La olvidadiza y pícara memoria En efecto, un estudio detallado de los temas recurrentes en este magno ejercicio intelectual de la izquierda española y, concretamente, del PSOE, rectifica esta primera apreciación: la palabra "memoria" aparece asociada con insistencia a la represión durante la guerra y el franquismo, los niños de la guerra, el exilio y, si el calendario de centenarios es propicio, la cultura. Se trata de una memoria, como se ve, selectiva, no sólo desde un punto de vista cronológico, sino ideológico: claro está que la represión "reivindicada" es (contrariamente a lo que suelen hacer las bandas terroristas) la que le correponde a la izquierda genérica como víctima, y no como verdugo. Lo mismo pasa con los "niños de la guerra", que parecen pertenecer, a juzgar por los distintos actos conmemorativos, "sólo" al bando republicano. Al igual que los intelectuales: o se silencia durante décadas su lado oscuro (caso de Alberti, subido a los altares de la democracia desde su regreso a España), o, en el caso de figuras más complejas, se engancha su vagón sin más al gran tren de las conmemoraciones del exilio. Los últimos casos son los de Max Aub (que no ahorró en sus narraciones punzantes ironías hacia sus compañeros de destierro) y Luis Cernuda (de ambigua adscripción política). Se da incluso el caso de incluir en el exilio (al que hay que añadir el adjetivo "interior") a poetas como Dámaso Alonso o Vicente Aleixandre (Víctor Funes, "España, una pasión compartida. Los poetas del exilio y del ¿exilio interior? (1939-1975)", en Claves de Razón Práctica, nº 129, enero-febrero 2003, pp. 76-79). Por este procedimiento, y el de silenciar sistemáticamente o añadirles el remoquete denigratorio de "fascista" o "franquista", resulta que buena parte de nuestra cultura, por no decir la "Cultura" con la "C" mayúscula, viene a ser de izquierdas. Dejamos para otra ocasión el análisis de este fenómeno, que supera los sueños del mismo Lenin, para centrarnos en los otros puntos mencionados, ya que la cultura (seguramente por el "apagón cultural" que se produjo en 1939...) no consigue impresionar la imaginación de los españoles tanto como un buen cadáver exhumado a (des)tiempo o la patética narración de los sufrimientos de mujeres y niños. Dicho sea con todos los respetos, la gente siempre tiene gustos de culebrón. Como además estamos en la era "multimedia" y de la interacción, si el público destinatario del mensaje puede intervenir de alguna manera, mejor que mejor: así se siente protagonista y sigue consumiendo "telabasura" o, en este caso, "porno-historia", lo que en definitiva redunda en beneficio de su productor. De ahí que proliferen no sólo las producciones "culturales" de distinto tipo y soporte, sino las iniciativas parlamentarias y jurídicas, como veremos después. La búsqueda de noticias "de interés humano" tiene también que ver con el desplazamiento generacional. La extinción biológica de los personajes con protagonismo político obliga a recabar testimonios entre los supervivientes: los cada vez menos numerosos combatientes van cediendo el puesto, a su vez, a las mujeres y, sobre todo, a los entonces niños, que ya se han convertido en abuelos. El caso es que el PSOE (y la izquierda en general) olvida intencionadamente no sólo el pasado de España (excluyendo sistemáticamente a los "otros" muertos e incluso exigiendo la retirada de monumentos conmemorativos (la última noticia al redactar estas líneas data del 8 de abril, El País, p. 35), sino el propio pasado. En la página oficial del PSOE en internet se analiza el pasado socialista dividiéndolo en los siguientes epígrafes, de similar extensión: "Desarrollo de la organización (1879-1921)", "Crecimiento y protagonismo político (1921-1939)", "La clandestinidad (1939-1977)", "Consolidación y renovación (1977-1982)", "El PSOE en el gobierno (1982-1966)", "El PSOE en la oposición (1996)", "Una nueva etapa comienza. El cambio tranquilo (julio de 2000)". De nuevo, el año 2000. Llaman la atención las numerosas omisiones y saltos