Arbil, apostando por los valores de la civilización cristiana

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Leyendo el 11-S a un año (y pico) vista
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CARTAS

Revista Arbil nº 63

Leyendo el 11-S a un año (y pico) vista

por Ángel Expósito Correa

El 11-S ha puesto en evidencia la supervivencia, invisible para el hombre ideológico, de un mundo producido por los hombres en la historia: ha sido el primer flash, un primer relámpago que nos permite ver un mundo real, un mundo que ha vuelto a "ilusionarse". No cabe olvidar, por ejemplo, que el ataque del 11-S viene de un mundo humano que no se ha constituido para el menester ni el 10 de septiembre ni en las semanas anteriores, sino de una realidad catorce veces secular

 

Para empezar comprobar como los acontecimientos tienen un significado, pero que éstos no cumplen su función pedagógica de enseñanza si su mensaje no es acogido, si su "misterio" no es cuando menos parcialmente desvelado.

Lo preocupante de lo ocurrido el 11-S no es que haya quien niegue la importancia del acontecimiento, sino que se difumine en una nebulosa de discursos y argumentaciones de todo tipo que con frecuencia dan lugar al más puro arte de la habladuría, que no de la "rumorología".

Cabría plantearse si tanta verborrea no sea señal de que se confunden grandes acontecimientos con pequeños, a tal punto que casi no sería necesario reflexionar. Considero por lo tanto oportuno proponer algunas reflexiones al respecto, como alicientes de reflexión para otros.

Una nueva época histórica

Tras la caída en 1989 del Muro de Berlín, el mundo surgido en el siglo XVII tras el Renacimiento, la denominada "Modernidad", es puesto en tela de juicio. Como acertadamente comenta el regente de Alianza Católica Giovanni Cantoni: "Tras la superación, en 1989, del recubrimiento ideológico que ha escondido a los hombres la realidad del mundo humano por al menos cincuenta años, desde el final de la segunda guerra mundial hasta el final de la tercera, la denominada "guerra fría" -un medio siglo que entre otras cosas representó el culmen de un proceso que cubrió grosso modo quinientos años de historia-, ha comenzado una nueva época, no caracterizada cierto por el surgir, sino por un nuevo resaltar de las culturas y de las civilizaciones, escondidas, cautivas, languidecidas por varios espacios de tiempo, a veces por siglos, bajo la cobertura ideológica, cuando no radicalmente devastadas por la inculturación de la ideología".

Esta etapa "moderna" de la historia se caracterizaba por lo que el sociólogo alemán Max Weber identificaba con la época de la racionalización técnico-científica con su inevitable "desengaño del mundo".

Tal proceso de racionalización va parejo a la superación de los aspectos mágico-religiosos y metafísicos de la vida, y coincide con la reducción de lo creado a mero "objeto" científicamente comprensible y técnicamente manipulable; es un retorno a la alquimia en la esfera socio-política, una nueva forma de "manipulación de los metales".

Su fruto maduro es una mentalidad eficientista que privilegia la dimensión instrumental de la acción e identifica sus pilares en la industria, en la administración burocrática y en la ciencia, el hombre occidental, el hombre-sujeto, acaba encerrándose en una "jaula de acero".

Evidentemente, tales resultados, frutos de la ideologización, no cuestionan ni el uso de la razón ni la investigación científica, sino que evidencian la entronización de verdades parciales (ideologías), cuya metafísica es una utopía.

Lamentablemente la euforia que siguió al derrumbamiento del sistema imperial socialcomunista, con la implosión del régimen social-comunista en la antigua URSS y en sus satélites de la Europa Oriental, no favoreció la reflexión sobre la implosión en sí misma, y sobre su sujeto.

Así no se aprecia correctamente que el sistema imperial socialcomunista era la institucionalización de una ideología, una ideocracia, y que su derrumbamiento: "[...] pone en tela de juicio, con un efecto dominó, toda institucionalización ideológica, por lo tanto, la institucionalización de toda ideología. En consecuencia, tal implosión [del imperio socialcomunista] no constituye en absoluto la victoria de la manipulación ideológica de la libertad, esto es, de la ideología "liberal" -como certeramente apuntó François Furet-, sobre el socialcomunismo, sino la victoria de la realidad -ciertamente menos ofendida en la perspectiva ideológica liberal que en la socialcomunista, pero no por ello no ofendida- sobre toda ideología" (Giovanni Cantoni, Cristianità n. 275-276).

