Cuando se comentan los sucesos de
los ·últimos 35 años en Chile, se suele hablar
del Gobierno de la Unidad Popular como el
representante de la civilidad -del pueblo, se
afirma- y se acostumbra a calificar al Gobierno
de las Fuerzas Armadas y de Orden como producto
de un pronunciamiento militar, en cuya gestación
obviamente sólo habrían participado soldados,
marinos, aviadores y carabineros. Queda planteada
así una dicotomía que recorre también la
explicación de los acontecimientos posteriores a
1973, al punto que se afirma que entre 1973 y
1990, a los militares los enfrentaron los civiles
y, por lo tanto, terminado el Gobierno de Augusto
Pinochet, se habría hecho necesario recomponer
las relaciones cívico militares. Esta visión
da la impresión de que no hubiese habido más
civilidad que la que apoyaba al Presidente
Allende, la misma que habría enfrentado después
durante 16 años y medio a los militares que
habían accedido al poder. El objetivo del
presente trabajo es hacerse cargo de la primera
parte de la afirmación, es decir de la que se
refiere al comportamiento de los civiles antes
del 11 de septiembre de 1973. Para un estudio
posterior queda el análisis de las referidas
distancias y enfrentamientos entre lo que algunos
llaman el mundo civil supuestamente
íntegro en el bloque opositor a Pinochet- y el
mundo militar, representado por su Gobierno.
I Allende y la sociedad civil
Vamos entonces a ver ese mundo civil de los
años 70 al 73. Contrariamente a las tan
difundidas visiones proclives a la Unidad
Popular, es perceptible en las fuentes que ni
Allende ni los partidos de su coalición lograron
jamás tener el control de la mayoría de la
población o de las organizaciones civiles, ni
mucho menos obviamente de la totalidad. Una
primera mirada a los números electorales arroja
ya datos que, no por sabidos, pueden dejar de ser
considerados.
Tres veces se sometió Allende al veredicto de
las urnas y en las tres obtuvo respaldos
minoritarios:
- En la elección Presidencial de
septiembre de 1970, obtuvo sólo el 36.3
% de los votos.
- En la elección municipal de
abril de 1971, el conjunto de los
partidos que conformaban la Unidad
Popular superó apenas el 49%.
- En la elección parlamentaria
de marzo de 1973, los candidatos de la
Unidad Popular obtuvieron algo más del
43% de los sufragios.
Esas cifras son el primer indicio de una
conciencia más profunda que el propio Allende
tenía respecto de sus relaciones con el mundo
civil. En efecto, en numerosas oportunidades el
Presidente de la República develó su
comprensión de las distancias que lo separaban
de gran parte de la población. Al respecto,
sólo tres referencias correspondientes a planos
diferentes de esa conciencia de parcialidad:
A) "Yo no soy Presidente de todos
los chilenos, soy Presidente de la Unidad
Popular," declaró Allende en
Valparaíso en febrero de 1971, causando
no sólo un legítimo revuelo y malestar,
sino también la confirmación de los
temores sobre un eventual enfrentamiento
futuro entre los civiles identificados
con el Gobierno y aquéllos considerados
opositores a él. B) "Por lo
que hicimos no es justo usar la palabra
negociación, por cuanto nosotros no
cedimos una línea de nuestro programa de
gobierno: ubícate en el período en que
se produjo ese Estatuto y lo medirás
como una necesidad táctica; no cambiamos
ni una coma del programa; en ese momento
lo importante era tomar el
gobierno," le decía ese mismo
mes el Presidente a Regis Debray, en una
entrevista. Reconocía así Allende que
sus partidarios y él habían aprobado el
Estatuto de garantías -reforma
constitucional que había entrado en
vigencia apenas dos meses antes, el 9 de
enero- sólo por razones tácticas, es
decir porque la correlación de fuerzas
con el restante mundo civil hacía
imposible obtener la ratificación de
Allende en el Congreso pleno e imponer
todo el programa de la UP de inmediato;
había que transar
"tácticamente" con la mayoría
parlamentaria, partidaria y civil que se
sentía atemorizada por el recién
instalado Gobierno de la Unidad Popular.