cronológicos, además de las inexactitudes. Así, en el segundo epígrafe, se salta por encima de los "siete años de dictadura militar del general Primo de Rivera", obviando la colaboración de Largo Caballero con la misma, para aterrizar directamente en la segunda República. Sorprende que, a pesar del alardeado "protagonismo político", sólo se cite una vez, y sin precisar su titularidad, a tres ministros del primer bienio: Largo Caballero, Indalecio Prieto y Fernando de los Ríos. Ni sombra de los demás, ni de ellos mismos en años sucesivos. Ni sombra, por ejemplo, de Negrín, presidente de gobierno a partir de 1937. Ni sombra de las luchas fraticidas en el interior del PSOE durante la guerra y el exilio. Ni sombra de la intervención de los socialistas en la organización de la revolución de Asturias (a la que se dedica una sola frase, para explicar el triunfo del Frente Popular ante la represión subsiguiente a los hechos de 1934). Ni sombra, en suma, de la zona de sombra del PSOE, y, lo que es más asombroso, de alguna zona que podría exhibirse sin tantas cautelas, enarbolándola incluso como "víctima" del franquismo, como Julián Besteiro. Algo parecido sucede con el periodo de la clandestinidad, en el que al parecer no se produjeron episodios como la lucha por el poder político y económico entre Prieto y Negrín (con la piratesca historia del Vita de por medio, que escandalizó al público mexicano), ni se emprendieron iniciativas políticas como las de Prieto cerca de don Juan, aunque el bizarro don Indalecio hubiera definido a los políticos exiliados como cadáveres que andaban con permiso del sepulturero. Pero qué se le va a hacer. Entre 1939 y 1977 sólo figura el nombre de Tomás Centeno, que tuvo la dudosa "suerte" de morir en la Dirección General de Seguridad en 1953. De ahí a la elección de Felipe en Suresnes, no hay más que otro salto. Se ve que los artífices de la página web del PSOE piensan en los usuarios de la red, supuestamente jóvenes en su mayoría, y por tanto, poco interesados en el pasado... Por lo menos, eso explicaría la mayor atención prestada a las etapas más recientes del PSOE... ¿eso, o el lanzamiento del "cambio tranquilo"? Los jóvenes que votan ahora por primera vez eran demasiado niños entonces para recordar cosas como el "pelotazo", la corrupción o el caso GAL. ¿Para qué recordarlos? Parece cosa de magia que el PP ganara las elecciones en 1996, aunque, eso sí se recuerda, por un exiguo margen de "200.412 votos". Sorprende lo exacta que es la memoria cuando quiere. Cuando no quiere, vuelve a las andadas, como para referirse al 35 Congreso Federal del PSOE, "calificado de excepcional por las difíciles circunstancias, tanto políticas como orgánicas". Quizá la reconstrucción interna liderada por el "hombre tranquilo", Rodríguez Zapatero, obligue a dar al pasado socialista más reciente un portazo parecido al que daba John Wayne en la famosa película, cuando besaba a Deborah Kerr... No deja de ser curioso, sin embargo, que con ese portazo deje fuera uno de los logros de los que alardeaba en la frase citada al comienzo de estas líneas: la contribución de los socialistas en el proceso de la transición. ¿Por qué? Porque es preciso buscar en ese periodo el origen de todos los males que afligen a España (es decir, al partido socialista): si gana la derecha es porque no hay verdadera democracia (se entiende: democracia popular), si esta no existe, al cabo de 27 años, es porque el cambio político se hizo de forma inadecuada; si se hizo de forma inadecuada fue porque lo llevaron a cabo los herederos del franquismo, silenciando la "VERDAD". Por tanto, la transición está pendiente y hay que desenmascarar a esa derecha, "recuperando la MEMORIA HISTÓRICA"... aunque eso comporte el olvido del papel del PSOE en la transición, en la elaboración de la Constitución, en la aprobación de la Ley de Amnistía... Pilatos, personaje humanísimo, preguntó, "¿Y qué es la verdad?". Político romano, años de experiencia le habían enseñado que lo que contaba era el beneficio político inmediato. No se