o alma colectiva, crea la conciencia de comunidad y con
ella el "yo" nacional, activo, receptivo y
personificante, del que dimana el "nosotros" de los que
pueblan y, con lenguaje gallego, "a terra nosa", que
pertenece como "hábitat" a los pobladores.
Pues bien; cuando se produce la encarnación del alma colectiva
en la infraestructura óntica, la tierra y la gente se despegan,
trascienden, sin abandonarlas, la geografía y la sociología, y
entran en la Historia, transformándose en la "entidad
histórica diferenciada" a que llamamos Nación.
Pero la Nación completa exige, para completarla,
-El elemento formal o jurídico,
La superestructura del Estado, que puede considerarse como el
sello político de la nación, sello que cuando no existe se
busca con avidez, y cuando se ha perdido, la nación procura con
la misma avidez, recuperarlo. Podemos así hablar de
infraestructura, estructura y superestructura de la nación. La
infraestructura, o elemento físico, se compone de la tierra y la
gente. La estructura o elemento espiritual, equivale al alma
colectiva. La superestructura o elemento jurídico, está
representado por el Estado.
Ello no obstante, la valoración de cada uno de los tres
elementos no es la misma.
La nación, en efecto subsiste, aunque falle alguno de los
ingredientes ónticos de la infraestructura, con tal de que
continúe encarnada, viva y estabilizadora el alma nacional. La
nación judía subsistió durante la "Diáspora"
babilónica y después de la destrucción del Templo, a pesar de
que fue privada de su tierra. El alma nacional judía hizo
posible, a través de las vicisitudes históricas complejas que
no analizamos ahora, la recuperación de la tierra y del Estado.
Las naciones de la Europa Oriental permanecieron -no obstante la
ocupación de la tierra y la intoxicación política o esclavitud
material de sus pueblos por las divisiones del ejército rojo o
la ideología marxista- gracias al hecho esperanzador de que el
alma nacional habitaba en los grupos fervorosos y esperanzados
del exilio y las catacumbas. España no obstante la invasión
sarracena, que dejo reducida la tierra a los pequeños símbolos
de Covadonga, el Valle de Liébana y de la Marca Hispánica del
Pirinéo catalán, y el pueblo a un puñado de hombres, quedó
espiritual e históricamente viva en miniatura que se rehizo,
logrando, incluso, su plenitud más allá de sus límites
originarios.
Fisiología de la
nación
De cuanto se acaba de exponer se deduce que la nación no es una
entidad política que surge al subscribirse un contrato, según
quería Juan Jacobo Rousseau, y entiende el liberalismo. Lo
social no es en el hombre algo artificial y yuxtapuesto que desde
el aislamiento originario de cada hombre aparece por obra y
gracia de una estipulación, fruto de la autonomía de la
voluntad, que, por ello mismo puede revocarse.
Si no es bueno que el hombre esté solo, como leemos en el
Génesis (2, 18) (y nadie como Dios conoce al hombre, por que le
ha creado), resulta evidente que el hombre es un "yo"
social por su propia naturaleza. La nación, sociedad en suma, no
es, por ello, una entidad político - jurídica, sino una entidad
natural y social, que no se crea por un sinalgama o "do ut
des" disoluble, sino que encontramos hecha al nacer, como se
encuentra el beneficiario de una fundación que le acoge, una
fundación realizada en el curso de los siglos*.
La nación, entidad natural y social, tiene signos
identificadores que revelan su unidad intima. La memoria, el
corazón y la voluntad colectivas ponen de manifiesto "ad
intra" y "ad extra" dicha identidad
personificante.
La memoria
Permite que la nación se reconozca en su pasado y se sepa y se
declare a sí misma "como entidad histórica
diferenciada"*.
El Corazón
Con su pálpito vitalizante, mantiene la unidad histórica en el
presente.
La voluntad
Quiere, con energía, que esa unidad histórica se mantenga de
cara al futuro.
