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Indice de contenidos

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Más sobre la cuestión de los embriones congelados
El melón del Impuesto de Sucesiones y Donaciones
Vintila Horia (III), el ensayista: Un legado metapolítico para el tercer milenio
Editorial: ¿Qué es el Foro Arbil?
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Mundo rural y subsidio agrario
España: una realidad histórica
El farmacéutico en la elaboración, promoción y dispensación de abortivos
La Verdad Política, indispensable para la Comunidad.
La fractura social vasca y el PNV
Terrorismo y hombre occidental
Cristianos en el PSOE: ¿nuevos aires o mera táctica?
Las nuevas formas de esclavitud: la prostitución.
¿Por qué confesarse?
Vida y economía de los españoles de principios del siglo xx
Apologética y ecumenismo en el contexto actual
Paraísos perdidos
Libertad en euskera se dice Karol Woijtila: el Foro El Salvador, una respuesta católica a la violencia
Un ejemplo de los movimientos intraislámicos; la cofradía "Senusia"
El tema de nuestro tiempo: la democracia a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia.
El conocimiento de nuestro pasado historico ayuda a entender el presente
El ombligo, los árboles y el bosque
Tierra Santa: no habrá paz sin justicia
Educación y política
Leyendo el 11-S a un año (y pico) vista
Parejas de enamorados
Ejército español y Marruecos, el origen de una difícil relación
Una minoría no escuchada
Parejas de hecho y adopción de menores
«El arte de ser feliz», un libro para aprender a vivir
El Brigantaggio (1860-1870)
La claves del fenómeno Le Pen: un libro para adentrarse en el populismo europeo actual
Con motivo del aniversario del asesinato de Ramiro de Maeztu, el 7 de Noviembre de 1936
"Cuando se piensa…"
Obras Clásicas: Talante de la ocupación española de Filipinas -


CARTAS

Revista Arbil nº 63

Mundo rural y subsidio agrario

por Pedro Miguel López Pérez

A lo largo del presente artículo analizaremos, desde una perspectiva eminentemente sociológica, la realidad del mundo rural, sus características, el proceso de convergencia con el mundo urbano. Veremos su comportamiento demográfico, sus tasas de actividad. Nos detendremos a estudiar cómo es la estructura ocupacional de la sociedad rural y cómo se ve afectada por el paro. Por último abordaremos el presente y el futuro de la agricultura, el subsidio agrario y el problema de la aplicación de la reforma laboral, para finalmente apuntar posibles alternativas que pongan fin a la situación de precariedad que se vive en el mundo rural y contribuyan a garantizar una vida digna a sus habitantes

El mundo rural como objeto de estudio de la sociología.

No resulta fácil definir la Sociología ni delimitar el campo exploratorio de la misma, ya que se trata de una de las ciencias sociales entre las que existen numerosas interacciones. Básicamente podemos decir que el objeto de la Sociología es el estudio de la sociedad humana y, más concretamente de las diversas colectividades de los hombres y mujeres que la forman. Así pues, la Sociología rural se ocupa del estudio científico de la sociedad rural.

El origen de la Sociología rural como disciplina científica se remonta a comienzos del siglo XX, aunque su desarrollo como tal disciplina se produce, sobre todo, a partir de la II Guerra Mundial. La importancia de la sociología rural queda de manifiesto en el alto volumen de la población rural mundial. Según el Informe sobre Desarrollo Humano la media de la población rural mundial era del 56%. Elevándose hasta el 74% en los países de índice de desarrollo humano bajo, y 61% en los países de índice mediano.

El primer problema de la sociología rural, al igual que la Sociología en general, como ya hemos apuntado, es la delimitación de su objeto de análisis, es decir, la sociedad rural. Esta operación reúne mayor complejidad que la delimitación de otros objetos de la sociología. Para ello hay que emplear y superponer varios criterios (1). Es usual empezar por el criterio ocupacional. La sociedad rural sería aquella en la que las ocupaciones principales de sus miembros están relacionadas con el sector agropecuario. La sociedad rural también se asienta en comunidades esparcidas por el territorio, en las que no toda la población se dedica a las citadas ocupaciones. Por ello se utiliza también un criterio de carácter espacial, por el que la sociedad rural se delimita como aquella que se asienta en determinadas partes del territorio y en comunidades de determinado tamaño. Finalmente, también se ha utilizado un criterio cultural, según el cual la sociedad rural es algo más que un conjunto de personas dedicadas a ciertos menesteres. De acuerdo con este criterio, se trataría de comunidades en las que se comparte una cultura específica, condicionada por las formas de producción y organización de la actividad agraria. La aplicación de estos criterios puede resolver el problema, aunque, dependiendo del nivel de desarrollo de las áreas en las que se apliquen, se pueden aún plantear problemas, en especial en aquellas sociedades en las que la interacción entre lo rural y lo urbano se ha hecho más intensa, hasta el punto de desdibujar sus fronteras. Algo muy frecuente en este mundo globalizado, donde los valores propios de la globalización llegan tanto al mundo rural como al urbano, dando lugar a un proceso acelerado, a escala mundial, de homogeneización de los patrones de conducta predominantes en la única gran superpotencia, los todopoderosos EE.UU..

Una vez resuelto el problema de delimitar su objeto de análisis, el segundo problema de la sociología rural es el de generalizar las características definitorias de las sociedades rurales, dadas la gran variabilidad que éstas presentan. Para sistematizar e integrar tal variabilidad, los esfuerzos de la sociología rural se han dirigido a establecer tipologías de sociedades rurales. Así, por ejemplo, se han hecho clasificaciones que distinguen tipos como los siguientes: sociedades rurales formadas por comunidades pequeñas de campesinos propietarios de la tierra o usufructuarios de tierras comunales que producen principalmente para el autoconsumo; sociedades rurales de pequeños campesinos que trabajan lotes de tierra que son propiedad de señores o hacendados a los que entregan parte de la producción o del trabajo a cambio de ello; sociedades rurales basadas en pequeñas explotaciones en las que se emplea la fuerza de trabajo familiar y la producción se destina en distintas proporciones al mercado o al autoconsumo; sociedades rurales basadas en explotaciones familiares que producen para el mercado con distinto grado de incorporación de tecnología a los procesos productivos; sociedades rurales basadas en la existencia mayoritaria de trabajadores agrícolas (braceros o jornaleros) que se emplean de forma fija o estacional en fincas rústicas grandes de mono o policultivo (haciendas, plantaciones, latifundios), también con distinto grado de incorporación de tecnología a la producción. Cada uno de estos tipos presenta rasgos diferenciales en lo que se refiere a la estructura y desigualdad social y al conflicto social que generan.

La sociedad rural se ha analizado a partir de dos tipos ideales colocados en los extremos de lo que se ha denominado continuo rural-urbano. Este planteamiento tiene, no obstante, un sesgo etnocéntrico, ya que define lo rural por contraste, y casi como negación, de lo urbano. La hipótesis implícita en la teoría es que, entre las características de las sociedades rurales y urbanas, no hay una ruptura, sino una continuidad que fluye de la una a la otra, aunque las primeras no acaben de perder del todo sus características específicas. Esta teoría ha abonado la idea de que la sociedad rural es el ámbito en el que predomina el apego a la tradición y una pesada inercia que obstaculiza el avance de la racionalidad y la modernización. En suma, que constituye un ámbito en el que se mezclan la tradición y la moralidad, produciendo una reserva no contaminada por los males de la sociedad urbana. Obviamente, esto dista de ser cierto, ya que las sociedades rurales tienen un alto grado de diferenciación interna y en su seno se producen conflictos, enfrentamientos y divergencias como en cualquier otro ámbito de la sociedad.

La orientación teórica de los estudios campesinos, desarrollada en las últimas décadas, ha huido del enfoque anterior, centrándose en las relaciones asimétricas y de dependencia de la sociedad rural respecto de la urbana o de otros centros de poder y en las precarias condiciones de vida que ello ha producido. Este enfoque ha resaltado los conflictos sociales y políticos protagonizados por los campesinos para reducir esa dependencia.

La orientación teórica más reciente, la sociología de la agricultura, considera la sociedad rural como un subsistema plenamente integrado por relaciones económicas, culturales y políticas con el resto de la sociedad. Se centra en el análisis de los agricultores como grupo ocupacional, así como de los problemas, reivindicaciones y soluciones que adoptan para mantenerse en una sociedad abierta y en una actividad cada vez más tecnificada. Parte de este enfoque se relaciona con las repercusiones medioambientales de la actividad agraria.