La crisis de las ideologías ha puesto pues en entredicho la concreción de la "jaula tecnocrática" que se había realizado con la partición del mundo en la guerra ideológica entre el liberalismo y el socialcomunismo. Tal situación ha cambiado estructuralmente cuando el 11-S remató la función del circo ideológico que había cubierto el mundo y evidenciando la existencia de un mundo humano e histórico, el mundo "descubierto" y descrito, por el politólogo estadounidense Samuel P. Huntington: un mundo constituido por seres humanos y no por maniquís a la espera de vestir un uniforme ideológico ni radicalmente transformados por costumbres ajenas; por etnias y no por partidos políticos; por organizaciones políticas y no por estados, o, al menos, no por "estados modernos".

El 11-S ha puesto en evidencia la supervivencia, invisible para el hombre ideológico, de un mundo producido por los hombres en la historia: ha sido el primer flash, un primer relámpago que nos permite ver un mundo real, un mundo que ha vuelto a "ilusionarse". No cabe olvidar, por ejemplo, que el ataque del 11-S viene de un mundo humano que no se ha constituido para el menester ni el 10 de septiembre ni en las semanas anteriores, sino de una realidad catorce veces secular.

Ahora bien, ¿es consciente el hombre occidental del mensaje de las ruinas de las Torres Gemelas y de parte del Pentágono? Mucho indica que no. Así vemos como se sigue distinguiendo radicalmente entre Europa y América, cuando, en cambio, sería necesario tomar conciencia del común destino "creado" en distintos continentes por el hombre occidental y cristiano y por su cultura, para encarar el reto que nos viene de otras civilizaciones y depurar -devolviéndole su verdadero significado- los valores de la tradición cristiana de todas las distorsiones sufridas por las ideologías.

Consecuentemente con la falta de concienciación que la nueva época exige, observamos las extrañas alianzas entre los portadores de nunca bien digeridos rencores antiamericanos con el nacionalsocialista islámico Sadam Huseín. Me refiero, por ejemplo, a los que no olvidan el miedo que les provocaba la posibilidad que se extendiera al continente europeo la meritoria actuación anticomunista del senador católico norteamericano Eugene Joseph Mac Carthy; a los que no olvidan la "afrenta" del desembarco en Normandía; a los resentidos por la victoria de EE.UU. en la carrera con la URSS merced a las dos administraciones de Ronald Reagan; a los que no se resignan al afloramiento de una América profunda y conservadora, decididamente menos "hollywoodiana" y menos mundialista, amén de menos "liberal", que la representada por la propaganda progresista de por ejemplo la era Clinton.

Toda esta serie de resentimientos y desconocimientos de la nueva fase histórica que nos toca vivir, hace reaflorar un viejo eslógan "pacifista" que estaba de moda en la época de la Guerra Fría: "Mejor rojos que muertos", con el cambio, no obstante, de las palabras "dhimmi" por "rojos" y "americanos" por "muertos", esto es, mejor "protegido" en un mundo islamizado - o al menos islamizante - que "libre" en un mundo en el que "somos todos americanos".

Muchas son las razones para oponerse a tal actitud, aunque una sobresale ampliamente sobre las demás: el "dhimmi" no puede hacer misión, apostolado, por lo tanto, es un cristiano incompleto....

Para entender mejor la gravedad de tal actitud derrotista y antioccidental estimo oportuno reproducir unas interesantísimas consideraciones de Giovanni Formicola en la revista "Il Cerchio", septiembre-noviembre de 2002: "Vivimos unos tiempos caracterizados, entre otras cosas, por un insoportable "meaculpismo". Así, autorizadamente, ha sido definida la propensión por parte del ceto intelectual occidental a denigrar en occidente a Occidente, a su historia y a sus raíces culturales, avergonzándose de ellas. Parece como si nuestros abuelos hubieran sido todos unas fieras sedientas de sangre ( habría que preguntarse de dónde vienen los corderitos que seríamos nosotros...)."

Uno de los temas preferidos por tal ceto es el de las cruzadas, que junto a la evangelización de América serían ejemplos de colonialismo cultural de Occidente y en particular de su alma, el cristianismo. El Islam, en cambio, es presentado por los "meaculpistas" de profesión como el sujeto injustamente agredido. Hay quien llega a decir que lo que ocurrió y ocurre en el mundo en términos de terrorismo islámico es una suerte de reacción - claro está, exagerada, excesiva, y hasta algún que otro "valiente" llega a declararla inadmisible - contra aquel lejano episodio y la perduración del espíritu que lo animó".

