Es realmente curioso observar como muchos católicos "obvien" como si se tratara de algo insignificante o inexistente, que el "genocida, imperialista y tiburón petrolero" George W. Bush es el único presidente de un gobierno occidental que declara públicamente su voluntad, entre otras cosas, de ilegalizar el aborto. Desde el principio, cuando Bush se candidó a la presidencia elaboró un programa de aproximación a los católicos que hizo época, y le valió un 10% más de votos católicos de los que había conseguido el anterior candidato republicano, Robert Dole, en 1996. Sus iniciativas de política social y de apoyo inflexible a la sacralidad de la vida demuestran sensibilidad explícita hacia la postura católica. Ya durante la campaña electoral había dado un apoyo importantísimo a la permanencia de la Santa Sede en su función de Observador permanente en la Onu, una función que había sido duramente contestada por las feministas que acusaban a la Iglesia de haber inducido a 6.000 madres, posteriormente muertas de parto, a rechazar el aborto. Bush defendió a la Iglesia y retó la Casa Blanca a hacer lo mismo, lo cual forzó la mano de Clinton. Ya instalado en la Casa Blanca, Bush dió un giro copernicano a las políticas abortistas del gobieno anterior, atrayendo sobre sí las iras de los lobbies feministas y de las organizaciones internacionales para la planificación familiar. La diferencia se vió enseguida tras su toma de posesión: de un día para otro los Estados Unidos han abandonado su colaboración con los partidarios del control demográfico (en su mayoría delegados de la Unión Europea), tomando partido contra las manipulaciones del lenguaje en los documentos Onu hechas para legalizar el aborto en el mundo entero. Una tras otra Bush dió un vuelco a las iniciativas contra la vida tomadas por el gobierno Clinton, el cual había tenido relaciones problemáticas con el Papa, sobre todo tras la conferencia de El Cairo de 1994, donde la Iglesia se había opuesto a las propuestas abortistas mientras el gobierno de EE.UU. intensificaba la campaña a favor de éstas. George W. Bush tomó la decisión de quitar los fondos al Unfpa, el Fondo para la población de las Naciones Unidas, cuando las audiciones de la Comisión senatorial ad hoc han comprobado que, contrariamente a cuanto se declaraba, esta agencia de la Onu era activa en zonas de China donde se practica el aborto forzoso. La Unión Europea ha declarado y puesto en práctica la voluntad de sustituirse a los EE.UU. para garantizar al Unfpa los fondos que le han sido denegados. Bush define su actitud como "cultura de la vida", refiriéndose explícitamente a la terminología utilizada por el Papa, definición por otra parte nada habitual en EE.UU, y que en ciertos ambientes hostiles al Catolicismo puede hacer perder simpatías. Con estas palabras ha firmado la ley "para la protección del niño nacido vivo" y la que da a las mujeres embarazadas el derecho a las curas médicas gratuitas. El Congreso norteamericano aprobó el pasado viernes 28 de febrero el proyecto de Ley de George Bush sobre la clonación humana. Si el Senado aprueba la norma, significará que en Estados Unidos no se podrán hacer clonaciones ni terapéuticas, ni reproductivas, bajo pena de hasta diez años de cárcel. En política interior Bush ha continuamente pedido que la subsidiaridad fuera el cimiento de la reforma del Estado de bienestar y ha creado un ente gubernamental para suplir la ineficaz intervención estatal a favor de la integración de las minorías y de los problemas sociales con las asociaciones y congregaciones religiosas, y ha puesto al mando del ente coordinador a un médico católico que ha pasado diez años de su vida con Madre Teresa de Calcuta. Paradójicamente en este caso son los mismos "correligionarios" de Bush quienes se oponen a la financiación estatal. "Libertarians" hasta la médula, según la verdadera tradición americana, estas iglesias y comunidades temen que aceptar dinero del gobierno sea el primer paso hacia una sumisión al mismo. El Papa ha pedido ayuda para luchar contra el Sida, y Bush se comprometió en su discurso sobre el Estado de la Unión de 2003 a ayudar a los países de África y del Caribe que más sufren tal lacra, proponiendo la institución de un sistema de diagnósticos, prevención y cura, creando laboratorios, pagando médicos especializados y enfermeros para anclar el sistema, y otorgando las medicinas antiretrovirales y las instrucciones para usarlas. Todo ello en colaboración con gobiernos y grupos privados. Además la misma cantidad de millones de dólares destinada a las campañas de "prevención" contra el SIDA mediante el preservativo, es ahora destinada a campañas a favor de la continencia sexual. También ha mantenido en Foros Públicos Internacionales a favor del desarrollo la propuesta avanzada por varios misioneros de renombre internacional como padre Gheddo, de condicionar las ayudas occidentales al respeto de los derechos fundamentales de la persona para evitar que sigan siendo objeto de enriquecimiento de las élites tiránicas y corruptas del Tercer Mundo; hace apostolado de la oración en casi todos sus discursos; y ha defendido a la Iglesia católica y al Papa (contrariando a muchos de sus votantes fundamentalistas protestantes) durante los escándalos de pedofilia. Y yo me pregunto: ¿Cómo es posible que muchos católicos se dejen obcecar tanto por un antiamericanismo de corte progresista hasta el punto de "olvidar" hechos tan significativos y ejemplares para un católico, teniendo en