La nación, que es una, tiene así una sola unidad, pero
trivalente, a saber: La Unidad de historia, la Unidad de
convivencia y la Unidad de destino. Esa unidad trivalente otorga
a cada nación aquella "individualidad que no puede
confundirse con otra", como decía Juan XXIII en "Mater
et Magistra". Sólo con esa unidad trivalente la nación es,
de alguna manera, un reflejo del "ut sit unum" de la
oración sacerdotal de Cristo.
Patología de la
nación
Las enfermedades o heridas de la nación pueden producirse en su
infraestructura, es decir en sus elementos óntico; en su
estructura, es decir en el alma colectiva; o en la
superestructura, es decir en el Estado.
Prescindiendo de la patología específica del Estado, nos
fijamos en la que afecta a la entidad física y a la histórica.
El ataque a la infraestructura (elementos ónticos)
La debilitación de los supuestos básicos de la nación
constituye uno de los objetivos de quienes aspiran a terminar con
ella. La ruina económica es un objetivo que comprende, desde la
eliminación sistemática de las cosechas tradicionales y de los
bosques que pueden producir cambios substanciales en el clima (e
incluso la paralización de grandes comarcas) hasta la
paralización de las actividades productivas, que concluye en la
miseria popular. De otro lado la gente de la nación es blanco
sobre el que se dispara a través de los condicionantes sociales
negativos al crecimiento vegetativo de su población; del
terrorismo, guerra sucia en la paz suicida de los regímenes en
decadencia, y de los genocidios en las guerras civiles.
El ataque a la estructura (elemento espiritual)
Pero el ataque más sutil y más peligroso a la nación, su
enfermedad y su herida mortales, las que, hablando de la nación
española, pueden producir, el "finis Hispaniae", es la
que incide en el alma de la nación, en su elemento espiritual,
en su unidad trivalente de historia, de convivencia y de destino.
"Hasta ahora -escribía M. de Maistre- las naciónes morían
por conquista; ahora pueden morir en su propio suelo, sin ser
conquistadas materialmente. Ahora las naciónes pueden morir por
putrefacción, al corromperse los principios originarios y
constitutivos del propio ser natural", es decir, aquellos
principios que el ordenamiento jurídico derogado declaraba
fundamentales y, por su propia naturaleza, inamovibles.
Lo peor sucede cuando esta conquista demoledora en el suelo
propio se produce sin que los nacionales se aperciban de ello.
Recordemos aquí la anécdota de un gaucho que llevaba las
alforjas rebosantes de trigo y se encontró sin un grano al
llegar a la estancia, y no porque se lo arrebataran los ladrones,
sino porque lo fue desparramando por la Pampa, a través de un
agujero que se abrió en el yute del saquerío; y la de Rommel,
cuyos soldados seguían custodiado en el desierto la tienda
vacía que albergó el tesoro, que una noche con habilidad se
habían llevado los beduinos.
El ataque a la unidad de historia
Se produce a través de una campaña que utiliza todo el avanzado
e influyente dispositivo técnico a su alcance, para conseguir o
el olvido o el rechazo del patrimonio -tradición que la Patria
supone. se pretende, partir de cero, construir sobre un solar
despejado y saltar, en suma, al vacío. Simone Weil, presidenta
que fue del Parlamento europeo, afirmaba con razón que para
construir el futuro sólo disponemos de los materiales que nos
entrega el pasado; y Jean Ouset (Verbo; "Patria, Nación,
Estado" nº 34/35 págs. 249/50) dice que "sin apego a
su patrimonio, las naciones se hunden... y la Patria desaparece
en las ruinas".
El ataque a la unidad de convivencia
Actúa a través de los separatismos, separatismo geográfico,
social y humano.
a) Separatismo geográfico:
Si era lógico que la región reaccionara, incluso con rebeldía,
frente al estado centralista, jacobino y uniformizante, la
habilidad de quienes proyectan abatir la nación ha consistido en
instrumentar contra la misma a las regiones. Con independencia de
su origen, hoy por hoy la dialéctica marxista, a la caza y
captura de argumentos que le sirvan, ha añadido, entre varios,
al binomio, beligerante en sus términos,
"proletariado-burguesía", el binomio
"nacionalidades-nación", presentándolo como la lucha
entre las naciones oprimidas (las llamadas por la Constitución
española "nacionalidades") y el Estado opresor (al
servicio de una nación inexistente).