C) Por eso mismo, un Allende ya
mucho más abierto en su reconocimiento
de la confrontación entre sectores de la
sociedad, al hablar en el Estadio
Nacional el 21 de mayo de 1973, afirmaba
que utilizando primero la ley,
utilizaría luego la violencia
revolucionaria, si fuese necesario. Esta
fuerte declaración se debía a que una
enorme mayoría de la civilidad se
oponía a su Gobierno, por lo que, desde
su lógica el Presidente anunciaba que
iba a hacer falta la violencia para
imponer sus propósitos
superada ya
la vía legal.
II. La reacción social.
Desde el primer momento -y más allá de las
acciones terroristas que pequeños grupos
derechistas realizaron entre la elección de
Allende y los comienzos de 1971- la reacción
social frente a las políticas del Gobierno de la
Unidad Popular fue creciendo en intensidad. Esa
respuesta canalizó intereses primarios, que
expresaron la defensa de derechos muy básicos de
carácter económico y social.
a. Las reacciones ante el
desabastecimiento de bienes En
primer lugar, fueron las mujeres, las
simples dueñas de casa, quienes ya en
1971 manifestaron su repudio a las
políticas del Gobierno. Es que el
chileno corriente, a pesar de los buenos
resultados de los primeros meses del
Gobierno de la UP, pronto comenzó a
apreciar una discriminación económica
que significaba desabastacimiento de
importantes productos y, por lo tanto,
larguísimas colas para comprar
artículos elementales para el hogar:
pan, arroz, azúcar, aceite, carne; lo
mismo sucedió gradualmente con otros
fundamentales para el trabajo diario:
comenzó a haber estanterías vacías
ahí donde antes estaban los neumáticos,
el cemento, los repuestos, las
herramientas y las telas de vestir. Esto
fue lo que generó el movimiento de
protesta popular que se inició con una
revuelta de consumidores, la marcha de
las ollas vacías de las dueñas de casa
de Santiago, en diciembre de 1971. Este
tipo de protestas por las colas y por el
desabastecimiento se prolongó hasta el
final mismo de la Unidad Popular, con
especial énfasis cuando surgió la
amenaza de las JAP, las Juntas de
Abastecimiento y Precios. La frase final
de Allende, "no tenemos el más
mínimo stock de harina; a lo sumo para
tres o cuatro días más," explica
muy bien este amplio movimiento de
reacción ante el desabastecimiento.
b. Las reacciones a las amenazas al
derecho de propiedad
A medida que iban pasando los días de
la Unidad Popular fueron tantos los
cientos de actos de usurpación de la
propiedad y tan ignoradas las sentencias
judiciales que obligaban a restituir los
predios, fábricas, sitios o inmuebles
ocupados, que la población se organizó
en grupos de autodefensa. Los así
llamados Proteco, "Protección de la
Comunidad", llegaron a tener unos
1.500 miembros activos a comienzos de
1973; era propietarios de todos los
niveles, quienes temían ataques a sus
bienes y se juntaban para ensayar
tácticas de autodefensa, con patrullas
voluntarias nocturnas. En una dimensión
más abiertamente paramilitarizada Patria
y Libertad, y en otra de carácter más
retórico, como SOL (Solidaridad, Orden y
Libertad), los jóvenes y mujeres
cumplían papeles parecidos.
c. Las reacciones a las amenazas a
las fuentes de trabajo.
A pesar de que el Gobierno de Allende
se postulaba como "de los
trabajadores," el creciente
daño que sus políticas económicas fue
causando en los sectores productivos
terminó por afectar también a los
obreros más calificados -y menos
proclives a la demagogia, por lo tanto-
quienes reaccionaron enérgicamente en
defensa de sus fuentes de trabajo. Dos
casos muy significativos son los de los
trabajadores de la Papelera y el de los
mineros. En el primero de ellos, 82% de
los trabajadores pertenecientes a
sindicatos votaron en 1972 en contra de
toda forma de control estatal de la
empresa y siguieron así las iniciativas
del gremialismo. Incluso, llegaron a
instalar grupos de autodefensa de la
empresa. Más dramático aún fue el caso
de los mineros del cobre, quienes en
junio de 1973 marcharon desde Rancagua
sobre Santiago, para manifestarse contra
un Gobierno que carcomía sus
remuneraciones al favorecer una acelerada
inflación.
d. Finalmente, un amplio grupo de
medios de comunicación se enfrentó con
creciente energía a las políticas
gubernamentales.