cuenta, además, el auténtico desierto que sobre estos temas (con algunas excepciones) rige en los países de nuestro entorno? ¿No deberíamos alegrarnos como católicos de esta línea prográmatica de la administración Bush y tratar de imitarla -importándola- a Europa? ¿Es que acaso no viene como anillo al dedo tras la Nota doctrinal de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre "el compromiso y la conducta de los católicos en la vida política"? ¿No es un aliciente para todos nosotros ver como muchas de las exigencias morales que nos recuerda tal documento vaticano se ven realizadas por el presidente de la nación que actualmente detenta el liderazgo mundial y que marca las pautas de conducta y las modas - desgraciadamente a Europa llegan sólo las negativas - para buena parte del orbe? ¿Por qué entonces tanta falta de objetividad y caridad? Muchos de los interpelados por estos interrogantes contestarían diciendo que la actitud de la administración Bush contradice la postura del Papa y de la Santa Sede en el posible ataque "preventivo" contra Iraq (quizás cuando salga a la luz éste artículo tal eventualidad se haya ya concretado), ya que, siempre según su opinión, la línea de la jerarquía de la Iglesia consistiría en un no absoluto a toda intervención militar de EE.UU. y de sus aliados con o sin la autorización de la Onu y contra el régimen de Sadam. En realidad las cosas no son así. El cardenal Jean Louis Tauran ("ministro de exteriores" de la Santa Sede) afirmó al diario de la Conferencia Episcopal Italiana, "Avvenire", septiembre de 2002, que admitirían una guerra consensuada por la Onu si inspirándose en el derecho internacional (según ellos la guerra preventiva no está prevista por la carta de las Naciones Unidas) y en particular a las resoluciones del Consejo de Seguridad, juzguen oportuno y proporcionado el recurso a la fuerza. En la misma línea se declaraba el enviado del Santo Padre a Estados Unidos, cardenal Pio Laghi, tras su entrevista con el presidente americano Bush del 5 de marzo: "La Santa Sede insta a quienes ostentan la autoridad civil para que consideren plenamente todos los aspectos de esta crisis. Al respecto, la postura de la Santa Sede tiene una doble vertiente. En primer lugar, el gobierno iraquí está obligado a cumplir total y plenamente sus obligaciones internacionales en lo relativo a los derechos humanos y al desarme siguiendo las resoluciones de la ONU en el respeto a las normas internacionales. En segundo lugar, estas obligaciones y su cumplimiento deben seguir ejecutándose en el marco de las Naciones Unidas. La Santa Sede considera que aún hay vías pacíficas en el contexto del vasto patrimonio del derecho internacional y de las instituciones que existen para tal propósito. Una decisión relativa al uso de la fuerza militar sólo se puede tomar el marco de las Naciones Unidas, pero siempre teniendo en cuenta las graves consecuencias de un conflicto armado de esas características: el sufrimiento del pueblo iraquí y de los implicados en esa operación militar, la posterior inestabilidad de la zona y una nueva brecha entre Islam y Cristianismo" (www.zenit.org, 6 de marzo 2003). Me parece pues muy demagógico contraponer Bush al Papa en el tema concreto de la guerra sin matizar que las diferencias son más bien de medios y de plazos. La postura de la Iglesia es la de educar a la humanidad a ser consciente de las consecuencias de la guerra para que ésta sea realmente la última alternativa. Ahora bien, tal postura (que implica la búsqueda de soluciones distintas al conflicto y el agotamiento de todas las posibilidades diplomáticas) no es un no absoluto a todas las guerras ni tampoco a ésta. El que la Santa Sede considere que la doctrina Bush sobre la guerra preventiva -así como ha sido expuesta por la Casa Blanca- pueda chocar con la doctrina católica de la guerra justa y que esté convencida de que todavía existen márgenes para una solución pacífica -mediante la continuación de las inspecciones de la Onu- no significa que de suyo la contradiga o que el posible ataque sea de por sí injusto. Lo que realmente parece temer la Santa Sede (junto a las posibles consecuencias para los cristianos; el temor a que la guerra de última ratio se convierta en camino habitual para resolver los conflictos -tanto más teniendo en cuenta la potencialidad devastadora de las armas actuales- y su preocupación por las consecuencias geopolíticas y las poblaciones locales) son las consecuencias de una mal explicada y/o expuesta "guerra preventiva". Es decir, si realmente no se tienen el mayor número de pruebas posible que hagan evidente la amenaza de Iraq para la seguridad de Occidente y de Oriente Medio es preferible buscar otras soluciones, ya que podría sentar un precedente para que cualquier nación con un pretexto más o menos válido empezara a su vez a lanzar "guerras preventivas" haciendo añicos el ya de por sí endeble, injusto e hipócrita, derecho internacional. No es pues un rechazo absoluto a un posible ataque a Iraq ("o con Bush o con el Papa"), sino sobre todo la voluntad de incorporar el derecho natural (ver el mensaje del Santo Padre para la Jornada por la Paz de 1 de enero de 2003) al derecho internacional para que en los límites de lo posible se actúe conforme a la obligada prudencia política y en nombre de las verdades objetivas de la razón natural y cristiana. Todo pues se juega en torno a la peligrosidad inminente o menos del régimen iraquí y a la posibilidad que mediante las inspecciones