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Sobre la amistad
Lo que pueda debo hacerlo.
Si esta revista pretende defender los valores básicos de la convivencia, ¿por qué no hablar, en un artículo, de la amistad, de la hermandad entre los seres humanos? Y, al tratar este tema, ¿por qué no presentarlo de un modo práctico, experimental? ¿No es más convincente un modelo vivo que mil teóricas razones?
Es esto lo que pensaba yo al contemplar en Zaragoza, el pasado Día de San Jorge, fiesta de su Patrón, a un grupo de viejos Exploradores de España. Cerraron los actos conmemorativos cantando su Himno que empieza con "Seréis para ser buenos / mejores cada día" y en una de cuyas estrofas se dice: "Unid las almas, juntad las vidas / al fuego santo de un solo hogar".
Cuando estos Exploradores eran chicos, jóvenes, en 1936, les sorprendió la guerra civil en un campamento que acababan de instalar en el Pirineo aragonés. Partida entonces España por los frentes de batalla en dos zonas enemigas, no pudieron regresar a sus casas hasta muchos meses después. Quedaron incomunicados de sus familias, protagonizaron tremendas peripecias, conocieron el exilio. No es momento, ahora, de narrar tantos avatares. Sí de destacar dos cosas. Una, que lo normal hubiera sido que, en esas circunstancias, se hubiese roto la unidad espiritual del grupo, que también la guerra hubiera estallado en su seno. Otra, que no sólo no se quebró entonces la unión, sino que hoy, transcurridos sesenta años, siguen los que viven de esos Exploradores hermanados por una entrañable amistad.
La primera afirmación es lógica. Lo que desencadenó aquella guerra fratricida fueron, llevadas a sus últimas consecuencias, las desigualdades sociales y las divergencias ideológicas. Pues bien, unas y otras diferencias existían en el seno de los acampados. Al fin, eran estos un fiel reflejo del propio país, no constituían una elite, no representaban un solo sector de la sociedad, formaban un grupo absolutamente heterogéneo; a la Asociación de Exploradores llegaban muchachos de todas las capas sociales, de todas las procedencias. Si la guerra que enfrentó a los españoles no les dividió fue porque habían hecho realidad en sus vidas los principios escultistas, base de su educación: La mutua hermandad, la amistad entre los hombres, la ayuda al prójimo, el servicio a los demás, la lealtad, la alegría, el buen ánimo, el amor a la naturaleza como medio de llegar a Dios,... Bien puede consdiderarse como símbolo de ese espíritu aquel precepto de la "ley del Explorador" que les animaba a "hacer cada día una buena acción". Así fueron ellos, en una nación en guerra, una, isla de paz.
Si una conflagración bélica en vez de romper aquella amistad la reforzó, el paso del tiempo la ha acrisolado y la ha esmaltado con el rico valor de lo añejo. Varias décadas después, continúan unidos los "chicos" del campamento. Celebran sus fiestas conmemorativas, se reúnen con asiduidad, participan recíprocamente de alegrías y tristezas, realizan juntos viajes y excursiones. En todo están presentes sus esposas. Pero ese grupo no sólo vive hacia dentro en aras de la. inquebrantable amistad que lo configura. También se abre hacia fuera: mirando a los jóvenes (of'reciéndoles con libertad su experiencia) y colaborando en acciones al servicio del bien común.
Cuando estamos en una, sociedad insolidaria, cuando "vivimos -en frase de Magis- la vida como rapiña", ver un caso de amistad como el mentado resulta confortador.
Porque es evidente que hay que mejorar el mundo. Sin embargo, ¡qué difícil es cambiar sus estructuras! Poco puede hacer, en verdad, en este punto un ciudadano corriente. Pero lo que pueda debe hacerlo; y sí puede cualquiera introducir, dentro de esas estructuras, en sus relaciones humanas, la savia de la cordialidad, de la amabilidad, de la amistad. Con ello se mejoraría la convivencia, también el ambiente. Y, por ahí, hasta se llegarían a dar las circunstancias precisas para la transformación de aquellas estructuras.
Si frente a las irritaciones, enemistades, pugnas que pueden llegar a, graves conflictos, incluso a guerras, tú, lector, difundes en tu entorno amistosos espacios y, sobre todo, si propicias algún núcleo de amistad como el de los Exploradores que te he mostrado, habrás hecho algo positivo y habrás encendido, en un mundo en tinieblas, una luz para la esperanza.
Patricio Borobio *
"ARBIL, Anotaciones de Pensamiento y Critica", es editado por el Foro Arbil
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