le podía pedir otra cosa.. Cumplió con su obligación. Sus discípulos de todo el mundo le imitan. ¿Con éxito? La batalla por los corazones y las mentes Siendo la memoria algo íntimo y personal, el ejercicio intelectual propuesto por los líderes socialistas de forma "oficial" tiene clara vocación pública. Así lo exigen los fines (que analizaremos en último lugar), de manera que en lugar de "recuperación de la memoria histórica" habría que hablar, con mayor propiedad, de una "reconstrucción de la conciencia colectiva". En un reciente artículo, el historiador Santos Juliá apunta con acierto al carácter abierto de la disciplina histórica, en cuanto la "voluntad individual" y la "decisión política" permiten introducir cambios en la interpretación del pasado o, dicho de otro modo, "reinventar" la historia. Santos Juliá, conocido por sus simpatías hacia el socialismo, se refiere concretamente a la moda actual de la "memoria", denunciando con honestidad poco frecuente entre sus correligionarios la gran maniobra de "reinterpretación" del pasado español ("Echar al olvido. Memoria y amnistía en la transición española", Claves de Razón Práctica, nº 129, enero-febrero 2003, p. 16). A ello le mueve, sin duda, su amor propio de historiador, que se niega a ver su propia obra enviada al limbo, pues una de las argumentaciones de los "recuperadores" es el "ocultamiento" y la "falta de estudios" sobre la guerra civil y el franquismo. Claro está que para rebatir tamaña falsedad bastaría un vistazo a la obra del mismo Santos Juliá, o a la bibliografía sobre la guerra civil publicada nada menos que en 1966 por Ricardo de la Cierva (Cien libros básicos sobre la guerra de España, Madrid, Publicaciones Españolas, 1966). Citamos esta bibliografía por su fecha de edición, a partir de la cual, y en pleno franquismo, los estudios históricos sobre estos temas aumentan en progresión geométrica. Y muchos de ellos, a través de colecciones como "Espejo de España", de la editorial Planeta, alcanzan considerable difusión. ¿Cómo es posible, entonces, que todo ese material historiográfico sea relegado al olvido, y que se hable de "miedo" y "ocultamiento" incluso en los últimos 25 años? Es posible porque estas afirmaciones están dirigidas a un público más vasto que el lector de obras historiográficas y que debido a su formación o a su edad, no han tenido acceso a esa producción. Ello se demuestra analizando los medios utilizados en la "campaña" por conquistar los corazones y las mentes de ese público. Parafraseando a MacLuhan, el medio es el mensaje. Sólo que vivimos en plena revolución de los medios. Comencemos por la propia Fundación Pablo Iglesias y por el soporte más "tradicional" y minoritario: el libro. De un total de 74 obras en catálogo recogidas en la página oficial del PSOE, 3 tratan de historia o teoría marxista (la última, de 1986), 3 de la antigua URSS (de 1989 la última), 1 sobre los Estados Unidos (1987); 6 sobre historia del socialismo español; 6 sobre la clandestinidad y la oposición en la época de Franco; 2 sobre el exilio, 1 sobre nacionalismo y socialismo, 1 sobre la transición, 8 sobre archivos y colecciones documentales varias, y 4 de memorias o monografías sobre líderes socialistas, concretamente: Pablo Iglesias (2000), Indalecio Prieto (1995), Largo Caballero (1985) y Manuel Llaneza (1985). Las obras del segundo fueron publicadas por la Fundación Indalecio Prieto, de carácter privado, conjuntamente con Planeta, en 1989. Como se ve, el "mapa" de publicaciones se corresponde con la evolución de la política socialista y con el de figuras a destacar en cada momento. Llama la atención, sin embargo, la aparente escasez de obras dedicadas a los temas de moda (¿quizá el catálogo no ha sido actualizado al 2003?). Sin embargo, encontramos el nombre de la Fundación Pablo Iglesias, de forma indirecta, en uno de los lanzamientos editoriales de la temporada (Julio Martín Casas y Pedro Carvajal Urquijo, El exilo español (1936-1978), Planeta, 2002, 2 ediciones: septiembre y octubre). El libro, según explica