Características de la sociedad rural.

La sociedad rural, según González-Anleo (2), ha entrado en crisis en los países occidentales debido a múltiples causas, entre las que merecen destacarse las siguientes:

- La invasión de la tecnología en las explotaciones agrarias.

- El éxodo rural hacia las grandes ciudades y, en ciertos países, hacia el extranjero. Aunque al mismo tiempo, y en no pocos casos, asistimos al fenómeno inverso. Es decir gente que abandona la ciudad para regresar al campo, si bien con todas las comodidades y el confort.

- La conciencia que va tomando el campesino de que ya no constituye la "base nacional" del país respectivo y de que su fuerza tiene desde ahora que provenir de los grupos de presión política de la comunidad rural que consiga formar y hacer intervenir con éxito en la política nacional. Es obvio que, hoy por hoy, es cada vez menor el peso de la agricultura, incluso en el mundo rural.

- La influencia de los medios de comunicación de masas, que está llevando a las comunidades agrarias los modos de pensar y de comportamiento de las grandes confrontaciones urbanas. Aquí, como hemos apuntado anteriormente cobra especial relevancia el proceso de globalización que tiende a una homogeneización, a escala planetaria, en cuanto a patrones de conducta y valores se refiere; eliminando o difuminando las barreras que tradicionalmente separaban al mundo rural del urbano.

Pero según González-Anleo por debajo de los cambios citados subsiste una sociedad rural tradicional que cambia con gran lentitud y notable resistencia sus esquemas sociales. El medio rural continúa siendo predominantemente homogéneo, homogeneidad condicionada por los factores siguientes:

- Una densidad de población baja o muy baja por Km2, lo que significa en muchas ocasiones un notable aislamiento de sus habitantes.

- Una gran escasez de servicios y equipamiento social y cultural. Dicha escasez es cada vez menor, debido principalmente a la toma de conciencia de los habitantes del medio rural que se resisten a ser tratados como ciudadanos de segunda y aspiran a los mismos servicios y equipamientos de los que goza el mundo urbano.

- Una fusión de las áreas destinadas a la vivienda, en fuerte contraste con la especialización que caracteriza a las zonas urbanas y que inyecta mayor agilidad y dinamismo a las relaciones sociales. Tradicionalmente la casa rural hacía las funciones de vivienda, almacén, granero, y contaba con dependencias para el ganado, la maquinaria y los aperos de labranza. Con lo que los instrumentos de trabajo estaban muy vinculados a la vida cotidiana, no como en las ciudades donde las zonas de trabajo están claramente diferenciadas de las viviendas.

- Una fuerte presión del medio social sobre el habitante, lo que se traduce en el predominio del hombre dirigido por tradiciones, según la terminología empleada por Riesman.

- Su situación periférica: el centro de las decisiones esenciales que afectan al habitante del campo está siempre fuera del campo, sin contar muchas veces con el campo y sin que sus moradores sepan por qué ni cómo se han tomado, ni qué hay que hacer para contrarrestarlas o combatirlas. El último ejemplo de que esto es así lo tenemos en la reforma laboral y la modificación del subsidio agrario. Los afectados directamente por la misma perciben que dicha reforma se ha hecho a sus espaldas, que nadie les ha consultado y que sus quejas y alternativas no son atendidas. Esta situación se traduce muy frecuentemente en cuatro "sentimientos sociales típicos" (3): de impotencia frente al centralismo (bien del Estado, bien de la Comunidad Autónoma de turno); de fatalismo político consiguiente; de sentimiento de hostilidad y agravio comparativo frente a la gran ciudad; y el convencimiento de indefensión y de ser explotados.

En la sociedad rural predominan las relaciones primarias, lo que en principio es una considerable fuente de ventajas: el individuo se siente más arropado por el grupo y con mayor capacidad para expresarse a los otros, ya que en ese tipo de relaciones se pone más cantidad de personalidad en el trato con los demás. Por otra parte -y éste es el lado negativo- el predominio de estas relaciones y el control ejercido por el grupo sobre la persona contribuyen por igual a configurar la fisonomía, a veces "antipática", de los pueblos e incluso de las pequeñas ciudades, fisonomía caracterizada por la envidia, la maledicencia y la falta de libertad personal para comportarse de una manera espontánea.

Otras características de la estructura social de las zonas rurales son las siguientes:

-Una diferenciación social muy atenuada, debido a una ausencia considerable de los sectores secundario y terciario de le economía. Esta falta de diferenciación social estaba reforzada por la tendencia al autoconsumo y la autoprovisión de los medios e instrumentos necesarios para el trabajo. Las unidades familiares tendían a ser autárquicas, lo que en la práctica significaba que las relaciones sociales empezaban y acababan en el perímetro del mismo pueblo. Esto lógicamente hoy ya no se da con tanta intensidad, aunque sigue siendo claro el predominio del sector primario en el mundo rural. Un predominio que se debe más al peso de la tradición, los usos y costumbres que a la importancia real del sector agropecuario en la economía.

- Una fuerte endogamia en el seno de la comunidad rural, lo que contribuye a una movilidad social escasa. Esta endogamia, que hoy es cada vez menor, se ha expresado en otras épocas en variedad de ritos y costumbres que en ocasiones tienen como finalidad expresar con toda claridad la voluntad firme de la comunidad rural de intervenir en el noviazgo y el matrimonio de la pareja y de negarle un carácter interpersonal, que en la gran ciudad sería indiscutible.

- Una estratificación social caracterizada por una menor distancia social entre las clases sociales, menos diferenciadas que en la ciudad.

- Una mayor solidaridad social en las comunidades rurales, debida en parte a que los factores que provocan el fatalismo -catástrofes naturales, arbitrariedad de la naturaleza, decisiones lejanas de los poderes centrales- descargan por igual sobre todos.

Hablar hoy del hombre del campo como de una realidad unívoca y constante no tiene sentido. Cabe, sin embargo, intentar una caracterización sociológica del habitante de las zonas rurales que nos permita una más acertada comprensión del mismo, basándonos en lo que de una manera genérica es común a todos ellos: el habitar una pequeña unidad de población y el tener como profesión lo que los economistas denominan una ocupación perteneciente al sector primario. Aunque como ya hemos dicho, en la actualidad no podemos circunscribir el mundo rural exclusivamente a la agricultura, debido a una mayor interrelación entre mundo rural y urbano, la influencia de los medios de comunicación, la denominada sociedad de la información y el proceso de globalización.

Según González-Anleo (4), tradicionalmente, las características propias del hombre del campo eran:

-Pobreza de pensamiento (expresión que dicho sea de paso me parece tremendamente injusta y peyorativa), debido en gran medida a la no necesidad de tomar iniciativas, ya que día tras día todo es igual, todo es repetir gestos transmitidos de generación en generación. Además están ausentes, en general, del mundo político y social del país. El ambiente del pueblo suele ser tranquilo y sin estridencias ni acontecimientos inéditos, y esto significaba ausencia de crítica profunda, de reflexión y de reacción personales.

- Una segunda característica es el tipo de religiosidad, frecuente en el mundo rural, la llamada religiosidad cosmo-vital o popular. Un tipo de religiosidad utilitaria, que lleva consigo por un lado una multiplicación de "intermediarios" de todo tipo, los santos y patrones, más "accesibles" que Dios, concebido como inabordable; y por otro una multiplicación de ceremonias y ritos adecuados para cada tipo de necesidad.

- Una tercera característica del hombre del campo sería el fatalismo vital, debido a una conjunción de factores, pero sobre todo a que los habitantes del pequeño pueblo se sienten manipulados, dirigidos y en muchas ocasiones explotados por "los de la ciudad", ya que las decisiones que más afectan a la vida campesina se suelen tomar fuera del campo.

Por último, otras características que, siempre según González-Anleo, constituyen o han constituido la psicología especial del hombre del campo y que nos ayudan a entender su comportamiento y sus reacciones son las siguientes:

- El empleo del mote, sobre todo en el caso de los hombres. Procedimiento que entre otras cosas ayuda a identificar a la persona de que se habla y a fijar su conducta y ofrecer una clave para entenderla.

- La pobreza de información y de comunicación, debido en gran parte a un bajo nivel cultural, a la frecuente soledad en el trabajo y a las deficiencias en los medios de expresión personal. Es muy posible que por debajo de esa pobreza discurra una gran riqueza imaginativa, que rara vez encuentra cauces adecuados.