Su acción fue una clara reacción
ante las amenazas a la libertad de
información, lo que llevaba aparejado la
protección de legítimos intereses
económicos y, paralelamente, la defensa
de las libertades políticas, laborales
y, en algunos casos, especialmente del
derecho de propiedad. Los medios
opositores al Gobierno formaron un amplio
abanico desde El Mercurio que no
pudo publicarse el 23 de julio de 1973
por sentencia judicial- y La Segunda,
pasando por PEC, Qué Pasa, Portada,
Radio Agricultura y Canal 13, hasta los
militantes Sepa y Tribuna. Fue tal la
fama que alcanzaron periodistas y
comentaristas opositores como María
Eugenia Oyarzun, Carmen Puelma, Raquel
Correa, Silvia Pinto, Hermógenes Pérez
de Arce y Luciano Vásquez, que varios de
ellos fueron electos diputados en las
listas de la CODE en 1973, gracias a su
conocida defensa de las libertades y a su
consiguiente oposición al Gobierno de
Allende.
III. La reacción gremial.
A las posturas anteriores se fue agregando una
fuerte reacción gremial. Desarticulada en un
comienzo, pero muy organizada desde mediados de
1972 en adelante, esta tendencia armonizó
intereses corporativos de mediano y largo plazo.
No es posible dar cuenta en pocas líneas de lo
que esa enorme fuerza gremial significó, por lo
que simplemente vamos a reseñar algunos de sus
hitos más importantes, teniendo en cuenta eso
sí que, en general, los líderes gremiales
en el sentido amplio del término, es decir
profesionales, estudiantiles, sindicales,
empresariales, etc.- adoptaron medidas
huelguísticas de larga duración y convocaron a
la realización de concentraciones masivas, que
contaron con numerosa presencia de ciudadanos.
- Una primera reacción corporativa tuvo
lugar ya a fines de 1971, en la
Universidad de Chile, cuando a raíz del
intento de reforma de la Facultad de
Derecho -que consistía en tratar de
unirla con otras de la Universidad- las
juventudes nacionales,
democratacristianas y gremialistas se
tomaron la Facultad en Pío Nono. Fue la
primera vez, además, que confluían en
una misma acción universitarios de la
casa de Bello con alumnos de la
Universidad Católica.
- Un segundo hito de importancia
tuvo lugar con la prolongada lucha por el
derecho de Canal 13 a determinar su
extensión por todo Chile. Esa legítima
política expansiva de la estación
televisa se vio enormemente dificultada
porque la Corfo había procedido a
instalar un monopolio de importación y
distribución de equipos y repuestos para
radiotransmisores, mientras que el Banco
Central le negaba al Canal las divisas
necesarias para poder adquirir seriales
televisivos en el extranjero, complicando
enormemente su financiamiento. La
dirección del Canal en manos del padre
Raúl Hasbún y la orientación anti
marxista de su programación -y en
especial de su Departamento de Prensa-
motivaron el ataque gubernamental y, a su
vez, la reacción gremial de profesores,
alumnos y administrativos de la
Universidad Católica en su favor,
incluso con marchas por el centro de
Santiago.
- Pero, sin duda alguna, el
primer clímax se alcanzó con el Paro de
octubre de 1972, en el que camioneros,
comerciantes, estudiantes universitarios
y secundarios, colegios profesionales
-especialmente médicos y abogados- y
transportistas articularon la mayor
huelga general conocida hasta la fecha.
El Paro comenzó en Aysén, por la
resistencia de la Confederación de
dueños de camiones contra los
propósitos de instalar una compañía de
transporte estatal. Día a día se fueron
plegando otros gremios, cada uno con su
propia reivindicación frente a las
políticas estatistas del Gobierno.
Incluso los partidos opositores se vieron
superados por esta avalancha gremial, ya
que no previeron la situación ni
lograron tener el control del Paro; el
movimiento fue conducido siempre por
auténticos dirigentes gremiales
agrupados en el Comando de Defensa
Gremial: León Vilarín, Rafael Cumsille,
Jorge Martínez, Jaime Guzmán, Guillermo
Elton, Eduardo Arriagada, entre otros.