en el prólogo Alfonso Guerra, surge del abundante material recopilado para el documental "Exilio", coproducido por la Fundación, TVE, Media Park, DeA Planeta y Es-docu. Las ilustraciones que acompañan el texto proceden también de la Fundación, según se especifica en la contraportada, y coinciden en parte con las mostradas en la exposición celebrada en otoño del 2002 en el Palacio de Cristales del Retiro madrileño. Si tenemos en cuenta el amplio espacio dedicado en su momento por los medios de comunicación a esta exposición, el lanzamiento del libro en forma simultánea, casi como "catálogo" oficial de la misma, y la serie de iniciativas que han venido prolongando en los últimos meses los ecos del exilio (ciclo "Cine y exilio español" en el Círculo de Bellas Artes, febrero 2003; ciclo de conferencias y debates "Espacios y protagonistas del exilio", celebrado en el Ateneo bajo la dirección de José Luis Abellán, también en febrero de 2003), se comprenderá mejor la estrategia de comunicación o, mejor dicho, de penetración cultural del PSOE (y de la izquierda en general). Todos los actos mencionados han sido organizados por la Fundación Pablo Iglesias, y suponen la segunda gran ofensiva desde los obligados homenajes al fundador del partido en el año 2000. Pero si aquellos tenían por objeto la presentación de una cierta cara del socialismo español, los últimos presentan un alcance más genérico: la recuperación de la memoria (en el caso que estamos analizando, del exilio) no se presenta como "una parte" de la historia del socialismo (en efecto, se omiten, como ya indicamos, las zonas de sombra socialistas durante este periodo), sino como una parte de la historia de "España" en su conjunto, o más bien, de la España vencida frente a la España vencedora o, simplemente, Franco y sus secuaces, al que se presenta (véanse los otros temas de moda) como el gran represor. El caso del exilio sirve también para ilustrar la creación de un "canon" bibliográfico, encabezado por la obra de Abellán y que incluye la mayor parte de la reciente producción bibliográfica, de corte periodístico y divulgativo, e incluso novelístico (bajo títulos aparentemente historiográficos). Al contrario, se omite toda mención a la obra clásica de Javier Rubio (La emigración española de la guerra civil de 1936-1939, Madrid, San Martín, 1977), así como a la muy completa coordinada por Luis de Llera (El último exilio español en América, Madrid, Mapfre, 1996). Lo mismo sucede con el tema de las víctimas de la guerra y de la represión, donde se pone el acento en Las fosas de Franco (de Emilio Silva y Santiago Macías, Temas de Hoy), sin mención explícita (al menos en el título) a la guerra civil. Por cierto que fue este tema (el de la cuantificación de víctimas de la guerra) el que dio el pistoletazo de salida a la "carrera" por la recuperación de la memoria, concretamente con el libro de Julián Casanova y Santos Juliá, al que se dio debida publicidad en los medios de comunicación (Víctimas de la guerra civil, Madrid, Temas de Hoy, 1999), frente a otros como el de Ángel David Martín Rubio (Salvar la memoria: una reflexión sobre las víctimas de la Guerra Civil, Badajoz, 1999). Sin duda en la elaboración de este nuevo canon historiográfico pesa la ideología, pero también la metodología, en función de un público y de un efecto determinado: Alfonso Guerra, en el prólogo al libro de Martín Casas y Carvajal Urquijo, indica su carácter de historia oral, que pretende dar una visión "afectiva", que "conmueve". Aunque el prologista se apunta a la teoría del la gran diáspora de intelectuales, son las "personas sencillas, muchas anónimas", las que "dan una lección de humanidad y concordia". La "micro-historia", usada también con los maquis, la represión, las mujeres y los niños, se pone así al servicio de la captación sentimental de un público al que se le ofrece una visión exclusivamente subjetiva. Hagamos además otra observación: frente a las acusaciones de ocultamiento y falseamiento de la Historia lanzadas por el PSOE contra el