- Una doble moral sexual, para los hombres y las mujeres, y en general una enorme diferenciación entre las pautas de conducta de ambos sexos.

- Una gran valoración de la experiencia: el mundo rural está generalmente convencido de que sólo las personas con experiencia están capacitadas para formar, informar, aconsejar, dar órdenes, etc. Esta supervaloración de la experiencia, que sigue evidenciándose en el medio rural español, conduce a una especie de autarquía de lo local, y de ahí el recelo ante quien viene con novedades, ante el innovador, etc.

Es de justicia señalar los notables cambios que se han producido en casi todas las características descritas. Obviamente, salvo excepciones como la citada valoración de la experiencia, todas estas características están en franco retroceso, cuando no han desaparecido casi por completo.

Sociedad rural frente a sociedad urbana. Convergencias y divergencias en el continuo rural-urbano.

Para una mejor y más completa comprensión del mundo rural, exponemos a continuación las características propias de la sociedad urbana frente a la rural. Características que nos ayudan a entender mejor los problemas socioeconómicos de las ciudades, y en ocasiones por contraposición los del campo, son las siguientes:

- La ciudad es centro de producción, información, decisión y acumulación de capital. La ciudad ha representado durante mucho tiempo el ideal de la vida social, en cuanto en ella se concentran con especial intensidad las relaciones sociales, las comunicaciones y la cooperación entre los hombres.

- En la ciudad existe una gran división del trabajo, lo que conduce a una mayor diversificación social.

- Una gran movilidad caracteriza a la sociedad urbana, sobre todo a la de grandes dimensiones. Esta movilidad se realiza en tres coordenadas: la geográfica, la ocupacional y la social: es decir, el hombre urbano cambia con relativa frecuencia de lugar de residencia, de tipo y lugar de trabajo y de posición o estatus social. Esto significa, entre otras cosas, que el hombre de la ciudad tiene por lo general menos "raíces" que el hombre de campo. Este mayor desarraigo del hombre de la ciudad se traduce con dolorosa frecuencia en fenómenos de desorganización social. Crisis de la familia, delincuencia juvenil etc.

- Frente a los controles directos y externos propios de las comunidades rurales, la ciudad se caracteriza por el predominio de los controles indirectos e internos, o por la ausencia generalizada de todo tipo de control social sobre la conducta del individuo.

- Predominan en la sociedad urbana las relaciones secundarias frente a las relaciones primarias propias de las pequeñas comunidades rurales. Las relaciones secundarias están caracterizadas por el anonimato en los contactos interpersonales y la segmentación de los roles, es decir la resistencia del individuo a volcarse con toda su personalidad en sus relaciones sociales. Este anonimato y despersonalización conducen en no pocas ocasiones a una situación de anomía: la persona humana se siente como desamparada, perdida, no sabe a qué atenerse en diferentes situaciones, porque no ve con claridad qué normas o principios seguir, no sabe a quién recurrir en momentos difíciles, etc.

Estas cinco características no pretenden agotar la problemática de la ciudad moderna, ni tampoco responden con toda justicia a lo que la sociedad urbana significa hoy para el hombre medio. Las ventajas de vivir en una ciudad son innumerables: mayores posibilidades culturales, abundancia de todo tipo de servicios, ambiente de libertad personal inimaginable en las zonas rurales, facilidades superiores para ascender en la escala social, mayores oportunidades educativas, horizontes sociales mucho más abiertos, etc.

Todo este conjunto, entre otras muchas cuestiones, es precisamente lo que explica el atractivo incoercible de la ciudad sobre el hombre del campo y el despoblamiento de éste. Pero hay que reconocer que la exposición de los problemas de la gran ciudad no se han agotado con la lista anterior. En la que podríamos llamar nueva problemática de las grandes concentraciones urbanas, habría que señalar los puntos siguientes:

- La contaminación ambiental, que se despliega en múltiples direcciones: atmósfera, ruido, agua, etc.

- La escandalosa contradicción -tan frecuente en España- entre una zona residencial, generosamente dotada de infraestructura viaria y social, pero muy poco poblada, y el casco y áreas periféricas modestas, muy congestionadas de población, pero muy poco atendidas en todo lo que se refiere a comunicaciones, servicios sociales, zonas verdes, etc.

- El deterioro progresivo de la ciudad, de la que huyen las clases sociales altas para instalarse en urbanizaciones y zonas residenciales menos contaminadas y congestionadas, abandonándola a las clases modestas y a los servicios administrativos, comerciales y a todo tipo de industrias. Estamos asistiendo a una huida de las clases sociales más elevadas no sólo a urbanizaciones y zonas residenciales, sino incluso al campo. Pero eso sí, un campo que podríamos calificar casi de "diseño exclusivo" y que por supuesto, como ya hemos señalado anteriormente, cuenta con todas las comodidades y el confort. El urbanista español Gaviria ha empleado el término "ideología de la clorofila" para exponer este fenómeno de huida de la gran ciudad por los pudientes y los ricos, buscando aire limpio, zonas verdes, espacios libres, etc. Huida explotada muchas veces por especuladores que prometen lo que nunca han tenido intención de dar.

- La increíble congestión de la gran ciudad, que constituye probablemente el problema más agobiante para los técnicos y administradores municipales. Los expertos en urbanismo y en demografía confeccionan ya la lista de las grandes megalópolis del futuro, futuro que en algunos casos es ya realmente presente.

Vemos que las antaño diferencias abismales entre mundo rural y urbano van desapareciendo, y en ocasiones a pasos agigantados, debido a la conjunción de los fenómenos ya apuntados: mundialización de la economía, de los patrones de conducta y los valores, influencia omnipresente de los medios de comunicación y lo que se ha dado en llamar sociedad de la información. En la denominada "Aldea global" las hace años prácticamente infranqueables fronteras entre mundo rural y urbano se están difuminando de manera acelerada, aunque el mundo rural en buena medida continua preservando algo de su idiosincrasia característica.

Comportamiento demográfico del mundo rural.

Comentaba el profesor García Sanz (5) que la demografía actual del mundo rural ha cambiado y que el comportamiento demográfico de los pueblos rurales es hoy muy diferente al de hace unas décadas. No es que estemos ante una recuperación abierta y sostenida de la población rural, pero al menos no se pierde población como sucedía hace pocos años. Los signos según García Sanz son muy positivos. Un resumen de lo que acontece actualmente en el medio rural español nos llevaría a trazar estos cinco modelos de comportamiento demográfico:

1. Un modelo muy expansivo en el que converge un crecimiento vegetativo todavía algo positivo y un contingente importante de inmigración. Este sería el modelo periurbano, siendo las comunidades de Madrid y Cataluña en las que se ha concentrado con más fuerza. Este modelo también podría extenderse al mundo rural navarro, en el que han concurrido un proceso de inmigración y otro de rejuvenecimiento de la población rural.

2. El segundo modelo se podría considerar igualmente expansivo, porque apunta hacia una recuperación de la población rural, aunque no de forma tan intensa como sucede en el modelo anterior. Lo destacable sería el papel que está jugando la inmigración de retorno, sobre todo de antiguos residentes rurales, los cuales neutralizan o palian en parte el crecimiento vegetativo negativo. Las comunidades en las que este modelo está presente son todas las del norte y algunas del interior como La Rioja, Extremadura y Castilla la Mancha.

3. Un tercer modelo, también algo expansivo, aunque más bien con tendencia al equilibrio, es el andaluz, cuyo mundo rural sigue creciendo, pero porque todavía se encuentra bastante rejuvenecido, y las tasas de natalidad superan a las de mortalidad. Además se contabilizan ciertos retornos.

4. Este es ya un modelo regresivo, y se caracteriza por una disminución de la población rural por encima del crecimiento vegetativo. Dentro de este modelo, cabe distinguir entre aquellas zonas en las que al crecimiento vegetativo negativo se une la pervivencia de la emigración (Cantabria y Murcia), y aquellas otras en las que se constatan procesos importantes de retorno, aunque no terminan de neutralizar las pérdidas de población (Castilla y León, Comunidad Valenciana y Aragón).

5. Modelo muy regresivo, debido a que las pérdidas de población rural superan a las del modelo anterior. Estos casos se dan principalmente en Canarias, Murcia y Cantabria, junto con Castilla La Mancha y la Comunidad Valenciana.