de la Onu se consigan los objetivos de desarme perseguidos por la amenaza militar. Otro elemento a tener en cuenta cuando se aborda la actual crisis iraquí, es el contexto nuevo que surgió tras los atentados del 11-S y la necesidad de cotejar la tradicional doctrina de la guerra justa con la nueva amenaza constituida por un terrorismo internacional que no tiene parangón con el anterior y que tiene la capacidad de "ocupar" Estados (Víd. http://www.iespana.es/revista-arbil/(61)ange.htm). En realidad ya hubo alguna reflexión al respecto como nos informa la agencia de noticias católicas "Zenit": "El teólogo estadounidense católico Michael Novak pronunció este lunes en Roma una conferencia en la que afirmó que una intervención militar en Irak se justificaría por los principios tradicionales de la legítima defensa, sin necesidad de recurrir a un nuevo concepto de guerra preventiva. La intervención del exponente del American Enterprise Institute for Public Policy Research(http://www.aei.org) tuvo lugar en un simposio de dos horas organizado por Jim Nicholson, embajador de Estados Unidos ante el Vaticano. Hablando sobre «La doctrina de la guerra justa e Irak», Novak aclaró que «un posible ataque de los Estados Unidos contra Irak no tiene nada que ver con la guerra preventiva». «Los Estados Unidos tienen miedo de que las armas de destrucción de masa, químicas y bacterológicas (gasmostaza, sarin, ántrax) que Sadam Huseín tiene a disposición y que todavía no ha demostrado haber destruido, puedan ser utilizadas por terroristas fundamentalistas». «Hemos visto lo que ha sido posible hacer con una cuchara de ántrax --subrayó Novak ante un auditorio de unas 150 personas--. Sadam tiene a su disposición cinco mil litros de ántrax y sabemos que pueden ser utilizados por células terroristas en todo el mundo». «No podemos permitir que tengan lugar otras masacres como la del 11 de septiembre --afirmó Novak, cuya parte final de la intervención estuvo dedicada a responder a las perguntas de los presentes. Por esto pedimos a Sadam que destruya sus arsenales. Un compromiso de desarme que Sadam asumió en 1991 y que todavía no ha respetado». Por lo que se refiere a la intervención armada, Novak hizo referencia a la doctrina de la «guerra justa», explicando que se trata de una «intervención defensiva contra una amenaza cierta», representada por un régimen que «es peor que el de los Talibán» y «más cruel que el de Milosevic». «En términos morales --afirmó Novak-- fuimos atacados el 11 de septiembre de 2001, y es tarea de nuestro gobierno proteger a los ciudadanos. Por este motivo, haremos todo lo posible para defendernos». Novak hizo referencia al Catecismo de la Iglesia Católica (n. 2309), en donde se exponen las condiciones para una intervención en legítima defensa. Explicó que es necesario enmarcarlas en el diferente contexto de la «guerra asimétrica» que hacen los terroristas. El daño para las naciones es duradero, grave y cierto, por esto «es moralmente obligatorio para los Estados defenderse de esta amenaza». Por lo que se refiere a las críticas que proceden del mundo católico al proyecto de ataque estadounidense, Novak hizo una aclaración: «No es verdad, como haescrito la "Civiltà Cattolica", que pretendamos hacer la guerra para controlar el petróleo de Irak». Según Novak,« los Estados Unidos dependen muy poco del petróleo de Oriente Medio. Sólo un 6% del petróleo utilizado en los Estados Unidos procede de Irak, y Europa, China y Rusia están mucho más interesadas que nosotros en el petróleo de esa región» Por lo que se refiere a los esfuerzos de Juan Pablo II para evitar el conflicto, Novak afirmó: «Es justo que el Santo Padre se movilice para impedir la guerra. Le doy las gracias por ello». Aplaudió asimismo declaraciones recientes del presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, el cardenal Camillo Ruini, según las cuales sería deseable un exilio voluntario de Sadam" (11 febrero 2003, zenit.org). También el biógrafo autorizado por la Santa Sede y exponente destacado del Catolicismo norteamericano, George Weigel, encara la espinosa cuestión de la "guerra preventiva" y sus relaciones con la doctrina católica de la guerra justa: "En la intensificación del debate acerca de Iraq han sido evidenciados tres problemas fundamentales relacionados con la eventualidad de una acción militar preventiva y con el concepto tradicional de guerra justa.1) ¿La guerra preventiva es siempre moralmente justificable? La doctrina clásica sobre la guerra justa ha identificado tres tipos de "justa causa": La defensa contra una agresión, la recuperación de algo que ha sido injustamente sustraído y el castigo por el mal cometido. La reflexión teológica moderna sobre la guerra justa, en cambio, se ha remitido a la Carta de las Naciones Unidas, limitando la "justa causa" a la "defensa contra una agresión". Cuando un régimen feroz ha utilizado armas químicas con su propio pueblo y contra un país vecino, es un régimen que no contempla el estado de derecho y que desobedece manifiestamente sus obligaciones internacionales, trabaja febrilmente para procurarse y utilizar ulteriores armas de destrucción masiva, entonces se pueden exprimir apremiantes y persuasivas razones que muestran como una "agresión en curso". La naturaleza del régimen, que es un factor fundamental en el análisis moral, lo hace evidente. No tiene sentido desde el punto de vista moral decier que los Estados Unidos o la comunidad internacional pueden sólo responder con la fuerza de las armas cuando un misil iraquí cargado con un arma de destrucción masiva haya sido lanzado o esté listo para el lanzamiento. Naturalmente aquí intervienen serios problemas de prudencia. A nivel de principio moral, sin embargo, puede haber casos en los que no sólo exista el derecho de "empezar los primeros", sino que es una obligación moral hacerlo. Y el caso iraquí bien puede constituir uno de tales casos. 