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Familia y Vida: ¿un partido político para el elector católico?.
Una valiente e interesante iniciativa política silenciada por la inmensa mayoría de los medios de comunicación. Algunas cuestiones que plantea.
Partido político Familia y Vida.
La noticia saltó a la actualidad, a lo largo del mayo, pero de
forma casi completamente desapercibida: un grupo de profesionales
madrileños constituía un partido político cuyo nombre ya es
todo un programa. Familia y Vida, ésta es la
denominación de la nueva agrupación que aspirando,
inicialmente, a presentarse a las elecciones autonómicas por
Madrid, daba sus primeros pasos.
De sus promotores, fueron cinco los nombres hechos públicos,
todos ellos integrantes de su primera Junta Directiva Nacional:
José Alberto Fernández López (presidente), Iñigo Coello de
Portugal Martínez del Peral (secretario), Rafael Llorente
Martín (tesorero), Gonzalo Castañeda Pérez (vocal), y José
María Merino Thomas (vocal).
Su programa, aparentemente muy sencillo, está expuesto en el
texto "Diez bases de acción política" (disponible en
su web www.familiayvida.com). Se propone -afirman- fortalecer la
familia y la vida, al constatar que ninguno de los partidos
políticos con representación parlamentaria apuesta a fondo por
esas realidades. Aunque en algunos medios se ha comentado que sus
promotores militaban en el Partido Popular, debe afirmarse que
solo era así en uno de ellos.
Están descontentos ante la sucesión de decisiones acordadas en
contra de la familia y la vida humana: ni el PSOE en su día, ni
el Partido Popular actualmente, han desarrollado una política
neta y clara en su defensa. Así responden a una pregunta
recogida en otro apartado de su web: "lamentablemente,
en los seis años que lleva en el gobierno (el Partido
Popular) ha dado pocos y titubeantes pasos en defensa de la
Vida y la Familia y muchos en contra de ambas instituciones. No
podemos seguir confiando en que ese partido o éste gobierno
defiendan la Familia y la Vida".
¿Qué entienden por familia, en estos tiempos en que se
potencian, desde los medios de comunicación y muchas
instituciones públicas, presuntas "alternativas" a la
"tradicional"? En su texto "Bases
programáticas" la definen de la siguiente manera: hombre
y mujer unidos por vínculo matrimonial, libre y público y sus
hijos.
En resumen, su programa incide en una serie de aspectos
"sectoriales" vitales para el futuro de cualquier
país, proponiendo una corta lista de medidas que, de llevarse a
cabo, revolucionarían una sociedad como la nuestra: apoyo a la
familia de forma real tanto económica como legalmente, apoyo a
todos los niveles a las mujeres para evitar abortos,
implantación del "cheque escolar" (como instrumento
para conseguir una mayor libertad y calidad en la enseñanza),
profundización en la democracia ante la parálisis de los
partidos tradicionales, practicar política de valores y, por
último, incentivar la natalidad.
Este programa puede ser compartido, plenamente, por los
católicos, quiénes, históricamente, conscientes de la dignidad
y la fraternidad derivadas de la naturaleza última del ser
humano, se han movilizado también por otros objetivos: la
justicia distributiva, la solidaridad internacional, la lucha por
la paz, la defensa de los derechos humanos.
El silencio de los
medios de comunicación.
El nacimiento de la "criatura" apenas fue recogido en
los medios de comunicación. El semanario católico nacional Alfa
y Omega fue el primero en anunciarlo, mediante una breve
noticia recogida en su número 306, de 9 de mayo. Posteriormente
fue el diario La Razón, en crónica del director de su
suplemento religioso, Alex Rosal, el día 15 de mayo, el que lo
hizo.
También hemos visto alguna fugaz mención en algunos foros de
Internet, como es el caso del "Tomás Moro".
En cualquier caso, muy poca cosa. Acostumbrados, como estamos, a
la amplia cobertura informativa de cualquier iniciativa de los
grandes partidos políticos españoles, el silencio observado,
cuando menos, decepciona.
No es una experiencia nueva. En su día, la lista electoral
"Europa por la vida", que nació en medios católicos
en defensa del primero y principal derecho básico, también
sufrió el boicot de los mass-media, experimentando en
sus carnes las consecuencias de un silencio casi absoluto.