El ataque a la unidad de convivencia geográfica en España, a
través del separatismo y la insolidaridad interregional tiene su
pequeña y repugnante historia, de todos conocida, que prueba la
veracidad de la tesis expuesta.
b) Separatismo social.
Pretende romper la unidad de convivencia, enfrentando a las
clases sociales, suscitando el odio entre las mismas y haciendo
imposible la colaboración en la empresa y en la comunidad.
c) Separatismo humano,
Separatismo entre los hombres, opuestos no ya por rivalidades de
orden personal o por la defensa de interpretaciones diferentes de
idénticos principios, sino por la adopción de principios
antagónicos y opuestos radicalmente, en torno al hombre, a la
sociedad y al Estado.
El ataque a la unidad de destino.
La crisis de identidad que este ataque provoca se produce por
cuatro vías.
a) Por querer ser otro,
Es decir por un fenómeno de despojo de identidad nacional, de
mimetismo de fondo, de plagio o travestismo de la personalidad
colectiva (Cuba cuando se separó de España, quiso ser la Suiza
de América).
b) Por renunciar a ser,
Es decir, por un estado de duda primero (planteamiento del
problema de la propia razón de ser como nación), de desencanto,
después y de abulia más tarde. Esta situación acaba con la
abdicación o renuncia espiritual, a impulsos de un deseo
implícito de no ser, de suicidio, de retirada y dimisión del
escenario histórico. Oliveira Salazar, tomando nota de esta
situación de animo, afirmaba el 19 de Enero de 1956. "Se
diría que algunos países están fatigados de su existencia como
naciones independientes";
c) Por diluir el ser en una ingenua y utópica "societas
universalis",
Es decir, en una sociedad universal sin naciones, en la que, como
señalaba Pío XII, condenándolo, se hiciera realidad aquel
dogma del internacionalismo, que "consiste en no tener
Patria" ("Catolikentag", 15-08-1950), que haría,
según sus partidarios, a los hombres verdaderos ciudadanos del
mundo;
d) Por desesperar de la plenitud del ser,
Es decir por la herejía del perfeccionismo, herejía que
consiste en escandalizarse y desesperarse al comprobar que, no
obstante el sacrificio y el heroísmo que en tantas ocasiones se
realizaron por los nacionales, no se alcanza la perfección
absoluta. El perfeccionismo, contrapuesto al afán de
perfección, por anticristiano, no conduce al arrepentimiento, al
propósito de la enmienda y a la continuidad en el esfuerzo
colectivo, de cara al futuro y a la misión nacional, sino que
paraliza la actitud fecunda y hace que prospere el desaliento en
las minorías que se presentaron como inasequibles al mismo, al
entender que resulta inasequible el proyecto apasionadamente
elaborado de vida en común.
Una nación tocada gravemente en su alma o elemento espiritual,
deja de serlo; y aunque la nación, por inercia propia o
conveniencia exterior, mantenga su fachada, al carecer de
espíritu, no es en realidad otra cosa que un monigote vacío o
un cadáver sin vida. Como síntomas que detectan realidad tan
lamentable se pueden citar: el descenso de la Historia a la
socio-economía; de la Patria a país; de la Nación a colonia,
de la Bandera de España a la bandera del Estado.
Terapeútica de la
nación (combate para la restauración nacional)
Si las cosas son así, el programa para restaurar la nación
supone:
a) En cuanto a la infraestructura:
1) La oposición beligerante a la destrucción del suelo y de la
gente, y por ello, a quienes de una manera o de otra, aspiran a
privarnos de los elementos óntico, a empobrecernos y aniquilar
la riqueza dada, heredada o creada en el curso del tiempo remoto
o próximo pasado, privándonos de nuestros cultivos, nuestras
industrias estratégicas, etc...; y oponernos a quienes aspiran a
dejar sin vida, abortando, matando o asesinando, a quienes,
cualquiera que sea su edad o estamento social a que pertenezcan,
se estima como representantes de lo nacional.