Según García Sanz el presente y el futuro demográfico de los pueblos rurales no hay que entenderlo sólo en términos de crecimiento o disminución de población, sino a partir de la nueva funcionalidad que tiene la sociedad rural actual para la sociedad urbana. El aumento creciente de la población flotante, que se ve avalado por la expansión de la segunda residencia; el interés por el turismo rural, y la valoración de albergarse en casas de pueblo; y la llegada de gente a los pueblos, bien para realizar trabajos de temporada, bien para quedarse residiendo o pasar largas temporadas. Todos ellos son signos que hablan por sí solos de un cambio radical en los parámetros de la demografía rural.

Brevemente podemos apuntar una serie de datos que confirman dicho cambio:

- En los últimos doce años han salido del mundo rural 2.430.000 personas y han entrado 2.780.000, por lo que el saldo ha sido positivo. Se estima que una cuarta parte de los inmigrantes que llegan a nuestro país se instalan en el mundo rural. En un primer momento elegían las cabeceras de comarca, como los lugares para el asentamiento, pero actualmente ya lo hacen también en pueblos muy pequeños en los que se les ofrece trabajo y vivienda: Buscan un puesto de trabajo y si ven la posibilidad de asegurar cierta estabilidad laboral se quedan, aún con los inconvenientes que puede suponer vivir en un pueblo pequeño en donde no conocen a nadie y tienen dificultades para comunicarse.

- Otro tanto sucede con la nueva funcionalidad que está tomando el mundo rural como lugar de ocio y tiempo libre para los residentes urbanos. El incremento de la segunda residencia rural y la importancia creciente del turismo rural son dos fenómenos que dan cuenta de ello. En 1991 la segunda residencia suponía el 32% sobre el total de viviendas rurales y, es muy probable que actualmente estemos ante el 505 o más. En cuanto al turismo rural es otro fenómeno que está en franca evolución. Sirvan de ejemplo los siguientes datos referidos a Extremadura (6): en 1992 existían en dicha comunidad autónoma 1.385 empresas turísticas, a 31 de agosto pasado el número de empresas turísticas es de 2.248. En cuanto a alojamientos rurales en 1995 sólo existían 8 en toda Extremadura, hoy la cifra es de 227. Hay ya una infraestructura importante, pero la utilización de este tipo de alojamientos se circunscribe a días y periodos muy determinados, que hace que el grado de aprovechamiento sea aún bajo, en torno al 30%.

Tasas de actividad e inactividad en el mundo rural.

Comparando las cifras de actividad e inactividad entre el mundo rural y el urbano observamos la presencia de dos estructuras muy diferentes. Así mientras el paso de activo a inactivo es claro en el mundo urbano, no sucede lo mismo en el rural, en donde estas dos situaciones se soslayan continuamente. Este es, por ejemplo, el caso de las mujeres rurales, amas de casa que han asumido un protagonismo muy importante en la economía familiar, trabajando duro en los negocios familiares y sin embargo no constando como trabajadoras; o el de los jubilados agrícolas, pequeños propietarios que siguen trabajando la tierra (entre otras cosas porque casi nadie lo va a hacer por ellos) y constan como pensionistas.

Partiendo de la base de que el mundo rural está ligeramente masculinizado, frente al urbano que lo está feminizado, las mujeres rurales están en desventaja, puesto que los porcentajes de actividad son todavía muy bajos, aunque ya en una misma población rural nos encontramos con que efectivamente es el sector primario el que está más masculinizado, frente al sector servicios que está algo más feminizado, así en los pueblos rurales nos encontramos con varones jóvenes trabajando el campo, mientras que las mujeres jóvenes se dedican a la administración o los servicios. Destacar también que en el mundo rural los hombres jóvenes se suelen incorporar antes que los urbanos al trabajo. Si en el cómputo general no se dan diferencias muy importantes en el nivel de estudios alcanzado por los activos urbanos y rurales se debe a que la salida anticipada de los jóvenes del sistema escolar, en el caso rural, se ve compensada con la permanencia en el mismo de las mujeres, que están mejorando sensiblemente su formación.

Las tasas mayores de actividad en el mundo urbano se compensan en el rural con un menor número de estudiantes, y mayor de pensionistas. Los pensionistas suelen ser hombres, puesto que las mujeres difícilmente se pueden jubilar, debido a que la mayoría no ha cotizado, por lo que no tienen derecho al cobro de una pensión.

La población inactiva rural, como reverso de la población activa, tiene dos variantes significativas: la primera, una mayor presencia de personas jubiladas (36% rurales frente al 27% urbanas), y la segunda, un menor número de estudiantes (13% son inactivos rurales, frente al 20% urbanos). Los jubilados rurales al igual que los urbanos se consideran inactivos. Pero en realidad no podemos afirmar rotundamente que lo sean, aunque así consten a efectos estadísticos y de Seguridad Social, ya que todos conocemos casos de pensionistas rurales que continúan labrando la tierra.

Por otro lado, conviene recordar que la presencia de estudiantes rurales se ve interrumpida una vez que se inician los estudios de bachillerato o de la universidad, puesto que suponen un incremento del gasto que un número considerable de familias rurales no puede afrontar.

El género es un factor de fuerte discriminación en el mundo rural, de tal manera que los hombres controlan ciertos segmentos de la población como la jubiliación, la incapacidad; y las mujeres otros, como el ser amas de casa o la percepción de pensiones no contributivas. Un hecho positivo es el aumento de las mujeres rurales que están estudiando. Es un hecho que ha merecido diferentes interpretaciones y que casi todas tienen que ver con la fuerte discriminación laboral que tradicionalmente ha padecido la mujer en este medio. Estudiar puede ser entendido como un mecanismo familiar y social para emigrar y alcanzar una vida más favorable que la que espera a las mujeres en los pueblos. Aunque también puede significar el motor que el mundo rural necesita para que se produzca una auténtica diversificación económica, ya que no son pocas las mujeres rurales con estudios universitarios dispuestas a aportar sus conocimientos y abrirse camino laboral en sus lugares de origen, contribuyendo así a crear nuevos negocios, iniciativas innovadoras que sin duda redundarán en la mencionada diversificación económica y el consiguiente desarrollo del medio rural. Hoy existen negocios que hace sólo unos años eran impensables en muchos pueblos. Y en los casos en que dicho negocio no sea rentable en un único municipio se crean cooperativas o empresas de carácter comarcal. Poco a poco el mundo rural está tomando conciencia de que puede y debe disfrutar del mismo bienestar que el medio urbano.

El paro en el mundo rural.

Siguiendo los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) podemos distinguir hasta tres categorías de paro: 1ª.- el de los que buscan el primer empleo; 2ª.- el de los que han trabajado antes; y 3ª.- el paro sectorial. Mientras el paro sectorial afecta más al mundo rural que al urbano, no sucede lo mismo con las otras dos situaciones de paro que son menos rurales y más urbanas.

Este reparto desigual del paro es una tendencia general que afecta tanto a los hombres como a las mujeres rurales y urbanas; así como a los grupos de edad y a los niveles de estudios. Parece que en el mundo rural es más fácil conseguir un empleo, pero resulta algo más difícil conservarlo. La causa de esta disparidad parece que se encuentra en la agricultura, sector en el que se disparan las tasas de paro que suponen un 28% del paro rural total, y solamente el 7% del paro urbano.

Ateniéndonos a estas tres categorías de paro. Los que buscan el primer empleo, los que han trabajado, y el paro sectorial, éstas serían las notas más importantes del mundo rural: los que buscan el primer empleo son, sobre todo, mujeres y jóvenes. Que sean jóvenes, es normal, pero que también afecte de forma tan desproporcionada a las mujeres es preocupante. La explicación hay que buscarla en la oferta limitada de empleos para las mujeres rurales que no encuentran un acomodo laboral en los puestos de trabajo que se les ofrece. El paro de los que han trabajado también es femenino, pero las que salen peor paradas en este grupo son las mayores de 40 años.

Finalmente, el paro sectorial rural, es el más importante en términos cuantitativos, y es un buen indicador para conocer el carácter estático y dinámico de las estructuras productivas agrarias. Si bien la tasa de paro sectorial es mayoritaria en los servicios, tiene también unos porcentajes muy elevados en la agricultura, muy por encima de la importancia cuantitativa de los activos de este sector. No es lo mismo un paro del 50% en un sector (los servicios) que emplea a casi el 70% de la población activa, que un paro del 30% en uno que sólo ocupa al 10% de esa población.

El paro agrario afecta algo más a los hombres que a las mujeres, pero el paro femenino rural se concentra mucho más en los servicios y, en menor medida, en la industria.