Llegados aquí, y antes de continuar con las excelentes consideraciones del articulista, me permito una digresión para recordar como: "[...] si no la tolerancia, al menos la comprensión hacia todos los fenómenos terroristas y eversivos, ya sea que enarbolen las banderas verdes del Islam ya sea las rojas del Che Guevara. Yo entiendo que esta forma de comprensión equivalga de hecho a una forma de incitación. Yo insistiría sobre la degeneración del liberalismo en relativismo, de la cual nacen formas de comprensión compasivas que se convierten indirectamente en formas de aprobación e incitación" (por el filósofo diputado Lucio Colletti, Il foglio quotidiano, 13-9-2001, Milán).

Sigamos ahora el hilo del artículo anterior: "Nos parece, pues, útil recordar, aunque sea sucintamente, los hechos para entender quien ha sido históricamente el agresor y quien el agredido, sabiendo que como son inadmisibles las "leyendas negras", son asimismo inadmisibles las "leyendas rosas", y que bien y mal lamentablemente se confunden y coexisten en todo acontecimiento histórico, que presenta luces y sombras. No obstante, aún teniendo presentes estos límites, y no pidiendo a la historia que explique más de lo que puede -pero tampoco menos-, a la escuela del gran historiador belga, Henri Pirenne (1862-1935), que escribe cuando la cuestión islámica no era todavía actual, esto es en 1935, y cuando sin ser sospechoso de animosidad particular, veámos quien "ha comenzado", al menos para decidir si las cruzadas hayan sido un acto de agresión o de defensa.

Todos saben que Mahoma muere en el 632 después de Cristo y que desde el primer momento la comunidad político-religiosa por él fundada se expande militarmente, conquista lo que quedaba del imperio persa y luego todo el Norte de África, teniendo como base la Península Arábiga. Inmediatamente después, le toca a la Europa cristiana, a la Cristiandad aunque todavía en ciernes, agredida por mar y por tierra siguiendo la "pista" de las tres penínsulas, la ibérica, la italiana, y la balcánica. La secuencia de fechas es impresionante. Entre el 711 y el 713 es conquistada España, que sólo en 1492, año en el que termina la Reconquista, será liberada. En Francia en el 720, es conquistada Narbona, en el 725 Carcasona y Autun, en el 735 Arles, en el 737 Aviñón. En Italia, en el 650 la ola azota una primera vez Sicilia. En el 806, es conquistada Pantelleria, y los monjes que en ella residían son vendidos como esclavos (luego rescatados por Carlo Magno); en el 810 la Cerdeña, en el 812, son saqueadas Lampedusa, Ponza e Ischia; en el 831 le toca a Palermo; en el 838, Bríndisi y Taranto; en el 840, Bari; en el 841, le toca a la costa Dálmata; en el 843, Mesina; en el 846, remontando el Tíber los islámicos entran en Roma y destruyen las basílicas de S. Pablo y S. Pedro provocando un escalofrío de horror en todo el Occidente cristiano, el hecho inducirá a edificar los muros leoninos, que precintaron el Vaticano; en el 878, Montecassino y la abadía son saqueadas y destruídas. Se podría continuar por mucho tiempo, pero sería aburrido. Una sola pregunta, teniendo en cuenta la fecha de nacimiento del Islam: ¿quién es el agredido y quién el agresor?

Resulta además difícil seguir nutriendo complejos de culpabilidad intensos si paramos mientes en la suerte de las poblaciones que viven a lo largo de las costas no islamizadas del Mediterráneo. Costas por siglos desertificadas, y a menudo reducidas a aguazales pantanosos, a causa del terror por las incursiones islámico-sarracenas, terror que empujó a sus pobladores (y cultivadores) a abandonarlas y a refugiarse en un interior impracticable y montañoso (¿que sea una - y repito una - de las causas del "subdesarrollo" del Sur de Europa?). [A tal propósito como nos recuerda Giovanni Cantoni (Cristianità n. 307), ¿por qué nunca se habla de la tesis nada sospechosa de un sabio musulmán, oriundo yemení como Ben Laden, ibn Khaldûn (1332-1406), según el cual "se apuntará que la civilización siempre ha sido perjudicada de forma irreparable por el choque de la conquista árabe: los asentamientos se han despoblado y la tierra se ha convertido solamente en tierra"?]