2) La ordenada aplicación del esfuerzo colectivo, que a impulsos
de una auténtica mística del trabajo físico e intelectual,
prevea evite, y en su caso, compense los riesgos aniquiladores
apuntados y ponga en marcha una economía próspera y con
perspectivas razonables de desarrollo creciente.
b) En cuanto a la Estructura:
Si los pecados contra el espíritu no se perdonan, los pecados
contra el alma de la nación, que la privan de su unidad de
historia, de convivencia y de destino, no pueden perdonarse.
Estos pecados constituyen delitos de lesa patria. No basta con
que se tipifiquen en el Código Penal, si con gran escándalo de
los amantes de la Nación, se toleran, quedando impunes. Más
aún; no basta con la tipificación penal y el castigo. Se
requiere un clima moral en el que el pecado no pueda cometerse
por que la tentación no surge, y si surge, es rechazada con
rapidez y energía.
La tarea restauradora de la nación implica:
a) En cuanto unidad de historia,
Proponerse como objetivo recobrar la tradición, porque como
aseguró Juan Pablo II en Polonia, el 10 de Junio de 1979
"la tradición no es limitación, es tesoro, es riqueza
espiritual, es un gran bien común, que se confirma en cada
elección, en cada acto noble. ¿Se puede decir que no a todo lo
que se ha creado y ha construido siempre las bases de nuestra
identidad?".
En Argentina la nación hermana, un gran escritor, asesinado por
la guerrilla en el corazón de Buenos Aires, Carlos Alberto
Sacheri, dijo: "la recuperación de la auténtica tradición
es esencial", y en Nicaragua, con su tono vibrante de poeta,
lleno de coraje, Pablo Antonio Cuadra se expresó así: "Yo
invito a nuestra juventud, no a esperar el retorno de la
tradición, sino a ir a conquistarla".
Pero no nos engañemos. No es oro todo lo que reluce. Si nos
fijamos bien en las frase citadas, la de Sacheri fija el tema,
esclareciéndole. la tradición que hemos de recobrar, recuperar
y conquistar, es la auténtica, ya que a su lado también existe
una tradición que no lo es, o mejor dicho, que es una tradición
contraria y, en cierto modo, una antitradición. las Patrias como
comunidades y empresas que integran y dirigen los hombres, llevan
consigo, contagiadas, las consecuencias del pecado original, y si
hay enemigos del alma del hombre, también hay enemigos que van
dejando su huella en el alma y en el patrimonio que la nación
recibe.
Como brújula orientadora podemos acudir a los
personajes-símbolos, reales o literarios de Don Quijote y
Sancho; Teresa de Jesús y la Celestina; Don Juan de Austria y
Don Juan Tenorio; Felipe II y Antonio Pérez; San Pedro Claver y
Fray Bartolomé de las Casas; El general Franco y el general
Riego;
b) En cuanto a la unidad de convivencia,
Mediante la construcción de un sistema, que postule la
colaboración económico-social y no la luchas de clases, y la
integración política y no la confrontación.
En esta línea de actuación interesa resaltar aquí la aptitud y
la actitud convergente, a un tiempo ascética y mística, sufrida
y militante, que es preciso asumir de cara a todos los
separatismos y, naturalmente, de cara al separatismo geográfico
o de las tierras de España. A este respecto, vale la pena traer
a colación a nuestros clásicos.
c) En cuanto a la unidad de destino,
Robusteciendo el alma nacional en los nacionales y la voluntad de
ser, contra toda clase de pasotismo, anteponiendo la Fe teologal
a la duda; la creencia a las razones El dogma a la opinión; la
unidad a la discordia; el bien común al interés particular; el
patriotismo intelectual y misional al patriotismo romántico,
espontaneo sentimental y afectivo.
Plerosis de la
nación
Plerosis, según su etimología griega, equivale a plenitud. La
plenitud de la nación exige la contemplación teológica de la
nación. Sólo bajo esa contemplación cabe la entrega ardorosa y
constante a la misma, con espíritu abnegado de servicio y
sacrificio, y con la resuelta decisión de permanecer, suceda lo
que suceda, inasequibles al desaliento.
