Mientras por un lado, en los países más ricos aumenta de forma muy considerable el número de parejas de hecho -las de sin papeles-, por otro, se van descubriendo las ventajas del matrimonio tradicional: con papeles, por la Iglesia y de uno con una. Un estudio desarrollado en la Universidad de Warwick, durante 20 años con 20.000 hombres, revela que los casados viven una media de tres años más que los solteros, y ganan 3.000 libras más al año. (London Times). Los investigadores consideran que las diferencias entre casados y solteros se deben, en parte, a la forma de vida más sana del matrimonio, y también a un deseo de complacer a sus parejas y conservar su estatus. El Profesor Andrew Oswal de la anterior Universidad afirma que "el matrimonio imprime una impronta profunda en los seres humanos, porque presumiblemente reduce de alguna manera los niveles de estrés y protege contra las enfermedades
. los hombres casados beben menos alcohol y comen menos alimentos grasos. Las parejas también tienen niveles más bajos de estrés cuando comparten sus preocupaciones y se preocupan por los signos de enfermedad mutuamente." Los investigadores norteamericanos hallaron que los que permanecían casados tenían menos probabilidades de morir por ciertas causas que los divorciados. El estudio reveló que los más afectados eran los pacientes que sufrían estrés en el trabajo y el divorcio. Las mujeres también se benefician del matrimonio, demostraba un informe reciente de la Heritage Foundation. El informe concluye que los abusos domésticos en Estados Unidos son dos veces más altos entre las mujeres que nunca han estado casadas que entre las que lo están, informaba el Washington Times el 15 de abril. Además, los hijos de divorciados o de madres que nunca se casaron corren de 6 a 30 veces más riesgos de sufrir abusos serios que los que nacen de padres biológicos casados. "Cuando la gente se casa, provoca una inversión en la vida del otro", afirmaba Jennifer Marshall, directora del departamento de estudios familiares del Family Resource Council. "Cuando vives una relación de poco compromiso, se puede volver volátil porque esta clase de relaciones no comprometen". Incluso aquellos que permanecen en un matrimonio no feliz terminan por ser más felices que los que se divorcian. El estudio también demostró que el divorcio no aumentó la autoestima ni alivió la depresión. "Hemos exagerado los beneficios del divorcio como una forma de hacer felices a los adultos". Al final, resulta que el tiro nos sale por la culata. Todo esto es lo que dicen unos y otros, pero ¿Qué es lo que "vemos" nosotros? Vemos las dificultades y sufrimientos de los hijos de madres solteras o padres divorciados, bastantes superiores, en general, a los que pueden afectar a los hijos de padres casados. Vemos dificultades y sufrimientos de padres o madres separados, que quedan marcados para siempre. La vida se vuelve muy difícil, incluso económicamente, para quién, además, pierde el pleito Vemos que la sociedad exige una documentación que ampara y legitima la posesión de cualquier cosa o animal: coche, caballo, casa, lavadora o un cargamento de tomates. En todos hay que firmar facturas o escrituras de propiedad, donde se especifican los derechos y deberes a que ambas partes se comprometen. Y, ¿Comprometerse dos personas a vivir en común, y ser la una de la otra, exige menos papeles que comprar una yegua? ¿No se debe exigir, ante la sociedad, la firma de contrato-compromiso de entrega mutua voluntaria con derechos y deberes entre hombre y mujer, para legalizar dicha convivencia y para criar los hijos? ¿Poseer a un hombre o a una mujer es algo menos importante que poseer una mula o un coche? Si no existe un derecho de propiedad no se es propietario, y en este caso, la propiedad: finca, casa o persona la puede "hurtar" cualquier otro, sin que se pueda reclamar nada a nadie. La sociedad, para ayudar económicamente o de otras formas a la pareja y a los hijos, exige "papeles, firmas y testigos
". De no existir, pueden tropezarse con serias dificultades en la enseñanza de los hijos, en la seguridad social, herencias, becas, pagas a viudas,
