Mientras caen las bombas sobre Bagdad, y en las calles hay violentas revueltas estudiantiles, cuando se escucha hablar tanto de paz, pero los hechos solo muestran violencia... es difícil pensar que el hombre es un ser para el amor. Hay que hacer un acto de fe: convencerse de algo que no se ve pero es. Creemos en el amor; más aún confirmamos que el hombre es un ser para el amor. Han pasado 18 meses de los trágicos sucesos del 11 de septiembre. Ese día se oyeron mensajes de varias personas que, tanto desde los aviones antes de estrellarse como desde las torres, llamaron a sus seres queridos en el último instante de sus vidas . Sabían que se iban a morir. ¿Y cuales fueron los contenidos de esos mensajes? ¿De terror? ¿De venganza? De odio? Al contrario, todos ellos fueron mensajes de amor. Cada uno decía que amaba a su esposa, o esposo, su madre, su hijo, que lo había amado y lo seguía amando. Esos mensajes quedaron grabados ya que muchos no encontraron a sus seres queridos en ese momento. Una fuerza interior más grande que el instinto de supervivencia les movió a hablar del amor que llevaban dentro. Ninguno de ellos preguntó el valor de las acciones en bolsa, ni si ya se había tramitado el divorcio o adónde irían de vacaciones. A las puertas de la muerte, el hombre no disimula, transparenta lo más íntimo: su ser para el amor. Los psicólogos norteamericanos hartos de ahondar en las raíces de la ansiedad y de la depresión, se han lanzado a la búsqueda de la fórmula mágica de la felicidad. Martin E. P. Seligman, adalid de la psicología positiva, afirma haberla encontrado y la ofrece en un libro que se vende estos días como la lotería: Authentic Happiness. Sostiene Seligman que la "felicidad auténtica" - la que perdura y no se esfuma de un día para otro- no hay que buscarla en el dinero ni en las posesiones. La fuente de la felicidad, asegura, está en las relaciones personales y en pequeños grandes detalles como estar enamorado, hacer un amigo, tener un hijo. Lo que para Seligman es una novedad, para todos era ya un hecho de experiencia. El amor no es un problema cultural, no es un comportamiento aprendido en sociedad, es el fenómeno más universalmente extendido común a todos los hombres y mujeres, a través del cual se puede definir la humanidad. Es el fenómeno que ha roto los esquemas del tiempo, los límites geográficos. Donde hay un hombre, hay un ser capaz de amar, capaz de relacionarse en bien del otro. Los animales, por sofisticados que sean en la escala de los seres, no aman. No hay raza, ni tribu, ni cultura, ni sociedad, ni época en la que hombres y mujeres no hayan experimentado la necesidad de amar y ser amados; hombres que aman a mujeres, mujeres que mueren por dar a luz a sus hijos eligiendo conscientemente esta opción, amistades reales basadas en el desinterés, esposos que llegan a perdonar la infidelidad de su mujer, amándolas más allá del profundo orgullo herido, héroes de batallas que se sacrifican por otros a quienes no conocen... Podríamos llenar el mundo de magníficos relatos y biografías que son epopeya de la misma realidad: el hombre es un ser para el amor. La vida solo tiene sentido cuando se ama, y el amor consiste en la donación plena de sí mismo al otro buscando su bien objetivo. En consecuencia, el ser humano solo se realiza, es decir es feliz, exclusivamente, en la medida en que ama No somos grandes por nuestra inteligencia; genios posiblemente haya muchos en el mundo, y así nos va. Ni se esconde nuestro valor en la conquista de una férrea voluntad que nos da seguridad personal; muchos la han tenido y no fueron felices. Ni el poder, ni el dinero, ni la educación colman el vacío interior con el que nacemos; recordemos la historia del hombre feliz que no tenía camisa. La grandeza de un ser humano proviene del grado de amor que lograr alcanzar en el transcurso de sus días, y el amor que "ejecuta", que plasma, que actualiza en cada decisión. Inteligencia, voluntad, sensibilidad, ...toda la persona se ordena cuando se encuentra a sí misma como un ser para el amor, y lo actúa en lo concreto, en el aquí y ahora, con "éste" o con "ésta" que tengo a mi lado. En la vida no sirven las máscaras para ser felices. Se es feliz