gobierno actual, así como de su falta de colaboración a la hora de recuperar el famoso pasado, lo cierto es que todas las iniciativas mencionadas hasta ahora han contado con el apoyo de organismos públicos (el Ministerio de Cultura, TVE), semipúblicos (Círculo de Bellas Artes), e incluso grandes empresas multinacionales (grupo Planeta-de Agostini). ¿Cómo interpretar esa colaboración efectiva del gobierno en iniciativas que no le reportan gratificación aparente alguna (ni siquiera, como se ha dicho, de sus "compañeros de viaje" socialistas)? ¿Por qué exigir del PP lo que el propio PSOE no hizo en su etapa de gobierno? Libre es cada cual de extraer sus propias conclusiones. Lo que está claro es que la proliferación de iniciativas parlamentarias para rehabilitar a los exiliados y combatientes republicanos y condenar el régimen de Franco (la última lleva fecha precisamente del 20 de noviembre de 2002) no hace sino poner al PP en el brete de elegir entre la "corrección política" impuesta por la izquierda, y la enajenación de las simpatías de buena parte de su electorado. Lo mismo sucede con el creciente número de denuncias y recursos interpuestos ante varios tribunales (en especial, el Supremo), en flagrante infracción, entre otras, de la Ley de Amnistía de 1977. No se trata ya de un mero ejercicio de recuperación de la memoria, sino de una campaña intensiva de culpabilización y penalización de una parte del pasado. Pero tampoco el PSOE sale bien librado de sus luchas parlamentarias. Aunque desastres ecológicos y bélicos varios supongan un reverdecer del añorado frentepopulismo, sus "compañeros de viaje" le acusan de desidia e interés meramente económico en la batalla por la recuperación de la memoria. El discurso fascismo/antifascismo, que parecía desterrado no ya a los libros de Historia (donde se suele omitir escrupulosamente), sino a los fondos de las hemerotecas, vuelve de los profundos nichos de la III Internacional a las páginas de internet, que desconocen los pudores debidos al papel impreso. De las numerosas páginas sobre la "memoria" elaboradas por universidades, centros de investigación, agrupaciones políticas y fundaciones varias cabe destacar aquí el Foro por la memoria, "alojado" en la página oficial del PCE, y a la pionera Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, fundada por Emilio Silva. Aunque la segunda se presente como independiente, y su dossier de prensa difiera, lo cierto es que ambas comparten foro de debate. El internauta que por él se interne encontrará, en medio del previsible chapapote mental, una pequeña joya titulada "PSOE: su lucha por la Memoria Histórica... Inmobiliaria", en que la reclamación de las casas del pueblo sirve para echar en cara a los socialistas su desinterés por todo lo que no reporte beneficio inmediato. El furibundo firmante considera la declaración del Congreso del 20 de noviembre como la última contribución socialista a la "memoria histórica". Si tenemos en cuenta la fecha del mensaje y de la noticia (19 y 18 de abril), y recordamos el estado de nuestras calles y plazas en los últimos meses, comprenderemos fácilmente que el PSOE haya desplazado su atención del "pasado" al "presente". Un vistazo a los primeros carteles de la pre-campaña electoral confirma las peores sospechas. Un muerto fresco (incluso todavía vivo) es mejor que un muerto-muerto. Estos últimos, quizá porque ya no tienen cara, dan mucha menos pena. Qué se le va a hacer. ¿Por qué doblan las campanas? Frescos o no, parece en cualquier caso que "lo que mola" es tocar a muerto. Si ampliamos el radio de nuestro análisis del PSOE a la izquierda en general, y contemplamos la variedad de iniciativas y los medios empleados, podemos llegar a la conclusión de que estamos ante un fenómeno sin precedentes en la Historia de España. Sin precedentes, por lo menos, hasta la II República, la guerra y la inmediata posguerra, cuando se produjo el lógico proceso de descubrimientos macabros y exhumaciones más o menos masivas (nunca totales, dicho sea de paso). Parece volverse