2) ¿De qué manera el uso de la fuerza armada puede contribuir al orden internacional? En el discurso del Presidente Bush de junio pasado en West Point se hizo referencia a la guerra contra el terrorismo, y a la posible acción militar contra estados agresores poseedores de armas de destrucción masiva, con el fin de perseguir y establecer un orden internacional basado en la justicia y la libertad. Este discurso no ha sido suficientemente tomado en serio por los críticos del Presidente. Hay en Europa gran preocupación que no se tenga en su debida cuenta la presunción de inmunidad de la soberanía territorial de los estados. Tal presunción supone no ostante que el estado en cuestión demuestre un mínimo de respeto por las normas internacionales. Un régimen como el de Sadam no puede tener tales requisitos. Su comportamiento demuestra el desprecio por los principios de orden internacional. En realidad hay regímenes a los que, a causa de su intención claramente agresiva y por la falta de control eficaz interno sobre el comportamiento del gobieno, no se puede en absoluto permitir la adquisición de armas de destrucción masiva. La reflexión sobre la guerra justa comienza con un fundamental juicio moral, esto es, que las legítimas autoridades tienen la obligación moral de defender la paz y el orden. La historia ha demostrado que la paz puede ser conseguida, en algunas circunstancias, mediante un uso de la fuerza armada que sea proporcionado, mesurado y estratégicamente sabio. 3) ¿Sólo las Naciones Unidas tienen la autoridad moral de juzgar una guerra como justa? La misma Carta de las Naciones Unidas reconoce el derecho a la autodefensa de una nación, la cual implica que para defenderse de una agresión no se necesita la autorización del Consejo de Seguridad; se trata de un derecho inalienable de toda nación. Si la intervención armada puede contribuir al orden internacional, ciertamente la aprobación del uso de la fuerza por parte del Consejo de Seguridad es positivo desde el punto de vista de una política prudente. Mas una lectura correcta de la tradición de la guerra justa no lleva necesariamente a la conclusión que exista el compromiso moral de tener una preventiva aprobación por parte del Consejo de Seguridad. Asimismo algunos analistas responsables han planteado el problema que el caso podría constituir un precedente: se preguntan si se deba considerar la acción por parte de Estados Unidos o de los Aliados, con el fin de eliminar las armas de destrucción masiva en poder de Sadam, sin haber conseguido una preventiva aprobación del Consejo de Seguridad, constituya o no una concusión del derecho internacional por parte de la "ley del más fuerte". Yo no lo creo. Lo que podría ocurrir en la hipótesis citada es que los EE.UU. y las naciones aliadas, que han aclarado cómo entiendan actuar para alcanzar los objetivos de orden internacional a los que las Naciones Unidas son tan devotas, hayan decidido responder a la existente y vinculante obligación moral con la que las mismas Naciones Unidas no consiguen cumplir. Y la razón por la cual las Naciones Unidas no consiguen tomar estas resoluciones que son conformes a sus propias finalidades es la forma misma con la cual tal institución está actualmente organizada. Es esta, en mi opinión, la postura que eficazmente impulsa de forma duradera la paz en el ámbito internacional" ("The Catholic Difference", 2003). Llegados a este punto creo conveniente aclarar que la intención de este artículo no es dar razones morales a los partidarios de una intervención bélica con o sin la Onu contra Iraq ni tampoco avalar las posturas teológicas y/o doctrinales de los dos autores citados en otros ámbitos del conocimiento (que merecerían un estudio ajeno a este artículo), sino exponer en toda su complejidad la problemática que se cierne sobre el orden internacional tras el 11-S y las implicaciones que ella conlleva para la doctrina católica tradicional sobre la guerra justa. Problemática, por cierto, que no se soluciona con un pacifismo "católico" que trata de asimilar los pronunciamientos del Santo Padre a favor de la paz con los eslóganes - fruto de la más artera manipulación - del entramado "progresista" internacional. Es en efecto triste observar como muchos de los que se rasgan las vestiduras frente a un posible ataque a Iraq en las manifestaciones de las últimas semanas, salgan a las calles siempre y solamente cuando se trata de intervenciones militares o sistemas de armamento de los Estados Unidos y de sus aliados. ¿Por qué no se manifestaron contra las guerras, las invasiones, las matanzas, las torturas y las ejecuciones de masa, que Sadam Huseín cometió - a menudo con la complicidad y el silencio de Occidente y mundo árabe - en sus 25 años de poder? (Víd. http://www.iespana.es/revista-arbil/(65)irak.htm) En las manifestaciones había muchas pancartas denunciando la trágica situación de los niños iraquíes. Es justo y meritorio preocuparse por los niños que podrían morir en una guerra desencadenada por los EE.UU. y por los que son víctimas de las inhumanas sanciones económicas. No