La edad no es un factor tan claro de discriminación. Los jóvenes tienen unos porcentajes de paro por sectores muy similares a los de los adultos y mayores, aunque con pequeños matices. Sus tasas de paro son más bajas en la agricultura y en la construcción, pero mucho más altas en la industria y, sobre todo, en los servicios. De hecho es lo que resalta de un análisis longitudinal por sectores: que los jóvenes tienen los mayores porcentajes de paro en la industria y en los servicios; y los mayores, en la agricultura y en la construcción.

Otra nota del paro rural sectorial es la fuerte relación entre paro y nivel de formación. Mientras los que han alcanzado un bajo nivel de estudios se concentran en el paro agrario, los que han mejorado el nivel de formación lo hacen en los servicios. Obviamente esta circunstancia viene determinada por las ofertas de empleo que generalmente son más selectivas en los trabajos no agrarios rurales, que en los agrarios, donde salvo raras excepciones apenas se exige especialización.

Cuando hablamos de sociedad rural, podemos hacer tres distinciones básicas según el tipo de paro que predomine en esa sociedad. Así, los parados que buscan un primer empleo se ven en esa situación porque la sociedad en la que viven es poco dinámica y genera poco empleo; los parados que ya llevan años enquistados en el paro, pertenecen a una sociedad en crisis, que lejos de ampliar la oferta de los empleos, se ve con serios problemas para mantener los existentes; finalmente, el paro sectorial, por principio es de carácter cíclico, y puede estar afectado no tanto por situaciones de índole estructural, sino más bien coyuntural. Como hemos dicho el paro agrario es un paro sectorial y por tanto coyuntural; los obreros agrícolas están en paro en aquellas temporadas en las que no hay tareas en el campo.

También merece un análisis el hecho de que el paro rural se centre en los servicios. Ello es debido a que se trata de un sector que no tiene el suficiente dinamismo para absorber toda la mano de obra que se oferta actualmente en el medio rural. En estos momentos hay más gente que quiere trabajar en este sector, que la que realmente lo puede hacer. Todavía no se puede decir que los servicios rurales estén saturados, ya que el porcentaje de activos es muy bajo, comparado con el urbano. Volvemos a ver la necesidad de la diversificación económica en el mundo rural. ¿Por qué este mundo no puede tener los mismos servicios que el urbano?. Si los servicios rurales aún no están saturados, por qué no se crean los cauces necesarios que conduzcan a la creación de dichos servicios, diversifiquen la economía rural y al mismo tiempo sean una fuente de empleo.

Otra óptica diferente es mirar el paro sectorial rural desde una perspectiva comparada; es una dimensión que nos da el verdadero perfil del paro rural. Hay dos grandes focos de concentración del paro sectorial rural, Andalucía con el 38% y Extremadura con el 12%. Ambas suman nada menos que el 50% de todo el paro sectorial rural. Y no es que esta gran concentración del paro sea debida exclusivamente al paro agrario, sino también al de los otros sectores. El paro agrario de Andalucía y Extremadura suma, entre ambas, nada menos que el 86% del total del paro de este sector, pero es que el de la construcción asciende al 52%, el de los servicios al 35% y el de la industria al 22%.

Si se ha llegado a esta situación es porque el mundo rural de estas dos comunidades es poco dinámico, pero no sólo en el sector agrario, sino también en los otros sectores. Extremadura y Andalucía son las dos únicas comunidades que superan con creces las medias de paro rural, incluso en el sector de la construcción, sector bastante dinámico en la mayoría de los pueblos rurales.

Lógicamente la lucha contra el paro rural tiene unos focos claros de concentración, Andalucía y Extremadura. Si realmente se quiere abordar con éxito este problema habrá que tener muy en cuenta lo que acontece en estas comunidades, ya que hoy por hoy ellas dos polarizan casi exclusivamente el problema.

Breves notas sobre la estructura ocupacional de la sociedad rural.

Según el profesor García Sanz (7) la estructura ocupacional de la sociedad rural tiene su propia especificidad que se manifiesta de forma clara si se la compara con la sociedad urbana. Mientras lo agrario es todavía una nota de la sociedad rural, la presencia de los servicios es un rasgo cada vez más general sociedad urbana. Ahora bien, como ya hemos dicho, una y otra están inmersas en un proceso acelerado de cambio, que conduce a la sociedad rural a una aceleración de la diversificación ocupacional y a la sociedad urbana hacia una mayor terciarización.

Brevemente, podemos decir que los hombres rurales controlan la mayor parte del trabajo de la agricultura y la construcción, mientras las mujeres tienen sus nichos preferentes en los servicios y en la industria. A su vez, el sector industrial selecciona a los hombres para los trabajos de la industria vinculada a la locomoción y a las mujeres para la industria textil o agroalimentaria.

Los más mayores tienen asegurado su trabajo en las tareas más tradicionales, agricultura e industria, y los jóvenes, en trabajos de creación más reciente, como la construcción y los servicios. Estos movimientos condicionan los niveles de formación de cada sector. Los servicios serían el sector que concentra el nivel más alto de formación, al que sigue la industria y la construcción, cerrando el cuadro la agricultura, con predominio de personas que no han completado el segundo grado de formación.

El territorio todavía señala diferencias importantes respecto a la ocupación rural. Aunque hablamos en términos relativos, hay una España todavía bastante agrarizada, que se corresponde con la zona noroeste y, en parte con la zona sur, fundamentalmente Extremadura y Andalucía; otra España industrializada que afectaría al noroeste y parte del corredor del mediterráneo; otra terciarizada, que es propia de las islas y Madrid, y finalmente, la parte central, que hasta hace unos años tenía un componente de actividad agraria muy importante, pero que en la actualidad lo está sustituyendo por unos procesos de diversificación acelerados.

Ahora bien, los modelos descritos se hacen mucho más complejos si se cruzan con el género, la edad, la actividad sectorial y el nivel de estudios. Aunque son los hombres los que monopolizan el trabajo rural, hay zonas que se caracterizan ya por el extraordinario incremento de la actividad femenina. En otras, si bien la agricultura es un sector muy masculinizado, cabe apuntar la presencia tradicional de la mujer en los trabajos de la agricultura, como sucede en la zona atlántica, principalmente en Galicia.

Los condicionantes de la edad permiten hablar de zonas rejuvenecidas, que estarían asentadas básicamente en la mitad sur; zona envejecidas, que afectarían al centro y zona atlántica; y zonas maduras, que se ubicarían principalmente en la zona mediterránea.

Por otro lado podemos decir que frente al mundo urbano, caracterizado por un predominio de trabajadores asalariados, la nota del mundo rural es la generalización de la explotación o de la empresa de carácter familiar. Esta diferencia viene determinada básicamente por el predominio de la agricultura, aunque también se da en los otros sectores.

La precariedad laboral, que vendría definida por el carácter eventual frente al fijo, tiene un reparto desigual y afecta mucho más a los jóvenes que a los adultos y mayores; y algo más a las mujeres que a los hombres.

Aplicando estos criterios de diferenciación, trabajo independiente o asalariado, y carácter fijo o eventual, destacarían por el trabajo asalariado, sobre todo Andalucía, Murcia, Canarias y Extremadura; y por el carácter eventual frente al fijo, también Andalucía y Extremadura.

Respecto a la ocupación principal, el mundo rural destaca frente al urbano por un mayor número de trabajadores cualificados y no cualificados, pero por una menor presencia de técnicos, profesionales y administrativos. Ahora bien, las diferencias que se aprecian en función del género, la edad y el territorio son importantes. Las mujeres rurales están alcanzando un alto grado de profesionalización, como lo demuestra el número de directoras de empresa, de técnicos y de administrativos; pero al mismo tiempo esto se compagina con un grupo muy numeroso de trabajadoras sin cualificación. Lo más positivo de los jóvenes, en cuanto a la ocupación se refiere, es la presencia de un porcentaje alto de trabajadores cualificados, que se contrarresta con un menor número de directores y de técnicos.

Como apunta el profesor García Sanz es importante tener en cuenta que todos estos modelos son dinámicos y están en un continuo proceso de transformación. No se trata de dar consejos; pero el dinamismo y el carácter innovador de algunos territorios no estaría de más que fuese conocido y analizado por la zonas más atrasadas y menos dinámicas, y que se planteasen aquellos objetivos que podrían ser imitados con la conjunción de estrategias individuales y políticas públicas.

Presente y futuro de la agricultura.

