Las causas que ejercieron su influencia en Santo Tomás fueron de dos clases, naturales y sobrenaturales. Causas Naturales Como fundamento, "era un niño listo, y había recibido un buen corazón" (Sabiduría, 8, 19). Desde el principio se manifestó su precocidad, talento y carácter pensativo, siempre por delante de su edad. Su educación fue tal que se podían esperan grandes cosas de él. Su formación en Monte Casino, Nápoles, París y Colonia fue la mejor que el siglo XIII podía ofrecer, siendo ese siglo la edad dorada de la educación. Es evidente que ofreció excelentes oportunidades para formar grandes filósofos y teólogos, como prueba recordemos el carácter de los contemporáneos de Santo Tomás , Alejandro de Hales, Alberto Magno, San Buenaventura, San Raimundo de Peñafort, Roger Bacon, Hugo de S. Caro, Vicente de Beauvais, y muchos más. Esto demuestra que eran días de auténticos estudiosos y sabios. (véase Walsh, "The Thirteenth Greatest of Centuries" Nueva York, 1907). Los profesores de Santo Tomás fueron los de Monte Casino y Nápoles, pero entre ellos destaca Alberto Magno, con el que estudió en París y Colonia. Los libros que más le influyeron fueron la Biblia, los Decretos de los concilios y los Papas, las obras de los Padres, griegos y latinos, especialmente San Agustín, las "Sentencias" de Pedro Lombardo, los escritos de los filósofos, especialmente de Platón, Aristóteles y Boecio. Si de entre ellos destaca alguno, son sin duda Aristóteles, San Agustín y Pedro Lombardo. En otro sentido, sus escritos fueron influenciados por Averroes, el principal oponente a combatir para defender al auténtico Aristóteles. Recordemos que Santo Tomás poseía la bendición de una extraordinaria memoria y gran poder retentivo. El P. Daniel dAgusta una vez le insistió para que dijera cuál consideraba la mayor gracia que había recibido, exceptuando, naturalmente la gracia santificante. "Creo que haber entendido todo aquello que he leído", contestó Santo Tomás. San Antonino declaró que "recordaba todo lo que leía y que su mente era como una enorme biblioteca" (ver Drane op. cit., p. 427; Vaughan op. cit., II p 567). La relación de los textos bíblicos citados en la Summa Theologica llena ochenta columnas con letra pequeña en la edición de Migne, y muchos suponen no sin razón que se había aprendido de memoria la Biblia entera mientras estaba en la cárcel en el Castillo de San Giovanni. Como Santo Domingo, amaba de manera especial las Epístolas de san Pablo, de las que escribió comentarios (edición en 2 volúmenes de Torino, 1891). Un profundo respeto por la Fe, transmitida por la Tradición, caracteriza toda su obra. La práctica de la Iglesia (consuetudo ecclesiae) debe prevalecer sobre la autoridad de cualquier doctor (II-II Q x a 12). En la "Summa" cita 19 concilios, 41 Papas y 52 Padres de la Iglesia. Un somero conocimiento de su obra mostrará que entre los Padres, su favorito era San Agustín (sobre los Padres Griegos, ver Vaughan op. cit., II cc iii sqq). Como San Agustín, (II De doctr. Christ. c. xl), Santo Tomás mantenía que debemos tomar lo que haya de verdad de las obras de los filósofos paganos, en calidad de "injustos poseedores" y adaptarlo a las enseñanzas de la religión verdadera (Summa Theologica I, Q. lxxxiv a 5). Solo en la "Summa" cita de las obras de 46 filósofos y poetas, siendo sus autores favoritos Aristóteles, Platón y entre los autores cristianos, Boecio. De Aristóteles, aprendió ese amor por el orden y la exactitud de expresión que caracteriza su propia obra. De Boecio aprendió que se podían usar los escritos de Aristóteles sin causar detrimento al Cristianismo. Sin embargo, no siguió el vano intento de Boecio de reconciliar a Platón con Aristóteles. En general, el Estagirita fue su maestro, pera la elevación y grandeza de los conceptos de Santo Tomás y la majestuosa dignidad de su método hablan con gran fuerza del sublime Platón. Causas Sobrenaturales Incluso si no aceptamos literalmente la declaración de Juan XXII de que Santo Tomás realizó tantos milagros como artículos hay en la "Summa", hemos de buscar más allá de las causas naturales para intentar explicar su extraordinaria carrera y maravillosos escritos. La pureza de mente y cuerpo contribuyen en gran medida a la claridad de visión (véase Santo Tomás , Comentarios sobre 1 Corintios, c.vii, Lección v). Mediante el don de la pureza, concedido milagrosamente en el episodio del cinturón místico, Dios hizo angélica la vida de Tomás; la perspicacia y hondura de su intelecto, con la ayuda de la gracia, le hizo el "Doctor Angélico". El espíritu de oración, su gran piedad y devoción, atrajeron las bendiciones del cielo a sus estudios. Explicando por qué leía diariamente fragmentos de las "Conferencias" de Casiano, dijo: "En estas lecturas encuentro la devoción, mediante la cual asciendo rápidamente a la contemplación". (Prümmer, op. cit., p. 32). En la lectura del Oficio Divino correspondiente a su festividad, se dice que nunca empezaba a estudiar sin invocar la ayuda de Dios en oración; y que cuando luchaba por entender oscuros pasajes bíblicos, añadía el ayuno a la oración. Testimonios de quienes le conocieron en vida o escribieron en el momento de su canonización, demuestran que recibió ayuda celestial. Declaró al P. Reinaldo que había aprendido más en oración y contemplación que de hombres y libros (Prümmer, op. cit., p. 36). Los mismos autores cuentan sobre ciertos misteriosos visitantes que le animaban e iluminaban. Se le apareció la Santísima Virgen para asegurarle que sus escritos eran aceptables ante Dios, y que se le concedería perseverar en su santa vocación. San Pedro y San Pablo vinieron a ayudarle a interpretar un difícil pasaje de Isaías. Cuando su humildad le hizo considerarse indigno del doctorado, un venerable religioso de su orden, (se cree que fue Santo Domingo) se le apareció para animarle y sugerirle el texto de su discurso de apertura (Prümmer op. cit., 29, 37; Tocco en "Acta SS.", VII Mar.; Vaughan, op. cit., , II 91). Ya se han mencionado sus estados de éxtasis. Todos sus biógrafos relatan sus abstracciones en presencia del Rey Luis IX (San Luis) y de distinguidos personajes. De manera que incluso si admitimos un excesivo entusiasmo por parte de sus admiradores, hemos de concluir que su extraordinaria sabiduría no puede atribuirse meramente a causas naturales. Puede decirse que trabajó como si todo dependiera de sus propias fuerzas y oró como si todo dependiera de Dios. ·- ·-· -··· ·· ·-·· Aldo H. Delorenzi Conte-Grand |