obstante, ¿dónde estaban cuando Sadam gaseaba a los niños kurdos y dónde están cuando, cada día, los verdugos del régimen torturan a los niños de los opositores para doblegar a sus padres? ¿Por qué no se echaron a las calles se tuvo noticia cierta de la escandalosa utilización de los recursos del programa humanitario de la Onu "petróleo por alimentos" por parte del régimen iraquí? Fondos desviados para gastos de lujo (palacios presidenciales y estadios olímpicos), bienes de primera necesidad vendidos de contrabando en el extranjero para suministrar divisas al régimen, fondos disponibles no empeñados y no gastados? ¿No son también éstos crímenes contra los niños iraquíes? ¿Se han preguntado alguna vez el por qué de la ausencia a las manifestaciones pacifistas de los iraquíes residentes en Occidente? (ver , por ejemplo, http://www.guardian.co.uk/letters/story/0,3604,895397,00.html). ¿Por qué en las manifestaciones pacifistas no se manifestaran también contra Corea del Norte, que ha denunciado el tratado de no proliferación nuclear, ha expulsado a los inspectores de la Onu, ha anunciado que producirá cabezas nucleares y ha amenazado con la guerra a los Estados Unidos? ¿Por qué no se manifestaron mientras en Corea del Norte morían de hambre, a causa de una carestía provocada por la insensata política del régimen comunista en el campo, 2 millones y 700 mil personas en los últimos cinco años? En la década de los Cincuenta el movimiento pacifista en Occidente luchaba contra la bomba atómica, pero cuando la Unión Soviética fabricó su atómica el movimiento se disolvió como nieve al sol. En los Ochenta el movimiento pacifista no salió a las calles cuando la URSS apuntó sus misiles atómicos SS20 contra Europa, sino cuando la NATO respondió desplegando los misiles Pershing y Cruise. ¿Por cuál arcano las posturas pacifistas coincidían siempre con los intereses de la política exterior de la Unión Soviética? Si el movimiento pacifista no protesta contra todas las violaciones de los derechos humanos y contra todas las guerras, sino exclusivamente contra los Estados Unidos, ¿no se debe sacar la conclusión de que en realidad no les interesa la paz y los sufrimientos humanos, sino más bien contribuir a la derrota del "Imperio" sin más? Según el periódico "La Razón" de 14 de marzo de 2003: "Detrás de la firme posición del presidente francés, Jacques Chirac, en el «no» a la guerra y el «sí» al desarme pacífico de Iraq (aunque nunca el derrocamiento del dictador Sadam Husein), no hay sólo buenas palabras. Coexiste una histórica e intensa relación estratégica entre Sadam y Chirac, basada principalmente en petróleo a cambio de armamento y en suculentos contratos económicos y militares para las empresas francesas. En septiembre de 1975, Sadam Husein se presentaba a Occidente como el hombre fuerte del régimen dictatorial de un Iraq dirigido por el partido socialista, panárabe y laico Baaz de Ahmed Al Bakr. Por otro lado, Jacques Chirac era primer ministro del Gobierno francés y transmitía una leve imagen de sucesor natural de Charles de Gaulle. La primera visita oficial de Husein fue a París. Los dos líderes sólo se habían visto una vez, cuando en 1974 Chirac visitó Bagdad en busca de contratos de «oro negro». La química funcionó enseguida entre el joven nacido en Tikrit y el «neogaullista» francés. Sadam quería para Mesopotamia aviones de combate y una central nuclear para producir plutonio en cantidades suficientes para convertirse en el primer Estado árabe atómico. Chirac necesitaba petróleo barato y contratos de armamento y construcciones para levantar la economía gala y de paso financiar al partido conservador. Poco tiempo les costó llegar a un acuerdo. Aviones Mirage F-1 Primero, el primer ministro francés se comprometió a facilitar de inmediato, a razón de dos al mes, los aviones de combate Mirage F-1 que tanto obsesionaban al líder iraquí. Husein los quería porque habían hecho ganar la guerra a Israel en 1973 frente a sus vecinos árabes. Su padre le había enseñado al joven Sadam una máxima que llevaría a sus máximas consecuencias durante su dictadura. «Debes odiar siempre y hasta la muerte cuatro cosas: a los judíos, persas, kurdos y sobre todo a los que estén cerca, porque terminarán traicionándote». Con los Mirage que le vendió Chirac, Sadam gaseó a cientos de kurdos y mató a miles de persas en la guerra irano-iraquí. Con los traidores era algo más «benevolente», sencillamente les asesinaba frente a sus familiares. Pero, el viaje a París del nuevo hombre fuerte de Bagdad tenía otro objetivo, muy diferente al de los aviones de combate. Chirac le enseñó a Sadam la central nuclear de Cadarache, cerca de Marsella. El iraquí quedó impresionado. Chirac le facilitó la tecnología necesaria para fabricar energía atómica, y lo más importante, obtener el plutonio necesario para fabricar bombas. A Chirac no le preocupó entonces, que sus expertos trasfiriesen la tecnología a un país árabe «amigo» como Iraq, ya que también lo habían hecho anteriormente con el Estado de Israel. Pero, la diferencia era que los israelíes no tenían energía, ni petróleo, y en un principio iba a destinar esa tecnología nuclear para fines pacíficos. ¿Qué buscaba realmente un país con las segundas reservas mundiales de petróleo produciendo tanta energía nuclear? Nadie en el partido gaullista quiso responder a esta simple pregunta. En 1979 Sadam dio un golpe de mano en Iraq ante la delicada salud de Bakr y aceleró al máximo su sueño atómico. Cuando un año más tarde