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Contradicción mental.
Cuando el sujeto formula una sentencia que contradice a la creencia y, aquí está lo grave, no alcanza a sentir ningún tipo de contradicción vital, porque ha llegado a la conclusión que el pensar y el hacer discurren por distintos cauces
Hemos conocido la contradicción vital
como un síntoma o enfermedad que afecta al hombre sometido a
fuertes presiones en que el pensamiento y el afecto se
contraponen y de cuya contradicción no atinan a salir,
manteniéndose perplejos ante la acción. El que padece una
contradicción vital siente profunda angustia frente a decisiones
de distinta especie. El cuerpo pide algo que el afecto o la mente
niegan. De ahí la contradicción. No es posible llevar a cabo
una tarea, porque las potencias intelectuales y volitivas se
oponen en el mismo sujeto y frente a la misma tarea.
Con frecuencia estamos conociendo ahora otro tipo de
contradicción, la que podriamos llamar simplemente mental, la
que se produce entre aquellas personas que pensando una cosa,
dicen otra. Es decir que se trata de personas que llegan a
sostener que una cosa es y no es al mismo tiempo.
Para quienes se barajan en los ámbitos del pensamiento
filosófico, esto es inaceptable. Para los que viven sin
referencia a la filosofía, tambien. Porque ¿cómo podemos
entender a una persona que afirma la vida y propicia la muerte,
que asegura la verdad y pronuncia una mentira. ¡Simplemente
increible, aunque cierto!.
La inteligencia humana está hecha para buscar y permanecer en la
verdad. En toda verdad. El problema es que el mismo sujeto que ve
de una manera, por una extraña afección o perturbación mental,
trata de mostrar hacia fuera con la comunicación o con la
acción, lo contrario de lo que piensa, intuye o ve. Mientras su
mente le muestra una realidad, él comunica o actúa contra ella,
siempre en el orden del conocimiento, del pensamiento, de la
transmisión del mismo.
Se produce un fenómeno bastante extraño: el sujeto inteligente,
pensante hace esfuerzos por ignorar la verdad que contempla y
trata de expresar verbalmente lo contrario de la misma. Se
produce un corte, una falta de lógica continuidad entre
pensamiento y expresión. Una persona reconoce intelectualmente
que matar es malo, que mentir es malo, que robar es malo y sin
embargo, al enfrentarse con realidades de muerte, como la del
aborto; de mentira como una acusación indebida; o apropiación
de lo ajeno, como quedarse con un vuelto, defraudar a un
supermercado o dejar de emitir una boleta, en el hecho está en
una feroz contradicción. El sujeto formula una sentencia que
contradice a la creencia. El defensor de un derecho humano,
rechaza su aplicación en algunos casos, mientras lo defiende en
otros. Y, aquí está lo grave, no alcanza a sentir ningún tipo
de contradicción vital, porque ha llegado a la conclusión que
el pensar y el hacer discurren por distintos cauces.
Objetivamente hablando, para los que aún toleran esta referencia
a una verdad inmutable, afirmar a un tiempo una cosa y su
contrario, no puede ser aceptable para una mente normalmente
formada. No es posible decir que matar es malo, pero también es
bueno, que mentir es malo, pero también es bueno, que robar es
malo, pero igualmente aconsejable. ¿Cómo llega a producirse un
autoengaño de esta naturaleza? ¿Cómo puede la misma persona
programar unos principios y negarlos en su expresión ante
diversos auditorios, ante reclamos de utilidad o conveniencia
temporal? ¿Será porque confunde en su mente lo absoluto con lo
relativo, la luz con las tienieblas?
¿Qué le pasa a un humano que llega a situarse en tan desdichada
situación y que sin embargo no se turba llegando a ningún tipo
de contradicción vital? Simplemente, que el sujeto ha perdido la
cooordinación entre pensar y existir, entre razonar y actuar,
vale decir, que se ha descompuesto entre dos opuestos de
carácter racional. Se trata de una contradicción simplemente
mental
Esta enfermedad, porque de qué otro modo la vamos a llamar, es
una enfermedad de la mente, del alma, del sentido común, en fin
de la racionalidad, es probablemente la más peligrosa que puede
afectar al ser humano, porque toca directamente a la raíz
principal de la persona. Y es la que afecta a bastante gente que
hoy asume responsabilidades de conducción, ya sea en la ciencia,
en la técnica, en la política o en el aula educadora de niños
y jóvenes.
La contradicción mental es aún más grave que la contradicción
vital, ya que esta se sitúa todavía en el área de lo
plenamente humano, de la racionalidad frente a la moralidad. Pero
si lo que falla es la racionalidad misma, eso significa que el
hombre está herido en su base misma. ¿Qué podemos esperar de
un mundo conducido por contradicciones mentales, por
irracionalidades? Si falla la inteligencia, ¿de qué servirá la
voluntad libre, los afectos, las pasiones desbocadas, los sueños
en el aire?
Para trabajar contra este peligroso síntoma o contra esta grave
enfermedad en los que ya la tienen residente es el gran desafío
de los educadores de hoy y de mañana. Educar la inteligencia,
educar la coherencia intelectual en toda la línea, fomentar la
coherencia entre pensamiento y acción, teoría y práctica, es
una de las tareas más urgentes para evitar que se nos desangre
el alma sustancialmente racional del hombre, de la que nos
legaron principios inquebrantables los pensadores griegos, los
orientales y los cristianos.
Volver a la racionalidad es urgente, antes de que sea demasiado
tarde, no sea que al clonar a los humanos nos encontremos con una
subespecie de seres sin inteligencia, aunque hayan logrado
desarrollar una gigantesca voluntad. ¿Para qué servirá una
gran voluntad libre, si no tiene idea de adonde dirigirse?. Todo
es posible, incluso el caos.
Jesús Ginés Ortega.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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