Algunos de ellos elaboraron el documento
El pliego de Chile, solicitando las
medidas concretas que debían adoptarse
en bien de la Patria. Y aunque varios
fueron detenidos y encarcelados, el Paro
resistió durante un mes y terminó sólo
cuando el Gobierno cedió ante algunas de
sus exigencias y nombró a un militar
como Ministro del Interior. Entre los
acuerdos más importantes que se habían
dado a conocer por esos días estaban los
del Consejo General del Colegio de
Abogados, que "en presencia de la
quiebra del Estado de Derecho que vive el
país" había instruido a sus
colegiados para que suspendieran su
ejercicio profesional.
- La situación de huelga general
volvió a repetirse en los meses de
otoño e invierno de 1973. Una vez más
pararon los comerciantes, camioneros,
mineros, colegios profesionales,
transportistas, bancarios estudiantes
-con especial participación ahora de la
FESES, de la FEUC y de Ingeniería de la
Universidad de Chile- a lo que se agrega
la permanente protesta de las dueñas de
casa; todos se organizan en la lucha
contra el Gobierno, en la que confluyen
finalmente intereses primarios,
laborales, económicos, corporativos y
políticos, difundidos y alentados por
los medios de comunicación contrarios al
Gobierno. Se han sumado ahora a los
antiguos dirigentes otros de gran
actividad: Jorge Fontaine, Guillermo
Medina, Orlando Sáenz, Javier
Leturia
- No es extraño, entonces, que
toda esta movilización haya alcanzado
una manifestación muy concreta de
carácter terminal en la petición de
renuncia por carta abierta a Allende
hecha por la FEUC encabezada por Leturia,
con la consiguiente instalación de mesas
en el centro de Santiago para solicitar
adhesiones a esa iniciativa. "Qué
renuncie," se transformó así en la
demanda mínima de los intereses
gremiales. El 11 de septiembre por la
mañana se iba a realizar una marcha
conjunta de miles de estudiantes
universitarios y secundarios pidiendo con
energía esa decisión.
IV. La reacción institucional.
Junto a las dos reacciones anteriores hubo
otras, de carácter institucional, consistentes
en actitudes de rechazo al Gobierno de Salvador
Allende que expresaban intereses nacionales y de
largo plazo.
- Ya al votar el Estatuto de Garantías, en
octubre de 1970, el Partido Nacional, a
través de su senador Francisco Bulnes
S., afirmó que era inútil reformar la
Constitución, porque el comportamiento
del Gobierno dependería de la voluntad
del ciudadano que asumiría la Primera
Magistratura. "Esta reforma
constitucional no asegura en modo alguno
la vida del estado de derecho y de la
democracia representativa; ello
depender· sólo de la conducta del nuevo
gobierno en cuanto al respeto de las
garantías constitucionales que ya
consigna nuestra Carta fundamental y en
particular del ciudadano que asumir·
próximamente el alto cargo de Presidente
de todos los chilenos," afirmó
Bulnes, marcando la cancha respecto de la
mirada de largo plazo de su Partido,
claramente escéptico -por decir lo
menos- de la viabilidad de la democracia
bajo Allende.
- Distinta había sido la actitud
del Partido Demócrata Cristiano, ya que
en esa misma oportunidad había apoyado
con sus votos la mencionada reforma a la
Constitución de 1925. Pero fue a raíz
del asesinato por un grupo terrorista de
izquierda, de su militante, el ex
ministro del Interior de Eduardo Frei M.,
Edmundo Pérez Zujovic, que el partido
cambió por completo su discurso: El 8 de
junio de ese año afirmó que el
asesinato era producto "del clima
de odio, difamación y violencia"
y exigió el desmantelamiento de los
grupos armados que estaban actuando al
margen de la ley. Incluso, el PDC le
pidió a Allende que entregara la
investigación del asesinato al Servicio
de Inteligencia del Ejército, porque no
le daba confianza la policía de
Investigaciones en manos de la izquierda.
Este distanciamiento fue ratificado y
acrecentado un año después, durante el
paro de octubre de 1972, a través de la
significativa declaración de su
presidente, Renán Fuentealba, quien
afirmó que el Gobierno actuaba en
abierto desafío a la Constitución y a
las leyes, así como también a los
derechos fundamentales, lo que era
peligroso para todos los chilenos. Y
aunque hubo acercamientos entre La Moneda
y el PDC a mediados de 1973, ellos fueron
inútiles porque gran parte de la base
democratacristiana estaba convencida de
que la situación no tenía salida por la
vía legal.