el presidente socialista Fraçois Mitterrand quiso enmendar el error de Chirac, suministrando sólo combustible nuclear limpio para impedir que produjese el suficiente plutonio 237 y 238, era demasiado tarde. En menos de un año, Sadam podría tener acceso a la primera bomba atómica. La reacción no tardó en llegar. En 1981, la central de Osirak, a la que los socialistas llamaban jocosamente «O´Chirac» fue bombardeaba por Israel, por temor a que el plutonio fuese utilizado para construir armas atómicas. ¿Qué ganó Chirac con todo esto? Primero, suculentos contratos para Francia. Sólo el reactor nuclear reportaba 3.000 millones de euros de 1975, y las presuntas comisiones que se «perdieron» por el camino para el partido gaullista. Chirac consiguió también suculentos contratos para diseñar y construir en Iraq plantas petroquímicas y un sinfín de infraestructuras. Lo más importante es que el presidente Chirac, cuando fue primer ministro y más tarde alcalde de París, hizo de intermediario entre el dictador iraquí y la petrolera gala Elf-Aquitaine para adjudicarse contratos petrolíferos en Iraq. La sombra de presuntos sobornos pagados por Elf-Aquitaine a políticos y altos mandatarios salpicó a Chirac durante su estapa en la Alcaldía de París, justo antes de ser elegido presidente de la República. Lo que está claro es que Francia ha desarrollado con Bagdad una relación más estrecha que ningún otro país occidental. Desde 1976 París trazó una relación estratégica comercial con Bagdad basada exclusivamente en el petróleo a cambio de contratos de venta de armamento. Chirac llamaba a Sadam mi «amigo personal». Sadam, francófilo convencido, se presentaba al mundo como el De Gaulle árabe y Chirac creía ser el sucesor natural de éste como cabeza del partido gaullista. Después de la guerra del Golfo en 1991, tras la invasión de Kuwait, parecía que las relaciones entre Bagdad y París se iban a romper en mil pedazos. Pero la permanencia del dictador en el poder hizo que Francia invirtiese millones de dólares en la reconstrucción del régimen de Sadam, más que ningún otro país, pese a los embargos de Naciones Unidas. La situación después de la Guerra del Golfo era un tanto curiosa. Francia empezó a recuperar la relación con Iraq y a distanciarse cada vez más de Estados Unidos y sus aliados. El motivo era muy simple. Tenía millones de dólares invertidos en el país, e Iraq le debía muchos más. El nuevo acuerdo estratégico trazado entre París y Bagdad fue que a cambio la petrolera franco-belga Total/Fina/Elf se quedase con los derechos del 25 por ciento de las reservas del crudo iraquí (las segundas más importantes del mundo y las más baratas por coste neto de extracción) con capacidad para perforar y distribuir. Las sanciones sobre Iraq prohíben a las compañías extranjeras extraer petróleo, pero no ayudar en las tareas de perforación e infraestructuras. Resquicio que las compañías francesas y rusas aprovecharon para repartirse el pastel del petróleo iraquí. Si el régimen de Sadam cayese este acuerdo quedaría en agua de borrajas. El anunciado veto de Francia y Rusia en el Consejo de Seguridad a una segunda resolución de Naciones Unidas que legalice una intervención militar contra el régimen de Sadam es, de momento, el último episodio de una oscura, como el color del petróleo, historia de intereses económicos". ¿Por qué, pues, se habla tanto de los intereses petrolíferos de EE.UU. cuando se analiza el propósito americano de desarmar Sadam Huseín con la fuerza, y no se dice nada de los intereses petrolíferos de Francia y Rusia en Iraq? ¿Sobre todo cuando fue Francia la nación que - entre otras armas - vendió los aviones con los que "Sadam gaseó a cientos de kurdos y mató a miles de persas en la guerra irano-iraquí"? Y ya que hablamos de la "firme" postura francesa, ¿no se perfilará al horizonte un "choque de civilizaciones" intestino a Occidente entre una Francia fiel a sus "Eternos Principios" revolucionarios - no olvidemos que fue la Francia de Chirac quien más se opuso a la mención del Cristianismo como valor fundante de Europa en el proyecto de la futura Constitución europea - y unos Estados Unidos que a pesar de sus muchas contradicciones - in primis, su "pecado original" protestante - mantienen, con altibajos, en su Constitución y en su actuación política, cultural e histórica, elementos de Cristianismo y de ley natural, actualmente revitalizados por la administración Bush? El 11 de marzo de 2003 el ingeniero Rafael Coutin, redactor de "La Voz de Cuba Libre", editada en Los Ángeles, firma y difunde una nota sobre otro de los "ídolos" de los pacifistas en las últimas semanas: me refiero al jefe de los inspectores Hans Blix. En ella podemos leer párrafos como estos: "Los resultados de las inspecciones que hace varios años condujeron la misión de inspectores de la Onu en Iraq a registrar la presencia de decenas de miles de toneladas de productos químicos letales, prohibidos por esta organización internacional, son muy distintos a los de hoy". "[...] La nueva misión de la Onu, esta vez dirigida por Hans Blix, ha podido valerse de informaciones de los servicios de inteligencia recogidas en más de diez años de monitorización, fruto de la tecnología más avanzada disponible en el mundo. Sin embargo, ha tenido que aplicarse muy mucho para relevar algunos hechos evidentes relativos a la presencia de estas armas y ha llegado a afirmar falsamente que su misión no tiene pruebas de la existencia de estas armas, cuando su mandato consiste en