Los progresos diagnósticos y terapéuticos en Medicina son admirables. La investigación plural que los hace posibles es cada vez más rigurosa y de mayor calidad. La preocupación por la salud, o por una vida más plena, son aspiraciones generalizadas. La medicina preventiva adquiere progresivo protagonismo. Sin embargo, también es cierto que el protagonista principal (el hombre como tal y el hombre en calidad de enfermo) corren el riesgo de quedar desdibujados e incluso en ocasiones ignorados, en su dignidad radical como persona. ¿Qué es ser hombre?, ¿Cómo se es hombre? ¿Cuál es el concepto de persona? son algunas preguntas previas cuyas respuestas constituyen un punto de partida, y con las que hay que contar siempre. El no hacerlo supone una clara amenaza, generalmente reduccionista y siempre empobrecedora, de la dignidad de la persona y de su horizonte existencial, radicalmente abierto a la excelencia, abierto a lo mejor. Esa apertura requiere un ámbito de libertad, requiere la existencia de la libertad para que el hombre, cada hombre, pueda elegir quién va a ser, sin coacciones, sin manipulaciones y sin engaños. El modelo de hombre del que se parta condicionará en gran medida de hecho ya lo está haciendo- el futuro de la Medicina. Es la Antropología el saber que tiene que dar respuesta, al menos intentarlo, al apasionante tema del hombre, una realidad que también está inmersa en el ámbito del misterio y con la que hay contar. Nosotros apostamos por una antropología médica como punto de aproximación al tema del hombre, y desde ella queremos seguir pensando, investigando y ayudando al paciente, al que siempre veremos como persona irrepetible, única y depositaria de una radical dignidad. Este texto pretende ser una llamada de atención más bien la calificaría como apremiante llamada- sobre la carencia del saber antropológico en la formación de los estudiantes de medicina (de los médicos en general, del ejercicio de la profesión); sobre los enfoques y criterios en la investigación, y de manera muy especial, sobre el significado que actualmente tiene el principal protagonista de la Medicina: el paciente, el hombre enfermo. Dada la acotación de espacio, me limitaré a hacer unas breves reflexiones, algunas a modo de pregunta y otra como afirmaciones, con la esperanza de que sirvan de estímulo para profundizar en esta preocupante realidad: una medicina hurtada de su ámbito más propio, el humanismo. Entre las posibles causas cabría destacar que el hombre está perdiendo la pasión por la verdad, sustituida por la información, cuando lo decisivo es lo que Zubiri llama voluntad de verdad, ese deseo incontenible de ponerse en claro con lo que son las cosas, ponerse en claro con uno mismo (J.Marías). La pasión por la verdad se transforma en tarea personal en el conocer, que es actividad. El conocimiento es en sí activo, más aún, es actividad pura (L.Polo). Pero el conocer es la pura novedad, mejor dicho la novedad pura, y ello implica salirse fuera de los supuestos, y eso es innovación. El hombre es el protagonista de la innovación y la principal capacidad de inauguración humana no se refiere a los productos externos a él (A.Llano). La creatividad de la persona según ha advertido L.Polo se refiere a la persona misma, a su proyecto de ser, que para Heidegger es más propiamente humano que el ser que ya se es. Hoy estamos en una época que se preocupa más por la certeza que por la verdad. Hoy preocupa más la información que el conocimiento, y se corre el riesgo de confundir fecundidad con eficacia, olvidando que la fecundidad siempre es consecuencia de una tarea amorosa. En la práctica se niega con gran frecuencia la libertad, cuyo ámbito es el futuro, espacio que comparte con la esperanza. Dice A.Llano que son preámbulos de la esperanza fomentar el amor por la sabiduría, la primacía de factor humano en las organizaciones y en la producción de una imagen libre y digna del hombre...El objeto de la esperanza no es lo seguro sino lo nuevo. Se refiere a un bien arduo y humanamente incierto, que sólo se puede atisbar si uno adopta el bello riesgo de aventurar la propia vida. Nuestra propia muerte límite entre la revocabilidad y la irrevocabilidad, según Pieper- se abre entonces a la esperanza, y nuestra vida se llena de sentido y responsabilidad. Y como oposición a todo esto: el individualismo, el mecanismo y el escepticismo. Estos hechos no sólo afectan al mundo de la Medicina. La propia Universidad se está viendo afectada, palidece la esencia de la vida universitaria, cuyo estilo caracterizado por la amplitud de mente, la ironía, el amor a la libertad, el rigor intelectual y el afán de saber (A.Llano) se desdibujan. La figura del maestro es sustituida por la del jefe, y la progresiva burocratización cercena la espontaneidad, la innovación y ese espíritu de juventud que es tan propio del intelectual. Un espíritu que cuando se vive con autenticidad antropológica acaba por teñir toda la vida, ya que siempre estamos comenzando. En la aventura intelectual hay que contar con el error, que media necesariamente el la obtención de la verdad. La rectificación encierra un alto coeficiente de creatividad. (A.Llano). Son veneros del conocer el silencio, un cierto grado de soledad, la contemplación, el estudio, la reflexión, la capacidad de asombro, la dialéctica, la curiosidad, la observación, la conversación, la propia tarea de enseñar, escuchar, pasear...etc. Todo esto no es ajeno a una vida intensa y lograda. Una vida mínima vita minima- es una pobre vida escasamente estimable (J.Marías). En este sentido se puede hablar de inmoralidad en la relación con la intensidad del vivir. J.Marías dice que son formas de esta inmoralidad: La debilidad biográfica, la cobardía, el no atreverse, la falta de amor. Todas ellas son tímidas formas de suicidio. En el origen de esta actitud encontramos la avaricia (incapacidad para dar, primariamente para darse), el inmoderado afán de seguridad, la soberbia, la envidia. Sin embargo, desde la perspectiva de la intensidad del vivir tiene singular valor la generosidad, la magnanimidad, el esfuerzo, la capacidad para interesarse por las cosas y, sobre todo, por las personas. En definitiva: el amor como tarea. Se debe conseguir que nuestra vida tenga una justificación general, sabiendo que en cualquier momento se puede dar una torsión hacia lo mejor: a esto le llamo conversión. Mi propuesta es intentar conseguir que el saber antropológico esté presente en la formación de todas aquellas personas que pertenecen al mundo de la sanidad en sus muy diversos ámbitos y tareas, pero sobre todo en la formación de los futuros médicos, que serán los responsables más directos de recuperar para la Medicina ese ámbito humanístico del que nunca debería haberse salido. En cuanto a la Medicina actual me pregunto: ¿Dónde se plantea el tema del hombre?, ¿Dónde se estudia que el hombre es biográfico, que acontece, que es dramático, argumental?. Si la vida es argumental: ¿Quién elige el argumento?, ¿Con qué criterios?, ¿Con qué condicionamientos?, ¿Qué ocurre con la libertad?, ¿Cuál es el horizonte de la vida humana?, ¿Qué se entiende por verdad, por felicidad y por amor?, ¿Qué es eso de la belleza, la creatividad, las maravillas de lo mundano?, ¿Qué se entiende por intimidad?, ¿Dónde se enseña a explorar?, ¿Qué ocurre con el tema de la muerte?. A modo de esquema final propongo la siguiente trilogía que durante los años de estudio de Medicina podría desarrollarse, configurando una auténtica Antropología, desde la riqueza inagotable del humanismo. Trilogía: - El hombre como cuestión: el enigma de la libertad.
- El hombre como tarea: la condición amorosa.
- El hombre como pretensión: la felicidad, una vida perdurable.
·- ·-· -··· ·· ·-·· Gerardo González Martínez |