- También a buena parte de la
Jerarquía de la Iglesia Católica le
había costado tomar una postura clara
respecto de un enemigo histórico de la
fe, como es el marxismo. Sólo con la
publicación del Decreto referido a la
Escuela Nacional Unificada, ENU, en 1973,
la Iglesia Católica reaccionó a través
de sus más destacados prelados. El
Cardenal Arzobispo de Santiago, Mons.
Raúl Silva Henríquez criticó
decididamente la iniciativa gubernamental
y Mons. Emilio Tagle, Obispo de
Valparaíso afirmó simplemente: "Pretender
que la educación chilena debe tener el
sentido y la orientación dada por una
ideología, cualquiera que ella sea, es
una falta de respeto a la conciencia de
los niños y vulnera gravemente el
derecho que asiste a los padres para
entregar la educación que ellos deseen a
su descendencia; por eso, la Iglesia no
acepta que se imponga este tipo de
política en la educación."
Finalmente, fueron los 31 obispos de
Chile los que declararon oponerse "al
fondo del proyecto por su contenido, que
no respeta valores humanos y cristianos
fundamentales."
- Llegó también el momento de
una reacción electoral. Conformada la
Confederación Democrática, CODE, para
los comicios complementarios de 1972, se
obtuvo por esa vía la senaturía de
OHiggins y Colchagua así como la
diputación de Linares con Rafael Moreno
y Sergio Díez, respectivamente. Y en las
elecciones de marzo de 1973 los
candidatos de los partidos Demócrata
Cristiano, Nacional, Demócrata Radical y
de Izquierda Radical obtuvieron una
mayoría amplia, con el 54.7% de los
votos. Si ese resultado aparecía al
menos como satisfactorio, la percepción
del caudal de opositores mejoró aún
más, al conocerse la acusación de
fraude gubernamental en las elecciones.
El informe fue presentado el 18 de julio
de 1973 por el Decano de Derecho de la
Universidad Católica, contra la opinión
del Rector Fernando Castillo Velasco. La
primera observación se refería a los
750.000 nuevos inscritos desde las
municipales de 1971, que sumando y
restando, sólo debieran haber sido unos
500.000; continuaba después la
acusación considerando la desigual
inscripción en circunscripciones en que
sí había habido elección senatorial
(33% y 37% de aumento) con las que no la
tuvieron (18% de aumento) para terminar
señalando casos comprobados de fraude en
Santiago y Coquimbo, por carnets que no
correspondían a los electores y por la
evidencia de haberse inscrito cientos de
votantes el último día con el mismo
domicilio, por ej., interior Parque
Cousiño. El informe concluía que "en
las elecciones parlamentarias de marzo
tuvo lugar un fraude electoral de grandes
proporciones, que ha implicado entre 200
y 300 mil votos ilegales."
- A esta situación se sumaron
las reiteradas declaraciones sobre las
ilegalidades cometidas por el Gobierno
formuladas por la Contraloría General de
la República.
- Faltaba sólo el
pronunciamiento contrario al Gobierno de
Allende de los otros dos poderes del
Estado. Cronológica y conceptualmente
fue decisiva la reacción del Poder
Judicial, porque se produjo primero y,
además, fue durísima. Es el
acontecimiento que marca decisivamente
toda la diferencia; nos referimos al
intercambio de oficios entre Allende y la
Corte Suprema -debido al incumplimiento
de sentencias judiciales- iniciado el 30
de octubre de 1972, pero que alcanzó su
clímax el 25 de junio de 1973. Si en el
Chile de la UP se percibió hasta qué
punto es dañino el lema gramsciano por
el cual "todo es política", no
cabe duda que quien resistió más tiempo
y con mayor energía a su influjo fue la
Corte Suprema de Justicia, árbitro
superior, que fue llevado por la torpeza
de las políticas gubernamentales a la
calidad de rival invencible.
Ya en
1972 la Corte había manifestado que los
buenos deseos y los altos propósitos de
Allende solían desobedecerlos algunas
autoridades, por lo que se estaba en
presencia de un quebrantamiento del orden
jerárquico. Desgraciadamente no se
enmendó la práctica cuestionada, sino
que se la extendió y autorizó. En
efecto, una circular confidencial del
general Prats, Ministro del Interior,
determinó el 19 de enero de 1973 que el
desalojo de un establecimiento o
industria, en virtud de una orden
judicial, debía suspenderse si las
circunstancias laborales o de otra
índole determinaban que se trataba de un
caso conflictivo. Así sucedió en
reiteradas ocasiones, por lo que la Corte
se dirigió al Ministro del Interior
afirmando que "no escapar· del
elevado criterio de V.S. lo que significa
omitir el cumplimiento de resoluciones
ejecutoriadas que, de esta manera, dejan
a los que legítimamente han obtenido en
juicio, en la más completa
indefensión".
