A raíz de una visita a la Comarca de los Montes, concretamente al pueblo granadino de Montefrío, (Imán de Granada), como miembro del Jurado de unos premios literarios, pueblo que me tiene ganado el corazón, aparte de por su belleza, también por su fomento y ejemplaridad en su apuesta cultural, me decía su alcaldesa, la joven y entusiasta Virtudes Puche, su idea de seguir apostando por crear condiciones que proporcionen calidad de vida para todos los habitantes de su pueblo, y que tal clima sólo podía ser posible desde la cultura; de ahí, su deseo de aspirar a promover e impulsar una cultura en la que se implicase todo el vecindario. Sus palabras me calaron hondo y son las causantes de esta columna periodística. Porque ella, me sorprendió, con esa cultura que nace en el pueblo y se enraíza en él, con esa cultura de alma viva, algo que no es fácil encontrarse hoy en día, aunque las agendas culturales vociferen una lista de actos increíbles, a los que nadie acude ni participa. Es como una merienda de amigos. Ellos se lo comen y ellos se lo guisan. En Montefrío descubrí, que esa cultura que allí brota, merece el mayor de los aplausos. En el evento literario, participaron todas las edades y todas las gentes: Niños y mayores, personas del pueblo y de fuera del pueblo (entusiasmadas por cierto en volver a una tierra de reminiscencias moriscas, por el ensueño de la media luna, por sus fuentes y fortalezas, por las atalayas que dibujan la cercanía entre sus gentes; por sus casas encaladas y estrechos callejones, por los aljibes y acequias, por sus sonidos y fragancias...), y otra nota característica, un joven minusválido, nos iluminó los ojos con sus magistrales pinturas. Nos hizo ver esa alma que existe en la pintura. Porque la cultura sin alma carece de sentido, nada nos dice. Y además, difícil de soportar, porque es aburrida y mezquina. Ni nos mueve, ni nos conmueve. Ni nos cultiva, ni nos cautiva. Ni nos alza en el gozo, ni nos imprime alborozo de felicidad. Ni nos faculta para ser más en el ser, ni nos dona facultades para crecer por dentro. Porque la sapiencia, ciencia de redescubrirse, es un modo singular de avanzar hacia una dimensión más humana, y por ende, más hermana. Y así poblar y repoblar el mundo de valores, y hacer un mundo más del hombre y para el hombre, sin distinción alguna. A mayor ahondamiento, subrayo, que la cultura sin alma carece de dirección. No atina a orientarnos hacia la luz. Sin luminaria no es posible encontrar el camino de la paz. Y aunque el hombre, sea hacedor de cultura, como expresión de su propio ser, dominará la tierra y la someterá a su propio egoísmo. Se necesita esa cultura de donarse a cuidar la creación, y a recrearse en ella, compartiendo las vides de la vida. En efecto, la cultura vivida en Montefrío, de árbol abierto, de sombra que asombra, de fruto de apertura, semilla que encierra pensamientos universalistas, genera una atmósfera viva que aviva el deseo de vivir a corazón transparente, para escuchar el silencioso mensaje que transmite al corazón del hombre. Refrendar, además, que la cultura sin alma carece de magnitud. Todo es mediocridad. Se pierde la grandeza de lo trascendente y ascendente. La persona, que cultiva el culto a la cultura, desde la autenticidad y honestidad, comunica más, porque se sustenta de lo noble y bello, de una conciencia recta y de una recta rectitud de esencias coherentes que emanan e imanan. Al igual, que la angelical primavera nos magnetiza con sus declaraciones perfumadas en versos, por doquier campo, bajo armoniosas acampadas de flores en libertad, las ideas no deben marchitarse, ni oprimirse, ni reprimirse, puesto que nacen libres para ser libres. Y por último, decir, que la cultura sin alma carece de originalidad y estilo. Se precisa ese punto original, esa alma en origen, que dignifica al ser humano y que lo distingue de los objetos. Para ello, no se necesitan títulos universitarios. Tan solo que los artistas, que expresan y dan vida a la cultura, nos participen sus obras repletas de ingenio, para envolvernos en esa trascendencia de hermosura, tan necesaria para renovarnos, en un mundo repleto de fealdades. Por eso, todas las instituciones, deben defender y promover las artes, por ser un bien que ennoblece a los ciudadanos y porque logran comunicar algo de lo que es realidad inefable. De ahí, que sea tan importante emplearse a fondo en el fomento de la cultura, como me señalaba Virtudes Puche, un espacio y una herramienta a través de la cual la vida del ser humano se hace más humana. Sino humaniza, ni entusiasma, es tirar el dinero de todos, porque de nada sirve. En suma, la cultura ha de servirnos para ser más en los principios y valores. ·- ·-· -··· ·· ·-·· Víctor Corcoba Herrero |