cuando se ama, con desinterés a otros, buscando su bien. Se puede enmascarar el egoísmo de amor, así como la guerra disfrazarse de bandera de paz, pero no seremos felices, de verdad. Lo que verdaderamente deshumaniza al hombre es vivir, sufrir y morir sin amor. La dignidad humana, a la que tanto se alude en cientos de discursos, nos viene dada por esta capacidad de amar. Cada hombre la posee, por eso es persona. Unos la desarrollarán menos, otros más. Estos últimos serán los hombres grandes, y aunque posiblemente sus nombres no se escriban en los libros, ellos escribirán la historia con la tinta invisible de la entrega y dejarán a su paso un mundo mejor. En la medida que nos realizamos en el amor, crecemos en dignidad. Esta experiencia nos hace libres y poseedores de nosotros mismos. Nadie nos puede coaccionar para amar. Yo lo decido libremente. Gandhi sabía de lo que hablaba cuando afirmó: "Ellos no pueden quitarnos nuestro autorrespeto si nosotros no se lo damos". Mereció la pena que un hombre de su talla caminara sobre la tierra; el mundo fue mejor por su opción personal y seguramente él perteneció al grupo selecto de los que fueron felices. Dominique Lapierre en su novela "La ciudad de la alegría" nos cuenta la experiencia del protagonista francés, que al llegar al cuarto de lámina que había rentado para acompañar a aquellos desgraciados de Calcuta, recibe la visita de una niña, vestida de andrajos que le ofrece su escudilla de arroz. Era el alimento que ella tenía para todo el día. ¿Quién le enseña u obliga a una pequeña de 6 años a pasar hambre para dar de comer a un desconocido? Detrás de la novela estaba la realidad. ¿Qué es el amor? Donación. ¿Cómo se vive? Con hechos concretos. No nos engañemos confundiendo el amor con un sentimiento, con un momento de liberación psicológica o un arranque esporádico de generosidad y altruismo. La donación depende de mi voluntad. Yo decido. Puede ser que no abunden los sentimientos ni las emociones, que no me entusiasme que mi marido llegue a casa, cuando llevamos 20 años casados, o que sienta pereza antes de hacer un favor a alguien. No importa. El amor no se siente, se vive y después, solo después... se siente, pero en lo profundo, en la intimidad del ser personal donde no entran los hombres y nace la paz y la alegría. Vivir el amor duele; lo supo también Víctor Frankl, después de sobrevivir a un campo de concentración nazi y aún así compartía se atrevió a explicar: "Por primera vez en la vida experimento la verdad de lo que tantos pensadores han trasmitido: la verdad de que el amor es, en cierto modo, lo último y lo más alto a que puede elevarse el ser humano...En la situación más triste que se pueda pensar en la cual no se puede uno realizar mediante acción ninguna, una situación en la cual la única actividad posible sólo puede consistir en sufrir con dignidad y gallardía, en tal situación el hombre puede realizarse en la contemplación amorosa ,mirando la imagen espiritual del ser querido que guarda en su interior. En este momento sé bien la verdad que contiene esta frase:"ponme como un sello sobre tu corazón ....Pues el amor es tan fuerte como la muerte." Esta realidad es la que hace a la persona, persona humana. He leído muchas veces en esta página de Mujer Nueva, un banner que dice "...para ti, que quieres un mundo más humano, en el que la mujer es la protagonista...". Pues bien, el protagonismo femenino, es decir el papel único e irrepetible por el que se le puede dar a la mujer el Oscar de la Historia, consiste, en engendrar, educar, y modelar al hombre para se realice en el amor. Naturalmente, la mujer como madre y esposa ya lo ha hecho a lo largo de los siglos en el ámbito de la familia, ahora urge que su aportación a la sociedad no se encierre en moldes que le vienen impuestos, sino que desarrolle ese genio femenino y tenga el coraje de ser lo que es, para humanizar la política, las leyes, la empresa, el mundo obrero, las universidades...Ojalá que ésta sea la verdadera aportación de la revolución femenina a la humanidad. Si lo logramos seguiremos creyendo que el hombre es un ser para el amor... ·- ·-· -··· ·· ·-· Nieves García Foro Arbil agradece la colaboración de Mujer Nueva |