la verificación de su destrucción, para lo cual también fracasó al no conseguir hacerlo. ¿Cómo pueden desaparecer decenas de miles de toneladas de productos químicos y los medios que los transportan sin dejar rastros tangibles para los instrumentos sensibles y de precisión que tienen los inspectores? ¿Cómo puede el señor Blix cuestionar algunas de las pruebas evidentes presentadas por el Secretario de Estado norteamericano, cuando él y sus hombres han sido embaucados de la forma más necia por Sadam Huseín? Dos preguntas que no toleran muchas respuestas, si no es teniendo en cuenta algunos precedentes conocidos del señor Blix. Hans Blix ha sido director del IAEA, el International Atomic Energy Agency, una institución que impulsa y apoya el uso exclusivo de la tecnología nuclear para fines pacíficos, pero, no obstante, ha alentado y financiado proyectos atómicos en países no firmatarios del Tratado de No Proliferación de las Armas Nucleares, durante el mandato de Blix. Como prueba, un detalle: Cuba. Hans Blix ha visitado Cuba y ha recorrido toda la isla en el año 1988, acompañado por Fidel Castro y por su primogénito, entonces Secretario Ejecutivo de la Comisión de los Asuntos Nucleares en el Consejo de Estado, SEAN. Durante su estancia en la isla, ha visitado algunas instalaciones, como el Centro de Estudios Aplicados al Desarrollo Nuclear, el CEADEN, la Central Nuclear de Juraguá - entonces en obras - ha conocido el segundo proyecto para la producción nuclear de energía eléctrica del Nordeste de Holguín. En el CEADEN ha visitado, entre otros, el departamento de investigación de minerales radiactivos, el DEMAB, el grupo de enriquecimiento de minerales, que entonces estaba consiguiendo la concentración de U308 con tecnología cubana y la unidad para el estudio de los efectos biológicos de las radiaciones ionizantes. Sin embargo, no ha llamado la atención de una persona con el currículum del señor Blix, el hecho que los reactores de Juraguá y los proyectados para Holguín (VVR-440) no funcionaban con uranio natural, sino que eran fruto de otra tecnología [la de uranio enriquecido que entonces poseían solamente Estados Unidos y la Unión Soviética, y que sirve, además de para los reactores para la producción de energía eléctrica, también como materia indispensable para construir las bombas atómicas (nota de ACNews)], cuyo combustible tenía que ser importado. ¿Por qué Cuba quería poder utilizar la tecnología de producción de uranio a través de la supervisión internacional, si no era porque se trataba de una supervisión "de izquierdas"? Como en aquella época en Cuba, hoy en Iraq Hans Blix continúa recitando la parte del "peor ciego", aquel "que no quiere ver".... (http://www.alleanzacattolica.org/comunicati/acnews/acnews005_03.htm). ¿Sería muy atrevido sospechar que también en este caso se trata de una supervisión "parcial" tenido en cuenta el creciente conflicto entre Estados Unidos y las varias agencias de la Onu - promotoras del "Nuevo Paradigma" - en temas como la defensa de la vida y la lucha contra el Sida? (Víd. http://www.iespana.es/revista-arbil/(64)sobe.htm) Es cuando menos sospechoso que quienes, en el mundo católico, creen hacer un servicio a la paz proponiendo a la opinión pública la alternativa tajante entre el presidente estadounidense Bush, que es un líder político, y Juan Pablo II, que es una autoridad religiosa, sean en muchos casos los mismos que se llenan la boca con "la autonomía de las realidades terrenas" para justificar todo tipo de conmixtiones con las ideologías que desde la Revolución protestante han jalonado las sucesivas etapas del proceso de descristianización que la escuela contrarrevolucionaria ha definido como "Revolución" (1). Desde hace años, incluso en documentos solemnes, el Santo Padre va proclamando que la guerra no son solamente los blindados y los tanques, sino toda violación de los más elementares derechos de la persona, empezando por los ataques contra la vida humana, desde su concepción hasta su ocaso natural. El domingo 9 de marzo de 2003, antes del rezo del Ángelus, afirmó: "[...] en el contexto internacional actual se experimenta intensamente la exigencia de purificar la conciencia y de convertir el corazón a la auténtica paz». «En este sentido, es particularmente elocuente la imagen de Cristo que desenmascara y vence las mentiras de Satanás con la fuerza de la verdad, contenida en la Palabra de Dios», añadió. «En lo íntimo de toda persona --explicó el Santo Padre--, resuenan la voz de Dios y la voz insidiosa del maligno. Esta última trata de engañar al hombre seduciéndolo con la perspectiva de falsos bienes para alejarle del auténtico bien, que cosiste precisamente en cumplir la voluntad divina». «Pero la oración humilde y confiada, reforzada por el ayuno --subrayó--, permite superar también las pruebas más duras, e infunde la valentía necesaria para combatir al mal con el bien. La Cuaresma se convierte de este modo en un tiempo fecundo de entrenamiento del espíritu». «Se trata de una lucha interior de la que depende el planteamiento concreto de la vida --aclaró el Papa--. Del corazón del hombre surgen, de hecho, sus intenciones y acciones; y, por tanto, sólo se puede preparar el camino de la justicia y de la paz, tanto a nivel personal como en el ámbito social, purificando la conciencia" (zenit.org). Pues bien, ¿qué tiene que ver este llamamiento a la conversión personal y social que muchos medios de comunicación nacionales e internacionales han presentado como una