Los papeles firmados comprometen, y esos compromisos tropiezan con la cobardía de mucha gente incapaz de ningún sacrificio. Hoy todo el mundo exige sus derechos, pero olvida que cada derecho va acompañado de su deber correspondiente. ¿Qué nos está pasando? Algo hay de miedo a comprometerse, de falta de esperanza, de olvido de Dios y de sus leyes, demasiada riqueza; vida fácil, vacía, sin norte. Nunca se ha vivido, materialmente, tan bien como hoy, ni al mismo tiempo, tan agobiados. En todos los países y en todos los tiempos el matrimonio, la entrega mutua de una mujer y de un hombre para vivir sus vidas en común, ha ido acompañada de ritos, fiestas, documentos y compromisos que obligan, a veces, hasta con la vida. Y, de pronto, aparece una sociedad rica, opulenta, con la barriga llena, presuntuosa, ávida de placeres que, vacía de todo contenido de valores humanos y divinos, prefiere destruirse a sí misma, sacrificando a la familia, al matrimonio, e inclusos a sus hijos antes de nacer, o procurando que no nazcan, para poder llevar una vida más cómoda. Afortunadamente, mucha gente empieza a estar de vuelta. Ni lo antiguo era tan malo ni lo moderno es tan bueno. Potenciar el matrimonio tradicional, de acuerdo con las anteriores investigaciones, y con el sentido común, se vuelve a sugerir como uno de los medios de recuperar a una sociedad, que mientras sube en riqueza, pierde en humanidad. De no rectificar pronto, los nuevos bárbaros: los venidos de otras "culturas",
nos pasarán factura, como en su tiempo, se la pasaron a Roma. Ya nos la están pasando. Para triunfar en un deporte, en unas oposiciones, en la política, en la guerra o en cualquier otra actividad hay que prepararse bien con un buen director o maestro, entrenarse diariamente, sacrificarse, vivir duramente; sólo así alcanzaremos el triunfo. ¿Triunfar en el matrimonio es menos importante que conseguir una medallita en cualquier deporte? ¿Se debe llegar a el sin nadie que nos guíe, o sin enterarnos de su importancia, y de las obligaciones a que nos compromete? Los papeles comprometen,y en un matrimonio no pueden comprometer menos que la firma en un talón bancario. Si no cumplimos, hay que pagar. Para viajar de vacaciones a cualquier sitio,solemos recabamos información del lugar, de sus gentes, monumentos, comunicaciones, de las mejores comidas y bebidas, de sus playas, clima,
Y, ¿Para emprender el más importante viaje de nuestra vida, la vida durante muchos años junto a un hombre o una mujer, con los hijos, con los problemas y alegrías diarios compartidos; este viaje, merece menos preparación? Hemos trivializado tanto el matrimonio que nos hemos creído la falacia con que nos lo presentan las películas, la TV y la prensa del corazón. Todo tan agradable, tan guapos y tan guapas ellos y ellas, con tanto dinero, con tantos yates, con vacaciones anuales de 365 días, y mil sandeces más. La vida del casado es mucho más hermosa que todo eso, basta que sea un matrimonio normal, para que su vida esté llena, llena de "Amor", de paz en un hogar luminoso y alegre donde los hijos, la mujer y el marido son considerados, los seres más importantes del mundo por lo que son, no por lo que tienen. El o la artista, deportista, cantante o belleza de turno pueden ser buenos para esta colgados en la pared y cambiarlos cada semana por otro, pero nada más. Todos los días, los medios de difusión nos dan consejos para mantener y disfrutar del matrimonio, de los amigos, de los familiares y compañeros de trabajo,
Me atrevo a recordar un par de ellos por todos conocidos: El primero de todos el amor. El mejor ejemplo lo tenemos en las madres. Piensan solo en los hijos y en el marido, se olvidan de ellas mismas, se preocupan de todo y de todos; se conforman con cualquier cosa, lo dan todo por la sonrisa o el abrazo de un hijo. Se convierten en el corazón del hogar, y su premio es el amor de toda la familia. ¿Hay algo mejor que ser querido? Pero, no nos confundamos, amar no son solo las carantoñas y los besitos. Amar es servir, pensando más en los demás que en uno mismo, y para servir hay que valer. Ya lo decía Jesús: «No todo el que me diga: 'Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial". O sea, el que cumple los mandamientos. Además nos remacha en Jn 13,35. "En esto conoceran todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros.» No en que recemos cien oraciones diarias, ni en que vayamos a misa todos los día, ni en que demos todo nuestra hacienda a los pobres, ni en que ayunemos y nos sacrifiquemos hasta el límite. No, el cristiano se conoce en esto, precisamente en esto, en "que ama a sus hermanos" ¡ Cómo hemos deformamdo y olvidado la doctrina de Jesús! El amor hay que mantenerlo día a día como se mantiene un negocio, una casa, una amistad. Un besito al levantarse por las mañanas, otro beso y un abrazo cuando se llega del trabajo, un regalito con cualquier pretexto; una cara alegre y sonriente en todas las ocasiones, una comida extra, no gritar por cualquier motivo