Esta situación ha sido denunciada por el periodista Eulogio
López el pasado día 27 de mayo (en su publicación digital hispanidad.com,
en el artículo titulado "Confesiones poco confesionales, o
cómo hacer el canelo"), a la vez que incorporaba algunas
otras agudas observaciones. A su juicio, se trata de una
iniciativa propia de ambientes católicos, aunque, sin embargo,
rechazan la confesionalidad (así se recoge en su 4ª base
política). Pero este comportamiento no es una excepción; al
contrario, está, casi por completo, generalizado. Existe entre
los católicos un gran temor, comprensible por la concurrencia de
diversos factores, a la "confesionalidad",
consecuencia, tal vez, de pretéritas experiencias del pasado
"cuasi criminalizadas" desde el poder hoy dominante.
Pero, por otra parte, no debemos olvidar que una iniciativa de
este tipo difícilmente podrá nacer y sostenerse en ambientes no
católicos. Guste o no guste reconocerlo, no es fácil que fuera
de la Iglesia católica pueda educarse con continuidad a la
persona, en una percepción humana de sí misma, proporcionando,
además, el respaldo y la compañía precisas para sostenerla en
el largo camino de la vida. Ello no quiere decir que no puedan
existir coincidencias en temas fundamentales con otras
identidades sociales y culturales; lo que permite que los
católicos implicados en la política directa, en nombre del bien
común, puedan trabajar codo a codo con otros políticos laicos.
El siglo XXI será confesional, aseguraba Eulogio López en esta
ocasión, aunque esa "confesionalidad" consista
-paradójicamente- en una represión absoluta del hecho
religioso, especialmente, del católico.
Aunque se confiesan políticamente aconfesionales, ya lo hemos
visto, no por ello esconden las ideas religiosas que profesan:
consideran, al contrario, que haber prescindido de las mismas
constituye una de las causas del deterioro social de Europa. Pero
pretenden aglutinar a cualquier persona que comparta esos valores
de familia y vida: también a otros cristianos, ateos,
agnósticos
En resumen: pretenden construir desde unos
ideales, no al revés.
Entendiendo la defensa de estos valores como un deber, han
saltado a la arena con una valentía que, en algunos ambientes
católicos, no siempre se muestra. Más preocupados por el
cuidado de la propia parcela, cuesta abrirse a otras realidades
sociales, o valorar y apoyar iniciativas ajenas que, oportunas o
no, pueden actuar como catalizadores en un momento histórico.
¿Una iniciativa
aislada?
El partido fue inscrito en el Registro correspondiente del
Ministerio del Interior, libro IV, folio 456, el pasado 22 de
mayo.
Este redactor ha realizados diversas consultas entre responsables
de algunas realidades sociales españolas, católicas en su mayor
parte, para detectar el nivel de percepción de la noticia, los
apoyos reales y las expectativas creadas.
Estos responsables conocen la noticia, destacando, además, la
extraordinaria buena voluntad de sus promotores y el valor del
gesto. Pero existe una casi general unanimidad en que la
iniciativa nace huérfana de avales concretos. No tenemos
constancia, tampoco, de que la jerarquía católica haya
realizado ningún movimiento explícito de apoyo o, al menos, de
comprensión. Y, en consecuencia con la indudable voluntad de sus
promotores, tampoco parece que exista detrás ningún otro tipo
de entidad civil. Pero, tememos que sin estos avales, u otros
similares, difícilmente puede prosperar una iniciativa que
pretende incidir en la realidad política y social, mas allá de
actuaciones testimoniales. En consecuencia con ello, en su Base
Política 6ª, afirman buscar únicamente, incorporaciones
individuales: en esta libertad puede radicar una gran debilidad.
Pero tener un buen programa, unos buenos propósitos, creemos, no
basta.
En la historia reciente española, ya lo hemos afirmado en otros
artículos, pocos movimientos de estas pretensiones han tenido
éxito sin contar con la realidad. Y en el caso de las
iniciativas políticas católicas, puede deducirse que fue
fundamental, en muchos casos, el apoyo de la jerarquía y de las
realidades vivas del catolicismo español para alcanzar algún
éxito.