personificación diabólica de "esta" guerra, y por ende del presidente Bush, con el "pacifismo" hipócrita e interesado del progresismo al que muchos católicos se han unido? Vaya por delante la legitimidad de juzgar temeraria y aventurera la política exterior de EE.UU., como también la legitimidad de criticar y oponerse a todos aquellos aspectos de la historia y de la realidad norteamericana que se opongan a la ley natural y revelada - y al principio de subsidiariedad que también debe regir en las relaciones entre Estados soberanos - depositada en la Tradición de la Iglesia católica. Ahora bien, ¿por qué muchos de estos católicos no se manifiestan con el mismo ahínco contra "toda" violación de los derechos fundamentales de las personas en cualquier rincón del mundo? ¿Por qué no dirigen primeramente su indignación contra el auténtico genocidio de inocentes que se comete todos los días, y en muchas partes del mundo, en los claustros de las madres mediante las leyes abominables del aborto (me parece que sólo en España un movimiento político de inspiración católica como la Comunión Tradicionalista Carlista ha unido su no a la guerra a un no al aborto)? ¿Por qué nunca protestan contra las persecuciones de millones de cristianos en esa bandera multicolor "pacifista" - musulmanes, hinduistas, budistas, ultraortodoxos judíos, socialcomunistas, liberales, nacionalismos como el sionista - en que se ha convertido el mapa del calvario para millones de hermanos en Cristo? ¿Porque muchos de esos países no son "capitalistas"? ¿O porque un falso ecumenismo "políticamente correcto" les obliga a no ofender la sensibilidad de religiones e ideologías, que a pesar de incorporar valores positivos - en el caso de las primeras -, no dejan de ser falsas formas de relacionarse con lo divino y de dar respuesta a los interrogantes fundamentales de la persona humana? Conclusión Éstas son sólo algunas de las contradicciones de cierto mundo católico que evidencian la urgencia de una intensa labor sociocultural con el fin de devolver criterios y categorías (histórico-teológicas, además de políticas), que permitan la difusión y la inculturación de una auténtica cultura católica, paso previo y fundamental para la restauración/instauración de una futura Civilización natural y cristiana. ·- ·-· -··· ·· ·-· Ángel Expósito Correa Notas: 1) "[...] En una carta dirigida en 1956, a propósito del Día Naciónal de Acción de Gracias, a Su Eminencia el Cardenal Carlos Carmelo de Vasconcellos Motta, Arzobispo de San Pablo, el Excmo. y Revmo. Mons. Angelo Dell'Acqua, Substituto de la Secretaría de Estado del Vaticano, decía que, "como consecuencia del agnosticismo religioso de los Estados", quedó "amortecido o casi perdido en la sociedad moderna el sentir de la Iglesia". Ahora bien, ¿qué enemigo asestó contra la Esposa de Cristo este golpe terrible? ¿Cuál es la causa común a éste y a tantos otros males concomitantes y afines? ¿Con qué nombre llamarla? ¿Cuáles son los medios por los cuales actúa? ¿Cuál es el secreto de su victoria? ¿Cómo combatirla con éxito? Como se ve, difícilmente un tema podría ser de más palpitante actualidad. Este enemigo terrible tiene un nombre: se llama Revolución. Su causa profunda es una explosión de orgullo y sensualidad que inspiró, no diríamos un sistema, sino toda una cadena de sistemas ideológicos. De la amplia aceptación dada a éstos en el mundo entero, derivaron las tres grandes revoluciones de la Historia de Occidente: la Pseudo-Reforma, la Revolución Francesa y el Comunismo (cfr. León XIII, Encíclica "Parvenu à la Vingt-Cinquième Année", 19.III.1902 - Bonne Presse, París, vol. VI, p. 279). El orgullo conduce al odio a toda superioridad, y, por tanto, a la afirmación de que la desigualdad es en sí misma, en todos los planos, inclusive y principalmente en los planos metafísico y religioso, un mal. Es el aspecto igualitario de la Revolución. La sensualidad, de suyo, tiende a derribar todas las barreras. No acepta frenos y lleva a la rebeldía contra toda autoridad y toda ley, sea divina o humana, eclesiástica o civil. Es el aspecto liberal de la Revolución. Ambos aspectos, que en último análisis tienen un carácter metafísico, parecen contradictorios en muchas ocasiones, pero se concilian en la utopía marxista de un paraíso anárquico en que una humanidad altamente evoluciónada y "emancipada" de cualquier religión, viviría en profundo orden sin autoridad política, y en una libertad total de la cual, sin embargo, no derivaría desigualdad alguna. La Pseudo-Reforma fue una primera revolución. Implantó el espíritu de duda, el liberalismo religioso y el igualitarismo eclesiástico, en medida variable, por lo demás, en las diversas sectas a que dio origen. Le siguió la Revolución Francesa, que fue el triunfo del igualitarismo en dos campos. En el campo religioso, bajo la forma del ateísmo, especiosamente rotulado de laicismo. Y en la esfera política, por la falsa máxima de que toda desigualdad es una injusticia, toda autoridad un peligro, y la libertad el bien supremo. El Comunismo es la trasposición de estas máximas al campo social y económico. Estas tres revoluciones son episodios de una sola Revolución, dentro de la cual el socialismo, el liturgicismo, la "politique de la main tendue", etc., son etapas de transición o manifestaciones atenuadas" (Plinio Corrêa de Oliveira, "Revolución y Contra-Revolución", con un apéndice sobre la "Revolución cultural" (IV Revolución) http://www.lucisullest.it/international/es/rcr-espanol.htm) |