así, precisamente, a un pasado que se creía y se quería definitivamente cerrado, cuando los propios nietos de las víctimas tienen ya que hacer de Sherlock Holmes (según confesión propia) para "descubrir" lo que para sus progenitores no era ningún "secreto". En el artículo mencionado, Santos Juliá apunta precisamente a la aparición de una nueva generación como el motivo del renovado interés por la guerra y la posguerra, y del éxito editorial de unas obras basadas en la historia oral. En honor a la verdad, una cosa es la "proliferación", y otra el éxito de ventas propiamente dicho. Mientras la producción de los "exhumadores" cuenta con el apoyo masivo de los medios de comunicación e incluso del cine, las obras de Píos Moa han ido alcanzando el puesto número en ventas a basa del "boca a boca" y del tesón batallero de su autor, en infatigable polémica con los gurús de la corrección política. Pero es que, además, la aparición de una nueva generación puede aportar nuevo capital humano a una izquierda en crisis. Ante el relevo generacional, hacen falta nuevos mitos históricos que tengan una inmediata aplicación política. La reinterpretación del pasado (una reinterpretación muy distinta de la que hizo la propia izquierda en la transición) puede servir para desacreditar a la derecha y restarle votos. De ahí que la Gran Campaña por la Recuperación de la Memoria no sea sino una gran maniobra política, sin la más mínima preocupación por la Historia y por la Verdad. Lo mismo que olvida el propio pasado, estableciendo la legitimidad socialista en la figura de Pablo Iglesias, el PSOE (y la izquierda genérica) intenta deslegitimar a la derecha, haciéndola descendiente (literal o figuradamente) de un régimen al que se presenta sin medias tintas como ilegal y asesino. Y no sólo descendiente, sino cómplice, pues en su gran maniobra de reescribir la Historia, el PSOE pretende que el PP haga lo que ningún partido (incluido el PCE) hizo en 1977, como recuerdan Santos Juliá y Paloma Aguilar a propósito de la Ley de Amnistía: pedir "justicia retroactiva". También acusa el PSOE al PP de "olvido intencionado". Se ha llegado a proponer la inclusión de los hechos "recuperados" en los planes de estudios. Mencionaré la propuesta de Mª Fernanda Mancebo, curiosamente profesora en la Universidad de Valencia, presentada también extrañamente en una página de la red IRIS. Según ella, la "desmemoria" de los 80 (periodo en que gobernaron, recordamos, los socialistas) se debe a la abolición de las Humanidades, que atribuye a Franco. Si a algo hay que atribuir la ignorancia de la generación más joven, sobre todo en materia humanística, es a la política educativa del PSOE, que bien podía haberse ocupado, en los 14 años que detentó el poder, en recuperar toda la memoria que hubiera querido. Claro que para grabar un disco éste tiene que estar antes en blanco... En definitiva, el PSOE y la izquierda no hacen sino seguir a Gramsci en su intervención en el campo de la cultura con el fin de alcanzar fines políticos. Se reprograman los contenidos históricos y se manipula también la historia cultural (esa que tiene menos resonancia en la gente sentimental, pero que resulta un complemento de temporada para los que tienen pretensiones intelectuales). Por eso se insiste en ciertos aspectos del exilio y se repite hasta la saciedad el tópico del páramo cultural de la España franquista. Por eso el Foro por la Memoria incluye rimbombantes epígrafes sobre "Memoria de la Cultura" (que en realidad no contiene más que un puñado de fotos de un homenaje a Alberti). El modo de proceder, por cierto, es característico: se exagera en los titulares y se repiten datos y noticias, produciendo el mismo efecto avasallador que los pocos tanques que Mussolini hacía pasar una y otra vez. También Lenin llamó "bolshoi" (grande) a su exiguo partido... Lo que cuenta es el impacto, independientemente de la Verdad. Por eso se buscan objetivos espectaculares. De ahí la campaña (que además enlaza muy bien con el inveterado anticlericalismo español) contra