Los datos del Censo Agrario (8) y de la Encuesta de Población Activa (EPA) muestran con total claridad que la agricultura es una actividad que en la actualidad está sufriendo un profundo proceso de remodelación: los activos agrarios eran el 11% en 1990, el 9% en 1995 y actualmente el 7%. Según varios estudiosos de la realidad agraria, este es un proceso que a todas luces resulta necesario por varios motivos: 1º.- Porque la actividad agraria está todavía muy sobredimensionada en relación con los otros sectores de actividad, y 2º.- porque es preciso que nuestra agricultura se concentre en explotaciones cada vez más grandes y más viables. Desde mi punto de vista esto no tiene por qué significar la desaparición de los pequeños agricultores. Puede ser que en el proceso al que hemos aludido se imponga el latifundio, pero podemos prescindir del latifundista mediante la creación de cooperativas de pequeños y medianos agricultores, encargados de gestionar esas explotaciones cada vez más grandes.

Lo que acabamos de apuntar está sucediendo en parte, pero con el agravante de que no se está produciendo el proceso de renovación y rejuvenecimiento que precisaría el momento actual. Siguen estando presentes ciertos mecanismos tradicionales como la masculinización y el envejecimiento, circunstancias que suponen un obstáculo para la renovación del sector.

En consonancia con la modernización se da una tendencia hacia la asalarización por el doble motivo de que crecen las explotaciones grandes, que precisan mano de obra asalariada, y disminuyen las pequeñas, con la consiguiente expulsión de mano de obra familiar. El problema se está solucionando con la presencia de mano de obra eventual, que de forma creciente están cubriendo los trabajadores extranjeros. Otra solución para paliar esta tendencia hacia la asalarización, sería la citada anteriormente, referente a la creación de más cooperativas agrarias.

Probablemente estamos asistiendo a dos tipos de procesos: el que está presente en la agricultura más intensiva, en la que se polarizan de forma cada vez más intensa las relaciones entre empleadores y asalariados; y la agricultura familiar modernizada, que se racionaliza y se hace competitiva en función de nuevas demandas de mano de obra asalariada pero, sobre todo, teniendo como base el reto de la mecanización. Hay otra tercera agricultura, cuantitativamente muy importante, la agricultura a tiempo parcial, pero ésta aún no se contabiliza entre los empleos que considera la E.P.A.

Se mire desde una perspectiva o desde otra, estamos asistiendo al nacimiento de una nueva agricultura, en la que cada vez se imponen con más fuerza los criterios de productividad, competitividad y mercado.


El subsidio agrario y la reforma laboral.

Hace escasos meses el director de éste curso, profesor José Manuel Cansino (9), se quejaba de que ningún debate sobre la protección del Estado sea sereno y riguroso; afirmando que "en el caso del subsidio agrario la falta de rigurosidad está alcanzando, en algunos casos, niveles que deben ruborizar a más de uno a juzgar por la falta de respeto que supone ofrecer a los ciudadanos razonamientos falaces".

Se refería el profesor Cansino a la confusión existente entre el PER y el subsidio agrario. Entonces, días antes de la huelga general del 20-J, igual que hoy se habla de la reforma del PER cuando lo que se pretende reformar desde el gobierno es el subsidio agrario. Este último es una prestación asistencial del Régimen Especial Agrario de la Seguridad Social, mientras que el PER (Plan de Empleo Rural), que en 1996 cambió su denominación por la de AEPSA (Acuerdo Económico para la Protección Social Agraria), es un programa de inversiones.

Naturalmente que entre el PER y el subsidio agrario existe una ligazón, pero ambas actuaciones públicas son de naturaleza diferente.

El subsidio agrario es una prestación no contributiva a la que pueden tener acceso los trabajadores eventuales agrarios con residencia en algún municipio de Extremadura o Andalucía. Su regulación comenzó en 1983 y su aplicación en 1984. La limitación geográfica de esta cobertura, como bien recuerda el profesor Cansino, no fue, ni entonces ni ahora, pacífica. La recurrente invocación a la "solidaridad interterritorial" - argumento tradicional de quien es beneficiario neto de la misma - no fue entendida así por aquellas regiones que presentaron una cuestión de inconstitucionalidad sobre este subsidio, que finalmente fue desestimada por el Tribunal Constitucional en 1989.

Por su parte, el antiguo PER consiste en unos fondos que con carácter anual aprueba el INEM y que gestionan los ayuntamientos andaluces y extremeños, los cuales han de destinarlos obligatoriamente a la realización de obras de infraestructura.

El vínculo entre el subsidio agrario y el PER aparece de la mano de uno de los requisitos legales para acceder al cobro del subsidio: la justificación, por parte del beneficiario, de haber trabajado al menos 35 peonadas en el año anterior al cobro de la prestación. Cuando un trabajador agrario no puede alcanzar ese número de jornadas puede buscar empleo en las obras financiadas con fondos del PER. Para ello deberá dirigirse a su Ayuntamiento correspondiendo a la autoridad municipal sobre su contratación. Las jornadas trabajadas "en el PER" más las trabajadas "en el campo" permitirán al trabajador acceder al subsidio agrario.

Ahondando en lo que acabamos de exponer, el profesor Mora Aliseda (10) se refiere a Extremadura y Andalucía como las comunidades acogidas al PER, "es decir que los jornaleros o trabajadores agrarios sin tierras tienen que justificar un número mínimo de peonadas (35 anuales) para poder percibir un subsidio de vida durante las largas temporadas en las que el campo no da ocupación alguna", puesto que las faenas suelen concentrarse en determinados períodos (siembra, poda y recolección). Por ello, según Mora Aliseda, no debería hablarse de paro sino de "subempleo agrario" con precariedad laboral y fuerte estacionalidad.

No es necesario recordar que el subsidio agrario es inferior al salario mínimo interprofesional, porque no llega a cubrir dignamente las necesidades más esenciales (comida, vestido y vivienda) y menos aún si el perceptor tiene familia a cargo. El PER o AEPSA es producto de una política discriminatoria hacia Extremadura y Andalucía, pues en realidad lo que se hizo durante los años ochenta fue una "reconversión agraria" a la baja; cuando en el resto de España se hacía una reconversión industrial, a través de las Zonas de Urgente Reindustrialización, donde a los mineros, los trabajadores de la siderurgia y la metalurgia de Asturias, Vascongadas, Cataluña y Valencia, se les jubiló anticipadamente con pensiones que igualaban o superaban su salario de partida, ya de por sí elevado en relación con los de la agricultura.

En cuanto al fraude en el cobro del subsidio agrario, se trata de algo que parece innegable. Ha existido fraude para cobrar las peonadas, tanto por parte de los jornaleros como de los empresarios, pero es que el PER hasta hace dos años, prácticamente obligaba a ello, puesto que no permitía que los obreros trabajasen fuera de su núcleo de residencia y que tampoco superasen las peonadas establecidas, porque entonces perdía el derecho al cobro. Así mismo, no todas las áreas de secano (por ejemplo en Extremadura, la Campiña sur o la Sierra de Gata) tienen oferta de trabajo como para superar las peonadas mínimas. Ante esta tesitura, y considerando las deficientes rentas anuales, los jornaleros no tenían más remedio que hacer cuanto podían para sobrevivir y mantener a sus familias. Contando, algunas veces con la connivencia de los alcaldes que en ocasiones eran sensibles a esta delicada realidad. Aunque en otras, los alcaldes, convertidos gracias al PER en grandes empleadores, utilizaban dicho plan como generador de clientelas electorales. Esto es lo que se dio en llamar "voto cautivo".

Por todo ello, más que de fraude, que sin duda ha existido y que debe perseguirse, hablaríamos de complementos para la subsistencia, ya que en la práctica el subsidio agrario funciona como un programa público de lucha contra la pobreza, en lugar de cómo un programa de sustitución de rentas (naturaleza de todos los programas de cobertura por desempleo).

La habilitación normativa realizada por Pimentel, cuando estuvo al frente del Ministerio de Trabajo, (R.D. 73/2000) recogió con acierto el problema y excluyó las rentas del trabajo agrario eventual y por cuenta ajena del cómputo por el que se establece el límite máximo de rentas que se pueden tener sin dejar de recibir el subsidio. Además de que el trabajador, a partir de ese momento, podía salir fuera de su municipio a buscar trabajo sin que ello le perjudicara para asegurar su sustento y amortiguar así el declive del mundo rural.