Como la situación se agravó incluso
más, por oficios del 7, 16 y 26 de mayo
la Corte Suprema protestó ante el
Presidente de la República, debido a "la
actitud ilegal de la autoridad
administrativa en la ilícita
intromisión en asuntos judiciales"
y por la "abierta pertinacia en
rebelarse contra las resoluciones
judiciales
lo que significa no ya
una crisis en el Estado de Derecho
sino una perentoria o inminente quiebra
de la juridicidad."
Allende contestó el 12 de junio
ratificando la circular Prats, al afirmar
que "resulta inadmisible sostener
que estas autoridades deban prestar el
amparo policial en forma del todo
indiscriminada, por cuanto ello podría
conducir a situaciones que atenten
precisamente contra la paz social y el
orden público que están llamadas a
cautelar," y concluyó afirmando
que el Tribunal había formulado
observaciones de dudosa oportunidad y que
en caso alguno favorecían la paz social
y el restablecimiento del diálogo
democrático.
Llamada a la arena del conflicto, la
Corte salió en defensa de su propia
integridad y del orden jurídico del
país, calificando el oficio presidencial
como "un intento de someter el
libre criterio del Poder Judicial a las
necesidades políticas del
Gobierno," y a las palabras del
Presidente como "una posición
militante contra el órgano
jurisdiccional superior del país."
Y, a continuación, los ministros
desarrollaban un documentado análisis de
los errores jurídicos presidenciales y
de sus asesores.
El oficio de la Corte Suprema no fue
contestado por Allende; simplemente fue
devuelto el día 27, porque el Gobierno
calificó su redacción como "irrespetuosa
e inconveniente." Allende
cerraba así otra puerta al diálogo y,
de paso, abría otro flanco a la casi
unánime reacción institucional.
Y pocos días antes del
Pronunciamiento Militar -el 23 de agosto-
fue la Cámara de Diputados la que
declaró que el Gobierno se había
"ido empeñando en conquistar el
poder total," para lo cual,
decía el texto de la declaración, "el
Gobierno no ha incurrido en violaciones
aisladas de la Constitución y de la ley,
sino que ha hecho de ellas un sistema
permanente de conducta, llegando a los
extremos de desconocer y atropellar
sistemáticamente las atribuciones de los
demás poderes del Estado, violando
habitualmente las garantías que la
Constitución asegura a todos los
habitantes de la República." En
concreto, la Cámara sostuvo que se
habían atropellado la igualdad ante la
ley, la libertad de expresión, el
principio de autonomía universitaria, el
derecho de reunión, la libertad de
enseñanza, el derecho de propiedad, los
derechos sindicales, la libertad de
circulación, etc. Terminaba el texto
advirtiéndole a las Fuerzas Armadas que "les
corresponde poner inmediato término a
todas las situaciones
que infringen
la Constitución y las leyes, con el fin
de encausar la acción gubernativa por
las vías del derecho y asegurar el orden
constitucional de nuestra patria y las
bases esenciales de convivencia
democrática entre los chilenos."
Ponía así la Cámara de Diputados
los fundamentos más claros para poder
afirmar sin error que la reacción civil
desarrollada durante 3 años para
enfrentar al proyecto totalitario del
Gobierno de la Unidad Popular ya no
bastaba, que era necesaria una reacción
militar. Que lo que los civiles habían
comenzado, sólo podían terminarlo los
militares.
Quién mejor que Eduardo Frei M. para graficar
lo que había sucedido en torno al 11 de
septiembre: "La democracia Cristiana no
deseaba esto, naturalmente. Usted no desea
operarse de cáncer, pero llega el momento en que
usted tiene que operarse el cáncer. Nuestros
cirujanos son las Fuerzas Armadas y el pueblo
solicitó su intervención insistentemente,
estruendosa y heroicamente." .
·- ·-· -··· ·· ·-··
Gonzalo Rojas Sánchez
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