Familia y Vida, ciertamente, suscitará la adhesión de
determinadas voluntades, cualificadas en muchos casos. Por
contra, notables serán los obstáculos (ya hemos visto el
significativo silencio de los medios de comunicación) que
dificultarán se sumen más apoyos que los de ciertas personas
especialmente sensibles a la situación actual de la familia,
procedentes en buena parte de medios católicos. No obstante,
otros muchos católicos seguirán optando por el voto al
"mal menor", o al "bien posible", según se
vea, que defienden, invocando al realismo, significativos
movimientos eclesiales y prelados.
¿Una iniciativa
oportuna?
No deja de sorprender que precisamente cuando la polémica en su
día suscitada, por el obispo de Mondoñedo-Ferrol al reclamar un
partido que defendiera esos valores, ya estaba enterrada (así lo
acreditó uno de los periodistas que mejor conocían el evento,
Alex Rosal), resurja de nuevo de la mano de los promotores de Familia
y Vida.
En los últimos meses, ya lo hemos analizado en otros artículos
anteriores, se vienen produciendo algunos movimientos novedosos
que pretenden subsanar la ausencia de coordinación y de eficacia
de determinadas expresiones públicas del catolicismo: la
plataforma E-Cristians es un ejemplo de ello. Partiendo
de una conciencia clara de pertenencia e identidad católicas,
pretende sumar energías y unir fuerzas en aras de concretos
objetivos. Por eso, es lícito preguntarse si la iniciativa de Familia
y Vida introduce un factor con el que ya no se contaba,
distorsionando, tal vez, la actual dinámica. Incluso aunque el
partido obtuviera alguna representación parlamentaria, ¿no
produciría el "efecto rebote" de que la misma se
convirtiera en el "ghetto" que encarnara -casi
exclusivamente- los valores propugnados?
Esta iniciativa ha puesto en evidencia otras circunstancias.
Así, ¿podemos afirmar que existe un perfil-tipo del elector
católico? Sin duda, no es la misma la motivación y el nivel de
conciencia de un militante comprometido de un movimiento
eclesial, que las de un católico que apenas asiste unas pocas
veces a lo largo de su vida a diversas celebraciones litúrgicas,
pesando en ello más los convencionalismos sociales que las
propias convicciones. Además, ya lo hemos señalado antes,
existen sectores sociales que, sin una explícita conciencia
católica, valoran positivamente parte de los mismos valores:
defensa de la familia, calidad en la educación, el valor de la
sociedad frente las agresiones estatalistas, etc.
Entonces, y en el actual momento histórico, ¿qué objetivo debe
suscitar el esfuerzo y el concurso de los católicos españoles
con vocación pública?: ¿la "libertas ecclesiae" y su
proyección social o la conformación de un partido político a
la Doctrina Social católica?
Siguiendo al principio de subsidiariedad, la acción social
precede a la acción política.
La Iglesia precisa, a través hombres y mujeres integrados en
distintas asociaciones y movimientos, de un espacio social propio
de construcción: la labor de obras católicas que,
reconstruyendo un tejido social humano, sean instrumentos de
evangelización. Y ante esta realidad, las fuerzas sociales y
políticas estatalistas están empeñadas en laminar
progresivamente cualquier manifestación pública de la Iglesia:
aquí puede radicar una de las claves explicativas de la reciente
ola de anticatolicismo que se vive en España hoy día. Algunos
partidos políticos, por el contrario, aunque no se identifiquen
plenamente con la Doctrina Social, conceden un espacio a la
identidad católica y su capacidad de construcción social, que
se ha traducido históricamente en colegios, hospitales, obras
caritativas, etc.
En este momento de la historia, ¿dónde incidir?
El Foro Español de
la Familia
El pasado viernes 7 de junio, el Foro Español de la Familia
celebró en Madrid su congreso constituyente, representando a 4
millones de familias. La nueva entidad coordina a 20
confederaciones, 117 federaciones y más de 5000 asociaciones
familiares, entre las que encontramos: Acción Familiar,
Confederación Católica de Padres de Alumnos, la Federación
Española de Familias Numerosas, la Plataforma para la
Promoción de la Familia, la Federación de Asociaciones
de Padres de Alumnos de Centros de Enseñanza, etc.