Muy probablemente una buena parte de la sociedad, aunque me atrevería a afirmar que se trata de quienes desconocen la realidad del mundo rural, entiende injusto que familias enteras obtengan notables ingresos del cobro del subsidio agrario. Pero no nos engañemos, porque, en primer lugar, también se percibe como injusto el bajo nivel de renta del medio rural en mitad de una sociedad opulenta, y en segundo término, porque el importe total del PER supone una cantidad ínfima comparada con las subvenciones de la Política Agraria Común (PAC), acaparadas mayoritariamente por los latifundistas, o con los Incentivos Regionales que reciben las empresas, y que alcanzan hasta el 70 por ciento de la inversión realizada.

Mucha gente, ya digo que desconocedoras de la realidad rural agraria, y especialmente de otras regiones que no se encuentran con semejante problema, ha llegado a considerar a los jornaleros que sobreviven con el subsidio como vagos. No seré yo quien entre en esa discusión; seguro que hay vagos entre los obreros agrícolas, pero no más que los que se dan en otros sectores de actividad.

El problema de fondo, como bien señalaba el profesor Mora Aliseda, reside en que "durante años se ha utilizado esta masa obrera con fines espurios" (11), como sumisión a las élites, como voto cautivo o como punto de crítica hacia unas regiones (Andalucía y Extremadura) que no progresan al ritmo adecuado. Sea como fuere, parece claro que no se ha hecho lo necesario por sacar a este grupo humano de la humillación y el olvido, pues sin formación y cualificación no tienen "nicho laboral" en una sociedad cada vez más terciarizada.

Si se suprime el PER, o AEPSA para ser más correctos, habrá que establecer nuevos mecanismos para la supervivencia de un colectivo con unas peculiaridades específicas (históricas, geográficas y laborales) que de otro modo estaría condenado a la indigencia.

El problema de la aplicación de la Reforma.

El gran problema de la aplicación de la reforma laboral en Extremadura (supongo que en Andalucía ocurrirá otro tanto de lo mismo, aunque se trata de una región más compleja, debido a que cuenta con grandes núcleos urbanos) radica en su estructura económica, dado que la tasa de actividad del sector agrario (14%) duplica la media nacional, con una productividad mucho más baja. El tejido industrial es incipiente y de carácter minifundista, con escasa dotación tecnológica y, por ello, poco competitivo. El sector servicios tiene un peso elevado (63%), pero al igual que en Andalucía está excesivamente burocratizado por una hipertrofia de las administraciones públicas, lo que supone un lastre para el desarrollo futuro.

La reforma laboral tiene que contemplar entre otras singularidades que la actividad agraria se está reduciendo año tras año, merced a las nuevas técnicas de cultivo, la selección de semillas y razas y, sobre todo, a la nueva reestructuración de las explotaciones, cuyo número se ha reducido a la mitad en las dos últimas décadas, con un aumento de la producción. Esto ha redundado en un "excedente" de mano de obra agraria, adscrita al AEPSA que no tiene fácil reubicación en otros sectores de actividad, salvo en el de la construcción, sometida a un carácter cíclico.

De todas formas el auténtico problema de los jornaleros agrarios ha sido el abandono al que han estado sometidos en materia formativa, pues desde que se creó el PER no se ha hecho nada eficaz por darles una formación que les permitiera insertarse en otros sectores, razón por la que han ido incorporándose cada año nuevas cohortes de jóvenes procedentes del fracaso escolar, que ante la imposibilidad de emigrar (las ciudades ya no necesitan "peones industriales", sino personas cualificadas (12)) como hicieron sus abuelos en los años cincuenta o sesenta del siglo pasado, han quedado retenidos en el campo.

Los jornaleros andaluces y extremeños adscritos al AEPSA no encuentran "nicho laboral" porque no se les ha reciclado para adaptarse a los cambios del mercado laboral, hasta el punto de que en estos momentos los niveles educativos que presentan son alarmantes, pues el 90% tiene como máximo umbral de conocimientos la Educación General Básica, y de ellos más de la mitad no supera el Certificado de Escolaridad y los Estudios Primarios. Lo que significa que, en los parámetros del siglo XXI, los jornaleros son "analfabetos funcionales", por lo que no tienen posibilidades claras de acceder a un trabajo estable fuera del sector agrario. Ante este panorama, como ya hemos dicho, el subsidio agrario y el PER quedan como mera limosna para la subsistencia del mundo rural.

El borrador de la reforma laboral, tal y como se planteó inicialmente, limita el acceso a las prestaciones del subsidio agrario a aquellos que "soliciten por primera vez acogerse", "a los que no hayan sido beneficiarios en los tres últimos años" y "los que hayan extinguido su derecho al subsidio por sanción administrativa". El principal problema podríamos encontrarlo en el supuesto de "rechazar tres veces un empleo adecuado", pero, sinceramente, yo aún no conozco a nadie que haya sido llamado con tanta reiteración y entusiasmo por el INEM. Tal vez la primera reforma que debería emprenderse sería la del propio INEM, reformando de paso a los servicios autonómicos que tienen transferidas esas competencias, aunque a lo mejor era más acertado hablar de incompetencias.

Los supuestos mencionados parecen obvios al igual que la movilidad geográfica, pero siempre que no superen las dos horas de desplazamiento y que la administración o la empresa corran con tales gastos. Esto sería una buena solución para los desplazamientos de jornaleros entre áreas próximas que por su especialización agraria tengan cultivos complementarios por las fechas de campañas agrícolas. Así por ejemplo, en Extremadura, la zona de Tierra de Barros (especializada en viñedo y olivar) tiene máxima actividad durante los meses de septiembre a diciembre, mientras que las Vegas de Guadiana (especializadas en regadío, arroz, frutales, tomate, etc.) tienen su máxima actividad en primavera y verano.

Para conseguir un empleo agrario casi permanente es obligatorio incluir, además de las propuestas citadas, la perspectiva ambiental del mundo rural (recogida por la propia Comisión Europea en sus diferentes programas e iniciativas), por lo que a las actividades agrarias tradicionales se les podría añadir todas las referidas a la protección y conservación de la naturaleza (desatarquinamiento de canales y acequias (13), limpieza de bosques y ríos, retenes de incendios, guardería ambiental, etc.) sufragadas con fondos públicos, como se hace con otras "medidas agroambientales", de tal modo que los jornaleros alcanzarían un salario adecuado, se sentirían realizados personal y profesionalmente, al tiempo que prestaría un gran servicio a la sociedad.

Habrá quien se pregunte que cómo se les va a pagar a los jornaleros "por no producir". En ese caso deberíamos plantearnos si las actividades culturales, los ejércitos, la iglesia, o las instalaciones deportivas y de recreo, u otras muchas instituciones propias de una sociedad desarrollada son "productivas". La respuesta parece evidente, no son productivas, pero sí necesarias, tanto como la preservación de la naturaleza. Razón por la que se justifica socialmente estas nuevas actividades que desarrollarían los jornaleros.

Conclusiones: posibles alternativas.

A lo largo de las páginas anteriores se ha demostrado la necesidad de mantener el subsidio agrario, a falta de otras iniciativas, para preservar la subsistencia de los hombres y mujeres del campo. Igualmente se han apuntado cuales pueden ser algunas de esas iniciativas.

En primer lugar, podríamos citar la apuesta por la creación de industrias de transformación agroalimentaria. Sector que hoy moviliza cerca de 400.000 empleos, de los que el 32% son rurales. Se trata, pues, de un sector con un profundo arraigo rural, y que moviliza una mano de obra, tanto de personal autónomo, como de asalariados, muy importante. Apostar por el desarrollo de este sector es un éxito seguro, puesto que va a suponer una salida económica suficientemente garantizada para las maltrechas economías de los agricultores, y una alternativa imprescindible y necesaria para las estrategias de diversificación económica y desarrollo rural.

Como ya hemos dicho, el mundo rural actual no es una sociedad atrasada, que vive del pasado y se resiste a cambiar; por el contrario, es una sociedad dinámica, que tiene su personalidad, su idiosincrasia y que se encuentra ante el reto de encontrar un nuevo lugar dentro de los procesos de cambio que afectan a toda la sociedad. A este respecto cabe resaltar la apuesta por una sociedad rural cada vez menos agraria y más industrial, una sociedad que se ha abierto a las nuevas demandas de la sociedad urbana, pero sin perder su personalidad. En este contexto hay que situar el papel que está ejerciendo la industria agroalimentaria. Por un lado es un sector que depende de las materias primas que se producen en cada zona, y tiene, por otro lado, una gran capacidad para multiplicar el valor económico de los recursos naturales.