Para la contemplación teológica de la nación debemos recordar
lo siguiente:
1) La nación,
Como escribía Fernando de Herrera en el siglo XVI, es un
arquetipo eterno y una realidad en cierto modo transcendente, y
querida por Dios, hasta el punto de que aún cuando las naciones
no se perpetúen más allá del tiempo, los bienaventurados
conservan su nacionalidad, como atestigua el Apocalipsis (7,9),
no obstante la clausura de los reinos del mundo. De aquí que las
naciones, como prueban los textos bíblicos y el testimonio de
los santos, gocen de custodia angélica. Y así, España tiene su
Angel, cantado por Mosén Cinto Verdaguer en "la
Atlántida" y venerado por Manuel Domingo y Sol.
2) Las patrias,
En cuanto suponen un patrimonio natural y moral, de
especialísimo valor en aquellas que han sido conformadas por el
cristianismo, deben ser defendidas a toda costa. San Miguel
Arcángel alentó a Santa Juana de Arco en su lucha por la piedad
del reino de Francia, y la Iglesia calificó de Cruzada la guerra
de Liberación Nacional de 1936 a 1939, en la que se libró
" a toda costa" un duro combarte por Dios y por
España.
3) España, como nación,
No es el resultado de un convenio entre regiones que acuerdan
unirse, pues aquello sería tanto como transponer la noción
voluntarista del contrato social, del hombre a las regiones. Por
el contrario, las regiones no son más que la exteriorización de
la enorme riqueza espiritual, creadora y, por ello mismo,
polifacética del alma de la nación española.
4) España, como entidad histórica y natural,
Hecha con las sucesivas aportaciones fundacionales, tiene su
origen teológicamente, en la predicación de Santiago y en la
presencia alentadora de María, en carne mortal, a la orilla del
Ebro. Creo que fue allí y en ese instante, donde en la
"tierra" y en la "gente" de España se
encarnó el espíritu naciónal, surgiendo la conciencia
incipiente de un "yo" colectivo, con una alta misión
para cumplir en lo universal, y creo que esa es la razón
profunda de que María, bajo su abvocación de Inmaculada, y el
apóstol Santiago, sean los patronos celestiales de la Nación
Española.
5) España, invadida después de la derrota del Guadalete,
Rehizo su unidad geográfica, porque en ningún momento dejó de
existir como entidad histórica. Los reinos de la Reconquista no
fueron más que instrumentos para lograrla y completarla. Eran
reinos de España, y para rehacer, como lo hicieron finalmente
los Reyes Católicos, la unidad perdida.
6) Lo que podemos llamar neonacionalismo,
Al redescubrir las raíces comunes de las naciones, y en especial
de aquellas conformadas por el cristianismo, lejos de
enfrentarlas las une en el respeto y amor mutuo.
7) El catolicismo,
Que es una religión divina, no puede ser enemigo de la patria,
como indicaba San Pío X, el 19-04-1909. Más aún, entiende, con
Pío XII, que "el amor a la Patria debe de ser fomentado
("Summi pontificatus", 20-10-1939, y con la
Constitución Pastoral "Gaudium et Spes" (Nº 75) que
los cristianos deben cultivar "con magnanimidad y lealtad el
amor a la Patria".
8) El amor a la Patria
Viene exigido y está embebido en el cuarto mandamiento , que nos
obliga honrar al padre y ala madre; y Jesús, llorando sobre
Jerusalén, revela cuán profundamente amó a la suya de la
tierra el que era a un tiempo la Verdad y Maestro de la Verdad,
Hijo de Dios e Hijo del hombre. 9) Si como señalaba Santo
Tomás,
La religión como virtud se dirige a Dios, "la piedad se
dirige a la Patria, porque ésta es, respecto de nosotros, un
cierto principio de nuestro ser".
10) San Agustín,
De mano maestra, nos describe la línea, ascendente, jerárquica
y ortodoxa -en evitación de desvíos panteístas, idolátricos o
maquiavélicos- del amor a la Patria: "ama siempre a tus
prójimos; y más que a tus prójimos, a tus padres; y más que a
tus padres, a tu Patria, y más que a tu Patria, a Dios".
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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