Para mantener una maceta bonita hay que regarla, abonarla, podarla y curarla periódicamente. Nuestra mujer, nuestro marido es algo más que una maceta. Hay personas que nacen predispuestas para actuar así, a otros les cuesta bastante esfuerzo, pero es posible, y el premio merece la pena. El segundo la cortesía, la buena educación, el respeto. Nadie debe prevalecer sobre la mujer o el marido, con ellos hay que tener las mejores muestras de deferencia antes que con cualquier otra. Hay personas muy educadas con los extraños, mientras tratan con zafiedad a la mujer y a los hijos. La zafiedad, los gruñidos, las conversaciones deshonestas, las palabras gruesas, el desorden, la vagancia, el yo, yo, yo,
no tienen cabida ni en un matrimonio, ni en una amistad duradera y noble. Si no hay respeto, no hay amor. ¿Por qué se rompen hoy tan fácilmente los matrimonios? Muchas veces por cuestiones aparentemente nimias. Por algo tan sencillo como dar las gracias con una sonrisa, pedir las cosas por favor, aguantar con paciencia al cargante, no murmurar continuamente de los amigos -al final todo se sabe- ; y sobre todo, hablar bien, hablar bien de todo el mundo, y veremos como cambia el talante de la gente que nos rodea. Hablar bien de los amigos nos cuesta muchísimo trabajo : la envidia y el complejo de inferioridad nos atenazan. Hay que entrenarse. La convivencias exige un poco de orden, no podemos ir dejando un rastro de ropas por donde pasamos, la bañera sucia,los papeles por los suelos,
como el rastro de las babosas. No olvidemos que el matrimonio es la base de la familia, donde la madre es el corazón. Y la familia es la base de la sociedad. Como sea la familia será nuestro pueblo. Quien fracasa en el matrimonio, de algún modo, fracasa en su vida. Sobre el matrimonio no podemos permitirnos el lujo de chanzas, chirigotas, veleidades. Como Cortés quien entra en él ha de quemar las naves. Al matrimonio no se puede ir con la maleta preparada para cambiar de pareja en el primer encontronazo. Con el matrimonio, con la familia nos pasa como con el aire y el agua, nos enteramos de lo que valen cuando nos faltan. A cambio el matrimonio nos da, entre otras satisfacciones ya comentadas: La dicha de compartir penas y alegrías. Pocas enfermedades son peores ni más tristes que la de vivir solos. En plán chungo pero con un gran fondo de verdad y nostalgia se dice que: Una de las ventajas del matrimonio es que, si hace falta, tenemos con quien reñir cuando llegamos a casa. Bien lo notan los que no pueden gruñirle más que a las cuatro paredes. El matrimonio da cauce satisfactorio y ennoblece al instinto sexual. Asegura la crianza y educación de la prole mejor que ninguna otra institución Los hijos, los nietos proporcionan satisfacciones incomparables. Vemos en ellos una prolongación de nuestras vidas. Cuando muramos, nos consuela que algo nuestro perdurará. Cuando una tarea se realiza entre dos, no se hace el doble que uno sino el triple o más. Aparte de que muchos trabajos no puede o es difícil hacerlos una sola persona, como arrascarse la espalda o ponerse una gotita de colirio en los ojos, caen varias
en la nariz Si Vds. me preguntan por un manual de comportamiento humano para todas las ocasiones y circunstancias, yo no encuentro ninguno comparable a los Evangelios, al Nuevo Testamento. Esos pequeños libritos que todo el mundo tiene en su casa y nadie o casi nadie leen. Ahí encontramos las soluciones básicas para todos nuestros problemas, o mejor dicho, la solución, porque no hay más que una: el amor. Y terminamos como empezamos: Pues ¡sí señor!. ¿Mira que, si después de haber despotricado tanto contra el matrimonio, ahora va a resultar que, a pesar de los pesares, es lo mejor, es una gran bicoca? ·- ·-· -··· ·· ·-·· Alejo Fernández Pérez ( Alejo_fp@terra.es ). |