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Gonzalo Fernández de la Mora (1924-2002): El Razonalismo en marcha.
El razonalismo, que no racionalismo, es como denominó a un conjunto de pensamientos sistematizados que desarrollo a lo largo de su obra.
El diez de febrero último falleció
inesperadamente un gran pensador y estadista español, D.Gonzalo
Fernández de la Mora y Mon, sin duda una de las figuras de mayor
talla y relieve intelectual y político de la segunda mitad del
siglo XX hispano.
Hay que destacar, de forma relevante, sus estudios jurídicos y
filosóficos que le van a dotar de una sistemática y
metodología muy útiles a la hora de iniciar, desarrollar y
desplegar sus dotes especulativas, lo que le va a permitir
elaborar toda su doctrina filosófico-política y muy
especialmente su personal y original doctrina filosófica: el
razonalismo, que ha ido madurando, conformando y mostrando a
través de los ciento once editoriales de la revista, por él
fundada y vitalizada, Razón Española.
Conforme a la máxima aristotélica, popularizada por Hegel, de
que sólo hay verdad dentro de un sistema, habremos de observar
cómo la razón, el logos, ha sido la facultad humana que ha
impresionado, subyugado e iluminado de forma sugerente, todo el
pensamiento, todo el que hacer especulativo de GFM.
Una obra tan amplia como la de GFM no nace de apreciaciones
ocasionales o de ocurrencias fugaces. A pesar de las naturales
diferencias que cabe apreciar con el paso del tiempo, permanecen
invariables muchos aspectos de su pensamiento -casi todos-, los
cuales muy bien podríamos denominar "principios
gobernantes" de toda su obra especulativa.
De tales principios el que adquiere un rango singular es el
aprecio que a la razón concede. La razón y sus ilativos son
palabra, concepto, referente, basamento y linde que aparecen
continuamente en las obras de GFM, y de modo bien particular en
los últimos años: la razón, lo razonable, lo racional,
racionalismo, razonalismo, razonalidad, razonalización, razonar,
constituyen facultad, fundamentación o sistema que impregna e
infiltra todos los productos que salen de su pluma.
Son, por el contrario, la sinrazón, lo irracional, el mito, el
pathos, los sinónimos de emotividad, de pasión, de
irreflexión, de oscuridad, de retroceso, de antítesis del
pensamiento de GFM, aun cuando este preste notable atención a la
conceptualización y estudio de tales términos. Sin embargo, a
lo largo de toda su obra, resulta constatable su incansable y
reiterada utilización de forma equívoca de los mismos, y ello
debido a la eclosión de un doble desarrollo irracionalista: por
un lado, el surgimiento de filosofías banalizadoras de la razón
-quizá inconscientemente en esa misma banalización también
incurra nuestro autor-; y por otro, la manifestación esforzada
para ampliar nuevos campos y racionalizarlos.
No parece prudente, para Fernández de la Mora, hablar de
irracionalidad absoluta, ya que es posible que un mejor
conocimiento y desarrollo de la inteligencia y la razón
posibiliten un desplazamiento de los límites de la
cognoscibilidad. Nuestro autor entiende que la razón es una
capacidad que deduce conclusiones a partir de premisas e induce
probabilidades constantes a partir de hechos. Es una capacidad
que nos permite penetrar en lo ignorado y cribar lo conocido; y
es, también, un movimiento consciente en permanente
autorrevisión que establece un orden sistemático asimilable a
la realidad y que nos permite conocer nuestro entorno
adaptándolo a nuestras necesidades.
Fernández de la Mora considera que lo objetivamente irracional
son los entes reales incognoscibles y los entes ideales
impensables. Lo subjetivamente irracional afectaría tanto a la
forma del conocimiento como al criterio de acción, es decir,
habría una irracionalidad teórica y otra práctica.
Lo irracional caracteriza la conducta de las masas, siendo la
racionalidad de una élite la que ha colocado a la Humanidad en
su nivel actual de progreso, conocimiento y bienestar. Así pues,
de las dosis inmensas de irracionalidad existentes en el
comportamiento humano arranca precisamente el razonalismo,
movimiento encauzador de los dinamismos inferiores y errados del
hombre: instintos, sentimientos y caprichos.
La razón como investigadora de la verdad, del ser, del bien o
del deber, determina lo bueno y lo malo para la especie humana,
deduciendo criterios morales.La razón no funciona
anaxiológicamente, no funciona sin razones morales, ya que el
hombre siempre se mueve en el campo del Sollen o del deber ser.
Al ser tarea existencial fundamental el conmoverse
razonablemente, la razón deviene en utillaje imprescindible para
la vida y para la felicidad.
El pensamiento de GFM camina entre la primacía de la razón y el
libre juego de las ideas. Es inteligible si entendemos que la
filosofía es el humus donde hunden sus raíces sus
preocupaciones e inquietudes especulativas. Su diversidad de
saberes es unitaria al tener sus elementos un factor común: el
supremo poder de la razón como origen y vínculo de las más
nobles manifestaciones de la existencia humana.
El esquema reflexivo de GFM, aún siendo la razón todo su eje
vertebrador, no podemos calificarlo de racionalista, propugnador
de fórmulas absolutas, ni de realista, sino de razonalista, es
decir, de admisor de lo razonable, de lo viable en determinadas
circunstancias de lugar y tiempo. Es un razonalismo contrapuesto
al patetismo y al voluntarismo, donde la razón se enfrenta a la
pasión y a la arbitrariedad, no a la fé o a la
experimentación.
Su itinerario teorético ha estado inspirado por el logos, que,
en su configuración, ha ido atravesando sucesivas etapas: desde
el logos embrionario hasta el logos balbuciente, y desde el logos
juvenil y agresivo hasta el logos sabio de la senectud, reposado
y brillante; ha sido la aventura del logos en marcha.
En suma, Gonzalo Fernández de la Mora fue siempre un estudioso
infatigable y un conversador fascinante y cautivador, con una
dialéctica argumentativa brillante y, a la par, demoledora. Fue
siempre coherente entre lo pensado y lo ejecutado, entre lo que
se piensa y lo que se dice. Fue uno de los últimos cultivadores
del decoro, tanto en la esfera privada como en la pública. El
maniqueísmo progresista patrio, establecedor de tolerancias
intolerantes, condenó al fuego eterno del silencio, del
ostracismo, a quién leyó, estudió, pensó, escribió o habló
de forma diferente a lo prescrito por el "convencionalismo
cultural" de los mandarines totalitarios.
Luis Sánchez de Movellan de la Riva.
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