No podemos pecar de simplificación y hacer depender la recuperación de la sociedad rural de la penetración del sector agroindustrial, pero tampoco se puede dejar de lado este hecho. Los últimos datos sobre la población rural han venido a demostrar que las zonas rurales demográficamente más positivas son aquellas que han sabido avanzar en los procesos de diversificación ocupacional, entre los que tienen un puesto destacado los servicios, pero también, la industria y la industria agroalimentaria.

No es arriesgado apostar por la industria agroalimentaria rural. De hecho otros ya lo han hecho, como se deduce tanto del número de establecimientos, como del número de personas que trabajan en este sector. Lo más que se puede pedir, desde este punto de vista, a los políticos y a los agentes sociales interesados por este problema, es que no interrumpan el proceso y no desvirtúen la realidad. Hay que recordar que el verdadero desarrollo rural es aquel que se adapta o se compagina con lo que viene haciendo la población. Sería poco operativo plantear una industria agroalimentaria rural que no se relaciones directamente con todo lo que han hecho desde dentro los propios agricultores.

Conviene recordar que este tipo de industria tiene sus características propias, entre las que destacan su carácter más o menos familiar, y la fuerte relación con las materias primas que se producen en cada zona. Este carácter, un tanto atomizado, tiene sus pros y sus contras. Entre los pros, está probablemente, la pervivencia de unos procesos de producción todavía tradicionales, entre los que prima la calidad sobre la cantidad, y la reducción de ciertos costes medioambientales; entre los contra podemos destacar las serias dificultades para dar a conocer estos productos, y mucho más, el que entren en circuitos de distribución adecuados. En este terreno hay todo un campo a desarrollar, que pasa necesariamente por potenciar la formación y mejorar la comercialización de los productos elaborados.

También hemos hecho mención, a lo largo de la presente ponencia, de la necesidad de la diversificación económica y ocupacional, como vía para el desarrollo del mundo rural. Ha quedado suficientemente demostrado que las zonas rurales más dinámicas son aquellas que han sabido aprovechar los recursos endógenos de la zona y traducirlos en una amplia gama de empleos: la construcción, la pequeña industria, como salida a antiguos trabajos de carácter artesanal, o para atender las nuevas demandas rurales, la citada industria agroalimentaria, y la creación de servicios, entre los que ocupa un lugar destacado el turismo rural. Este tipo de turismo, si quiere contribuir a un auténtico desarrollo del mundo rural, debe, en palabras del Consejero de Turismo de la Junta de Extremadura (14), buscar la integración del turista, respetando el uso de los recursos, basándose en la propia capacidad y apuesta de los innovadores y emprendedores, generando por tanto una oferta de trabajo más dispersa y mantenida. En este modelo la calidad, la sostenibilidad y la identidad predominan sobre otros aspectos.

Para que la citada diversificación económica y ocupacional pueda darse en el medio rural, se hace necesario también apostar por la formación y capacitación de los hombres y mujeres que en él habitan. Es por tanto urgente incentivar la formación ocupacional, creando nuevas escuelas taller, casas de oficio, centros de iniciativa empresarial; ampliando la oferta de cursos del Plan Nacional de Formación e Inserción Profesional (F.I.P.), así como la de cursos de formación continua. Igualmente sería necesaria incidir en la formación para el autoempleo, tras analizar e investigar los posibles nuevos yacimientos de empleo existentes en las zonas rurales. De esta forma paliaríamos uno de los principales problemas ya citados: el abandono al que han estado sometidos en materia formativa los hombres y mujeres del campo. Abandono que hasta la fecha les ha impedido insertarse en otros sectores distintos al agrícola.

Como último punto, sería necesaria también una apuesta sincera por la multifuncionalidad de la agricultura. Este concepto de multifuncionalidad, que forma ya parte de la retórica de gobiernos y de la propia Comisión Europea, tendría en cuenta no sólo la función productiva de la agricultura, que es importantísima pero no la única, ya que hay otras muchas funciones que también cumple el agricultor y el jornalero presentes en el campo y que son esenciales para la sostenibilidad del medio rural; funciones como el mantenimiento del entorno ambiental, la protección y conservación de la naturaleza, el manejo sostenible de bosques y recursos naturales. Es obvio que la actividad agrícola contribuye a la protección del medio ambiente a través de la conservación de la biodiversidad, la conservación del suelo y la calidad del agua.

Puesto que la actividad agraria se desarrolla en primer lugar en la tierra y se trata ante todo de una acción en el medio natural, la relación entre agricultura y medio ambiente es estrecha. De hecho, "está reconocido científicamente que en la Europa rural, el trabajo de la tierra desde hace décadas y, con suma frecuencia, desde hace siglos, ha generado ecosistemas totalmente particulares y ricos, que se verían amenazados sin remedio en caso de abandono de la agricultura" (15). En este punto sería absurdo negar el papel devastador que algunas prácticas agrícolas han tenido para el medio ambiente, pero no debemos olvidar que una actividad agrícola respetuosa con el entorno contribuye a la protección de la naturaleza.

En definitiva, se trata de apostar por un desarrollo sostenible, término muy de moda actualmente, cuyo primer requisito sería "preservar el capital natural" (16), y para ello es imprescindible mantener la actividad agrícola y preservar el mundo rural.

Mientras tanto, hasta que todas las iniciativas expuestas: -creación de industrias agroalimentarias; -diversificación económica y ocupacional; -formación y capacitación; -multifuncionalidad de la agricultura, apostando pon el Desarrollo Sostenible; se lleven a feliz término no queda otra opción que garantizar la supervivencia de las gentes del campo, a través del subsidio agrario, ya que lo contrario significaría condenarles a la indigencia.

Que se persiga el fraude y el clientelismo son medidas loables y acertadas, pero el subsidio, por los motivos que acabamos de exponer, debe mantenerse hasta que no se pongan en práctica nuevos mecanismos que garanticen una vida digna para los hombres y mujeres del agro.

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Pedro Miguel López Pérez

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Notas

1) Giner, S., Lamo de Espinosa, E. y Torres, C. (1998). Diccionario de Sociología. Alianza Editorial. Madrid. (Pág. 751).

2) González-Anleo, J. (1996). Para comprender la Sociología. Verbo Divino. Estella - Navarra - (Pág. 141).

3) González-Anleo. Obra citada (Pág. 141).

4) González-Anleo. Obra citada (Págs. 142-143).

5) García Sanz, B. Apuntes para un libro blanco para el desarrollo rural. Ponencia presentada en la Jornada Temática "El Mundo Rural", organizada por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, celebrada en Madrid el 23 de Mayo de 2002.

6) Datos facilitados por la Consejería de Obras Públicas y Turismo de la Junta de Extremadura, con fecha 27 de septiembre de 2002.

7) García Sanz, B. Obra citada.

8) Datos referidos a 1999, año en que se realizó el último Censo Agrario.

9) Cansino, J. M. El PER y la opulencia. El Risco de la Nava (edición digital). Mayo 2002.

10) Mora Aliseda, J. La reforma laboral y Extremadura. HOY, 24 de abril de 2002.

11) Mora Aliseda, J. Artículo citado.

12) Mora Aliseda, J. El desempleo agrario en Extremadura. HOY, 13 de mayo de 2002.

13) Limpieza de canales y acequias, retirando el tarquín o légamo que las aguas estancadas depositan en el fondo.

14) Alvarado Corrales, E. Ecoturismo: un modelo turístico. HOY, 27 de septiembre de 2002.

15) Givord, D. El modelo rural europeo. LEADER Magazine, nº 25 - Invierno 2000/2001.

16) López Pérez, P. M. Desarrollo Sostenible y Justicia Social, cuestión de voluntad. HOY, 20 de agosto de 2002.

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Revista Arbil nº 63

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"Con la ayuda de Nuestro Dueño
Dueño Cristo, Dueño Salvador
el cual Dueño está en la gloria
y Dueño que tiene el mando
con el Padre, con el Espiritu Santo
en los siglos de los siglos.
Háganos Dios omnipotente hacer
tal servicio que delante de su faz
gozosos seamos. Amén
"



El primer escrito en español debía pasar al devocionario de todo hispano hablante, de los cientos de millones de habitantes del mundo que hoy se expresan en la lengua que nació con palabras de servicio a Dios en la tierra y de esperanza gozosa en el Cielo.