"Como efecto de tales incursiones, se cuentan a centenares de millares los muertos y violados, pero sobre todo raptados especialmente si se trataba de mujeres y niños - para ser reducidos en esclavitud convertidos en "jenízaros", eunucos y concubinas en el harem, o vendidos en un ignominioso comercio.

"Con el Islam un nuevo mundo entra en la cuenca del Mediterráneo [.] Un mar, que hasta entonces había sido el centro de la cristiandad, se convierte en frontera. La unidad mediterránea se rompe". Hasta aquí Pirenne. El Mediterráneo se "cierra" y para volver a "abrirlo", también con el fin de consentir las peregrinaciones a Tierra Santa, se predicaron y fomentaron las cruzadas. Una vez fracasadas, para sortearlo, se "abrió" el Atlántico, destinado a convertirse en la cuenca de una Magna Europa, como el Jonio y el Tirreno lo fueron de la Magna Grecia".


Frente a la actitud beligerante de cierta parte de la ideología relativista reacia a abandonar los mitos racionalistas de la época "moderna" hacia los nuevos movimientos religiosos surgidos del ansia de espiritualidad en la actual fase postmoderna y hacia la Iglesia en particular, cabe preguntarse por qué no se hace lo mismo con el Islam. ¿Es que acaso su condición de religión plurisecular -con su añadidura de "civilización"- la hacen inmune a todo juicio objetivo que no tenga en cuenta solamente sus elementos positivos, sino también su complejidad y sea capaz de juzgarla a la luz de las ventajas y daños que produce sobre la convivencia humana y sus intereses irrenunciables como el de la libertad religiosa -con límites, sí, pero fundados en la noción de bien común natural y revelada- para las minorías? ¿Por qué se trata de salvar el Islam de sus "recaídas" terroristas -con argumentaciones peregrinas como la que tacha de "herejes", o per aún, de individuos que se sirven de la religión para sus intereses personales a los terroristas islámicos- y no se acepta que el terrorismo islámico es igual de "ortodoxo" y de arraigada tradición que otras corrientes que por razones oportunistas, estratégicas, o de principio, no lo practican? ¿Porque los musulmanes son muchos? ¿O porque tienen petróleo, del cual, por cierto, se sirven bien poco para aliviar las condiciones de vida de sus ciudadanos? ¿O porque se remiten a Abraham? En tal caso, ¿no habría que respetar más por ejemplo a los Testigos de Jehová que se remiten a Cristo?

Guerra, guerra de religión y cruzada

Mientras se sigue combatiendo en Afganistán contra los reductos talibanes y sus aliados de Al-Qaeda y se calientan los motores para una posible invasión de Irak como etapa ulterior en la lucha a todo campo contra el terrorismo internacional, en Occidente hay quienes se esfuerzan para que las operaciones militares no sean calificadas como una "guerra de religión", y por lo tanto como una "cruzada". Para arrojar luz sobre una cuestión tan espinosa citaré un radiomensaje navideño de Papa Pío XII de 1956, el año de la rebelión de Hungría; tras haber declarado su propia decisión de no "llamar a la Cristiandad a una cruzada", el Pontífice afirma: "Podemos no obstante pedir plena comprensión hacia el hecho que, donde la religión es un vivo legado de los antepasados, los hombres entiendan la lucha, que injustamente les viene impuesta por el enemigo, también como una cruzada".

Además, entre los que recelan de la calificación de guerra de religión y de cruzada, parece que no se tiene presente la hipótesis que con "guerra de religión" no sólo se entienda el uso de las armas para imponer una práctica religiosa, sino para defender su existencia y su vivibilidad.

Por lo tanto, siguiendo esta interpretación pontificia del término cruzada, todos aquellos que en nombre de la religión se opongan tanto a los principios como a los frutos, ya sea de la Revolución en Occidente, ya sea contra el Islam y las demás amenazas "externas" al Occidente cristiano, están realizando una Cruzada.

La misma defensa de la libertad religiosa en Occidente frente al totalitarismo del relativismo radical encarnado por el "pensamiento débil", es una cruzada en defensa del derecho y la obligación de buscar, abrazar, profesar y difundir, nuestra santa Fe católica.

Otro elemento del que nunca se habla en tema de guerra defensiva es el que atañe al sufrimiento que tal guerra conlleva. Las "circunstancias trágicas" que hacen inevitable en algunos casos "la participación de los cristianos a la lucha armada" (Discurso de Juan Pablo II durante la celebración de las Vísperas de Europa en la Heldenplatz de Viena, de 10-9-1983), deben hacernos reflexionar sobre el contexto "trágico" en el que toda guerra defensiva se desenvuelve fijándonos asimismo en el elemento penitencial y martirial que conlleva.

