"Por la divina primavera me ha venido la ventolera de hacer versos funambulescos -un purista diría grotesco-" Ramón de Valle-Inclán El que se llamó "género chico" fue en España un teatro vivo y popular, tan verdaderamente nacional o histórico como lo había sido durante el siglo XVII el clásico-barroco desde Lope a Calderón. Mejor valdría decir desde Cervantes hasta Don Ramón de la Cruz. Y estas dos etapas históricas nos parece que se parecen. Que ambos teatros populares españoles tienen idénticas naturaleza poética, radican en una misma estirpe de poesía conocida con el apelativo denominador común de "realismo" o "costumbrismo". El realismo nos da en estos dos teatros, el grande y el chico (sin que esto de grande o de chico signifique un criterio crítico de valoración), junto a su propio modo figurativo de ilusoria apariencia de una realidad, diríamos, otra fantástica o fantaseada. Recordemos que este "género chico" se origina principalmente en esas formas fantásticas o fantaseadas o fantasiosas (que decimos los andaluces) de lo real, como una comedia aristofanesca. Baste evocar en el recuerdo sus titulares más famosos, desde la Gran Vía o Cuadros disolventes, Certamen nacional, Ortografía, El año pasado por agua, La peseta enferma, etc., etc..., hasta Cinematógrafo nacional , ¿Quo vadis?, El galope de los siglos, Las tierras de sol, El país de las hadas, etc., etc... Ambos teatros, repito, el grande (clásico-barroco) y el chico (post-romántico), coinciden hasta en este doble juego escénico de sus "apariencias y tramoyas" figurativas (que diría Calderón), hasta en ese desdoblamiento realista y surrealista de lo real. Aquél, con intenciones religiosas, teológicas sobre todo. Este, satíricas, políticas, sociales en suma. Y hasta "sicalípticas", como entonces se decía a una pornografía, casi, casi, de inocencia paradisiaca. La vertiente "realista" del "género chico", la no fantaseada de modo alegórico o simbólico o sencillamente "sicalíptico", es la que culmina en los "sainetes", y la que ha tenido con ellos mayor repercusión y perduración; como también más estimación literaria (La verbena de la Paloma, El santo de la Isidra, La revoltosa, Agua, azucarillo y aguardiente, Alma de Dios, El amigo Melquiades... infinidad de ellos). Pero raro será encontrar "revistas" de aquel género chico donde el "sainete", realista, costumbrista, figurativo, no vaya entreverado con la fantasmagoría general, dándole casi siempre su propio fundamento y sentido. Todo aquel teatro llamado de "género chico", y que ya pasó, se sostiene y sustenta, como de su savia y raíz propia, de tradicional y legendario "realismo" y "costumbrismo" del arte español. De sus más hondas raíces de vida y de verdad humanas y popularísimas. Pero digo que el "género chico" pasó a la historia cuando en realidad debo decir que la historia aquella historia- pasó al "género chico". Aquel "género chico", reflejo, espejo, consecuencia popular y nacional de una España trágica, que empezaba a dejar de serlo, o de parecerlo, apareciendo enmascarada de cómico mascarón grotesco, tuvo, en su teatro vivísimo y ejemplar, actores y autores admirables. Entre ellos destacó pronto su género de invención o creación teatral originalísima, poderosísima, Carlos Arniches. A él se debe la invención de una género o forma enteramente suya, nueva, original: la "tragedia grotesca". La "tragedia grotesca" de Arniches, aunque procede directamente del "sainete" suyo peculiar, sainete agrandado, profundizado, es una forma enteramente nueva y creo que única en el teatro español. En aquel "ayer" en que Arniches inventaba estas suyas estupendas "tragedias grotescas", también inventaba Valle-Inclán, escritor de un teatro opuesto al del "género chico" popular, otra forma dramática, sombría, abstracta, descarnada "en los huesos", llamándole "esperpento". En estos teatros, el popular de Arniches, el intelectual o literario de Valle-Inclán, se nos enmascara de verdad, de realidad, de ilusión de vida, un tiempo español, todavía cercano, que nosotros, querámoslo o no, seguimos viviendo, seguimos sintiendo. Y como dijo "Este gran don Ramón de las barbas de chivo": "¿Acaso esta musa grotesca / -ya no digo funambulesca- / que, con sus gritos espasmódicos, / irrita a los viejos retóricos, / y salta, luciendo la pierna, / no será la musa moderna?". ·- ·-· -··· ·· ·-·· Francisco Arias Solis |