Su principal objetivo es "propagar, promover y defender los
valores de las familias nacidas de un matrimonio y constituidas
por un hombre y una mujer", en un tiempo en que son objeto
de agresiones culturales, ideológicas, sociales y políticas.
Pretende desarrollar varias estrategias: ser interlocutora con
las distintas Administraciones presentando soluciones concretas a
los problemas de la familia, sensibilizar a la sociedad sobre el
papel que desempeña, potenciar la participación ciudadana y
apoyar a las entidades familiares existentes.
Como medidas concretas, algunos de los participantes propusieron:
un "Pacto de Estado por la familia" para
unificar las ayudas existentes en todas las comunidades
autónomas equiparándolas con las europeas y una Secretaría
de Estado de la Familia u órgano similar.
Sin duda, esta entidad tiene mucho que aportar a la sociedad
española: su presencia era necesaria hace ya bastantes años.
Nace con retraso, pero esperemos que ello no sea obstáculo para
que se consolide como un interlocutor fundamental, de los poderes
públicos, desde una posición cívica fuerte. Otra limitación
que tendrá que superar, poco a poco, es la heterogeneidad de las
entidades que agrupa: en número de asociados, en potencial, en
identidad colectiva, en motivación
En cualquier caso, esta necesaria realidad no podrá pasar
desapercibida en la labor del nuevo partido, más cuando la
coincidencia de ambas entidades en la mayor parte de sus
objetivos es casi absoluta; aunque, evidentemente, los medios a
emplear sean distintos.
Pero la nueva entidad no podrá asociar su suerte a la de ningún
partido político concreto: los valores que defiende son
fundamentales en el sostenimiento de cualquier sociedad, no
siendo privativos de ninguno en particular. Y a partir de la
realidad concreta, de la política real y de las diversas
estrategias a desarrollar por unos y otros, tendrá que actuar,
de forma constructiva, con decisión, firmeza e independencia
política.
Una táctica apenas
desarrollada.
No faltamos a la verdad si afirmamos que la presencia de los
católicos en la política española se detecta, en mayor medida,
en unos que en otros partidos. Al menos en el Partido Popular, en
un plano teórico, no se niega espacio a la identidad católica,
acreditado recientemente con su actitud ante las clases de
religión. Pero la práctica contradice en buena medida esta
orientación: prueba de ello ha sido las agresiones contra la
familia que han nacido en poderes públicos gestionados por el
Partido Popular. Una realidad que cuestiona seriamente la opción
de muchos católicos por trabajar en el seno de este partido.
En este estado de cosas ¿podemos imaginar un futuro posible?.
Desde algunos partidos políticos consolidados que no nieguen
virtualidad al hecho cristiano, y desde plataformas de nuevo
cuño, es posible aunar esfuerzos -al menos en teoría-
dirigiéndolos hacia el mismo objetivo: por ejemplo, exigiendo un
apoyo decidido, económico y legal, a la familia de siempre,
haciendo valer, si es necesario en la negociación precisa, la
fuerza de unos cientos de miles de votos que pueden llegar a ser
decisivos. En realidad, este tipo de tácticas apenas se han
empezado a desarrollar en España. Actuando fuera de este
esquema, lo más probable es que sólo se logre dispersar
fuerzas, en lugar de sumarlas, desconcertando a muchos electores
comprometidos.
Pero de nada serviría tan ímprobo esfuerzo, si la Iglesia no
continúa desarrollando sus obras sociales -afrontando los retos
que la vida moderna presenta al hombre de hoy- entendidas como
espacios de construcción de la propia humanidad. No podemos dar
nada por supuesto. Es necesario, por ello, mirar constantemente a
los orígenes, tomar conciencia de los dones recibidos y actuar
en sociedad.
¿Queremos ser realistas? Aprovechemos, entonces, los resquicios
del sistema: hagamos sentir nuestra presencia a través de la
política activa, con voluntad de incidencia social, en
convergencia con la acción propia de diversas entidades
sectoriales, las nuevas plataformas transversales y con el
concurso de la presencia católica en los medios de
comunicación. Y todo ello, en constante diálogo con las obras
sociales que la Iglesia necesita para hacerse compañía carnal
de los hombres.
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Fernando José Vaquero Oroquieta
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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