Siguiendo en la línea de "leer", para tratar de comprender, algunos han notado la coincidencia de fechas entre la batalla de Lepanto y el comienzo de la operación militar "Libertad Duradera", ambas ocurridas un 7 de octubre. Como era de esperar no faltaron observaciones que trataban de desacreditar a los que habían apuntado la coincidencia, sino asimismo a la coincidencia misma.

Pues bien, el 12 de mayo de 1982, rumbo hacia Fátima, Papa Juan Pablo II presentaba su interpretación de las apariciones y del mensaje con relación a su propia vida, y decía: "[...] desde que ocurrió el conocido atentado en la Plaza de San Pedro, hace un año, al recobrar conocimiento, mi pensamiento se dirigió inmediatamente a este Santuario, para poner en el corazón de la Madre Celeste mi agradecimiento por haberme salvado del peligro. He visto en todo lo que estaba ocurriendo -no me cansaré de repetirlo- una protección especial de la Virgen. Y en la coincidencia - no hay simples coincidencias en los proyectos de la divina Providencia - he visto una exhortación y, quizás, un llamamiento a la atención hacia el mensaje que salió de aquí hace 65 años, mediante tres niños, hijos de humilde gente del campo, los pastorcillos de Fátima, como son universalmente conocidos".

Por lo tanto, si "[...] no hay simples coincidencias en los proyectos de la divina Providencia", ¿será acaso una excepción ésta entre la batalla de Lepanto y el comienzo de la operación Libertad Duradera? Como informa el periódico romañolo "Il Resto del Carlino" de 12-09-2002, el obispo auxiliar de Bolonia, monseñor Claudio Stagni brazo derecho de monseñor Biffi, invitó desde la Catedral de Bolonia durante la celebración litúrgica por las víctimas del 11-S "a convertir el 12 de septiembre en un día de oración a la Virgen María para que proteja nuestros países de la difusión de la religión islámica". La fecha que debería entrar en el calendario litúrgico, recuerda el 12 septiembre de 1683, "cuando Viena celebró la victoria sobre el ejército turco acabando con la expansión en Europa del imperio otomano". Creo que en la propuesta de monseñor Claudio Stagni reside la clave para interpretar la "coincidencia" de fechas anteriormente citada.

Debemos tomar conciencia del peligro que el Islam representa para nuestro Occidente de origen cristiano, como también de que poco o nada podemos hacer si no ponemos nuestra confianza en Dios mediante, sobre todo, la oración del Rosario.

La paz y la conversión, como reiteradamente ha proclamado Juan Pablo II, es un don de Dios que hemos de conseguir merced a una actitud humilde, de escucha y conversión.

El mensaje de Fátima que Juan Pablo II ha puesto como referencia y guía para el tercer milenio cristiano, nos habla de la necesidad de la penitencia y conversión de los corazones para la salvación de la Iglesia y de la humanidad frente a los peligros que la acechan. Es evidente, teniendo en cuenta la naturaleza social del hombre, que la ascésis que nuestra Señora nos exige no se limita al ámbito individual, sino que como consecuencia de la purificación de los corazones, es necesario asimismo purificar las ideas de todas las ideologías y elementos anticristianos que desde el Renacimiento humanista del siglo XVII con sus sucesivas etapas marcadas por la Reforma protestante, el Liberalismo, el Socialcomunismo y la Revolución cultural del 68, han llevado a la actual situación de putrefacción del Occidente cristiano. Se trata, en definitiva, de volver al punto de partida y retomar el camino estrecho que nos conduzca a Dios.

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Ángel Expósito Correa
 


Revista Arbil nº 63

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"Con la ayuda de Nuestro Dueño
Dueño Cristo, Dueño Salvador
el cual Dueño está en la gloria
y Dueño que tiene el mando
con el Padre, con el Espiritu Santo
en los siglos de los siglos.
Háganos Dios omnipotente hacer
tal servicio que delante de su faz
gozosos seamos. Amén
"



El primer escrito en español debía pasar al devocionario de todo hispano hablante, de los cientos de millones de habitantes del mundo que hoy se expresan en la lengua que nació con palabras de servicio a Dios en la tierra y de esperanza gozosa en el Cielo.