la Iglesia, y la reciente petición al Papa para que, en su visita a España, pida perdón por la colaboración de la Iglesia con la dictadura franquista. Al momento de escribir estas líneas no conocemos más respuesta que la del obispo de Pamplona y la de Pío Moa (debidamente escarnecido -pero también difundido) en las páginas de chapapote de rigor). Comparada con lo que podría ser (o con lo que puede llegar a ser), la ofensiva contra la Iglesia es relativamente moderada. Quizá por un reconocimiento de su pérdida de influencia social. Quizá porque tampoco convenga ponerse demasiado en contra de una institución bajo la que pretenden encuadrar sus católicos descendientes a muchas de las víctimas de la represión. Pero la verdad es que las únicas voces que se alzan por la recuperación de la "otra" memoria vienen precisamente de la Iglesia y, concretamente, de Roma. La beatificación sistemática de los mártires de la guerra civil por Juan Pablo II no puede dejar de levantar ampollas, hasta el punto de que en su petición al Papa, Emilio Silva y compañía casi casi vienen a reivindicar a sus familiares muertos como "mártires" (reacción muy española, por lo demás). Llama la atención que se suelan asociar estas pías reivindicaciones a la campaña contra Pío XII. En realidad, lo que se hace es equiparar la calumniosa colaboración del Pontífice en el holocausto a la actitud de la Iglesia española ante la represión durante y después de la guerra, si importar para nada la realidad, a saber: que la Iglesia sufrió en España una de las peores persecuciones de la Historia. También se silencian (por ignorancia debida al desmantelamiento de las Humanidades, tal vez) los repetidos llamamientos de la Iglesia en pro de la paz y la reconciliación. Pero, como hemos dicho antes, eso no importa. Lo que importa, sustancialmente, es: primero, que Juan Pablo II ha comenzado a beatificar a las víctimas del odio religioso en España; segundo, que Juan Pablo II es una figura clave en el derrumbamiento del bloque comunista. Las "culpas históricas" del pontífice han de ser lavadas con las "culpas históricas" del pasado, en una gran catarsis que arranque las lápidas conmemorativas de las fachadas de las iglesias y ponga en su lugar los nombres de los que en muchos casos contribuyeron a quemarlas. Claro que esto no se recuerda. Como casi tampoco se recuerda que hubo una guerra, una tremenda guerra, con dos bandos bien definidos, no uno solo. Y sin embargo, todo parece reducirse al golpe de unos enloquecidos y criminales militares, que comenzarían una arbitraria y sangrienta represión de la indefensa población. La desestructuración del pasado y su reducción a anécdotas mínimas y personales, sin referencia a los hechos fundamentales que conforman la gran tragedia española, tiene como consecuencia la pérdida de sentido; la pérdida, en realidad, de memoria. En efecto, leyendo noticias y consultas varias de ciudadanos de a pie, se tiene la impresión de que ya no se sabe quién mató al abuelo, ni por qué fue a parar su tía, con otros niños, a Rusia o a México. El gran poeta Luis Rosales compara la historia, la memoria, a una gran casa. En cada una de las estancias habita una parte del pasado. El poeta va iluminando cada estancia hasta que la casa queda encendida. Otro gran poeta, Luis Cernuda, evoca a Bécquer para expresar su situación de destierro existencial: habrán de buscarle, dice, donde habita el olvido. En muchas estancias de la casa España ya no habita el recuerdo. Y en otras habita, intencionalmente, el olvido. Comenzarían una arbitraria y sangrienta represión de la indefensa población. La desestructuración del pasado y su reducción a anécdotas mínimas y personales, sin referencia a los hechos fundamentales que conforman la gran tragedia española, tiene como consecuencia la pérdida de sentido; la pérdida, en realidad, de memoria. En efecto, leyendo noticias y consultas varias de ciudadanos de a pie, se tiene la impresión de que ya no se sabe quién mató al abuelo.. ·- ·-· -··· ·· ·-·· Milagrosa Romero Samper |